sábado, 9 de enero de 2016

Sobre imágenes, retratos y vaciedad



Estoy absolutamente de acuerdo con la acción de Ramos Allup, de mandar a remover los retratos de Chávez y del Bolívar mulato de la Asamblea Nacional, le robaban majestad y estética al palacio federal legislativo, aquello parecía más bien un altar de santería que un hemiciclo para el debate político; además, ése no era el lugar para exhibir la iconografía que un sector minoritario de la población idolatra de manera fanática e irracional, empezando porque la imagen de Chávez es un símbolo de la mentira y el Bolívar mulato lo es del abuso.

Sobre la imagen de Chávez se ha tejido una historia falsa, en la que tratan de compararlo con Bolívar y Jesucristo, por aquello de que era el amigo de los pobres, el defensor de los humildes… puras patrañas, todo es un gran montaje publicitario y de propaganda, es sólo manipulación de sentimientos básicos y de la esperanza de los desposeídos, la verdad está retratada crudamente en la calle, Venezuela jamás había tenido una pobreza estructural tan enorme como la que existe hoy en día, y Chávez jamás hizo nada por los pobres excepto darles pan y circo, su verdadero interés no era sacar al venezolano de la pobreza sino, todo lo contrario, su meta fue que hubiera más pobres.
Se trata de una técnica de propaganda muy utilizada por los regímenes marxistas, fascistas y populistas, donde se destaca el culto a la personalidad de los líderes del momento, tratando de adjudicarles cualidades sobrehumanas, de excelencia y gran carácter a sus principales íconos, entre ellos, los correspondientes a la historia patria, héroes, próceres, padres fundadores de la nación para conjugarlos en una sola idea del espíritu nacionalista.
¿Cuál era el secreto del afecto hacia Chávez? Era una combinación muy bien dosificada de limosnas repartidas en maratónicos programas de televisión, donde el presidente regalaba, como si le hubieran pertenecido, desde casas hasta carros, becas y lavadoras, intervenciones quirúrgicas y fundos agrícolas productivos, ésos que le había robado a sus legítimos dueños, viajes a Cuba y dispensarios… todo lo que su gobierno debería haber hecho como trabajo rutinario en función pública, trabajando con los recursos del estado, todas esas obras, desde una carretera hasta una subestación eléctrica, las convertía en un presente del buen padre hacia sus hijos.
Pero también, insistía la propaganda oficial, Chávez era de origen humilde, él era uno de ellos y porque sabía lo mucho que se padecía siendo pobre, iba a dar su vida para dignificar al proletariado.
Hegel decía, en sus Lecciones de Filosofía de la Historia: Imágenes teníamos desde hace largo tiempo: la piedad necesitó de ellas muy temprano para sus devociones… y en la devoción es esencial la relación para con una cosa, ya que se trata no más que de un enmohecimiento del alma”.
Los manipuladores de imagen ponían a Chávez abrazando viejitas y besando bebés, visitando a los enfermos y comiendo arepa, gracias a sus dotes histriónicas y afinación le cantaba a la gente, les recitaba coplas y parrafadas completas de Bolívar, convenientemente descontextualizadas, eso le gustaba al pueblo, tenía su propio show-man en el poder, repartiendo canastillas entre las recién paridas como si fuera un ángel en la tierra.
Pero para los militares el efecto es todavía más estrambótico, la propaganda lo tiene como un brillante militar, estratega, feroz guerrero, líder indiscutible de los ejércitos patrios cuando la verdad es que fue un militar mediocre, nunca vio acción bélica, jamás participó en un combate y cuando pudo hacerlo (contra los suyos) se acobardó y se rindió; su poder estaba en la corrupción y los favores, tenía preferencia por los guerrilleros, por los cubanos, por todo lo que fuera subversivo y contrario a la democracia.
Fue en los cuarteles y las escuelas militares donde se sembró la mentira más cruel, que Chávez era la reencarnación de Bolívar y que representaba los más altos intereses patrios, la dignidad de la Nación; era terrible tener que constatar la propaganda con la realidad, pues todos sabían que Chávez estaba promoviendo el desfalco más grande en la historia contra los dineros de la nación, apoyando a grupos de empresarios, familiares, amigos que, por la vía de las empresas de maletín, se llevaban ingentes cantidades de dinero al exterior; su enfermizo favoritismo y perruna lealtad hacia los hermanos Castro de Cuba desvió chorros de petrodólares hacia la empobrecida isla para mantener la ilusión de la revolución continental.
Por ello me llaman la atención las afirmaciones del general Padrino López; él, más que ninguno, estaba al tanto de las infiltraciones del narcotráfico en la institución militar, de las fortunas mal habidas que se crearon de la noche a la mañana entre altos oficiales, de la participación de los militares en injerencias en países vecinos, del uso indebido que se le daba a las FFAA para satisfacer intereses particulares del partido de gobierno disfrazado de revolución.
Los militares sabían de la farsa que el mismo Chávez, en vida, imponía sobre este costoso y gigantesco esfuerzo mediático por exaltar su persona, sin rubor alguno; y se prestaba con gusto para ser convertido en santo, en Comandante Supremo, en un igual a Cristo… de esa enfermiza patología narcisista nacieron las incontables imágenes de un Chávez mítico, poderoso, más allá de lo humano, compartiendo con nuestros héroes de la independencia el lugar más destacado; un pobre hombre, que nunca peleó guerra alguna, que nunca se destacó en nada, que nunca produjo algo positivo sino mentira sobre mentira, error tras error, el culpable por nuestra calamitosa situación pretende, desde su tumba en algún lugar del Caribe, imponerse como lo que nunca fue.
La proliferación de las imágenes de Chávez en espacios públicos es parte de un programa de imposición de la “marca” de la revolución en Venezuela, un velado intento por atemorizar y delimitar territorio, confundirlo con la idea de pueblo y hacerlo símbolo del socialismo es sencillamente equiparable a un letrero que rece “Cuidado! Perro bravo.”
En cuanto al Bolívar mulato, pues se trata de una interpretación de unos antropólogos y fisonomistas extranjeros, que le costaron al país una pequeña fortuna para complacer, con sus supuestas aproximaciones científicas, al ego del comandante, y darle forma a un rostro extraño y repulsivo del padre de la patria, según instrucciones del propio Chávez; detrás de esa figura negroide hay toda una tesis de racismo y complejos de inferioridad que satisfacen esa enorme necesidad de nuevos iconos “revolucionarios”, que contradice de manera flagrante la iconografía histórica y reconocida del verdadero Bolívar.
Ahora de lo que se trata es de que los revolucionarios, que todavía respiran por la herida de la inmensa derrota electoral sufrida, donde el pueblo les ha retirado el favor popular por considerarlos causa eficiente de sus penurias actuales, al no tener otro argumento ni idea para justificar su continuación en un gobierno fracasado y perdedor, pretenden imponer a como dé lugar su lamentable iconografía en lugares públicos que nada tienen que ver con el objeto de adorar a esas figuras grotescas. Chávez no es ningún padre de la patria y el Bolívar mulato no es Simón Bolívar.
Decía Walter Benjamín, en su importante ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica: La proletarización creciente del hombre actual y el alineamiento también creciente de las masas son dos caras de uno y el mismo suceso…En consecuencia, desemboca en un esteticismo de la vida política. A la violación de las masas, que el fascismo impone por la fuerza en el culto a un caudillo, corresponde la violación de todo un mecanismo puesto al servicio de la fabricación de valores cultuales.
Los que quieran rendir culto a estas figuras fabricadas por el aparato de propaganda cubano que se las lleven a sus casas y les prendan velas, pero en las calles, en los edificios públicos, en las sedes del poder político están sobrando, no tanto porque representan la iconografía de una ideología fallida, sino porque son simple y llanamente una mentira, y ante la mentira no debe haber contemplaciones.
Si usted cree que los elefantes vuelan, que los duendes existen o que el diablo es el señor del universo, agarre todas esas estampitas de elefantes alados, de gnomos gozones debajo de las tapias o del macho cabrío sentado en un trono y empapele con ellas la pared de su casa, pero no obligue a la gente a verlas en la sede del Parlamento y, menos todavía, cuando los que acuden a ese recinto están contestes en que se trata de una burla a la inteligencia.
A los que promueven la ignorancia, la mentira y la confusión no hay que ayudarlos;  al pueblo hay que protegerlo de la oscuridad y las malas mañas. -  saulgodoy@gmail.com


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