viernes, 29 de enero de 2016

La crisis de 1821


Las guerras de independencia habían dejado a Venezuela desahuciada, lue­go de la Batalla de Carabobo solo queda­ban algunos focos realistas en Venezue­la, en Puerto Cabello, Coro y Maracaibo (justamente los puertos principales, los cuales fueron liberados en 1823), Vene­zuela estaba libre de las tropas de ocupación pero había quedado arruinada, y esto lo sa­bía Bolívar al momento de incorporarla a Colombia, y a pesar de ello, Venezuela siguió suministrando hombres y per­trechos para la Campaña del Sur, agu­dizando aún más su terrible situación económica. Desde Santa Fe de Bogotá em­pezaron a salir edictos con nuevas cargas impositivas y restricciones que afectaron a Venezuela.
El mismo Santander cuando le escribe una carta a Páez en 1822 reclamándole su supuestos roces con Soublette, quien había sido nombrado Vicepresidente, le dice: “Cuando rehusaba tenazmente admitir la vicepresidencia y se quejaba de su suerte, era porque se le presentaba en Venezuela un país asolado por la guerra, escaso de recursos, habitado por gente de carácter raro, con altos representantes acostumbrados a obrar por sí, con llaneros descontentos y que desesperaba que pudiese remediar tantos males”.
Páez le responde al granadino muy elegantemente pero de manera contundente que ni somos raros ni él tenía pretensiones de poder otra, que la de servir a la nación, los colombianos le tenían terror a Páez, sobre todo Santander quien reconocía en el general venezolano la primera línea de defensa de Colombia en caso que al Imperio español se le ocurriera un plan de reconquista continental, aunque siempre maniobró en las sombras para enredarlo en conspiraciones contra Bolívar.
La Nueva Granada estaba en mejores condiciones económicas gracias a la ac­tividad minera, pero Venezuela, que de­pendía de su ganadería y agricultura, ya no tenía cómo hacerle frente a los nuevos impuestos.
El cacao, el tabaco y el café eran sus principales productos de expor­tación y la producción estaba disminuida a la mitad de la de 1810 (Codazzi), aparte de enfrentar el problema de tener que hacerse de nuevos mercados una vez que España, su mercado tradicional, salía del juego; el contrabando, sobre todo de ca­cao, desangraba la producción en el mer­cado negro para las islas del Caribe.
La ganadería había sufrido una importante merma por la misma guerra, lo que quedaba en las haciendas que estaban en manos de realistas, fueron repartidas como compensación a tropas y oficiales, pero se desató un saqueo sobre todo en Apure, y Páez tuvo que enviar algunas fuerzas a restaurar el orden, lamenta­blemente el algodón y el añil no tenían competencia en Europa con los precios de las Indias Orientales.
Colombia había contratado un em­préstito con Inglaterra de 30 millones de libras esterlinas, la mayor parte con la casa Goldschmidt de Londres, que retuvo una parte del dinero para opera­ciones especulativas, lamentablemente estos financistas quebraron en 1826, lo que puso presión sobre las garantías y los pagos a desembolsar por la recién fundada nación.
Una buena parte de estos dineros del empréstito (todo manejado en Bogotá) se perdieron en corrupción, malos negocios y robos, y muy pronto, hasta el mismo Santander tuvo problemas en afrontar la nómina del gobierno, y peor aún, en sa­tisfacer las urgencias del Libertador para financiar sus tropas en el Perú.
Aún así Páez preparó y envió un contingente de 2.694 efectivos bajo las órdenes del coronel José Gregorio Monagas a Perú.
Santander, siempre le jugó un doble juego a Páez
En Venezuela había un gravísimo problema con las tierras, desde 1817 las promesas de Bolívar a sus soldados de otorgarles lotes de tierras se posterga­ron con nuevas promesas y vales, mien­tras la vieja oligarquía latifundista de la colonia y los nuevos terratenientes que surgieron de las guerras independen­tistas, acapararon grandes extensiones de tierra productiva, pero el estado del arte en la producción tanto en la agricultura como en la ganadería era muy primitivo, no había mano de obra, ni dinero para inversio­nes, aparte de que todas las haciendas habían sido saqueadas, de modo que la productividad era mínima.
Aún después de la Batalla del Lago de Maracaibo, que sellaría la victoria definitiva de las fuerzas patriotas contra España, una gran cantidad de propaganda de guerra y desinformación y rumores provenientes de Cuba y Puerto Rico pusieron en alerta a Bogotá y Caracas, se hablaba de un plan coordinado por la Santa Alianza en Europa para levantar un enorme ejército para recuperarlas colonias perdidas, y como habían quedado algunos focos de guerrilla, sobre todo en Higuerote y Barlovento, y todavía habían simpatizantes de la corona en los territorios liberados, la amenaza era tomada muy en serio.
Por ello Santander ordena desde Bogotá que Páez reclute en Venezuela gente para las milicias y el ejército con el fin de reponer las fuerzas que continuamente pide Bolívar desde el Perú.
Esta orden de reclutamiento forzado, muy mal recibido por Páez en Venezuela, sería la chispa, que junto a la calamitosa situación económica, prendería la mecha de lo que se conocería como La Cosiata.
Cuando Bolí­var muere en diciembre de 1830 ya le era imposible a Venezuela cum­plir con sus cargas y obligaciones como miembro de Colombia, era justamente el eslabón más débil de la cadena y por allí se partió el proyecto de unión.
Venezuela tuvo que asumir obligaciones importantes de la deuda Colombiana, Páez se queja que los abogados y negociadores por Venezuela permitieron que cantidades enormes de dinero fueran aceptadas como válidas, cuando el país jamás se benefició de aquellos empréstitos.
Cuando Páez funda la patria y asume la Presidencia de la República de Vene­zuela, el país contaba con menos de un millón de habitantes (comparado con USA 9.6 millones, o Francia 30 millones) de los cuales solo un tercio estaban en capacidad productiva, no le quedó otro camino sino aliarse con la única parte de la economía venezolana que sobre­vivía, que eran los comerciantes, los exportadores e importadores, eran de los pocos que se mantenían con alguna actividad importante, además tuvo que ayudarles a abrirse paso en los nuevos mercados, Holanda, Francia, Estados Unidos, Alemania y Bélgica ya que con España no había relaciones.
La relación con los EEUU era bastante particular, aunque el gobierno norteamericano veía con simpatía el movimiento independentista y la conformación de las nuevas naciones, fue muy cauto al momento de ofrecer ayuda efectiva, sobretodo en pertrechos para la guerra, con el propósito de honrar su política de neutralidad.
Veían con desconfianza las iniciativas de Bolívar en montar el Congreso anfictiónico de Panamá, sus planes para liberar a Puerto Rico y Cuba de la dominación española, aplicaba la Doctrina Monroe con un doble rasero siempre favoreciendo sus propios intereses como lo fue en el caso de México, pero siempre ofreció el reconocimiento a los nuevos gobiernos como fue en el caso de Colombia.
Páez admitiría en sus memorias que los sucesos que se dieron a partir de 1826 serían los más difíciles de su vida, su enfrentamiento con las autoridades de Colombia, sus diferencias con su jefe y amigo Bolívar sobre el futuro del país, las demandas y juicios en su contra por desacato, las exigencias de reformas políticas de los partidos, era un ajedrez complejo que Páez jugó con suma inteligencia y tacto.
Páez no tenía mucho de dónde escoger, los acreedores extranjeros lo presionaban para que pagara, el aparato productivo estaba en cero, el país sufría de conmociones internas rechazando las imposiciones desde Bogotá,  le pedían definiciones ante las diferencias, Santander conspiraba a sus espaldas acusándolo ante Bolívar de tener su propia agenda.
Sin dejarse enredar en intrigas  se dedicó primero a estabilizar su país, trabajando con lo que había y lo hizo muy bien, ya que al poco tiem­po las aduanas empeza­ron a registrar entradas para el erario público, lamentablemen­te descuidó a los artesanos y a los terratenientes, que al cabo de unos años, se convertirían en poderosos enemigos po­líticos.
Ya para 1829 el movimiento separatista en Venezuela era indetenible, Bolívar le ofreció a Páez hasta la presidencia de Colombia pero ya El Libertador estaba en su ocaso.
Para 1830 todos los eventos y actores confluyen en un solo objetivo, la fundación de la República de Venezuela, se elige un Congreso Constituyente y en septiembre, Páez jura como Presidente la Constitución de la República.
Se inicia de esta manera un nuevo período en nuestra convulsionada historia que para la buena suerte de la patria, fue uno de los tramos más importantes y fecundos tanto en instituciones como en valores republicanos.  
Páez se distinguió como un buen admi­nistrador de la hacienda pública en este primer período como mandatario nacional, al punto que, al final de su primer gobierno, ya empe­zaba a pagar parte de la enorme deuda pública que Vene­zuela había asumido. – saulgodoy@gmail.com

  












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