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Uno de los intelectuales más detestado por los comunistas, socialistas, folkloristas, nacionalistas y bolivarianos es este profesor de las universidades de Yale y New York que tuvo el atrevimiento de conformar un canon occidental con las obras literarias que él, en representación de la “Academia”, consideraba las más importantes de nuestra cultura occidental.
Y digo nuestra cultura, con el deliberado propósito de
reafirmar el lugar privilegiado que ocupa Latinoamérica dentro del mundo
occidental, a pesar del insistente trabajo de diferenciación que una gran parte
de intelectuales de izquierda ha realizado al tratar de considerar a
Latinoamérica como no-occidental, o en el mejor de los casos, como una cultura
original, independiente y aparte del mundo.
A pesar del tiempo transcurrido desde la publicación de esta
obra de Harold Bloom (Harcourt Bryce, 1994) la herida sigue abierta y el
resentimiento de nuestra intelectualidad, sobre todo la neo-bolivariana, de la
existencia de un listado de obras literarias donde se le da especial
tratamiento a la cultura angloparlante por sobre la latinoamericana.
Insisten estos ultranacionalistas en elucubraciones
etnocentristas sobre bases mágicas, cósmicas y aborígenes que dejan asombrados
a propios y extraños; se han realizado seminarios, cursos, debates en ámbitos
universitarios que todavía no pueden explicar porque somos una cultura
original, porque no le debemos nada a occidente, que lo único que hizo por
nosotros fue masacrar a nuestros indígenas durante el descubrimiento y la
conquista, para luego sostener una dominación colonialista que llega hasta
nuestros días.
Bueno, el profesor Bloom se lo buscó, y como previendo el
escozor que su libro iba a causar expresó los siguientes comentarios: “El movimiento erróneamente denominado
“multiculturalismo” que es a la vez anti-intelectual y anti-literario, elimina
de los planes de estudio casi todas las obras canónicas…- o este otro- La trama académico-periodística que he bautizado
como Escuela del Resentimiento, que desea derrocar el canon con el fin de
promover sus supuestos (e inexistentes) programas de cambio social…”
Y la verdad sea dicha, en estos tiempos de revoluciones
locas, un canon de obras literarias confeccionado por un “gringo”,
representante del “imperio”, de la raza blanca, semita y eurocentrista, no solo
es un insulto sino una provocación, más aún, el hecho de que William
Shakespeare sea el centro del canon y que le dedique tanta tinta a James Joyce,
hace intragable esta propuesta a nuestros titánicos adanes comunistas.
Para nuestros intelectuales endógenos el que se haya
atrevido a escoger a Borges y Neruda como integrantes de este “hit parade” literario sin contar con un
solo venezolano es ya motivo de guerra asimétrica, Harold Bloom, ¡eres un
escuálido!
Pero, si pudiéramos dejar a un lado todo ese lastre
ideológico y remontáramos calmadamente ese río que propone Bloom,
encontraríamos una lectura maravillosa e iluminadora que nos enfrenta a los
principales problemas existenciales, sentimentales y de violencia que suponen
ser un hombre o mujer occidentales.
Pero todavía mejor, nos enseña lo que significa ser un buen
lector, que para mi es lo mejor que sabe hacer el profesor Bloom, y como todo
buen lector sabe explicar lo que leyó, con la gran ventaja que siendo un erudito
y un excelente crítico, las referencias transversales y horizontales que hace
de otras obras y escritores es simplemente asombrosa, hilvana con cada uno de
los 26 autores que examina un tapiz denso y colorido del pensamiento y las
pulsiones del hombre occidental, desde los más abyectos crímenes, pasando por
los más tormentosos de los amores, hasta las gestas más heroicas.
La cultura occidental está forjada en sangre, deseo y
racionalidad, cada obra que escoge es decantada con singular respeto y provoca
en el lector el deseo de una relectura o de conseguir las páginas de donde brota
tanta belleza e inteligencia.
Bloom me hizo sentir reconfortado con los clásicos de la
literatura y estoy seguro provocará lo mismo en ustedes.
Como en todos los cánones hay vacíos, ausencias que desafían
nuestros propios gustos y apegos regionales, pero el grueso del semillero
cultural occidental está contenido en este libro sabio y hermoso que aprecio
infinitamente.
Durante su lectura no pude dejar de pensar en todos esos
intentos por forjar un canon para Latinoamérica, y que fue el desparecido Ángel
Rama el que más cerca estuvo de lograrlo con su obra Crítica a la Cultura Latinoamericana, que sería el prólogo obligado
a ese gran canon latinoamericano que está todavía por escribirse. –
saulgodoy@gmail.com
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