jueves, 11 de febrero de 2016

Impuestos por representación





No sé si la omisión es intencional, pero el gobierno parece olvidar que en la cultura impositiva va involucrado un elemento político importante: el de la representación.
Una de las motivaciones más importantes de nuestra independencia como nación, fue precisamente la cuestión impositiva, pagábamos impuestos a la corona pero no teníamos ni voz ni voto en el gobierno.
En el antiguo concepto de democracia que nos viene de los griegos, el gobierno por el pueblo y para el pueblo tiene un importante ingrediente participativo, todos los ciudadanos están en la obligación y en el derecho de participar en hacer e imponer las leyes, con un deber adicional, sancionar a aquellos ciudadanos que no participan en el deber de participar, que incluye, que todos los ciudadanos deben colaborar para mantener el gobierno del estado.
El Estado nos exige que paguemos los impuestos, pero gobiernan los que no pagan o pagan menos, los revolucionarios en nombre de los pobres.
Si es cierto que ahora son los pobres quienes están en el poder, tendrían que explicarnos, porque ellos, que pagan muy poco o no pagan impuestos pues son los beneficiarios de los programas sociales y los que aprovechan los subsidios, son los que pechan y administran estos impuestos.
Si la respuesta es porque cuenta con la fuerza, entonces estaríamos en presencia de un sistema opresivo, explotador, la injusticia sería evidente.
Pero si se trata de un sistema democrático, participativo e igualitario deberíamos, los que pagamos impuestos y financiamos el gasto social, contar con una representación importante en el gobierno que decida como, cuando y en que se gastan los recursos recaudados. Pero no es así.
El SENIAT trata de convencernos que la contraprestación al pago de nuestros impuestos son los servicios públicos que disfrutamos y la satisfacción de ver que la deuda social, que el gobierno nos obliga a financiar, convertida en misiones y otros programas sociales, en subsidios y dádivas a los que menos tienen, en programas de vivienda para los pobres y hasta en ayudas a los descamisados de Argentina, estas actividades, que son financiadas con nuestro dinero, se ven de pronto publicitadas como logros del líder de la revolución, del socialismo y nunca nos mencionan a los contribuyentes.
Muchas de estas obras locales, a nivel de gobernaciones y municipios, tienen rostros de funcionarios públicos electos que, sin pedirnos permiso, estampan en las vallas y anuncios, cajitas felices socialistas y otras formas de promoción política sus figuras para promocionarse aprovechando nuestro dinero, lo cual es ilegal y grosero.
Pero es en este punto cuando la lógica se hace aún más turbia, nuestro dinero financia a los necesitados, a los que no tienen ni para comer, pero el crédito se lo llevan los revolucionarios, las ambulancias que nosotros compramos llevan el nombre de los alcaldes comunistas pintados en sus puertas, las ayudas que dispensa el Presidente de la República por televisión y que son nuestro dinero, lo hace a nombre propio, todo ese costoso aparato comunicacional del gobierno que transmite ideología comunista y propaganda del partido de gobierno también lo pagamos nosotros que no estamos de acuerdo con tal uso.
Ellos nos argumentan que los pobres, que han existido por centurias de explotación salvaje, por un colonialismo irredento, por fin, con nosotros, los que pagamos impuestos en la revolución, van a ver satisfechas sus demandas y necesidades.
Eso, sin que nosotros, humildes contribuyentes, tengamos la oportunidad de estar representados en el gobierno, que somos despreciados como traidores a la patria, que no nos brindan la información necesaria para saber cómo se gastan esos dineros públicos, que ni siquiera podemos disfrutar de agua potable, de electricidad, seguridad, salud, abastecimiento de alimentos.
Ni siquiera nos es permitido expresar nuestra opinión sobre asuntos tan importantes como si deseamos compartir nuestro petróleo con Cuba o financiar la revolución latinoamericana con nuestro dinero.
El contrato social que sostenemos la mayoría de los venezolanos con el Estado es pésimo, si no pagamos impuestos nos multan, nos cierran el negocio y hasta preso podemos ir, pero debemos contentarnos con ver a un grupo de ignaros haciendo barbaridades con nuestros dinero, tomando decisiones absurdas que nos afectan a todos sin derecho a pataleo, sin poder criticar ni protestar, sin ver las cuentas.
El que paga impuestos en Venezuela lo hace obligado por el cañón de un arma, no hay manera de exigir el buen uso de nuestras contribuciones, de hecho no tenemos opinión en el asunto, al contribuyente no se le rinde cuentas.
El sistema impositivo pareciera haberse transformado más en un arma política para castigar la oposición, en una extorsión o en una vacuna que en una responsabilidad compartida por mantener gastos comunes, por sostener una burocracia que debería estar a nuestro servicio y atender las necesidades de los contribuyentes en primer lugar.
En cambio vemos a un Estado botarate, a un Presidente derrochador, a unos revolucionarios políticos usando nuestro dinero para sus fines políticos, para armar fiestas y conciertos, nos obligan a financiarles no solo su tren de vida de ricos y famosos, sino que también sus costosas campañas de propaganda que tratan de convencernos de que lo están haciendo de maravillas.
En la ecuación del SENIAT, la representación brilla por su ausencia, los que pagamos no estamos representados, y mientras tanto, el Presidente reclama poderes extraordinarios para manejar a su antojo nuestras vidas… ¿Y entonces?    - saulgodoy@gmail.com






No hay comentarios:

Publicar un comentario