martes, 21 de abril de 2015

Los Restauracionistas y el planeta rojo



 Así se hacen llamar los integrantes de éste importante movimiento ecológico, nacieron en las universidades del medio oeste norteamericano a mediados del siglo XX y su acción, ha logrado entre otras cosas, el rescate de las praderas en esas latitudes, la replantación de bosques tropicales en las Antillas y Centro América, planes para llevar ecoesferas fuera del planeta tierra e iniciar la tendencia conocida como terraformación.
Su filosofía se ubica justo en el medio entre los utilitaristas, que ve a la naturaleza como un medio para sostener a la civilización, y los conservacionistas, con su intención de preservar zonas vírgenes del planeta, lejos de la acción del hombre.
Los restauracionistas predican una nueva ética ambiental y tienen mucho que ver con replicar hábitats naturales en ambientes hostiles, muchos de ellos degradados.
Tratan no sólo de preservar las especies, sino de cultivarlas y esparcirlas, con base al conocimiento y la experiencia científica logrados hasta el momento.
Este movimiento fue fundado por el reconocido ambientalista y profesor de la Universidad de Wisconsin Aldo Leopold quien con un grupo de jóvenes y entusiastas naturalistas, entre los que destacaba Henry Greene, procedieron a poner en práctica sus ideas.
Hace más de 40 años Greene ubicó un lote de tierra de 16 hectáreas que nadie quería, un pedazo de pradera agotado por el excesivo cultivo y abandonado.
Empezaron a restaurarlo, lo primero que hicieron fue estudiarlo con cuidado identificando las especies vivas que allí vivían, el tipo de suelo, le drenaje, las condiciones climáticas, las zonas más empobrecidas y sus causas.
Luego buscaron semillas y especímenes de plantas resistentes a condiciones extremas, recolectaron variedades en viejos cementerios, a lo largo de las vías férreas y en praderas vírgenes al sur del estado.
Progresivamente, una vez que se obtuvo una primera capa vegetal estable, introdujeron las especies nuevas en el terreno, pequeños arbustos y árboles, las cuidaron hasta que prendieron y observaron; al cabo de un corto tiempo llegaron nuevos insectos, estos atrajeron aves de otras comarcas y posteriormente llegaron los pequeños mamíferos como ardillas y mapaches entre otros, que a su vez trajeron nuevos predadores, algunos de lugares distantes.
Pronto la pradera bullía de vida, habían modificado la ecología natural de la zona.
Luego la universidad se hizo cargo del experimento, extendió la zona de intervención a nuevas áreas y bajo un estricto control, restauró más tierras en estado de abandono, pero esta vez trayendo especies vegetales desde otros países, tan lejos como Suiza y el Tíbet.
Hoy han restaurado cientos de hectáreas que prácticamente habían sido declaradas muertas, experimentaron con minas abandonadas, basureros de sustancias tóxicas, depósitos industriales y otros lugares condenados.
Por medio de la experimentación aprendieron que especies funcionaban para que casos, y cuáles eran los nichos ecológicos que se generaban y en qué tiempo, de acuerdo a las diferentes combinaciones que iban procesando. Se dieron cuenta de que ciertas hierbas servían para fijar nitrógeno en el suelo, algunas algas y líquenes procesaban metales pesados, ciertos arbustos crecían sin problema en áreas quemadas con muy pocos nutrientes, encontraron especies que podían convivir con estas en simbiosis, hasta poder desarrollar una capa vegetal muy básica que les permitían sembrar especies que regeneraban el suelo, hasta aceptar flores, que atraían a los insectos.
Pero este movimiento tiene sus detractores, sobre todo del lado conservacionista quienes alegan, que todo el proceso de restauración es una falsificación, que se está sustituyendo "lo natural" por especies nuevas y foráneas introducidas de manera artificiosa, que se estaban creando ecosistemas ajenos a los sistemas naturales del entorno y que pudieran crear caos en el equilibrio ecológico.
Pero naturalistas y académicos como Frederick Turner, profesor de la Universidad de Texas, en la ciudad de Dallas, propone una nueva ética basada en los postulados restauracionistas, nos dice: "Quizás llegue el momento en que podamos arrojar nuestras propias semillas por todo el sistema solar y más allá de sus límites. Requerirá de abejas sabias y otras fuerzas capaces de proporcionar el medio adecuado para el crecimiento a fin de producir algo acogedor para los humanos”.  El sueño de todo ambientalista es poder manejar todo un sistema ecológico, mantenerlo y si es posible mejorarlo, y que mejor lugar que nuestro sistema solar.
El tamaño del sistema es lo importante, hay quienes se conforman con un invernadero o una colonia de hormigas, otros con un parque nacional y aún otros con una región de un continente.
Pero los más osados van mucho más allá, prefieren un planeta completo, y su ilusión no es mantener un sistema ecológico, sino crearlo donde no exista.
Desde hace ya algunas décadas la literatura de ciencia ficción jugó con la idea de colonizar otros mundos, de tomar planetas y hacerlos habitables para la especie humana. Así surgieron los famosos proyectos "Génesis" que series tan populares como Viaje a las Estrellas,  utilizó en varios capítulos para televisión y luego en las películas.
El proyecto Génesis no era otra cosa que modificar un planeta, que escogido por sus características similares a la Tierra, podía, por medio de bombardeos controlados de explosivos térmicos y radioactivos, producir grandes cataclismos que modificaran el contenido atmosférico, la estructura de los suelos, la composición hídrica y de temperatura, para en una etapa final, ser "sembrado" de vida.
Tal escenario es hoy posible, por lo menos en teoría, y el planeta escogido, Marte.
El planeta Marte ya está en agenda en la NASA para un vuelo tripulado, desde hace ya unas décadas ha llegado a la Tierra valiosa información, que las misiones Mariner y Viking han traído, y que expertos en varios campos de la ciencia han examinado, resultando que Marte es el planeta de nuestro sistema solar con más posibilidades de ser colonizado por los humanos.
Ya James Lovelock y Michael Allaby escribieron un libro llamado El reverdecer de Marte  donde proponen dotar al planeta rojo de una atmósfera de dióxido de carbono para la existencia de vida vegetal, la experiencia terrícola en generar gases que producen calentamiento global puede tener fines prácticos.
Los avances en la ingeniería genética y la nonotecnología también podrían proporcionar herramientas útiles para la fabricación de ciertas bacterias y factorías de jardineros mecánicos para la colonización de Marte, y por qué no, diseñar genéticamente los insectos que se necesitarían para polinizar en una atmosfera y un clima hecho a la medida, muchos de los descubrimientos del tenebroso proyecto militar Haarp podrían tener un buen uso en el planeta rojo.
Frederick Turner es uno de los hombres en Norteamérica que lleva adelante esta cruzada, en los círculos científicos y en la esfera política para que se apruebe un plan de terraformación en Marte, ya existe una sociedad marciana que reúne a un grupo de personas que están contribuyendo con la NASA en adelantar ciertos detalles de hábitats, producción de alimentos, convivencia, uso de los recursos agua y energía una vez en la superficie del planeta.
Propone crear una empresa global, con participación de todos los países del mundo para transformar y colonizar Marte, dice Turner: "Semejante proyecto exigirá nada menos que la ampliación interplanetaria de la ciencia, el arte y la tecnología de la humanidad. Este proyecto requerirá que nuestra comprensión de la estructura molecular de la vida sea tan completa que podamos reproducir formas de vida presentes, resucitar formas extintas, modificar en forma beneficiosa vida existente para adaptarse a nuevos ambientes, y crear otros tipos de seres vivos. Sólo así podría sembrase y cultivarse el hostil y estéril entorno marciano que se encuentra más allá del manto azul de la tierra."
Turner propone con su plan, sustituir la actual carrera armamentista por el proyecto Marte, con un plan de inversión que daría empleo a escala mundial.
Con la tecnología que el mundo posee hoy sería posible iniciar el plan, pero los ecologistas radicales se oponen a tan osada empresa, nos dice Turner al respecto: "El pensador ecológico radical nos llevaría a ignorar las capacidades reflexivas y dinámicas de la mente humana, que poseemos por naturaleza, y a actuar como si fuéramos simplemente una especie vegetal o animal de las muchas que existen en el jardín y no como el jardinero o pastor."
La discusión está en la mesa, la primera misión tripulada norteamericana a Marte parte en el 2030.  – saulgodoy@gmail.com

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