lunes, 13 de julio de 2015

Harold Bloom y el canon occidental

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Uno de los intelectuales más detestado por los comunistas, socialistas, folkloristas, nacionalistas y bolivarianos es este profesor de las universidades de Yale y New York que tuvo el atrevimiento de conformar un canon occidental con las obras literarias que él, en representación de la “Academia”, consideraba las más importantes de nuestra cultura occidental.
Y digo nuestra cultura, con el deliberado propósito de reafirmar el lugar privilegiado que ocupa Latinoamérica dentro del mundo occidental, a pesar del insistente trabajo de diferenciación que una gran parte de intelectuales de izquierda ha realizado al tratar de considerar a Latinoamérica como no-occidental, o en el mejor de los casos, como una cultura original, independiente y aparte del mundo.
A pesar del tiempo transcurrido desde la publicación de esta obra de Harold Bloom (Harcourt Bryce, 1994) la herida sigue abierta y el resentimiento de nuestra intelectualidad, sobre todo la neo-bolivariana, de la existencia de un listado de obras literarias donde se le da especial tratamiento a la cultura angloparlante por sobre la latinoamericana.
Insisten estos ultranacionalistas en elucubraciones etnocentristas sobre bases mágicas, cósmicas y aborígenes que dejan asombrados a propios y extraños; se han realizado seminarios, cursos, debates en ámbitos universitarios que todavía no pueden explicar porque somos una cultura original, porque no le debemos nada a occidente, que lo único que hizo por nosotros fue masacrar a nuestros indígenas durante el descubrimiento y la conquista, para luego sostener una dominación colonialista que llega hasta nuestros días.
Bueno, el profesor Bloom se lo buscó, y como previendo el escozor que su libro iba a causar expresó los siguientes comentarios: “El movimiento erróneamente denominado “multiculturalismo” que es a la vez anti-intelectual y anti-literario, elimina de los planes de estudio casi todas las obras canónicas…- o este otro-  La trama académico-periodística que he bautizado como Escuela del Resentimiento, que desea derrocar el canon con el fin de promover sus supuestos (e inexistentes) programas de cambio social…”
Y la verdad sea dicha, en estos tiempos de revoluciones locas, un canon de obras literarias confeccionado por un “gringo”, representante del “imperio”, de la raza blanca, semita y eurocentrista, no solo es un insulto sino una provocación, más aún, el hecho de que William Shakespeare sea el centro del canon y que le dedique tanta tinta a James Joyce, hace intragable esta propuesta a nuestros titánicos adanes comunistas.
Para nuestros intelectuales endógenos el que se haya atrevido a escoger a Borges y Neruda como integrantes de este “hit parade” literario sin contar con un solo venezolano es ya motivo de guerra asimétrica, Harold Bloom, ¡eres un escuálido!

Pero, si pudiéramos dejar a un lado todo ese lastre ideológico y remontáramos calmadamente ese río que propone Bloom, encontraríamos una lectura maravillosa e iluminadora que nos enfrenta a los principales problemas existenciales, sentimentales y de violencia que suponen ser un hombre o mujer occidentales.
Pero todavía mejor, nos enseña lo que significa ser un buen lector, que para mi es lo mejor que sabe hacer el profesor Bloom, y como todo buen lector sabe explicar lo que leyó, con la gran ventaja que siendo un erudito y un excelente crítico, las referencias transversales y horizontales que hace de otras obras y escritores es simplemente asombrosa, hilvana con cada uno de los 26 autores que examina un tapiz denso y colorido del pensamiento y las pulsiones del hombre occidental, desde los más abyectos crímenes, pasando por los más tormentosos de los amores, hasta las gestas más heroicas.
La cultura occidental está forjada en sangre, deseo y racionalidad, cada obra que escoge es decantada con singular respeto y provoca en el lector el deseo de una relectura o de conseguir las páginas de donde brota tanta belleza e inteligencia.
Bloom me hizo sentir reconfortado con los clásicos de la literatura y estoy seguro provocará lo mismo en ustedes.
Como en todos los cánones hay vacíos, ausencias que desafían nuestros propios gustos y apegos regionales, pero el grueso del semillero cultural occidental está contenido en este libro sabio y hermoso que aprecio infinitamente.
Durante su lectura no pude dejar de pensar en todos esos intentos por forjar un canon para Latinoamérica, y que fue el desparecido Ángel Rama el que más cerca estuvo de lograrlo con su obra Crítica a la Cultura Latinoamericana, que sería el prólogo obligado a ese gran canon latinoamericano que está todavía por escribirse. – saulgodoy@gmail.com














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