martes, 31 de marzo de 2015

El origen



A estas alturas del siglo XXI sigue siendo un misterio el asunto del poblamiento de América; persiste la teoría de que los aborígenes americanos son descendientes de los antiguos asiáticos que cruzaron Siberia hacia Alaska hace unos 20.000 años.
De acuerdo a los últimos estudios, lo difícil de aquel recorrido fue la llegada al nuevo continente; para estos cazadores-recolectores la primera prueba fue cruzar el mar congelado del estrecho de Bering, para luego encontrarse con paredes de hielo y tener que sortear, acto seguido, las grandes montañas del oeste norteamericano, a partir de allí el camino se les hizo más fácil, abundante caza, clima más benigno, grandes planicies y desiertos contribuyeron a que la ruta hacia el sur se hiciera en tan solo mil años; el asentamiento de Monte Verde en Chile, reporta restos arqueológicos con más de 14.000 años de antigüedad.
Lo que aún no se sabe es si América fue poblada en varias oleadas distintas, lo que nos lleva a pensar en las fantásticas creencias del golpista Hugo Chávez y los socialistas bolivarianos sobre los supuestos pueblos "originarios" de América.
Basados en diversos estudios arqueológicos, etnográficos y antropológicos, de diferentes pueblos, regiones y épocas, los "originalistas" han construido una imagen mental que no pasa de ser una colcha de retazos incoherente y contradictoria, con el fin de vendernos la idea de un pueblo elegido, una época dorada, que constituye el sustrato de esa mítica Raza Cósmica que tanto les gusta a nuestros comunistas endógenos.
Los chavistas venezolanos, que no tienen la menor idea de cuál era la forma de vida, la historia, la cultura de nuestros pueblos aborígenes, obvian los descubrimientos científicos y la documentada investigación etnográfica sobre los mismos, en su lugar, favorecen las leyendas prefabricadas por enfebrecidos nacionalistas socialistas que hablan de un pasado glorioso, inocente, comunista y simple de unos pueblos que vivían para la adoración del sol y los elementos, la gastada tesis del buen salvaje.
Nada más falso: sufrían de enfermedades terribles, padecían carencias tan básicas, que aldeas enteras podían morir de hambre con pequeñas variaciones climáticas, morían jóvenes y de muertes violentas, la guerra y las invasiones eran algo común, el robo, las violaciones, el asesinato eran cosa de todos los días; en su mayoría, eran pueblos esclavistas, explotadores y crueles, con una forma de gobierno autoritaria y que sólo favorecía a los más fuertes y salvajes; practicaban el infanticidio, muchos eran caníbales, gustaban de los sacrificios humanos y no eran nada amables con sus entornos naturales (una de las explicaciones sobre la existencia de nuestra Gran Sabana, en la Guayana Venezolana, fueron incendios propiciados por los indígenas en tiempos anteriores a la conquista y que duraron años consumiendo la selva originaria).
Los imperios aborígenes eran sociedades de conquista, fundamentadas en la destrucción de otras culturas (mixtecas, toltecas, olmecas, quienes sufrieron la dominación oprobiosa, en el caso de los aztecas, por ejemplo), las castas reales eran tan abusivas como sus pares del viejo mundo; Cortés nos refiere el momento cuando conoció a Moctezuma en su palacio, haciéndose servir trescientos o cuatrocientos platillos, cada uno con su braserito para conservarlos caliente, de los que apenas tocaba dos o tres, mientras en las calles había indios muriendo de hambre.
En Perú, una de las razones del éxito de la campaña de Pizarro fue las luchas fratricidas por el poder que consiguió al llegar y la ayuda que recibió de pueblos cansados del terrible yugo del incanato.
Los pueblos Caribe, en especial, carentes de escritura y monumentos perdurables, nómadas por excelencia, son los más desconocidos, únicamente por los relatos y crónicas de los conquistadores españoles sabemos de los grados de violencia y crueldad de que eran capaces, esto sin justificar la guerra de exterminio que se llevó a cabo en su contra por las fuerzas militares españolas.
No sabemos si Guacaipuro, el jefe Caribe, era a su vez un invasor que corrió a quienes vivían en el nunca apacible Valle de Caracas; en Venezuela no podemos remontarnos ni siquiera a mil años atrás del momento del descubrimiento, no sabemos nada sobre los pueblos originales, lo que sí sabemos es que el conquistador español Diego de Losada y Guacaipuro compartían ambos el 99,9% de su ADN, provenían del mismo tronco común y sus ancestros se reunían en torno a la misma fogata en aquella sabana africana en los albores de la humanidad.
Pero hay fantasías que matan y los chavistas están llenos de rencores ancestrales, la mayor parte de ellos sin base cierta, pero aun así pretenden cobrar, aprovechando la oportunidad y sin demora, su reclamo al dominio español del oro y otras riquezas que fueron explotadas durante la Conquista y la Colonia y que fueron a parar a los bancos y las cortes europeas.
Eso es tan infantil, que daría ganas de reír si no fuera porque genera un odio entre pueblos y civilizaciones, que no es sano. Este esfuerzo programado de tratar de hacernos algo que no somos es claramente una manipulación efectista, que va más allá de hacerle un cenotafio al aborigen desconocido.
Se trata de un intento totalitarista de cambiar nuestra historia, de justificar una condición inhumana de dependencia y sometimiento a un estado que cada día se parece más a ese otro en Alemania, que hablaba de un pasado de gloria de la raza aria y de un porvenir milenario dominando el mundo.
Si bien es cierto que para la antropología, la lingüística y la etnografía esas culturas representan un rico bagaje de curiosidad académica, ninguna de ellas nos podría proporcionar herramientas y soluciones para nuestro momento cultural y político, ni en la más avanzada cultura aborigen se encuentran las respuestas a los problemas de la civilización actual, ni en sus países de origen ni para la región.
Lo que sí tenemos bastante, es esa moda de volver nuestros ojos hacia modos de vida más simples, a unas estructuras comunitarias primitivas que contaban con grandes espacios naturales y poca población, pero que en nada contribuyen a sobrellevar nuestros problemas contemporáneos de hábitat y relaciones inter grupales, es más, lo complicarían.
También conseguimos ese interés por nuestros aborígenes entre los creyentes de la Nueva Era, y los grupos llamados primitivistas, esas regresiones a creencias mágico-religiosas que tienen que ver con el animismo y con una relaciones astrobiológicas con el mundo, con la tierra, con los animales, etc.
Igualmente con las corrientes neopaganistas que buscan darle sentido a la relación hombre-naturaleza y que encuentran en estas culturas primitivas muchos de los aportes éticos para formas de vida y relaciones equilibradas con la tierra.
Ese pasado aborigen del que conocemos muy poco en algunos de nuestros países, tuvo el inconveniente, que estos pueblos fueron sometido a procesos de exterminio y extinción masivos, por efectos de la violencia generada por la conquista, por las enfermedades y la explotación de los indígenas, de modo que en muy poco tiempo, salvo en algunas regiones de nuestro continente, repito, sobrevivieron en número importante.
Para una buena parte de América, la realidad que nos marca es una de mestizaje, un verdadero puchero de razas y culturas combinadas, incluso en Norteamérica donde hasta hace muy poco había un predominio de las razas anglosajonas; hoy América es una verdadera encrucijada de la variedad humana, ejemplo de integración y amalgamamiento de culturas como la japonesa-peruana, la china-negra ahora común en las costa de California, la italiana-criolla que se ha distinguido por la belleza de sus mujeres en Venezuela, la alemana-argentina tan caracterizada por su inteligencia, el mexicano-americano que ha dado como resultado a la raza chicana, los mulatos de ojos azules tan comunes en la Florida, o los negras más finas del mundo que viven ahora en Brasil.
Quizás ésta es la razón por la que fue una Puertorriqueña, el sujeto favorecido, en un estudio reciente del genoma humano, y que luego de experimentar con muestras de todo el mundo, resultó ser, una mujer, nacida en Puerto Rico, la muestra HG00737, con el ADN más perfecto del planeta y se explica gracias al mestizaje europeo, africano y aborigen caribeño (de la tribu Taino), donde cada raza aportó defensas, tendencias, resistencias, potencialidades que hacían al hombre perfecto para enfrentar nuestras actuales condiciones de vida.
Es gracias al mestizaje, no las razas puras ni originales, las mejores adaptadas a nuestro mundo, cualquier intento de hacernos ver por el retrovisor nuestro incierto origen, y distinguirlo como razas y formas de vidas a imitar, simplemente están perdiendo el tiempo. – saulgodoy@gmail.com



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