lunes, 25 de enero de 2016

Cuando el Estado aplasta a la sociedad



La obra de Robert Nozick, Anarquía, Estado y Utopía, es uno de los libros de filosofía más importante del siglo XX, en el que desarrolla el tema de los derechos del individuo frente al Estado.
Pero el problema que establece Nozick es que el tamaño del Estado, incide directamente en las posibilidades de que esos derechos sean violados, a mayor tamaño y más amplia esfera de intervención estatal, esas probabilidades de obligar al ciudadano a hacer ciertas cosas que lo perjudican, se incrementan.

Robert Nozick,  (born Nov. 16, 1938Brooklyn, N.Y., U.S.—died Jan. 23, 2002Cambridge, Mass.)
De acuerdo al estudioso Tom Campbell en su obra La Justicia (1988) Nozick desarrolla su propia teoría de la justicia y hace de los derechos su esencia, derechos que son “títulos” y que Dworkin, uno de los grandes teóricos del derecho, califica como triunfos que deben ser reconocidos y respetados por las mayorías e incluso por las políticas que pretenden el bien general de la sociedad.
La propuesta de Nozick ha sido identificada como anarquista por algunos sectores intelectuales, debido a que en la situación de un Estado que hace lo posible por mantener su monopolio en el uso de la fuerza y proteger a todos dentro de un mismo territorio pueda, en determinado momento, violar ciertas garantías y derechos individuales, lo que es considerado inmoral destruyendo el sentido de la justicia.
Como bien señala Nicolás Abbagnano en su monumental Historia de la Filosofía, el libro de Nozick es una respuesta al de John Rawls Una Teoría de la Justicia (1971), ambos filósofos sostienen que las libertades individuales son uno de los absolutos necesarios para poder vivir en sociedad, ningún pensamiento o ideología, ni práctica por parte del Estado puede disminuir ni derogar esos derechos individuales, y menos, si se trata de aplicar la justicia.
El profesor y filósofo de la Universidad de Harvard John Rawls
Pero para Rawls, la justicia es el primer objetivo de toda institución social y se llega a ella por vía contractual, por una elección basada en la equidad.  Las desigualdades económicas y sociales (riqueza y poder) son aceptadas como justas, sólo y si reporta beneficios compensatorios para los menos favorecidos.
Rawls eleva a principio moral la obligación de que la sociedad, por medio del Estado, “repare” las desventajas de los grupos sociales menos favorecidos, esto se logra con igualdad de oportunidades y con una obligación de las personas más aventajadas y favorecidas socialmente en lograr, para los que están relegados en la sociedad, un bienestar mínimo.  En ésta idea Rawls basa su necesidad de justicia y de argumentar a favor de los sistemas de redistribución de la riqueza, con fuertes imposiciones tributarias hacia los más ricos.
Pero entra Nozick, y plantea que no se puede sacrificar la libertad para conseguir la justicia, y menos la igualdad, los regímenes y estados que así lo hagan inmediatamente se hacen inmorales e injustos, ningún estado tiene el derecho de obligar por medio de su aparato coercitivo a que una persona auxilie a otra, o que prohíba ciertas actividades supuestamente por su propio beneficio.

Propone, a contrapelo de Rawls, la creación de un Estado mínimo, que podría pensarse, sigue la tradición de los anarquistas, la libertad perfecta trata de que las personas regulen sus propias acciones, dispongan de sus personas y bienes como bien les parezca, sin tener que pedirle permiso a nadie, sin que medie otra voluntad ajena, sus límites sólo se encuentran en el derecho de los demás, que si son sobrepasados, existe el recurso a la defensa, o de exigir resarcimientos si hubiere daños.

El estado mínimo nace de lo que Nozick llama “Asociaciones Protectoras”, el origen de la sociedad tuvo lugar porque se reunían grupos de individuos con el fin de protegerse de transgresores, estos
grupos trabajando por sus intereses, evolucionaban monopolizando la fuerza dentro de cierto territorio y aplicando la justicia de la comunidad, tanto en querellas internas, como en la defensa de un enemigo exterior, prohibiendo la justicia privada.

Surge un contrato que beneficia a quienes contribuyen con el sustento de estas asociaciones protectoras, una especie de “póliza” que garantiza la paz social, y que evoluciona cuando la asociación garantiza un mínimo de orden y paz en el territorio.

Cuando surgen problemas entre las asociaciones protectoras y no hay negociación posible, éstas entran en guerra y la que predomine en el conflicto, absorbe para sí los clientes y el territorio del perdedor (recuerden que estamos hablando de los antecedentes del Estado tal como hoy lo conocemos).
Y como solo el individuo es referencia moral en la teoría de Nozick, no acepta ningún argumento que permita que una mayoría o la totalidad de la comunidad utilicen a una persona para beneficio de otro grupo o persona, el discurso del bien social general a costa del sacrificio de un individuo o de unos pocos, no es aceptable.
No se puede ni se debe contraponer al individuo a la sociedad en términos utilitarios, ningún estado debería agredir a sus ciudadanos con pretensiones de mayor felicidad para la mayoría, la vida de cada persona es única y valiosa, y todo Estado está en la obligación a ser neutral en el tratamiento de cada uno de sus ciudadanos.
En ese estado mínimo, el mundo vivencial de la sociedad está basado fundamentalmente en la propiedad privada y el acto voluntario de transmitirla bien sea por venta, trueque o donación; ya al final de su obra Nozick explica: “El estado mínimo nos trata como individuos inviolables, que no pueden ser utilizados por otros en ciertas maneras como medios o arneses o instrumentos o recursos; nos trata como personas que tienen unos derechos individuales con toda la dignidad
que de ellos proviene. Tratándonos con respeto porque respeta nuestros derechos, nos permite, individualmente o con quien creamos mejor, elegir nuestra vida y alcanzar nuestros fines y la idea que tenemos de nosotros mismos, en el límite de nuestras capacidades, ayudados por la

cooperación voluntaria de otros individuos investidos de la misma dignidad”
Es por ello que todo socialismo es injusto en origen, se trata de un sistema que utiliza a una parte de la población en beneficio de otra, y no porque sean mayoría los beneficiados, la situación de hace más justa.  Para obtener los fines de una sociedad del bienestar, para incrementar las oportunidades y la asistencia pública a los que menos poseen, o no pueden sobrevivir por sus propios medios, el tamaño de estado necesariamente se incrementa, y con él, la posibilidad cierta de que en algún momento, para lograr sus fines “justicialistas”, tenga que coaccionar a ciertos individuos y obligarlos ciertos comportamientos que van en contra de sus propios intereses.
El caso es, que históricamente, donde el socialismo se ha hecho gobierno, el Estado se ha convertido ya no en instrumento para la Justicia Social, sino en un ente per se, necesario, totalitario, autoritario, omnipresente y asfixiante de los verdaderos intereses de la sociedad.
Donde triunfa el socialismo necesariamente muere el individuo, y si esto sucede, deja de existir la justicia.  -     saulgodoy@gmail.com


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