jueves, 25 de febrero de 2016

El As de la guerrilla


Si les preguntara, desde el punto de vista militar ¿Quién fue el guerrillero más exitoso en la historia? muy pocos reconocerían el nombre del Teniente Coronel Paul von Lettow-Vorbeck (1870-1964), un oficial alemán que durante la Primera Guerra Mundial tuvo el privilegio de nunca haber sufrido una derrota en el campo de batalla, conocido como el León Africano, llegó al grado de General y tuvo el gusto de mandar bien largo al carajo a Adolfo Hitler, cuando éste le exigió ser su embajador en Inglaterra, un privilegio que solo él sustentaba, pues vivió para contarlo.
Tuvo su bautizo de fuego durante la Rebelión de los Boxers, en China, donde formó parte de la Alianza de Fuerzas Internacionales, curiosamente se enfrentó a estos revolucionarios que utilizaban tácticas de guerrilla, una manera de pelear que no le gustó, pues contrariaba todo su entrenamiento militar.
Pero luego le tocó servir en África, primero en lo que es hoy Namibia, donde tuvo que sofocar las rebeliones de Namaqua y Herero (1904), ambas terminaron en genocidios, pero él no participó en tales episodios pues tuvo que ser evacuado hacia Suráfrica por heridas en combate.
En 1914 fue nombrado, a la edad de 45 años, como jefe de las fuerzas del protectorado (Schutztruppe) y enviado al Este Africano Alemán, a Tanganica, hoy Tanzania.
Educado en los valores del ejército Imperial Alemán, conoció por esos años a la joven escritora danesa, Isak Dinisen, de quien fue amigo y dejó una memoria describiéndolo como uno de los caballeros de la vieja estirpe europea, culto, galante y calculador.
La Primera Guerra Mundial había empezado y su fuerza de tarea era de 260 oficiales blancos y 4.600 nativos askaris, en un territorio rodeado por el enemigo y con un bloqueo naval de los británicos, el Gobernador Colonial que era su superior le ordenó mantener a toda costa la neutralidad, pero la mente de Lettow-Vorbeck urdió un plan, él quería ser una parte activa de la confrontación y si podía servir de distracción en aquella parte del mundo, suficiente como para que los ingleses enviaran tropas para someterlo, sería fuerzas que le restarían a los escenarios bélicos europeos.
Los ingleses creyéndose dueños de la situación en el África del este alemán, empezaron a ocupar los pueblos costeros, a comienzos de noviembre dos brigadas de India hicieron un desembarco cerca de la población de Tanga donde supuestamente se iban a encontrar con otra brigada que venía por tierra.
Lettow-Vorbeck organizó con los granjeros blancos y la población negra un pequeño ejército, y con tácticas de guerrilla y auxiliados por enjambres de abejas locales, obligaron al enemigo a reembarcar dejando tras de sí 800 muertos, 500 heridos y cientos de prisioneros, como premio a este lance obtuvo ametralladoras, fusiles, municiones y pertrechos para resistir un buen rato.
Pronto extendió sus operaciones atacando la línea de tren a Uganda, montó campamentos en los bosques que rodeaban el monte Kilmajaro, no descuidó la línea costera a pesar de los continuos bombardeos de la RAF, penetró profundo en territorio ocupado por los británicos buscando destruir sus fuertes, líneas de comunicaciones, atacando sus convoyes.
Muy pronto se convirtió en verdadero dolor de cabeza para los Ingleses, había dividido sus fuerzas en pequeñas unidades de de 10 efectivos, usualmente dos blancos y ocho negros, pero contaba con oficiales negros que le eran absolutamente fieles, Lettow-Vorbeck hablaba perfecto swahili, y cuando los arengaba se refería a “nosotros, africanos”, para 1915 contaba con 3.000 blancos y 11.000 askaris.
El terreno era tan difícil y como no había carreteras, el principal medio de carga eran los portadores nativos, ambos ejércitos, alemanes e ingleses, tenían que mover sus equipos y materiales a caballo y mulas, cuando no a pié.
Los ingleses decidieron ponerle punto final a este elusivo enemigo y se trajeron al hombre que más sabía de tácticas contra la guerrilla, que era ni más ni menos que el Mayor General Jan Smuts, héroe de la guerra contra los Boers en Suráfrica, Smuts había sido un jefe guerrillero y conocía cada truco en el libro, se trajo una impresionante brigada montada de soldados Boers fogueados en este tipo de lucha irregular y por dos largos años persiguió a Lettow-Vorbeck por el Africa belga, portuguesa e inglesa sin lograr jamás atraparlo.
Luego Smuts fue relevado por el General van Deventer, quien continuó la persecución por 3.000 millas por el corazón de África y de vuelta hacia las colonias alemanas, en 1918 cuando Lettow-Vorbeck reorganizaba sus fuerzas para reiniciar los ataques, el armisticio en Europa termina con la guerra.
El resultado fue impresionante, las fuerzas de Lettow-Vorbeck pierden 2000 hombres, 9.000 heridos, 7.000 prisioneros y desaparecidos, 7.000 de sus cargadores mueren, principalmente de hambre y enfermedades, pero logró su objetivo, distrajo 160.000 tropas que los ingleses utilizaron en su búsqueda, en la cacería murieron 10.000 tropas británicas , 7.800 heridos, 1000 capturados, 50.000 cargadores muertos, y unas 4.700 bajas portuguesas y belgas, sin lugar a dudas una de las cacerías humanas más feroces de la historia.
El gobierno Británico tuvo que pagar cerca de los 72 millones de libras por mantener un ejército completo, durante cuatro años, cazando al guerrillero más peligroso del mundo
Pero tales números ante la inmensidad de pérdidas humanas en la guerra en Europa, era apenas una nota marginal.
¿A qué se debió el éxito de Lettow-Vorbeck como guerrillero? El Capitán del cuerpo de Marines de los EEUU e historiador militar Robert B. Asprey, en su libro War in the Shadows (1975), hace un estudio del personaje y nos dice cosas muy interesantes: “El adoptó y retuvo una simple y claramente delineada misión, una que sus subordinados entendieran y para la cual los entrenó.  El conocía a sus nativos, les permitía sus costumbres, los entendía, les mostraba compasión y les reconocía sus éxitos.  Conocía su terreno, y constantemente hacía apreciaciones sobre las localidades y el clima donde operaba.  Constantemente improvisaba, nunca dejó de experimentar con las maniobras de campo, Era, por sobre todo un comandante indomable que reconocía pero no se dejaba dominar por sus debilidades, que ganaba fuerzas cuando el enemigo le demandaba rendirse.”
En palabras del propio Lettow-Vorbeck: “Tuve que enseñarles a los europeos que era posible, en estos parajes desérticos, beber su propia orina para mitigar la sed.  Que era un mal negocio para todos caer enfermo o ser herido, a pesar de la mejor voluntad era imposible llevarlos con nosotros.  Cargar con un herido de gravedad desde las vías del tren de Uganda hasta el campamento alemán, como se hizo varias veces, era una tarea formidable.”
Durante la campaña, que se dio en desiertos, pantanos, junglas, montañas, sabanas y ríos, lo usual era que en un descanso durante la persecución, a los heridos le quitaba armas y municiones, le disparaban en la cabeza y lo dejaban para los leones, hienas y buitres.
Lettow-Vorbeck sufrió su cuota de padecimientos, tuvo cuatro repuntes de malaria, las moscas del desierto y otros insectos vivían en su piel, sus dientes se infectaron, su único ojo bueno se rayó con la alta hierba elefante, su pié izquierdo casi tuvieron que amputárselo, padeció de sed y hambre como sus tropas, dirigió batallas con fiebre y diarreas, no pocas veces tuvieron que abandonar todo, su equipo y provisiones, para poder huir rápidamente de emboscadas.
Los dos guerrilleros mas peligrosos de su época, Lettow-Vorbeck y Smuts
Pero probó una y otra vez las tres leyes de la guerrilla: Conoce el terreno, aprende a vivir de él, mantente móvil.
Aún antes de terminar la guerra su fama en Alemania era inmensa, y cuando regresó a su país, lo recibieron como el héroe que era, tuvo la oportunidad de viajar a Inglaterra y conocer personalmente a quien fuera su más despiadado contrincante, el general Smuts, se hicieron grandes amigos hasta el fin de sus días.
El episodio con Hitler fue real, Lettow-Vorbeck despreciaba al dictador racista, luego del impase, Hitler lo mandó a vigilar y restringir sus movimientos, no se atrevió a más por la fama y el cariño que el pueblo le manifestaba al León Africano.
Siempre estuvo pendiente de sus tropas askaris, y no descansó hasta lograr que el gobierno reconociera y les pagara a los sobrevivientes de sus fuerzas en África, los sueldos y pensiones a que tenían derecho; sorprendentemente el general vivió 94 años.  -  saulgodoy@gmail.com








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