miércoles, 10 de junio de 2015

La otra economía


Me encontré con el importante trabajo del economista de la Universidad de Colorado, Kenneth E. Boulding, La economía de la venidera nave espacial Tierra, publicado en 1966 y donde ya anticipaba el cambio de paradigma que debemos asumir para la sobrevivencia de la raza humana, a menos que ocurran singularidades que nos den espacio, recursos y energía muy pronto.
De una economía abierta, sin límites, debemos pasar a una cerrada, con reservas limitadas en todo; el profesor Boulding compara la economía abierta, con la época de la conquista del oeste norteamericano, una economía de vaqueros, de amplias praderas, poco pobladas, con abundantes recursos, esta visión se asoció con un comportamiento descuidado, explotador, romántico y violento.
En contraposición, a la economía cerrada la comparó con la vida de un astronauta confinado a su nave espacial, donde todos sus recursos conforman un sistema de sostenimiento de vida, donde el reciclaje, el ahorro y la eficiencia en el gasto son fundamentales.
Una cantidad creciente de ambientalistas piensan que a nuestro planeta Tierra hay que asumirlo como si fuera nuestra única nave espacial, donde los recursos o bien están limitados por la sobrexplotación, o comprometidos por la contaminación, sometidos a un sistema ecológico cíclico donde la reproducción de materiales implica un alto costo en energía y la necesidad nos impone el reciclamiento constante de los que ya tenemos.
El aspecto fundamental entre estos dos paradigmas es uno, el consumo; en el sistema abierto se le estimula para que la economía crezca, en el cerrado se le limita para conservar los inventarios de recursos, que son ahora los que importan.
La idea de una economía abierta está muy arraigada en la psique del hombre moderno, la representación de la tierra como una esfera auto contenida es una visión muy reciente y a muchos no les ha caído “la locha”, como decimos en mi país, y prefieren pensar en el planeta como un plano sin límites, con sobreabundancia de recursos.
La imposibilidad lógica de un crecimiento sin límites es cuestionado por una serie de pensadores principalmente por Ivan Illich que propone el antiprogresismo (o el decrecimiento), también por Georgescu-Roegen que plantea aplicar la ley entrópica a la economía, el postulado es sencillo, no es posible esperar un crecimiento sostenible en un mundo finito.
En el sistema abierto, el éxito económico se mide por la fuerza productiva, que significa el uso intensivo de materias primas, muchas de las cuales no son reproductivas o cuesta mucho reproducirlas, y parte importante del producto final, que sale al otro extremo, se transforma como material de desecho y ocupa un espacio precioso, contaminándolo.
Esto no se puede hacer en un sistema cerrado; esos volúmenes de producción y consumo están negados en una nave espacial; al contrario, se busca minimizarlos. El secreto del éxito en una economía cerrada es la naturaleza, calidad, cantidad y complejidad del total de las reservas de capital, incluyendo- dice Boulding- las condiciones de los cuerpos humanos y mentes dentro del sistema.
En una economía de una nave espacial, el éxito, o más bien, la sobrevivencia depende del mantenimiento de esas reservas y de cualquier desarrollo tecnológico que mejore ese mantenimiento y el gasto del capital, es decir, eficiencia, hacer más con menos, darle a los productos una larga vida útil y disponer de los deshechos con fines de reciclaje.
Estos conceptos de la producción y el consumo como elementos negativos en la economía suenan muy extraños para mucha gente, especialmente para los economistas tradicionales. Jacques Derrida el gran gurú de la deconstrucción, nos habla que una economía restringida se basa en un mínimo de diferenciación entre los productos, en una economía abierta lo esencial es la heterogeneidad, la abundancia de las diferencias.
Existe discrepancia entre algunos expertos sobre si debemos contar el bienestar de las personas como reservas o flujos en el sistema, si es más importante que la gente coma, o que esté bien alimentada, que tengan buena ropa y equipos, bellos y bien acondicionados hogares, o que todo a su alrededor tenga un valor de la depreciación de los mismos, tan importante como el de utilidad.
En esta extraña economía hay que agotar la utilidad de las cosas hasta que haya que remplazarlas, no comer por placer sino para restaurar nuestro equilibrio homeostático, usar una computadora hasta el final de su vida útil, reparando sus componentes a medida que dejen de funcionar.
La existencia de una gran variedad de experiencias y productos son demasiado costosos para este sistema, por lo que habría que limitarlos, la vida sería más “aburrida”, aunque se incrementaría las relaciones humanas, la convivencialidad que postulaba Illich, sólo de esta manera se puede ser exitoso en una economía cerrada.
Si bien es cierto que todavía no hemos llegado al punto de vernos obligados a vivir en una economía cerrada, para allá vamos, al menos que, como dije al principio, se produzcan hallazgos que nos permitan seguir consumiendo y contaminando sin límites. 
Ya estamos sintiendo algunas presiones de nuestro medio ambiente como el suministro y consumo de agua potable, la disponibilidad de tierras aptas para la agricultura, o la existencia de bosques que son tan importantes para la vida y cada vez más difícil de conseguir.
De nuestros principales reservorios de agua potable, que son escasos de por sí, una gran parte de ellos están contaminados, lagos, ríos, acuíferos subterráneos… algunos de ellos más allá de cualquier intento por recuperarlos, los que sí podemos usar, deben ser sometidos a tratamiento de purificación y desalinización, que son muy costosos, pues requieren de grandes gastos de energía y tecnologías de punta. 
La ilusión que todavía algunas personas tienen de que el acceso al agua potable es un asunto de derechos humanos es bien difícil de sostener cuando, cada día que pasa, se pierden enormes volúmenes de agua, precisamente por contaminación, por lo que se hace cada vez más costoso encontrar agua limpia para el consumo humano.
El documento del Concejo Nacional de Inteligencia de los EEUU, Tendencias Globales para el 2030, advierte sobre el problema que ya tenemos en puertas sobre la escasez de agua, siendo la energía y el agua las dos variables fundamentales para el progreso en el planeta tierra. 
El difunto presidente Chávez aunque estaba muy consciente de este problema, nunca tomó medidas por preservar las aguas de nuestro país, muy al contrario, durante su gobierno, y ahora, en el de su sucesor, el ciudadano colombiano Nicolás Maduro, extensos sistemas de ríos y acuíferos subterráneos fueron y están siendo contaminados por la industria petrolera sin ningún miramiento, nuestro sistema de costas y litorales están siendo usados como aliviadero para la descarga de desechos de grandes ciudades y poblaciones, y nuestros bosques productores de agua están siendo literalmente borrados del mapa por un crecimiento urbano sin planificación y absolutamente irresponsable.
Nuestros socialistas endógenos se basan en una absurda economía donde ellos controlan el consumo de la población, pero como no tenemos producción, el control que hacen es sobre lo que se importa, sobre lo que se compra en el extranjero con los dólares del petróleo y con la economía de puerto que a duras penas han logrado desarrollar, pero lo que verdaderamente es clave en una economía, que es la producción, la han descuidado al punto, que los factores fundamentales de la economía productiva como son algunos de los que he mencionado, agua, tierra, energía, infraestructura, son criminalmente obviados y hasta descuidados, con el solo fin de hacer “negocios” a costa de la necesidad del pueblo.
Y es en este punto donde entran en conflicto las ideologías y sus principios morales.  
Una parte de los futurólogos aplicados al tema, predicen que mientras más cerca estemos de una economía cerrada se hará más factible la necesidad de un totalitarismo planetario de corte socialista como forma de gobierno, pero difiero radicalmente de este escenario (y hablo de experiencia propia), el capitalismo, aún en escasez, es el sistema que mejor funciona, el más racional, el que se adapta más rápido a las nuevas condiciones de sobrevivencia, y el que brinda las mejores soluciones en tiempos de crisis, aún bajo condiciones de crecimiento limitados y restricciones en la producción, pero este será el tema de otro artículo. – saulgodoy@gmail.com


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