martes, 2 de junio de 2015

La maldad absoluta


"Nada más allá del Estado, sobre el Estado, contra el Estado. Todo para el Estado, por el Estado, en el Estado"                                                                      
Benito Mussolini

En su artículo Deep evil and deep good publicado en la revista de la universidad de Yale (Vol. 94, No. 3, 2006) el profesor Michael D. Bess hace una comparación entre dos sucesos completamente opuestos y que ocurrieron en la Segunda Guerra Mundial, por un lado los actos heroicos de los habitantes de la pequeña villa de Le Chambon-sur-Lignon en la parte centro sureña de Francia, que durante los años de 1940-44 salvaron a más de 5.000 fugitivos (la mayoría judíos) que huían de los nazis, a riesgo de sus propias vidas ya que estaban vigilados por la Gestapo y la policía del gobierno de Vichy, quienes controlaban militarmente las montañas para evitar que los enemigos huyeran a Suiza.
Los habitantes de Le Chambon escondieron, alimentaron, vistieron a estos desconocidos, a veces por meses enteros, hasta poderlos llevar, por trochas, hacia la libertad.
El otro hecho, muy al contrario de este acto heroico, lo protagonizaron los miembros del Batallón de Reserva 101 con funciones policiales, una unidad de bajo nivel del ejército alemán más parecida a una Guardia Nacional, usada para mantener el orden en Alemania y las zonas ocupadas, patrullaje de las calles en las ciudades ocupadas y vigilar a los prisioneros de guerra.
Sus miembros eran mayoritariamente obreros de Hamburgo, ya en la mitad de sus vidas, de clases bajas, con familias, católicos y no particularmente unos fanáticos del partido nazi.
Durante los años de 1942-43, unos 500 efectivos de este batallón fueron trasladados a Polonia con el único propósito de asesinar gente.
Durante once meses masacraron a más de 38.000 judíos, hombres, mujeres y niños, cara a cara, sacándolos de sus casas, haciendo redadas en los pueblos, persiguiéndolos en los bosques aledaños, les disparaban, los torturaban; estos verdugos no tenían la ventaja de la distancia, que si tenían los tripulantes de los bombarderos a miles de metros sobre sus blancos, ni la asepsia y la impersonalidad de los campos de concentración, o la confusión y el equilibrio que da un campo de batalla.
Estos asesinos se llenaban la cara y los uniformes de sangre de sus víctimas, los escuchaban pidiendo piedad, los veían abrazarse y despedirse en rápidos y desesperados adioses, día y noche le quitaban la vida a civiles desarmados, solo porque recibían la orden de sus superiores.
Durante los juicios que se le siguieron a los sobrevivientes de este batallón, un trabajador de fundiciones, de 35 años de edad para aquel momento, declaró: “Hice el esfuerzo, y fue posible para mi, dispararle solo a los niños, Como las madres llevaban a los niños de la mano, mi compañero le disparaba a las madres y yo a los niños…”
Los expertos en comportamiento humano que analizaron estas experiencias, quedaron estupefactos ante las respuestas tan extremas de ambas situaciones, por un lado, descubrieron que en los actos heroicos de los pobladores de Le Chambon, no fueron tan espontáneos como aparecían, sus habitantes tenían un entrenamiento previo que les había dado la fibra moral para poner sus vidas en peligro en aras de ayudar a los extraños que asustados les tocaban la puerta en medio de la noche.
Todos ellos pertenecían o ayudaban a la resistencia en contra del gobierno colaboracionista de Vichy, tenían un líder, el pastor de la iglesia, que les había enseñado sobre la resistencia activa, sobre la no colaboración con las fuerzas de ocupación, les enseñó la importancia de tener una conciencia nacionalista, los organizó en redes clandestinas de abastecimiento y ayuda a las fuerzas de la resistencia francesas, eran hombres libres, y aunque no en armas, estaban en pie de lucha en contra del totalitarismo.
En el caso de los hombres del Batallón de Reserva 101, se descubrió durante la investigación, que privó sobre sus acciones la presión del grupo y la lealtad a sus compañeros, no dispararle a una familia desarmada era traicionar a sus camaradas y al Estado cuyo uniforme vestían, y aunque habían individuos que se enfermaban ante la idea de tener que masacrar inocentes, igual lo hacían.
Por supuesto, el gobierno nazi les había enseñado que los judíos era una raza inferior, que estaban “limpiando” el Reich de indeseables, que lo hacían por el futuro de la gran nación Alemana.
Los estudios hasta el momento nos descubren una verdad aterradora, el simple ciudadano, está a un paso de cometer atrocidades si las circunstancias lo obligan a ello, circunstancias tan sencillas como una orden, o ser parte de una organización que de pronto ordena  asesinar a sus semejantes por proteger una idea como la de un Estado, al menos que, tengan sus valores y creencias muy claros, que pueda ejercer su libertad y decir “no” cuando es necesario.
Para desafiar una tendencia totalitaria y triunfar sobre el peligro se necesita ejercitar la voluntad, el valor y la inteligencia; resistir el mal y hacer el bien requiere de práctica.
Mucho se ha escrito sobre la diferencia entre Estado y gobierno, elevando la figura de estado a un rango ideal donde conviven los valores, principios e instituciones que configuran a esta figura política en una especie ente perfecto, fuera del alcance de los acontecimientos humanos.
El gobierno, al contrario, es el ejercicio de la política real por seres humanos en el día a día de la administración pública, incluyendo las acciones que se desarrollan en la política, la diplomacia, la guerra y hasta en la destrucción del estado, porque en su nombre algunos políticos actúan desde los gobiernos con el fin de modificar su estructura y funcionamiento, al punto, que hay acciones de gobierno que pueden llevar a la disolución del estado.
El Estado representa, para muchos juristas, la joya de la corona de la civilización humana, su más cara creación desde la invención de la rueda. Como creación humana al servicio de un mejor mundo, debería elevar al hombre por sobre sus circunstancias y al colectivo más allá de sus intereses grupales. Pero en algunos momentos de la historia y para algunas ideologías, el Estado ha pasado a ser un fin para convertirse en un  medio.
Cuando los hombres en el poder (gobiernos) se confunden con el Estado, y en su nombre han actuado de manera criminal y violenta en contra del pueblo, o contra estados vecinos, con el solo propósito de permanecer en el poder y/o  para implantar una ideología, extender sus dominios, y utilizan las armas del terror, se convierten en unos criminales más.
La legislación internacional lo ha llamado terrorismo de Estado y es cuando la maquinaria represiva del Estado se voltea, y en vez de proteger a sus ciudadanos, los destruye.
Este tipo de situación se da en regímenes autoritarios, pero aún en democracias la tentación de acabar con la oposición o con minorías por medios supuestamente legales e institucionales, es una realidad que no ha escapado de la observación de las organizaciones internacionales que se ocupan de proteger los Derechos Humanos.
Los crímenes producto del terrorismo de Estado son especialmente graves; primero, el poder que sustenta el Estado (y aquí la confusión, los gobiernos son los declaran la guerra en nombre de sus estados) en contra de cualquier disidencia es desproporcionado debido entre otras cosas porque tiene el monopolio de la violencia, segundo, jurídicamente el Estado tiene ventajas y privilegios que ningún otro ciudadano o grupo posee, tercero, su poder financiero y de otros recursos, incluyendo el uso de funcionarios y bienes públicos es de un ventajismo aplastante.
Cuando en un país cualquiera que se dice democrático, los poderes del Estado están a disposición de un proyecto y de un líder, es decir, no hay separación de poderes, y las instituciones responden al mandato del tirano o de los grupos en el poder, entonces la posibilidad de que se den prácticas de terrorismo de Estado es una realidad.
Pero más grave aún, cuando sistemáticamente y con premeditación, los diferentes poderes públicos se engranan para quitarle a los ciudadanos medios de defensa en contra de los abusos de autoridad, se imposibilita cualquier posibilidad de denuncia, se empeñan en preparar legislaciones y normas que van en contra de las libertades constitucionales, que ilegitiman a los grupos de oposición y criminalizan a las minorías, entonces el terrorismo de Estado se hace una realidad.
Por un lado empieza el aparato de propaganda del Estado a fomentar odio y temor en contra de ciertos sectores de la sociedad, hacen ver al Estado y a sus funcionarios como víctima de agresiones físicas y morales por parte de grupos "desadaptados", pero pasa que esas situaciones son shows mediáticos montados por el mismo Estado para hacer ver que sí existe un enemigo que amerita tales medidas punitivas.
Sus investigaciones producen un cúmulo de pruebas y conexiones que indican una serie de conspiraciones y golpes, todo con el fin de aprobar instrumentos jurídicos y preparar escenarios, donde la actuación de los cuerpos de seguridad del Estado, sus fiscales y tribunales tengan "carta blanca" en desmontar tales grupos y situaciones, a veces, con la mayor impunidad y saltándose las garantías y procedimientos de ley (cuando un Estado empieza a exigir la aprobación de estados de excepción y de otras leyes, como las habilitantes, que le otorguen más poder para controlar la población, cuidado, podemos estar en presencia de una devastadora experiencia totalitaria).
Cuando vemos al gobierno de turno, haciéndose pasar como el único representante del estado, exaltando a "mártires" caídos de sus filas, manipulando crudamente las investigaciones e indicios, cuando se "encadenan" los organismos encargados de una investigación en demostrar alianzas y conexiones improbables y que atentan contra la seguridad del estado, no es extraño que sucedan episodios tan lamentables como el del Batallón
de Reserva 101 en la Alemania Nazi o los pistoleros de Puente Llaguno en la Venezuela Chavista, donde unos asesinos dispararon a mansalva en contra de una manifestación pacífica, y luego el gobierno les construyó un monumento para exaltarlos como “héroes” revolucionarios
De esto trata el terrorismo de Estado, es el mismo Estado el interesado en preparar el ambiente de terror dentro de la población, creando situaciones de inseguridad pública y exaltando un clima de desasosiego continuo con el fin de acumular poderes policíacos para controlar y dominar al pueblo, justificando al mismo tiempo el clima de sospecha y miedo.
Todo este cuadro ya tuvo antecedentes en los tiempos de Hitler, cuando hicieron quemar el edificio de la Cancillería y culparon a los comunistas, la investigación corroboró la acusación del gobierno, y éste exterminó a sus molestos adversarios quedándose al final del episodio, con una serie de leyes aprobadas que les permitirían el control absoluto de la población alemana.
Albert Camus en su brillante obra El Rebelde (Alfred A. Knopf, Londres, 1956) nos ilustra: "Hitler, en todo evento, inventó el movimiento perpetuo de la conquista sin la cual no hubiera sido quien fue. Pero el perpetuo enemigo es el perpetuo terror, esta vez a nivel del Estado. El Estado es identificado como "aparato" que es la suma total de los mecanismos de conquista y represión. La conquista dirigida hacia el interior del país toma el nombre de represión o propaganda... Todos los problemas se transforman en militares, puestos en forma de poder y eficiencia. El comandante supremo determina la política y también se ocupa de los principales problemas administrativos. Este principio, axiomático en lo que a estrategia se refiere, es aplicado a la vida civil en general.
Un líder, un solo pueblo, quiere decir un amo y millones de esclavos. Los intermediarios políticos, quienes son, en todas las sociedades, los que garantizan las libertades, desaparecen para darle lugar a un Dios que calza botas y espuelas sobre las silenciosas masas".
Con la excusa de proteger el orden y la paz social, los gobiernos autoritarios se lanzan en persecuciones a la oposición, haciendo a sus líderes partes en procesos judiciales e imputándolos regularmente de hechos ilícitos, los encierra, los tortura, los desaparecen, las desastrosas experiencias con las dictaduras del cono sur de nuestro continente, hablan claramente de ese lado oscuro de los militares.
Las limpiezas étnicas e ideológicas son las caras más sucias del terrorismo de Estado, sus perpetradores son perseguidos como delincuentes internacionales y sus crímenes en contra de la humanidad son ventilados en tribunales internacionales; aunque todavía falte mucho para una verdadera justicia global, el camino está marcado y los terroristas de Estado son cazados sin piedad.
En nuestro país, un gobierno diabólico y totalitario pretende usar al pueblo como excusa para hacer el mal, de hecho, los intereses del narcotráfico, confundidos como revolucionarios, quieren utilizar al pueblo para defender su actividad criminal, como si se tratara de intereses superiores del estado venezolano, cuenta con grupos armados preparados para desatar un holocausto.
Afortunadamente, la mayor parte de los venezolanos fuimos entrenados para decir “no”, tenemos 16 años en la resistencia, hemos lidiado no solo con un estado terrorista sino con una oposición colaboracionista, sabemos quién es el enemigo y estamos seguros de la victoria.  – saulgodoy@gmail.com


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