lunes, 14 de septiembre de 2015

Maduro, el dictador… el desenlace






"El 20 de diciembre de 1924, a las doce y cuarto de la tarde, Hitler fue sacado de la prisión de Landsberg, después de trece meses y veinte días de detención. Había comprendido que el poder le pertenecería a condición de conquistarlo por medios legales, es decir, usando la fuerza, pero disimulándola con artificios, violando la ley, pero escudándose en sólidas complicidades, fingiendo jugar a la democracia, pero minándola en su interior."

                                                                   Jaques Delarue
                                                                      La Gestapo


Con la llegada de Chávez al poder, culmina un proceso de deterioro  democrático y de infiltración de la izquierda en nuestra institución militar, que había comenzado en 1958, justamente con la caída de Pérez Jiménez.
Históricamente será identificado ese momento, 1999, como el triunfo de las fuerzas antidemocráticas en nuestro país. Era el único  resultado posible luego de años de corrupción,  ineptitud   administrativa   y olvido de las aspiraciones legítimas de un pueblo empobrecido y mantenido en la ignorancia durante largos años por parte de los partidos de la vieja oligarquía.
La democracia no cumplió su papel de proporcionar mejores condiciones de vida, empleo, participación, educación e inclusión en una parte importante de la población; la respuesta fue Hugo Rafael Chávez y el chavismo. 
Hombres y mujeres violentos se hicieron con las instituciones fundamentales y proclamaron una revolución de corte cubano, con el apoyo de Fidel Castro y el beneplácito de otras naciones que veían en ello la oportunidad de minar la influencia norteamericana en la región y aprovechar las riquezas petroleras del país.
El hecho de ser una nación con una de las democracias más sólidas del continente, en medio de una crisis mundial de acomodos de bloques económicos, guerras en el medio oriente, actos terroristas de gran escala y una pujante economía asiática, permitió que esta "revolución" ganara en las urnas de votación sin levantar suspicacias en el resto del mundo.
Los analistas creyeron que el pueblo venezolano, educado en los valores de la libertad y la libre empresa, podría ser efectivo freno a cualquier pretensión comunista.
No contaron con lo efectivo que había sido el trabajo de indoctrinación en los cuarteles, se olvidaron de que la izquierda venezolana poseía unos cuadros formados y fogueados en la clandestinidad, y de que, a pesar del medio siglo transcurrido desde que la izquierda se rebeló, la organización seguía intacta.
Cuando aterriza Chávez en escena, la mesa estaba servida; una importante porción de la población vivía en la pobreza, un sistema económico nutría a unos pocos intereses, el sistema político estaba agujereado por la corrupción y la ineficacia, las instituciones se mostraban débiles y serviles al poder…
Toda la formación militar de este líder se centraba en aplastar la disidencia con las armas del terror, según los postulados clásicos de los manuales norteamericanos sobre contrarrevolución.
Los principios de guerra psicológica, propaganda y terrorismo de Estado fueron desempolvados y aplicados sistemáticamente contra el pueblo de Venezuela, con la cooperación de la inteligencia cubana y su experiencia en organizar la red de informantes y de defensa de la revolución, fue así como se entrenaron y se apoyó a grupos de delación y vigilantes, de allí los famosos Círculos Bolivarianos, ahora Patriotas Cooperantes, ojos y oídos de la revolución, y las nuevas milicias, que sustituirán a las Fuerzas Armadas, que poco a poco fueron penetradas por diferentes grupos criminales, desde los Pranes (organizaciones de control carcelario y de extorsión en manos de los mismos presos), pasando por el narcotráfico, grupos de contrabandistas, tráfico humano, sicarios, guerrilla común y otros.
Se inició una persecución sostenida contra los factores de oposición, utilizando el sistema judicial como instrumento, primero de venganza contra ciertos personajes e instituciones, y luego como control de la disidencia.

El desmontaje de las instituciones.
La Asamblea Nacional operó los cambios legislativos necesarios para tomar control absoluto de la economía de la nación y de sus instituciones fundamentales. El Consejo Nacional Electoral, el Tribunal Supremo de Justicia, el llamado Poder Moral, que incluye la Defensoría del Pueblo, La Fiscalía y la Procuraduría, el Banco Central y los órganos de seguridad del Estado, todo cayó bajo el dominio de los intereses del chavismo y sus comisarios políticos.
Pero la convivencia democrática practicada por tantos años en Venezuela, la fortaleza de los principales grupos económicos del país, así como la presencia fundamental de los medios de comunicación social, impidieron que el plan se llevara a cabo con facilidad, una resistencia inarticulada y sin liderazgo trató de evitar lo inevitable.
Por el lado revolucionario, la misma inepcia que ha caracterizado a los gerentes públicos de la democracia continuó y se acentuó con la supuesta revolución. La corrupción y la ignorancia sobre asuntos de Estado le restó fuerzas al proceso, pero la bonanza petrolera, la intervención de las organizaciones del comunismo internacional y la injerencia del régimen castrocomunista le insuflaron alientos al proceso mal llamado “bolivariano”.
El hecho de haber dividido al país en pueblo y oligarcas disuadió a la revolución de tener acceso a un recurso humano especializado, fundamental para su éxito.  La misma ideología, difusa, contradictoria y personalista del proceso impidió la concreción de metas claras y logros importantes, que de alguna manera habría ganado el apoyo popular.
Pero fue sin duda la permanente beligerancia del líder contra las instituciones fundamentales de la sociedad lo que ocasionó su descalabro en el apoyo popular… su insidiosa campaña contra la familia y el derecho de educar a sus miembros, su ataque frontal contra la propiedad privada, sus golpes en contra de la Iglesia, los sindicatos y los gremios profesionales, su continua provocación a los medios de comunicación y a los Estados Unidos de Norte América, su claro objetivo de prostituir y debilitar moralmente a las Fuerzas Armadas, sus alianzas y simpatías con la guerrilla latinoamericana fueron demasiado plomo en el ala para permitirle al proceso despegar.

Chávez, el autócrata.
Como buen agente de tácticas contrarrevolucionarias, Chávez utilizó el terror contra su propio pueblo, es en este punto donde vamos hacer un análisis en profundidad.
La vocación estatista y antidemocrática de Chávez no la voy a discutir, existen opiniones que afirman lo contrario, pero creo que no se sustentan en un análisis serio; el hecho de que haya permitido la existencia de ciertas libertades públicas básicas durante su mandato, como lo son la libertad de expresión, libre tránsito y el derecho a manifestar, entre otros, no demuestran suficientemente su calidad como demócrata.
Si Chávez hubiera prohibido esos derechos al comenzar su mandato se habría colocado como un paria ante la comunidad de naciones y él tenía que guardar las apariencias para poder desarrollar su proceso, que, según su plan de conformar La Patria Grande, se extendía a toda Latinoamérica, pero para todos es conocido que no dudó en restringir, atacar y vulnerar esas libertades cuando le convino… la mayor parte de las leyes que su régimen regurgitó son claro ejemplo de la intolerancia y el ánimo de control que claramente proponía.
Chávez fue un comunicador, con fuerte propensión por los símbolos y frases que calan en las masas; la escogencia de las canciones del cantautor revolucionario Alí Primera no fue una casualidad, como tampoco la boina roja y el envolverse en la bandera nacional cada vez que podía. La combinación de la apariencia de un fuerte nacionalismo con reivindicaciones sociales populistas fue dando algunos frutos.
Su predilección y parafraseo permanente del beisbol, su uso y abuso de la Biblia y otros símbolos religiosos, su cercanía a los ritos animistas y su gusto por la interpretación marxista de la historia le permitieron la manipulación de la venezolanidad con fines revolucionarios, Chávez, el publicista se hizo a si mismo siguiendo las recetas del más recalcitrante fascismo… él mismo inició el culto a su personalidad.
Al ungirse como único y más cercano intérprete de la palabra de Bolívar se entronizó como gran sacerdote de una logia, que repetía ritos y juramentos patrióticos; como necesitaba de un enemigo y escogiendo la fórmula que le había funcionado a Ezequiel Zamora, el más conspicuo bandido en el siglo XIX, se enfrentaba cada vez que tenía ocasión con la siempre maldita oligarquía criolla.


El terror jacobino.
Para introducirnos al tema debemos primero deslindar el piso ideológico y semántico desde donde esta revolución se mueve. En primer lugar, decía Chávez que actuaba en nombre del pueblo y para ello predica e imponía la idea del soberano como causa originaria de todo orden social.
La tesis no es nueva, ha sido componente fundamental de las ideas liberales que se desarrollaron en el siglo XVIII, muchos de los pensadores eran utopistas que creían en la reforma de las masas, en que el pueblo alcanzaría niveles igualitarios no sólo en lo económico y social, sino también en lo intelectual, el pueblo ilustrado, ese que alcanzaría tal grado de cohesión, hermandad y comprensión de su entorno y problemas, que sería capaz, él solo, sin intermediarios, de dictar su propio destino… esta idea también fue convenientemente adoptada por el fascismo y el nacional socialismo.
Pero al llevarlo a la práctica las cosas sucedieron de otra manera, tanto en la Revolución Francesa, como en la Americana y, posteriormente, en la revolución Bolchevique, las montoneras o el pueblo en armas necesitaron de líderes, de representantes, de organizaciones que pudieran canalizar la violencia  de la revolución; al contrario de la prédica, no se trató de movimientos “espontáneos”.
La tesis de la organización espontánea de las masas, por propio desiderátum, está más que comprobado que es falsa, jamás se ha dado en la historia… siempre se necesitó de cabezas que dirigieran, de figuras que señalaran el camino, de ideas que motorizaran los cambios.
Ni aún en esa época dorada de la democracia en la Grecia antigua la participación fue igualitaria, al ágora acudían los hombres libres y, aún entre ellos, había unos más libres que otros, al decir de Orwell.



Desde el momento en que existen tantas desigualdades y de tantos órdenes entre el pueblo se hace imposible que el pueblo se convierta en soberano; para llegar a algún tipo de acuerdo es necesario la presencia de mediadores, de pactos, de direcciones y de acomodos.
La fatídica presencia de partidos políticos en la vida de la república, tal como lo entendió Bolívar en sus últimos momentos, era una necesidad… que él y su ideario resultaren víctimas de las componendas, era simple política.
La Revolución Francesa, al igual que todas las demás revoluciones, se dio gracias a hombres que supieron leer las señales de su tiempo, que de alguna manera tradujeron las inquietudes de esa gran masa informe, desigual y emocional… fueron voces y escritos que le llegaron al corazón de las turbas, que las identificaron y les dieron identidad; no hay ni habrá una más atinada adulación para la montonera que hacerla creer que ella es soberana y desde cierto punto lo es, desde el campo de la violencia.  Quien canalice la violencia de la masa tiene un poder indiscutible.
Se es soberano cuando se comprende a cabalidad el porqué de sus acciones, ya Spinoza lo proclamaba, no hay peor esclavo que el de la ignorancia, se es libre cuando se comprende y cuando se actúa con la razón.
Decir que el pueblo soberano es recurrir a un oxímoron, una contradicción, a menos que estemos hablando de utopía… y el pueblo ha sido manipulado hasta el hartazgo al hacerle creer que es soberano; políticos astutos y sin escrúpulos se han valido de ello para actuar en su nombre, para utilizar su fuerza, lo más cerca que hemos podido llegar al ideal de soberanía ha sido por medio del sistema democrático, de la participación y del voto, siempre con el riesgo de elegir candidatos que son enemigos de la democracia.
Chávez fue un claro ejemplo. Su gran estrategia fue identificar al líder con el pueblo, al pueblo con la revolución y a la soberanía con su mandato, de esta manera no habría contradicciones y cualquier ataque a la revolución sería expresamente definida como una agresión al pueblo… bajo este principio ha actuado la justicia revolucionaria, no para defender al hombre y a la sociedad de la injusticia, no para restablecer el equilibrio entre las partes cuando entran en conflicto, tampoco para aplicar la norma cuando esta se viola. No, la justicia en Venezuela, bajo la impronta de Chávez y sus descendientes, pasó de ser un ideal y una verdad, a convertirse en la mueca desorbitada de los poderosos, de quienes sustentan el poder; los jueces y los tribunales, la fiscalía, la defensoría se transformaron en maquinarias de la represión, en oscuros delegados de la muerte, la tortura y el dolor, en los verdaderos verdugos del régimen; en vez de luchar por la justicia, estos hombres y mujeres se convirtieron en los títeres del líder, en la expresión más deformada y sucia del poder corrupto y falso.




Confunde y reinarás.
Una vez con Chávez en el poder, sus agentes ideológicos trabajaron en un extraño condumio de ideas que involucró a las Fuerzas Armadas con el pueblo, desarrollando planes cívicos-militares que confundían los intereses nacionales con los de la revolución; desde un punto de vista dogmático y formal lograron engatusar a oficiales y tropas para defender el proceso como parte de su misión en la seguridad nacional.
Las tácticas maoístas de la "revolución continua",  de no dar descanso a la oposición con la creación de escándalos, acusaciones, grandes proclamas, marchas y contramarchas, planes mesiánicos, conspiraciones y la siembra permanente de un odio de clases, resultaron en dieciséis años de una anodina revolución.
La mentira fue el recurso más abusado del régimen, la promesa de un mejor futuro económico que no se cumpliría, el supuesto respeto a las leyes y la participación ciudadana fueron esperanzas sembradas y no cumplidas; mientras tanto se iba armando la trampa que le permitiría a Chávez disponer de una riqueza jamás vista en nuestra historia, para despilfarrarla en corrupción, terrorismo e imposición de su plan de dominio continental.
El presidente Chávez no retrocedía en su propósito de generar confusión, alertando a cada momento sobre golpes, magnicidios y conspiraciones de los que nunca presentaba pruebas ni culpables.
Al recurrir a conspiraciones internacionales, a rumores de financiamiento de la contrarrevolución por personajes oscuros desde otros países y de alianzas secretas para destruir al país, léase revolución, léase Chávez, léase pueblo de Venezuela, se cumplía a pies juntillas con la carta de terrorismo de Estado desarrollada por los chinos comunistas en los tiempos de Mao.
El odio que desató contra el pueblo y el gobierno Norteamericano, su tesis del capitalismo salvaje y del neocolonialismo en Latinoamérica, su mensaje de liberación de las cadenas imperialistas, contribuyeron en crear ese enemigo necesario; no daba discurso ni despreciaba oportunidad para recordar la condición malévola de los enemigos de Cuba, ahora enemigos de Venezuela.
Las tesis marxistas-leninistas recurren a tales argucias: el miedo como forma de control, el terror como instrumento de persuasión, la mentira como visión del mundo… no hay nada más lejano de los principios democráticos que esos estados permanentes de sospecha, las revoluciones en ciernes, la rebelión continuada y los estados de provisionalidad. Todo se resume en crear caos e imponerse a la fuerza, se resuelve con los estados de excepción, las crisis políticas y la disrupción del orden público.
Uno de los puntales de la estrategia de terror del presidente Chávez fue precisamente el uso de las Fuerzas Armadas para sus fines particulares. No había semana sin que amenazara a la colectividad con las armas de la república, creó un caos interno entre los militares; amenazó, encarceló, pasó a retiro, introdujo espías cubanos en los cuarteles y en las altas direcciones y transfirió a quienes creía sus enemigos. Sacó la tropa a la calle para que reprimiera de manera feroz las manifestaciones pacíficas.
Chávez les montó la trampa del Plan República a los militares, un plan para que administraran recursos ingentes en obras sociales para el pueblo; la corrupción y los negociados no se hicieron esperar, emplastó el honor y acalló la disidencia con chantajes y complicidades.
Obligó a los militares a prestar sus conocimientos, recursos e instalaciones para organizar a sus grupos paramilitares, distribuyó gran cantidad de armas de guerra entre sus colectivos en defensa de la revolución, los embarcó en la indigna tarea de cuidar y defender los intereses de la guerrilla (en especial los de las FARC) en nuestro territorio.
Ya tendrán algunos oficiales de las Fuerzas Armadas Nacionales el tiempo para explicar y defender su colaboración antes tales abusos de poder… y veremos cómo se las arreglan para explicar su traición al juramento de lealtad a la patria al permitir que aviones de guerra sobrevolaran ciudades aterrorizando la población, al haber guardado silencio ante la apropiación indebida de las armas de la república por un grupo de facinerosos, al incurrir en omisión a la acción cuando tuvieron que defender la paz en el país, al permitir la interferencia en asuntos de seguridad nacional a personas extranjeras y extrañas a la nación y al rendir pleitesía y obediencia a oficiales extranjeros que una vez fueron abiertamente invasores y enemigos de nuestra patria.

 
El delfín del chavismo.
De estos miasmas, de este pantano, surge la figura de Nicolás Maduro Moros, un oscuro personaje que se desenvolvía en la política sindical, un chofer de autobús en la empresa Metro de Caracas señalado de “reposero” profesional, una persona que no cumplía con sus labores amparado por excusas contractuales y protegido por su fuero sindicalista, que escaló posiciones en organizaciones revolucionarias y de izquierda.
Sobre su origen hay serias dudas y muchas contradicciones, pero la tesis que prevalece es que se trata de un ciudadano colombiano, que nunca aclaró ni legalizó su nacionalidad y vivió en el país bajo una falsa identidad, pero tuvo la fortuna de conocer a una mujer, la abogado Cilia Flores, para muchos el verdadero genio político detrás del pesado y poco brillante sindicalista, por medio de la cual, conoció a Chávez en la cárcel.
Maduro fue cultivado en varias posiciones políticas de menor cuantía, en las cuales destacó principalmente por su irrestricta obediencia y fidelidad a la voz del amo; como ficha de varias organizaciones políticas surgió como candidato a diputado al Congreso Nacional en 1999 y formó parte de la Asamblea Constituyente, que le dio en bandeja de plata una nueva Constitución al presidente Chávez, diseñada inicialmente a la medida de su revolución.
Fue electo como diputado por el Distrito Federal y uno de los que impulsó las leyes habilitantes para el comandante; bajo el ala de su esposa continuó cosechando éxitos políticos, formando parte de Comisiones Especiales de investigación de intentos de golpes de estado atribuidos a paramilitares colombianos, de las modificaciones del Reglamento Interior y de Debate de una Asamblea Nacional, cada vez menos independiente y deliberante, sometida a la voluntad de Chávez.
En el 2006 lo nombran Canciller de la República en uno de los momentos más vergonzosos para nuestra política exterior (bueno, hasta ese momento, no contábamos con la inefable Delcy Rodríguez), llena de agresiones e injerencias a otros países del área, fue una ejecutoria signada por el entreguismo del territorio guyanés, de la destrucción de MERCOSUR y de la gestación de ese incubo llamado UNASUR, utilizó su cargo para adelantar posiciones de servilismo indigno con el gobierno de Cuba y de la apertura del país al colonialismo imperialista chino.
Durante la enfermedad de Chávez es designado como Vicepresidente y en diciembre del 2012 es ungido como el sucesor de Chávez en el poder, ante su inminente partida.
Luego del 5 de marzo del 2013, fecha elegida por el chavismo para anunciar la muerte del líder comunista, en medio de rumores que se estaban valiendo de la voluntad y la firma del presidente fallecido para adelantar decretos y leyes, Maduro se encarga de la presidencia, hasta que el CNE convoca nuevas elecciones para un domingo 14 de Abril.
Se trató de unas elecciones sumamente controversiales, llenas de irregularidades y denuncias, protestadas como tramposas; sorprendió a todos el repentino cambio de actitud del candidato de la oposición, Henrique Capriles y los partidos que lo apoyaban, aceptando la derrota sin que se cumplieran las revisiones exigidas y aceptadas por Maduro del conteo en las actas.
Con un fuerte tufo de ilegitimidad, el ciudadano colombiano Nicolás Maduro, con documentos de identidad venezolanos falsos, llega a la presidencia de la República apoyado por las fuerzas armadas definitivamente convertidas en brazo opresor del pueblo.
Rodeado de todos los intereses del crimen organizado, el grupo que lidera Maduro sólo busca la defensa de los intereses de las mafias que lo sostienen, utiliza el país como presa cazada de la que arranca pedazos para alimentar a acreedores hambrientos, socios incómodos que quieren dejarlo, organizaciones parasitarias que, sin su sustento, perecen.
Ya lo habíamos visto como un hombre violento, mal hablado y rudo en el trato, de escasa cultura y mentiroso, pero no había sacado las garras ni enseñado los colmillos como ahora. Maduro es producto de la escuela de indoctrinación cubana, ha estado en diversas oportunidades en la isla de los hermanos Castro recibiendo instrucciones; se trata de un agente al servicio de la revolución castrista, entrenado, y con su clara lealtad al servicio de La Habana, su misión es proteger a toda costa el envío de los recursos petroleros (150.000 barriles de petróleo mensuales) hacia la isla y desgastar al pueblo de Venezuela, propiciando las rencillas internas, entreteniéndolo en la búsqueda de alimentos y salud, manteniéndolo bajo el asedio del hampa, humillándolo en las colas y en el maltrato burocrático, destruyendo su aparato educativo, haciendo trampas electorales para mantenerse en el poder, y sumiendo al país en el desorden.
Rodeado de elementos de igual catadura y ya sin ningún recato, Maduro se estrena como dictador; como hombre que no ha conocido resistencia ni oposición a sus más bajos instintos, y ya sabiendo que carece de piso político, que no tiene votantes, que no representa a nadie sino a los carteles más violentos del submundo criminal, decide en menos de 48 horas desconocer al mundo civilizado, al orden internacional y a la convivencia entre naciones, decretando un estado de excepción en la frontera con Colombia y violando masivamente los derechos humanos de miles de familias; a su vez, desconoce procazmente las sentencias judiciales de la justicia internacional que tienen que ver con la libre expresión y la libertad de prensa, impone de la manera más brutal una sentencia de 14 años de prisión a uno de los líderes políticos más importantes del país, omitiendo la separación de poderes y utilizando la justicia con fines políticos.
En Venezuela, el rey está desnudo. El país se extingue en una crisis humanitaria de incalculable proporción, donde la escasez de alimentos y medicinas es la norma, donde diariamente muere gente inocente víctima del hampa desatada, donde el estado de derecho ha sido enterrado, donde más de 30 millones de venezolanos sufren de la inflación más alta del planeta… y el supuesto presidente del país ha declinado sus obligaciones con la civilización humana. De aquí en adelante sólo hay horror, arbitrariedad y violencia, que son su carta de presentación… así va a tener que comprarlo el mundo, porque él es soberano, porque él es la patria, porque él tiene las armas… al que no le guste, que venga, “para darle lo suyo”. -   saulgodoy@gmail.com







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