miércoles, 27 de mayo de 2015

Gobernar por televisión


 Por el renacer de RCTV

Maduro y el chavismo son fenómenos políticos que dependen en buena medida de su apariencia mediática y, en esa puesta en escena, son importantes los símbolos de los que se rodean, su forma verbal y jurídica, en pocas palabras, su fuerza es discursiva y conforma esa nueva expresión política llamada “telepopulismo”.
De allí su gran necesidad de controlar todos los medios de comunicación social, muy a propósito para dar la impresión de que se trata de un una expresión colectiva, unánime, de un pensamiento único, propio de un gran movimiento masas, y es la razón por la que esos “Shows de poder” requieren grandes auditorios llenos con público, de una gran muchedumbre, enardecida por la presencia de sus líderes… son presentaciones moldeadas al estilo de los multitudinarios programas evangelistas, que son muy populares en USA, con intermedios musicales, prédicas, entrevistas y alguno que otro “milagro”.
En esas construcciones semánticas, visuales, de actos de calle y propaganda, que son las ostensibles bases de su poder, el líder actúa como autoridad religiosa y su organización política como una secta, pero lo más significativo es que estos actos se trasmiten en cadena nacional, ocupan todo el espacio-tiempo radioeléctrico del país, para de manera hegemónica penetrar a profundidad y dejar sentado en la audiencia que el gobierno existe y trabaja por el pueblo.
Antes, los gobiernos se conocían por sus obras, por sus políticas públicas y los logros en el bienestar de la sociedad, de esa manera era que los ciudadanos se enteraban de que tenían un gobierno trabajando para el país; a partir de Chávez, los actos de gobierno, las reuniones de ministros y la inauguración de las obras por televisión, en vivo y directo, y en cadena nacional, era la prueba de que el gobierno estaba en funciones. Estábamos  ante el reality show de la administración pública. Y como todos los reality shows llevan una gran producción detrás, de modo que la gente crea que, efectivamente, el gobierno estaba trabajando… la verdad era otra, pero, para los efectos, no tenía importancia.
Se trata de programas muy costosos y difíciles de producir para alcanzar el efecto deseado por el gobierno y, como muchas veces sucedía, todo lo que parecía espontáneo estaba rigurosamente planificado: la mayor parte de las obras inauguradas eran de utilería, no existían, o simplemente se contentaban con poner la primera piedra, en medio de un gran alborozo, entre promesas, maquetas, discursos y niños declamando las bondades del régimen al mejor estilo cubano.
Lo primero que debemos señalar es que el público que aparece en cámara es pago, o está allí obligado bajo amenaza de perder algún privilegio obtenido del gobierno; en los casos de asistencia de poco público se utiliza en esos reality a efectivos de las FFAA, convenientemente vestidos de civiles, para gritar las hurras a la obra de gobierno.
No pocas veces se cortaba la cinta de un nuevo pabellón en un hospital completamente equipado y funcionando y todo era un montaje, los camiones traían y se llevaban los equipos para otras obras que eran puestas en servicio; eso ocurría también con la maquinaria agrícola, con el equipamiento militar, con las patrullas, con las casas de habitación que se entregaba, de modo que podía inaugurar en pantalla una urbanización completa, donde sólo estaba habitable la casa modelo donde hacían el show, el resto era un montaje, con múltiples pases remotos a otros escenarios y personajes, un circo rodante…
El estilo Chávez y los demás.
El discurso se generaba en la cabeza de Chávez y bajaba en una sola versión hasta la base de la pirámide, donde se multiplicaba y se hacía creer que era así como pensaba y actuaba el pueblo.
Esta manera de hacer política era exitosa con Chávez, quien fue una personalidad televisiva, pero luego de su desaparición, la fórmula, que ha querido ser copiada por sus sucesores, ha fracasado de manera rotunda; ni siquiera con la hegemonía en los medios de comunicación que heredaron del Teniente Coronel, han podido conquistar los grados de popularidad del líder eterno, razón por la cual sus apariciones, discursos y programas son el refrito cotidiano en los medios revolucionarios.
Al no tener el carisma televisivo, ni la fuerza discursiva, ni el respaldo económico que sí tenía Chávez en su momento, todo lo que dicen y hacen Maduro y Cabello en pantalla, se revierte en su contra… se ven falsos, como malos imitadores, no tienen nada qué enseñar y menos aún qué dar, y como han acostumbrado al pueblo a gobernar por televisión, sus shows no sólo han bajado de audiencia, sino que se han convertido en una molestia y en foco de críticas al gobierno. Cuando los comparan, pierden. 
Lo peor de este bajón de audiencia es que obligan a las instituciones públicas a tener siempre encendido el televisor en los canales que controla el estado, lo que sucede en las instituciones militares es simplemente una muestra de autoritarismo: los televisores permanecen sintonizados con la señal ideológica del chavismo en una operación continua de lavado de cerebros.
El verdadero papel de estos reality show, su papel principal, es encubrir la realidad. Bajo la premisa de que se nos enseña la realidad del país y lo que es ser un “socialista”, apenas son canales de propaganda para adelantar la visión gloriosa del comunismo; el caso de los canales de televisión en mano del Estado venezolano es todavía más obvio y peligroso: son medios de comunicación dirigidos por cubanos y colaboracionistas venezolanos y de otras nacionalidades para implantar la dominación ideológica de un país extranjero en nuestra patria.
No cabe la menor duda de que es parte de una invasión que utiliza, en lugar de un asalto anfibio o por aire, las misiones sociales, las leyes restrictivas de la libertad, las milicias indoctrinadas, una economía de sobrevivencia y una televisión socialista, actuando al unísono, con el fin de robarnos nuestra más preciada posesión, la libertad.
Con una pequeña ayuda de los camaradas
Hay una organización experta en la manipulación mediática que, desde La Habana, dirige a los cubanos infiltrados en los medios estatales venezolanos, aportando su experiencia en el control social de la dictadura más antigua del continente, beneficiaria del conocimiento y décadas de entrenamiento soviético en el control mental y espiritual de las masas, tan usados durante la Guerra Fría para paralizar y aturdir el sentido crítico de las personas, para confundirlas en sus valores y visión del mundo.
Los diferentes ministerios y organismos públicos que se ocupan de regular, vigilar, castigar y censurar los medios de comunicación privados en nombre del dictador venezolano, están llenas de expertos en inteligencia y contrainteligencia, de psicólogos de masa, semiólogos e ingenieros sociales (todos expertos en guerra psicológica); una de sus tareas es hacernos creer que el país se encuentra amenazado por fuerzas malignas imperialistas, por conspiraciones internacionales ocupadas las 24 horas en destruir la revolución, y que todos los problemas del país son diseñados y provocados en esos laboratorios por extranjeros que quieren es apoderarse del país y sus riquezas.
Igual que hacía Chávez, el dictador Maduro, utiliza el folklore y el costumbrismo venezolano para disfrazar su entreguismo a Cuba, la programación socialista está llena de motivos autóctonos, de mucha arpa, cuatro y maracas, para hacernos creer que “ser venezolano” es únicamente ser campesino u obrero cooperativista, o comunidades rurales absolutamente dependientes del Estado, o etnias indígenas crudamente explotadas por los neocolonialistas bolivarianos para perpetuarlos en su indigencia, o estudiantes confundidos repitiendo el catecismo anti-imperialista… es la misma receta cubana de una “Cultura popular” al servicio del nacionalismo y la adoctrinación comunista y, me temo, en manos de los carteles del narcotráfico.
El problema con Maduro es que no es venezolano y, además, carece de la cultura elemental necesaria en un comunicador social, de manera que todas sus expresiones lucen fuera de lugar… cuando toca el tambor, cuando baila, cuando maneja el autobús y se pone el casco obrero o se viste con la bandera nacional, ninguno de esos disfraces encaja en su persona.
Para compensar su falta de naturalidad se apuntalan con nuestros poetas, artistas plásticos, músicos, deportistas e escritores nacionales, un disfraz muy a propósito para avanzar precisamente en la desnacionalización del venezolano; toman temas y motivos que son íconos de nuestra cultura, que apelan a la identidad colectiva del país, como por ejemplo “Florentino y el Diablo”, o nuestros héroes patrios, o las leyendas de nuestros pueblos, para hacernos ver que ellos, entreguistas y traidores, son los patriotas, los auténticos venezolanos.
La estrategia consiste en ir, poco a poco, encontrando los puntos comunes entre la cultura cubana y la venezolana y, si no existen, los crean, tal como hace el dictador cada vez que habla del sacrificio y la hermandad cubana, confundiéndolos, amalgamándolos, en una sola cultura americana, utilizando la llamada doctrina bolivariana con fines de integración ideológica, para luego, por medio de la integración latinoamericana, lanzar sus programas internacionales de ayudas, con la dádiva petrolera, e ir construyendo zonas y regiones tolerantes a las actividades de la ultra izquierda.
Nacionalismo para todos
El otro aspecto a resaltar es el esfuerzo que hacen esos medios de comunicación en apropiarse de los símbolos patrios para identificar los actos del gobierno comunista con el espíritu nacional: el himno, el escudo, la bandera, que ya han modificado para sus propósitos, la iconografía del Libertador Simón Bolívar presidiendo los actos y “cadenas” del dictador y sus funcionarios, tratando de darle un carácter sagrado a sus atropellos a las libertades públicas, a su intento por colectivizar la sociedad, asesinando la iniciativa individual, prohibiendo y satanizando un pensamiento distinto al chavista.
No olvidamos la admonición que hacía el periodista comunista, Ignacio Ramonet, en los años ochenta acerca de la hegemonía comunicacional: “Ya nadie ignora que los grandes medios de producción de comunicaciones audiovisuales están ahora controlados, financieramente, por grupos bancarios, por conglomerados o empresas estadales que asimilan la influencia de los partidos políticos en el poder”.
Las afirmaciones que hace el dictador de que ahora sí somos soberanos, nacionalistas, libres, autónomos, cada vez que toma medidas restrictivas de la libertad y de nuestra independencia, tienen el propósito de ocultar la verdad; mientras más se descubre la complicidad del gobierno con el crimen internacional la contradicción de hace más evidente. Todo es parte de ese lenguaje del totalitarismo, que manipula la realidad con la mentira y que llena horas de programación con propaganda gubernamental, propaganda que sólo sirve para engrandecer al autócrata y su plan de desnacionalización.
De esa manera, muchos programas de radio y televisión sobre las empresas del Estado nos presentan una eficiencia que no existe; y es absolutamente deleznable la presencia de personalidades extranjeras invitadas que se la pasan hablando mal de los venezolanos demócratas. Se gastan horas útiles de programación para inculcarnos odio contra otros pueblos, sobre todo contra USA, y nos hacen ver una historia interesada y parcializada con el proceso comunista, presentando figuras de bandidos y terroristas como héroes y modelos a seguir, programas infantiles creados en laboratorios ideológicos para manipular a nuestros niños, una cantidad grande de transmisiones destinadas a enseñarnos a unas FAN domesticadas, entregadas a las campañas sociales de los comunistas.
En cuanto a los programas de información y noticias, parten de la idea de que mientras menos esté enterado el pueblo de su realidad, mejor; la desinformación es parte fundamental de su esfuerzo para anularnos como personas y como país.
Yo no creo en el socialismo, tengo suficientes argumentos para demostrar sus falacias e inconsistencias, puedo descubrir cómo opera su mecanismo lógico-retórico para hacer aparecer la realidad de modo que favorezca su pervertida visión del mundo - y digo “pervertida”, porque detrás de un supuesto amor al hombre, a la igualdad y a la justicia, se oculta el siniestro rostro del autoritarismo y el totalitarismo – se trata de una ideología pervertida, porque utiliza a los pobres y la pobreza para engañar a la gente y hacerlas creer que su “verdad” es la única y la más justa.
El chavismo es parte del crimen organizado que se hace pasar por un imperialismo de izquierda, que responde a unos intereses transnacionales, a un poder político, que tiene sus reuniones internacionales, sus foros, sus congresos, sus carteles, que aúna naciones socialistas y mandatarios cuyo único fin es apoderarse de la región. Para lograr esta meta, actúan como una gran hermandad, se protegen entre sí, se otorgan financiamiento, apoyo militar y diplomático y, en  retorno, esperan hacerse con el poder indefinidamente, manteniendo poblaciones enteras sometidas a su designio, mercados para sus economías centralizadas y bajo el peor de los capitalismos, el de Estado; es una forma de pensamiento y acción que necesita de la explotación de los pueblos, del dominio de las conciencias y del predominio del terror. 
En una verdadera democracia se debería tener la oportunidad de expresar nuestros puntos de vista, de discutir, debatir y demostrar nuestra posición, sin temor a represalias, para que la gente pudiera formarse su propia opinión; pero no, dentro del plan chavista no podemos, los medios de comunicación están en veda, en manos de los comunistas, y la opinión está embargada por aquellos medios administrados (secuestrados) por el Estado, adquiridos en transacciones de dudoso origen, pretendiendo representar a todos los venezolanos… Todo en poder de un gobierno que nos quiere hacer creer que es ecuánime, imparcial, justo, humanista y que le gusta la discusión de las ideas.
Esto es falso de toda falsedad, este gobierno se ha declarado socialista, excluyendo toda otra visión del mundo y posición política; la discusión de ideas sólo contempla “sus ideas”, no otras; la existencia de los presos políticos y tanta represión contra las protestas sólo demuestra su talante intolerante y antidemocrático.
Una estrategia comunicacional para Latinoamérica
El chavismo se ha declarado, rimbombantemente, representante del “pueblo”, de toda la nación, cuando en realidad sólo cuenta con sus bandas armadas, unos colectivos ruidosos y provistos de armas y protección, prestos para aparecer en cuanta ocasión se necesite reafirmar que son muchos y están de acuerdo con el régimen y su líder (para eso los visten de rojo, para que no haya duda que son ellos). Es el viejo truco leninista de cómo unos pocos pueden aparentar una gran mayoría, para efectos de infundir temor y desanimar la oposición.
La hegemonía comunicacional es una necesidad para esos enemigos de las sociedades abiertas, que han utilizado la democracia y sus libertades para posicionarse como movimientos democráticos y hacerse con el poder; luego deconstruyen el Estado y la sociedad entera, para emascularla y hacerla dependiente de los mecanismos de opresión y subyugación. Su necesidad de controlar la sociedad requiere hacerla incapaz de trabajar, comer, divertirse, pensar, y hasta sostener relaciones personales sin la mediación del Estado, obligándola a pedir permisos, a tramitar autorizaciones, pases, cartillas, credenciales o hacer enormes colas para obtener lo esencial para la vida.
Para hacer esto posible no puede convivir con la crítica, ni con la oposición, ni con nada que contradiga su autoridad; el que piense diferente, quien sea independiente en medios, ideas y acción se convierte en enemigo de la humanidad, en traidores… esto está ocurriendo en Cuba, Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Bolivia, en especial hay que ponerle mucho cuidado al Presidente del Ecuador, Rafael Correa, declarado enemigo de la libertad de prensa y opinión, quien en nombre de la soberanía y los “intereses” de su pueblo, está adelantando legislación y supuesto valores éticos que justifican la muerte de la libertad del pensamiento y su expresión.
Por ello es importante que todos esos periodistas, técnicos, gerentes, productores, artistas y hasta los empresarios patrocinantes de los medios de comunicación en manos de los comunistas, no se conviertan de en colaboradores en el crimen de convertir en zombis a los latinoamericanos, para que los gobiernos chavistas-castristas puedan seguir delinquiendo y sembrando el caos en la región, hay que resistir, hay que negarse a ser parte de este crimen en contra de la humanidad.
Los secuaces…
La única manera que tiene el Estado autoritario, disfrazado de democracia, para acallar a los medios de comunicación libres e independientes, es utilizando sus órganos jurisdiccionales, en primer lugar, a través de un Tribunal Supremo de Justicia que legitime el asalto a los derechos fundamentales de la sociedad, al derecho a estar oportunamente informados, y la agresión a los dueños de los medios y a las instalaciones físicas  de sus empresas de comunicación, en nombre de la verdad.
En el plano de la administración de la Justicia siguen los tribunales, que se encargan, junto con la Fiscalía, la Contraloría y la Guardia Nacional, de atormentar y perseguir a los periodistas, impidiéndoles que realicen su trabajo, negándoles acceso a las fuentes de la información oficial, confiscándoles equipos y agrediéndolos con fines de “seguridad”.
Los organismos encargados de la recaudación de impuestos, operaciones de telecomunicaciones, los que entregan divisas para la compra de equipos e insumos, los que velan por la integridad de menores, los que controlan los contenidos, tiene entre sus funciones principales la de entorpecer y retardar las operaciones rutinarias de los medios privados y libres, presionándolos y amenazándolos con multas, cierres, confiscaciones, prohibiciones de salida del país, demandas multimillonarias, apenas digan algo que incomode al régimen.
Pero, además, hay un grupo diverso de organizaciones civiles, comunales, de control social, gremiales y veedores de toda especie, adeptos al gobierno, quienes son los encargados de interponer denuncias, acusaciones y ejercer la “presión popular” para que las acciones judiciales y administrativas tengan un sustento… que no es otro que la mala voluntad del líder incapaz, herido en su ego.
Y si las cosas hay que llevarlas a los extremos. Disponen de los grupos violentos y desadaptados que, armados y en gavilla, atacan a profesionales de la comunicación e instalaciones, mientras las autoridades miran hacia otro lado.  Los comunistas no van a detenerse hasta lograr silenciar a todo el país, así signifique empezar a desaparecer a periodistas valientes, demócratas, y que están dispuestos a dar sus vidas por la verdad y la dignidad.
Quítele usted al chavismo su poder comunicacional, y el régimen se derrumbará en cuestión de horas. Acuérdese que si se quiere acabar con alguien poderoso, hay que quitarle lo que le da el poder.  – saulgodoy@gmail.com


 

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