domingo, 1 de noviembre de 2015

El error de Waldseemüller


Uno de los más grandes Vespuccistas del mundo es el historiador colombiano y hombre de letras Germán Arciniegas, quien tuvo la oportunidad de hacer una profunda investigación historiográfica financiado por la fundación Bollingen mientras era profesor en Columbia University, estuvo en Italia donde pudo estudiar los archivos florentinos que daban cuenta de esta singular familia.
Uno de los mapas del mundo de Waldseemúller 
Los Vespucci eran de abolengo y la historia del Renacimiento lleva su marca, los nombres de Agustín y Antonio Vespucci hombres claves en la vida del docto Maquiavelo, Guido Antonio Vespucci, el gran embajador de Lorenzo de Médicis y quien sentenció al temido fraile Savonarola a la hoguera, de Pedro Vespucci suegro de la singular Simonetta, la mujer más bella del renacimiento italiano y modelo preferida del inmortal artista, Botticelli.
Nos dice Arciniegas: “Los Vespucci anduvieron metidos en todo: en los negocios, en la academia, en la política, en el arte, en los bailes, en las justas, en los enredos… en el descubrimiento de América.”
De allí que saludamos una nueva investigación sobre uno de los integrantes de esta magnífica familia florentina, sobre todo porque se trata sobre uno de los nombres más importantes para nuestra identidad.
Cayó en mis manos el interesante libro, Vespucci (Random House Publishing Group, 2007) del profesor e historiador Felipe Fernández-Armesto,  les advierto que su versión es contraria a la de
muchos autores clásicos, entre ellos a la de Alfonzo Reyes y al mismo Germán Arciniegas, quien tenían a Amerigo Vespucci como un hombre serio.
Waldseemúller era el impresor de mapas más famoso de su época, los mismos eran consultados por Almirantes y Reyes para planificar sus viajes y aventuras, Martin Waldseemúller fue el responsable de que nuestro continente se llamara América, en honor a quien él creía era el explorador más importante de su tiempo, el florentino Amerigo Vespucci, quien resultó un embaucador de marca mayor.

Según la investigación de Fernández-Armesto,  a manos de Waldseemúller llegó una carta atribuida a Amerigo Vespucci, estaba dirigida al jefe del Estado Florentino, Piero Soderini, y en la misma relataba viajes al Nuevo Mundo que Vespucci jamás hizo.
En 1507 el impresor de mapas germano atribuyó a Vespucci una mayor relevancia que  Cristóbal Colón en hacer conocer el descubrimiento, al poco tiempo se dio cuenta de su error, e  hizo una fe de errata en 1514, pero ya era tarde, el nombre de América había prendido como apelativo al nuevo continente.
Fue una verdadera sorpresa encontrarme con el Amerigo Vespucci presentado por este acucioso historiador, nacido en la rama familiar pobre de un linaje de exitosos comerciantes y políticos, el joven Amerigo siempre estuvo impulsado por la ambición y los negocios, pero sin capital para asociarse a las grandes empresas.
Se ganaba la vida con los “rebusques”, era una especie de intermediario que hacía compras y ventas por una comisión, principalmente en joyas, pero también en mujeres, si algún caballero necesitaba compañía para que le calentara la cama, Amerigo era el hombre, se movía como pez en el agua en los bajos mundos, hacía negocios hasta con los custodios y los presos de la cárcel.
En 1491 se muda a Sevilla buscando oportunidades, se emplea con Gianotto Berardi un rico florentino que hiso su fortuna con la trata de esclavos y ahora estaba financiando los viajes trasatlánticos del Almirante Colón.
La promesa de una riqueza rápida y fabulosa contagió a muchos empresarios, Berardi fue de los que más se arriesgó y luego del desastre del segundo viaje, cuando Colón regresa con la terrible
noticia de que su colonia en la isla de La Española (República Dominicana) fue arrasada, de que no encontró las riquezas prometidas, que ni siquiera pudo traer de vuelta a los nativos para venderlos como esclavos (los reyes se lo impidieron).
El financista estaba al borde de la quiebra, pero como buen apostador, puso el resto de sus fichas y el de otros incautos inversionistas en más barcos y pertrechos para el Almirante del mar oceánico.
Ese año de 1495 muere Berardi arruinado y con una deuda impagable, Amerigo fue nombrado su agente para recobrar los fondos de Colón y pagar a sus acreedores, algo que sabía era imposible, pero de lo que sí se dio cuenta, era que el negocio no estaba en financiar los viajes, sino en llevarlos a cabo.
La oportunidad llegó cuando a Colón le retiraron su monopolio para cruzar el océano y Amerigo se largó con el primero en hacer velas para el Nuevo Mundo, que fue Alonso de Ojeda. Fue así como Vespucci, registrado en la tripulación como experto en perlas, conoció a Venezuela, y en Cubagua se hizo con un lote de estas hermosas joyas.
A su regreso a España tenía suficiente dinero para financiar su gran golpe maestro, preparó una descripción de su viaje que impresionó a muchos, se hiso pasar por el verdadero navegante de la travesía, se convertiría en poco tiempo en Comandante Náutico, Navegante Celestial, experto piloto de los nuevos mares sin tener la preparación ni la experiencia.
Lo que sí tenía era una capacidad de convencimiento digna de un vendedor de elíxires, era un maestro en el arte de la manipulación, de la puesta en escena y fue así como lo nombraron Cosmógrafo Oficial de la Corte, Maestro de Pilotos y Cartógrafo Real de todas las rutas para el Atlántico.
El Almirante Cristobal Colón
Su fama fue tal, que su rostro aparecía con el de Tolomeo en las viñetas de los mapas de época. Durante sus presentaciones en la corte y en el almirantazgo, hacía todo el “show” de utilizar astrolabios, compases, relojes, su lenguaje era el de un alquimista y astrólogo, sus tablas de posicionamiento de los astros era reputadas como las más exactas, pero todo era un fraude, bastó que Waldseemüller escarbara un poco la superficie, para que encontrara las inconsistencias.
Con la fama que había cultivado Amerigo era difícil acusarlo de tramposo, los errores de navegación de sus cartas eran atribuidos a la impericia de los pilotos, pocos se atrevieron a contradecir al encumbrado personaje.
A estas alturas no se sabe si Vespucci  maniobró para engañar a Colón y quitarle el honor del descubrimiento, lo que sí se sabe es que, cuando el Almirante estaba ya enfermo y tratando de cobrar deudas de sus viajes con la corona, le pidió ayuda a Amerigo y este se la prometió, pero jamás movió un dedo para ayudarlo.
Finalmente, Fernándo-Armesto, le da un curioso giro a su investigación y afirma que nuestro continente es la tierra  de las oportunidades, donde todo es posible… hasta para reinventarse uno mismo.  -   saulgodoy@gmail.com


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