martes, 12 de enero de 2016

La marca de Max Weber (1864-1920)


Algunos lo conocen como el sociólogo del capitalismo, aunque toda su vida fue un inveterado cialista tanto en creencia como en militancia, se destacó más como un eficiente funcionario de estado que como académico, aunque sus obras marcaron de manera definitiva la forma de abarcar la investigación sociológica, tenía un lado oscuro plagado de enfermedades mentales, una vida ascética (al punto que muchos creen que nunca consumó su matrimonio con Mariana Schnitger), y hay quienes lo hacen directamente responsable de la asunción al poder dictatorial de Adolf Hitler.
Es sin duda uno de los padres de la sociología moderna, sus contribuciones abarcan las teorías de racionalización del estado y sus políticas, sus estudios sobre las religiones y por último su tesis sobre los orígenes del capitalismo que resultó ser el aspecto más publicitado de su obra.
En lo personal creo que su obra La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, marca de manera muy fuerte la opinión general sobre los orígenes de la economía de mercado, si bien el espíritu y valores protestantes acogieron de forma positiva la formación y acumulación de la riqueza por el esfuerzo personal y las buenas prácticas de los creyentes de esta denominación cristiana, no fue el factor más importante ni el definitivo en el desarrollo de esta forma económica.
Opino, al contrario de Weber, que fueron los judíos quienes inventaron los instrumentos y los sistemas cambiarios y de inversión claves en el desarrollo del capitalismo.
Weber le tenía cierta ojeriza a los judíos, se montó sobre la tesis de que era un pueblo de parias en medio del mundo cristianizado (Europa medioeval) y porque no reconocía la autoridad de la iglesia ni de sus normas podía dedicarse a la usura, que estaba prohibida expresamente a los católicos.
En su libro Historia Económica General, Weber dice: “De este dualismo [una moral hacia el grupo y otra hacia los gentiles] se derivó, además, la tolerancia hacia negocios económicos irracionales, como el arrendamiento de tributos y la financiación de negocios públicos de todas clases. Los judíos lograron en estas operaciones, andando el tiempo, un virtuosismo que les hizo adquirir gran fama y por el que fueron generalmente envidiados. Pero este era un capitalismo de parias, no un capitalismo racional como el que se produjo en Occidente”.
El capitalismo racional al que se refiere Weber eran las grandes empresas agrícolas, los emprendimientos fabriles y de intercambio comercial, dejando fuera los negocios estrictamente sobre el capital y su acumulación, que son justamente los que distinguen la actividad capitalista.
Basta una lectura sobre la historia de la banca, en especial sobre la familia Rothschild para darse cuenta que fueron los judíos los verdaderos motores del capitalismo europeo, desde las guerras napoleónicas hasta la revolución industrial, tal y como hoy lo conocemos.
Weber basa su alegato a favor de los protestantes, en especial de su secta más disciplinada, los Calvinistas, que tenían muy en alto el trabajo duro, el ahorro, una vida asceta, sin vicios, donde la adquisición de “lujos” es mal vista, la responsabilidad hacia su comunidad, en el sentido de hacerla prosperar es considerada un deber, veían al acto de dar limosna como una práctica negativa que fomentaba la flojera en los demás; Dios ve con buenos ojos que el hombre multiplique con su esfuerzo e inteligencia los bienes terrenales que le ha confiado al hombre en custodia, de modo que, hacer fortuna, es una forma que tiene Dios de premiar a quienes viven de acuerdo a sus preceptos, en pocas palabras, ser rico es bueno.

Weber incurrió en varios errores históricos notables, el primero es que el capitalismo no nació en los países nórdicos y angloparlantes, sino en Italia, principalmente en la Florencia del siglo XIV, y que en el siglo XVI cuando él alega el florecimiento de las economías de las sociedades protestantes en Europa, lo que era Bélgica y los países bajos, eminentemente católicos, eran mucho más prósperos y avanzados.
Para Weber, preocupado más en los valores y la interpretación personal de los eventos, que de los movimientos colectivos, buscaba las motivaciones individuales para darle sentido a la actividad social, lo que no impidió, que fuera uno de los grandes estudiosos del fenómeno de la burocracia, la gerencia de lo público por medio del conocimiento, como acostumbraba a decir.
Sus inclinaciones hacia el socialismo eran bastante particulares, le venían por el Congreso Social Evangelista, un grupo organizado por la iglesia donde ya expresaba su interés por la emigración de trabajadores polacos a Alemania que se industrializaba rápidamente, el gran flujo de polacos lo consideraba un problema, el tema lo llevó a enlistarse en la Liga Pan-Germana desde donde acusaba a los terratenientes (junkers) como los propiciadores de aquella invasión eslava.
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Fundó, años más tarde junto a otros políticos, el Partido Germano Democrático (trató de unir a los partidos socialistas con los demócratas cristianos, pero fue imposible) con el que trató de llegar infructuosamente al parlamento, aunque gracias a su prestigio como jurista y economista le valieron ser parte de la delegación alemana para las Conversaciones de Paz en París.
Obtuvo un cargo como asesor para redactar la reforma a la Constitución de Weimar donde protagonizó la defensa del famoso artículo 48, con el que podía otorgársele poderes extraordinarios al Presidente en caso de una emergencia nacional, este articulo fue el que utilizó algunos años después Hitler, para concentrar el poder absoluto en su persona y convertirse en el dictador de Alemania.
Los estudios de Max Weber sobre las religiones iban en dirección contraria a las teorías de Marx, quien creía que eran las condiciones materiales (económicas) las que eran preeminentes sobre la conformación de las clases sociales, Weber asegura que era la religión la que impulsa, no solo el tipo de economía de los pueblos, sino que fijaba la estratificación social de los mismos.
Weber es un sociólogo de altos quilates, que a pesar del tiempo y de algunas debilidades en sus propuestas, sigue siendo de enorme importancia en el pensamiento político occidental, su obra es un compendio bien organizado de observaciones y teorías que aún tienen vigencia y ha influenciado a diversas tendencias, entre ellas la Escuela del Liberalismo de Austria liderada por Ludwig von Mises, la Escuela de Fráncfort y muchas de los movimientos norteamericanos de sociología moderna empezando por el que fue liderado Talcott Parsons, quien fue el primero en traducir a Weber al inglés (1930), y remontando estas influencias a personalidades contemporáneas como Joseph Schumpeter y Neill Ferguson.
Para los que tengan interés en conocer de su pensamiento, sus obras completas pueden ser descargadas gratis en internet, igualmente se consiguen interesantes trabajos críticos que sitúan las contribuciones de Weber en su justa perspectiva con las nuevas corrientes de la sociología   -  saulgodoy@gmail.com

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