viernes, 28 de agosto de 2015

Los crímenes de lesa humanidad


Cuando nos enteramos de las atrocidades y la violencia desatada por organismos militares venezolanos en contra de la población civil; de allanamientos ilegales, desalojos brutales, violencia sistemática en contra del hogar de algunos ciudadanos, procesos de rebelión militar en contra de civiles opositores al régimen, intentos de homicidios vía la mala praxis médica en instalaciones militares, homicidios y torturas en contra de hombres desarmados y confinados en sus celdas, negación del justo proceso a militares encausados en procesos judiciales y violación de los más básicos principios de humanidad en contra de una parte de la población, me pregunto, si realmente sus perpetradores saben realmente lo que hacen.
No me cabe la menor duda que el gobierno nacional ha tomado la terrible ruta del exterminio de las minorías en Venezuela, incluyendo la de los nacionales de Colombia y que los escenarios que pronto veremos será el de campos de concentración y el genocidio; la revolución clama por sangre, no hay fuerza u autoridad que detenga estos excesos, por lo que es presumible que la dictadura fascista de Maduro acabe en una orgía de violaciones masivas de derechos humanos bajo la excusa de seguridad nacional.
Todo este accionar motivado a la pérdida absoluta de apoyo popular y que no quieren enfrentarse a posibilidad real de una inmensa derrota electoral en las próximas elecciones para elegir la próxima Asamblea Nacional y por ende la disolución del poder político, ahora trasmutado en el único recursos que les queda, la fuerza bruta.

Los líderes de esta “revolución” se encuentran transitando el camino ya conocido históricamente de la disolución moral y la locura, en su enorme confusión se encuentran entregados como esclavos a la voluntad del amo, la voluntad sanguinaria de los hermanos Castro en Cuba, último subterfugio de la irresponsabilidad que desesperadamente buscan para justificar sus crímenes, la obediencia debida a la revolución socialista bolivariana, en su desesperado gesto que creen, les salvará de ser condenados por sus horrendas acciones ante un pueblo indefenso.
Y es precisamente en este punto de quiebre que deseo resaltar algunos hechos.
Uno de los primeros casos que la jurisprudencia internacional tiene sobre este tipo de crímenes, sucedió durante el Sacro Imperio Romano y tuvo que ver con un juicio que se le siguió a un militar de nombre Peter von Hagenbach en el año de 1744.

Acaeció que la ciudad de Breisach fue entregada bajo la tutela al Duque de Burgundia, quien tuvo primero que someterla y luego cobrarle los impuestos, para ello contrató los servicios de Von Hagenbach, quien contaba con tropas suficientes para hacer el trabajo.
Los mercenarios se encargaron de pasar a cuchillo a la población, violar a las mujeres, matar a los niños e incendiar el pueblo.
La horrible acción no pasó debajo de la mesa; se reunieron 26 magistrados y se instauró un tribunal para juzgar al monstruo que había atentado en contra de la naturaleza y de Dios.
Los funcionarios imperiales escucharon del propio Hagenbach, como defensa a sus actos, que cumplía órdenes superiores y del propio Duque de Burgundia.
Los jueces federales rechazaron de inmediato aquella defensa como válida, no tanto por razones humanitarias sino para proteger al duque que era parte de la realeza. 

Si bien los motivos no fueron los más loables, la sentencia condenatoria en contra de Hagenbach quedó en la historia como jurisprudencia importante para futuros eventos.
A partir de este punto las organizaciones políticas, militares, religiosas, gremiales y comunitarias tuvieron que buscar otras defensas cuando eran llevados a juicio por crímenes contra la humanidad, igualmente los países del mundo fueron adoptando legislaciones que impedían este tipo de alegatos para justificar asesinatos, torturas, violaciones y genocidios y la razón era sencilla, todas la sociedades tenían que protegerse de los grupos de exterminio, aceptar a uno, era abrirle la puerta a todos.
La historia siguió su curso entre sonados casos y laberínticos juicios que trataban de asignar responsabilidades cuando las víctimas eran un colectivo y sus victimarios pertenecían a un grupo militante.
Goering escuchando su sentencia de muerte en Nuremberg

 Finalmente la justicia internacional afinó sus herramientas y poderes luego de terminada la Segunda Guerra Mundial, en el famoso juicio de Nuremberg, donde surgió de manera evidente uno de los grandes temores de hacer justicia en el mundo, y en palabras del profesor Cheriff Bassiouni en su artículo sobre La Jurisdicción Penal Universal:
"Y el problema es que los hechos eran tan abrumadores que los juristas y políticos que lo examinaron encontraron que iban a tener que dejar por fuera algo de este principio de legalidad para poder enfrentarse a esos hechos. En otras palabras, no fue la ley la que se aplicó a los hechos, sino fueron los hechos quienes crearon la ley... Todos los gobiernos han tenido cierta aprehensión frente a la tarea de elaborar un tratado sobre estos crímenes, y la razón es que todos los gobiernos han mirado sus propios problemas internos, su propia conducta, y posiblemente piensan. Este crimen algún día puede llegar a aplicársenos".
Uno de los 22 acusados en Nuremberg fue el mariscal de campo Wilhelm Keitel de 63 años de edad y que se consideraba un verdadero soldado, de una disciplina implacable.
En una carta que se leyó en el juicio decía: "En el cumplimiento de estas tareas ingratas y difíciles yo tenía que cumplir con mi deber bajo las más duras exigencias de una guerra, a menudo actuando contra la voz interior de mi conciencia y en contra de mis propias convicciones. El cumplimiento de las tareas urgentes encomendadas por Hitler demandaban la más completa abnegación".
 Como la mayoría de los nazis juzgados, decía sentirse sorprendido de las atrocidades que salían a la luz pública durante el proceso e intentaba disociarse de ellas cuando era precisado por los fiscales, alegando que desconocía de los horrores que sus subordinados cometían.
Cuando finalmente Keitel admitió los hechos y sus consecuencias, su acusador le preguntó: "Pero, mariscal, quiero que entienda esto, es conocido que en el código militar alemán, al igual que todos los códigos militares, no hay obligación por parte de un soldado de obedecer órdenes que él sepa son erradas, que sean contrarias a la guerra y a la ley... Usted era un mariscal de campo, presumo con entrenamiento militar, con influencia y comando sobre las Fuerzas Armadas Alemanas. ¿Cómo es que no hubo nadie de su rango, de su tradición militar, con el coraje de levantarse y oponerse a asesinatos a sangre fría?"
Más adelante en el juicio, el fiscal norteamericano, juez de la Corte Suprema, Robert Jackson, tuvo que llevar al banquillo de los acusados al partido Nazi como organización política promotora del más grande genocidio cometido hasta el momento.

 Luego de exponer como algunos cientos de directivos se habían organizado para penetrar en cada una de las instituciones alemanas y pervertirlas, dijo el juez Jackson: "Ellos servían principalmente para explotar la sicología de las masas, para manipular a las masas. Esta organización indoctrinaba y practicaba la violencia y el terrorismo. Ellos proveían de la ejecución sistematizada, agresiva y disciplinada por toda Alemania y países ocupados, de un plan para sus crímenes que nosotros hemos probado. Parece no haber dudas en que castigar unos pocos de sus más altos líderes y dejar al resto de la red de la organización intacta, haría prosperar un núcleo del nazismo en la postguerra... no podemos permitir que queden sus adeptos, sus prestigios e influencias intactos de la condena y el castigo".
Un último recordatorio, los crímenes de lesa humanidad no prescriben. -  saulgodoy@gmail.com

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