martes, 26 de mayo de 2015

La Revolución que bajó de la Sierra de Coro



Cuando los negros de Curimagua bajaron de la Sierra aquel seco mayo de 1795, la mayoría de ellos estaban borrachos por la ingesta del licor de pecaya y ron, excitados por el olor a miedo y a sangre de su terrible despertar a la libertad.
Acababan de saquear las haciendas donde habían trabajado como esclavos durante toda su vida, habían quemado las casas, violado a las mujeres blancas, sus machetes estaban todavía húmedos de sangre patricia cuando dieron cuenta del presbítero Dr. Nicolás de Talavera a quien encontraron en el Camino Real hacia la ciudad de Coro.
Bajaron hasta la Aduana de Caujarao y la asaltaron, mataron a tres funcionaron e hicieron huir al resto de los soldados, quemaron el infame edificio que por tanto tiempo les había robado sus escasas pertenencias obligándolos a pagar tributo a un Rey que los había engañado con un documento que supuestamente les daba su libertad y que misteriosamente había desaparecido.
A la cabeza de la turba de unos 150 negros y mulatos iba el esclavo Juan Cristóbal Acosta, hombre de confianza de José Leonardo Chirino, líder del alzamiento, quien se había quedado en la Sierra a la espera de más refuerzos de las haciendas y caseríos aledaños, las instrucciones eran claras, tomar  Coro a sangre y fuego, en la ciudad estaría esperándolos el mulato José Caridad, con más hombres en armas y el apoyo de los corsarios franceses que llegaría de Curazao.
Con la ciudad bajo su dominio José Leonardo Chirino impondría la Ley de los Franceses por la cual, todos los esclavos serían declarados hombres libres, se constituiría una República, se abolirían los impuestos, se pasaría por cuchillo a todos los hombres blancos, y sus mujeres e hijas serían repartidas entre la tropa para que fueran sus esposas o concubinas.
En Coro la situación era desesperada, buena parte de su población había salido desde la noche anterior en una desordenada huída hacia la población de Tucacas, entre ellos muchos de los más importantes varones de la ciudad, que en el desespero habían reunido sus más valiosas pertenecías, y en carretas y en sacos sobre mulas, dejando en la polvorienta carretera un rastro de candelabros de plata, joyas y vestidos abandonados.
Para colmo de males, el Gobernador estaba fuera de la ciudad en gira administrativa, quedaban muy pocos soldados, sin parque de armas y sin oficiales con experiencia, fue gracias a la valentía del abogado Don Pedro Chirinos y de algunos miembros de otras familias ilustres de Coro que se organizó una rápida defensa, y en las primeras horas de aquella mañana del 12 de Mayo, los pocos blancos que quedaron en la ciudad, enfrentaron a más de trescientos negros que llegaron a cumplir con su destino.
La batalla duró poco, los negros perdieron, se desbandaron y lo que vino fue una de las cacerías humanas más despiadadas que se recuerde en nuestra historia patria; uno a uno fueron encontrando a los rebeldes, los degollaban o los fusilaban en el acto, torturaban a los prisioneros para que confesaran el paradero de sus secuaces, José Leonardo Chirino estuvo huyendo casi tres meses hasta que finalmente cayó prisionero.
Fue ejecutado en Diciembre de 1796, luego de un juicio largo y extraordinariamente bien documentado que se llevó a cabo en Puerto Cabello y luego en Caracas, donde quedó claro que una serie de increíbles malos entendidos, fantasías, mentiras y supuestos, habían sido los ingredientes fundamentales de aquel alzamiento.
La fantasía y las falsas esperanzas era un ingrediente de aquella aventura revolucionaria de la que muy pocos hablan, se esperaba un contingente de negros del Caribe que llegarían por mar para unirse al alzamiento, igualmente se contaba reclutar en las haciendas de la Sierra un número mayor del que realmente existía viviendo en la zona, había elementos mágicos, leyendas de documentos y personas que nunca existieron, el expediente está lleno de declaraciones de gente alucinada, seguramente espoleada por la ilusión de zafarse del yugo de los amos blancos y criollos.
Chirino fue torturado, ahorcado, descuartizado y sus restos exhibidos sobre piquetas y en jaulas a la entrada de la ciudad de Coro para escarmiento de la población negra.
Fue un caso que llamó la atención de la corte española y que preocupó grandemente al Rey del imperio, quien tomó interés personal en el asunto; acosado por la guerra contra Francia, por las cada vez más atrevidas aventuras de ingleses y holandeses en contra de sus posesiones en América, por los aires revolucionarios que prendían llamas de insurrección entre los esclavos en el Caribe, y sobre todo, por el ejemplo exitoso de Haití, que tenía a una gran población de esclavos, una gesta que pudiera ser emulada por gente oprimida en las colonias españolas, esperanzada con una revolución libertadora.
La historia de la rebelión de los negros de Coro es una historia de injusticias y explotación, de los criollos sobre los negros, de los peninsulares sobre los criollos, de una corte y sus nobles sobre el pueblo llano español.
Pero esta rebelión de Coro no fue la primera, ya venían dándose diversos alzamientos de negros y blancos en contra de la imposición de una voluntad oprobiosa, de la dominación del hombre por el hombre: la rebelión del zambo Andresote en Yaracuy, la de Juan Francisco de León, el alzamiento de las comunas en los Andes, son todas antecesoras de la de José Leonardo Chirino.
La lección que se saca de aquellos acontecimientos es que ningún régimen que oprima a los hombres puede subsistir, no importa si tiene mucho oro y armas, o si lo hace por amor socialista, al final siempre aparecerá gente como José Leonardo Chirino, que por una razón u otra tratará de llevar justicia a los suyos y empezará a cortar cabezas.Es interesante observar que, escasamente, a un año de estos acontecimientos, se dio en La Guaira la rebelión de Gual y España, ya no eran negros y esclavos, ahora eran blancos y gente ilustrada, luego vino el intento de invasión de Francisco de Miranda.
Finalmente, 13 años después, fueron los caraqueños los que declararon su independencia, entre esos revolucionarios estaba el joven Simón Bolívar.
Y cosa curiosa, gracias al alzamiento de los negros de la Sierra, el Rey Carlos IV aprobó una serie de inversiones para Coro, que resultaron en mejoras para la defensa de la ciudad, para el puerto; se construyeron sistemas de riego para las haciendas, carreteras y edificios públicos, el cobro de los impuestos fue menos compulsivo que en otras provincias, se otorgó tierras para los negros libres, los indios fueron beneficiados con un trato más humano, se logró una serie de concesiones para el comercio con las islas.
La ciudad salió de su letargo y se convirtió en una importante plaza para los negocios.
Quizás ésta fue esta una de las razones por la que Coro, fue la provincia más reacia a unirse al movimiento independentista de Venezuela. – saulgodoy@gmail.com





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