miércoles, 5 de agosto de 2015

Medicina para el caos


Hay una especialidad llamada Medicina de Bajas Masivas (Mass Casualty Medicine) que entra en funcionamiento en casos de desastres, guerras, atentados terroristas, pandemias y otras situaciones extremas, sean estas naturales o causadas por el hombre, y es que cuando el número de víctimas sobrepasa con creces las capacidades de las unidades de atención en el sitio, se necesita un ordenamiento sistémico que permita salvar el mayor número de vidas posibles sin que la situación rebase las capacidades de atención primaria y de emergencia de los médicos.
Muchas veces esto significa cambiar las prioridades, imponer un nuevo esquema de evidencias para la situación y transformar el concepto de urgencia.
En los países desarrollados este tipo de práctica se ha desarrollado en la historia de manera casuística, por ensayo y error, los adelantos en el triage soportados por estadísticas y estudios de campo son ahora complementados por un soporte bioético de filósofos, teólogos, psicólogos y otras especialidades que han podido estudiar en la calma de sus claustros estas situaciones de horror y desastre, y darle una coherencia.
Se le ha asignado un sentido y nuevas responsabilidades a los actores fundamentales de manejar este tipo de caos, un escenario donde lo común es la muerte en grandes números y donde lo importante es no solo la atención a las víctimas sino la contención de las causas de los decesos.
Son situaciones donde los médicos, paramédicos, técnicos, bomberos, rescatistas, personal militar, voluntarios y otros involucrados trabajan no solo bajo enorme presión, sino con peligro de sus propias vidas.
Hay un elemento que aparece una y otra vez en los casos de estudio y es el factor coercitivo necesario en aplicar el tratamiento obligado sobre los afectados, muchas veces a punta de pistola, lo que ha creado una intensa discusión sobre esos momentos donde las largas deliberaciones, tiempo suficiente para la persuasión y comprensión de idiosincrasias particulares en los individuos, son un lujo imposible.
En el caso de pandemias donde la población debe ser vacunada para contener el avance de la epidemia y donde es común encontrarse bajo ley marcial, la obligación de suministrar el medicamento ya no es cuestión de la voluntad del individuo, es una situación de nudo hecho, no hay libertad de elección, no hay posibilidad de sustraerse de la inoculación de las vacunas y puede hacerse de manera forzada.
En una situación de emergencia masiva los patrones de prioridad cambian, los heridos de mayor gravedad no pudieran ser atendidos para darle oportunidad a los que tenga mayor oportunidad de sobrevivencia, el objetivo de la medicina sigue siendo tratar de salvar el mayor número de vidas pero con el tiempo, los recursos y el personal limitados, y el incremento constante de bajas y afectados, la atención se enfoca sobre una banda amplia de víctimas que son los que tienen mayor posibilidad de superar su situación, a medida que el diagnóstico se aleja de esa banda, la atención médica disminuye y las posibilidades de muerte aumentan, en estas situaciones, el número de posibles sobrevivientes se antepone al valor de unas pocas vidas con disminuidas capacidades de sobrevivencia.
Cuando una catástrofe impacta una región ya existen en ella personas que necesitan de cuidados especiales para prolongar su vida, son aquellos que son atendidos por enfermedades o discapacidades serias como ancianos, enfermos en hospitales del área, niños, personas impedidas, mujeres embarazadas, enfermos crónicos (diabéticos, personas en diálisis, en tratamientos cardiopulmonares, etc.) que se vería afectados cuando los recursos que los sostienen disminuyen y la atención que necesitan deben ser dirigidas a otros.
Los habitantes de la región que se encuentran en el punto cero del desastre serán los más afectados y probablemente los que sostengan los mayores daños, por lo que sus probabilidades de vida se verán reducidas, a todas estas víctimas del desastre se les debe proveer con el máximo confort y minimizar su sufrimiento por medio de servicios paliativos que deben ser tomados en cuenta en la gerencia de este tipo de situaciones.
Insisto, cuando hay un desastre de grandes proporciones en una comunidad, el principal problema será la distribución de recursos escasos en un gran número de casos, que por lo general se agrava porque la capacidad de respuesta de los gobiernos estatales y nacionales es por lo general lenta, las comunicaciones se verán afectadas y dependiendo de la naturaleza del desastre, la ayuda debe ser dispuesta de manera segura y trasladada al sitio, lo que implica un importante retardo en el auxilio necesario.
Esta es la principal razón por lo que las comunidades deberían estar preparadas para este tipo de eventos y tener un plan en caso de que se presente la emergencia para poder sobrevivir esas primeras horas y hasta días, sin un plan de emergencia el caos será el dueño de la situación y las víctimas aumentarán significativamente.
Algunas de las recomendaciones más importantes para esta planificación para una situación de desastre son las siguientes: 1- Ser proactivo y planificar los requerimientos mínimos de atención para el tamaño de la población, conocer muy bien entradas y salidas del área, lugares donde concentrar gente, instalaciones que puedan servir de albergues de emergencia, donde y como hacer cordones sanitarios. 
2- Tener dispuestos acuerdos, planes, coordinaciones con todos los centros de salud del área, públicos y privados, servicios de emergencia, voluntarios y proveedores de servicios. 
3- Tener coordinación y contactos con los cuerpos de emergencias estadales y nacionales, esto es una labor de relaciones a múltiples niveles y es de carácter permanente. 
4- Los planes deben ser claros y sencillos, con un acuerdo entre las instituciones de cooperación de recursos en el caso de un desastre, en especial con los medios de comunicación, se pueden hacer prácticas del plan aprovechando festividades, ferias, eventos deportivos, etc. 
5- Tener una red de comunicaciones listas, designar responsabilidades y tareas, tener alternativas en caso de fallas graves de comunicación, disponer de mensajes claros para alertar a la población e instruirlas durante y después del evento. 
6- Insistir en la prevención, sobre todo en caso de enfermedades contagiosas o epidemias, tener un inventario de emergencia en vacunas y medicinas para la atención primaria. 
7- identificar a los líderes de la ejecución del plan y sus sustitutos, que todos los involucrados sepan quién manda en que actividad. 
8- Estar muy claro en cómo son las ayudas de emergencia estadales y nacionales, sus requerimientos, estar informado de los aspectos éticos-legales en casos de desastres. 
9- Tener listos los paliativos hacia las víctimas y sus familiares para aquellos que no van a sobrevivir el evento. 
10- Tener un buen esquema de seguridad que garantice la operatividad del plan, asignando una mínima protección para el personal que está manejando la emergencia, incluyendo vigilancia en los centros de atención y custodia en los traslados de material.
Lo más probable es que el desastre sea de mayores magnitudes que lo planificado, pero tener un plan de emergencia es lo que hará la diferencia entre la vida y la muerte antes de que llegue la ayuda.
Estos temas no son agradables, pero toda persona previsiva debe prepararse para el peor escenario posible. -     saulgodoy@gmail.com





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