miércoles, 10 de febrero de 2016

La Cultura en el nazismo



Cuando me aproximo a la historia de la Alemania nazi siempre quedo impresionado por la manera en cómo Hitler y sus adláteres entendieron y manejaron la cultura como tarea de Estado.
El tema del gobierno, cualquiera que este sea, haciendo cultura, me interesa, en especial cuando encuentro ese ánimo de influir, dirigir, canalizar, conservar, desarrollar la cultura hacia metas específicas.
La historia nos brinda una magnífica oportunidad de observar estos hechos a cierta distancia y poder aprender de ellos, de sus aciertos y errores.
El periodista e historiador William L. Shirer
Se trata de un tema espinoso; por un lado los nazi crearon una sofisticada maquinaria cultural con la que canalizaron ideas, mentiras, sueños y muerte, por el otro, quienes dirigieron el aparato cultural del Estado fueron los padres de la propaganda moderna, pioneros en el uso de los medios masivos de comunicación, manipuladores expertos de los mensajes y el contenido de las artes.
Crearon una política cultural inédita en la historia usando un programa de desinformación y un implante de valores nunca antes practicados sobre una población.
Con ello se logró el desplazamiento de una visión de ver el mundo (weltanschuung)  por una imposición cultural con aires milenarios y exageradamente personal.
El nacionalsocialismo alemán tiene nombre y apellido: Adolfo Hitler.
La cultura nazi parte de la idea de un nuevo Reich, de un imperio, la connotación política es evidente. Ningún sistema cultural estatal es inocente de intención, todo sistema se nutre de los hombres que controlan el poder de una nación, las ideas de estos hombres mueven la cultura institucional, de allí que consignas como “Suelo y sangre”, la promoción de los ideales nacionalistas, todo desembocaba en la necesidad de un líder.
Es común que se hable de propaganda y no de cultura cuando se trata del nacionalsocialismo alemán, pero los hechos demuestran que fue algo más profundo que simple propaganda lo que afectó al alma germánica.  Si entendemos la cultura como proceso, la Alemania Nazi fue un producto depurado y letal.
Debemos destacar dos puntos importantes en nuestro breve ensayo; las ideas del nazismo fueron diagramadas con mucha claridad, los objetivos eran inequívocos, en segundo término, el éxito que alcanzaron no se discute, el esquema cultural que plantearon funcionó mientras no fueron derrotados.
William L. Shirer fue un periodista norteamericano que vivió y  estudió el triunfo de Hitler y el nazismo, en su extraordinaria obra El auge y la caída del Tercer Reich, uno de los libros más premiados del siglo XX nos recuenta: “...en el tardío verano de 1934 que fui a vivir a Alemania, hubo mucho que impresionaba, desconcertaba y preocupaba a un observador extranjero acerca de la nueva Alemania.  La mayor parte de los alemanes no parecían darle importancia a que sus libertades personales habían sido despojadas, que mucha de su cultura había sido destruida y remplazada con un barbarismo sin sentido, o que sus vidas y trabajos estuvieran regimentadas a un grado nunca antes experimentado, aún por gente acostumbrada a una gran dosis de regimentación...  La Purga de Sangre del 30 de junio de 1934, fue un aviso de lo rudo que podían ser los nuevos líderes.  Sin embargo el terror nazi de los primeros años afectó  la vida de relativamente pocos alemanes y a un observador recién llegado le era de alguna manera sorpresivo, ver que la gente de este país no parecía sentir que era manejada y sometida por una inescrupulosa y brutal dictadura.  En lo contrario, ellos la apoyaban con genuino entusiasmo...”
No hay propaganda capaz de hacer esto, se trataba más bien de un cambio profundo de valores que dominó incluso los más elementales instintos de sobrevivencia y humanidad.
Willian L.Shirer presenció la quema de libros, por parte de estudiantes de la Universidad de Berlín en la plaza de Unter den Linden, vio arder sinagogas e iglesias cristianas mientras los incendiarios gritaban “Una nación, un Reich, una fe”, fue perseguido y atacado por sus reportajes sobre la cuestión judía mientras cubría las Olimpíadas en Berlín, conoció de cerca la cara más horrible de aquella cultura.
Esa cultura emanaba de unas personalidades específicas, una de las que más brilló e influenció los cambios culturales de Alemania fue el Doctor Goebels ministro de propaganda del Reich.
Recordemos que luego de la primera guerra mundial, Alemania fue puesta bajo un régimen “especial” de tutela y vigilancia por las naciones europeas, el tratado de Versalles prohibía expresamente que se rearmara y amenazara de nuevo la paz mundial.
Fue un régimen humillante y duro para el país que tuvo que recuperarse de la derrota y pagar los daños y compensaciones a sus enemigos, pero atención en un detalle; la derrota para Alemania no significó la destrucción  del Deutchland.
Alemania había peleado la guerra fuera de sus fronteras de modo que su capacidad productiva no fue gravemente afectada, aunque si tuvo que pagar por los destrozos que había ocasionado. Sesionaron su soberanía  y sobrevino una terrible crisis económica.
El orgullo nacional y su capacidad de disciplina logró superar esas crisis, el pueblo se entregó al culto del mito, un mito manipulado con maestría por los nazi.
Algunos estudiosos del fenómeno del nazismo se retraen al siglo XIX en Alemania donde por complejas razones históricas, prevaleció en pensamiento abiertamente antidemocrático.
El Estado prusiano implantó un sistema político administrativo en base al respeto absoluto a la autoridad y las jerarquías, al orgullo de ser alemán, culto al ejército, espíritu de sacrificio, no era difícil desembocar en la imagen del alemán conquistador.
Pensadores como Friedrich List y Friedrich Ludwig Jahn establecieron las bases del edificio ideológico que predicaba un antisemitismo militante y hacían un llamado a lo germano como única y sagrada opción de vida.
Un siglo después, los discursos de Hitler estaban preñados de estos ecos que enardecían a las masas arias.
Con Bismarck en el poder se fomentó entre la juventud la pertenencia a grupos nacionalistas como la Asociación de Estudiantes Alemanes, quienes navegaron a gusto en estas corrientes que tenían como enemigos al liberalismo, al naciente movimiento obrero y a las ideas republicanas.
El imperialismo alemán supo cultivar a sus más jóvenes generaciones en un ambiente segregacionista y marcado por un fuerte chauvinismo hacia todo lo que era alemán: las artes, la ciencia, las humanidades, los deportes... si no era alemán no valía la pena.
Joseph Goebels se educó en el culto de esa reacción nacionalista, realizó su preparación académica en literatura germánica obteniendo un doctorado en la especialidad de la universidad de Heidelberg.
Fue uno de los pocos oficiales con título profesional del entorno de Hitler, llegó a ser Ministro de Propaganda y uno de los hombres que más influyó en el Fuehrer.
“... sin embargo, el activista político medio carecía de una educación profesional.  De los 50 Reichleisters y Gauleters, la élite del liderazgo, sólo diez completaron la universidad... la mayoría no había pasado de la secundaria.  Casi todos desplegaban una increíble pesadez mental.  La media educativa no correspondía a un país que se había caracterizado por poseer un nivel intelectual alto...”   nos indica Albert Speer, el Ministro de Armamento en su libro, Inside of the third Reich.
Goebels era una de las excepciones; altamente inteligente, preparado, ambicioso y un cultor de la imagen de Hitler.
Este tenebroso personaje entendió y manipuló los hilos de la cultura alemana de manera eficaz para sus propósitos, su ejemplo aunque terrorífico, vale la pena estudiar.
En ese mismo año de 1933 la Cámara de Cultura del Reich estaba bajo la jurisdicción del Ministerio de Propaganda, la misma Cámara que bajo la dirección del Dr. Goebles dictó la ley que establecía: “En orden con seguir la política cultural de Alemania, es necesario recoger a todos los creadores artísticos en todas las esferas y unificarlos en una organización bajo el liderazgo del Reich.  El Reich debe, no solo determinar las líneas de progreso, mental e espiritual, pero también debe dirigir y organizar las profesiones.”
Y las Bellas Artes fueron subyugadas; la música, el teatro, la literatura, la prensa, la radio y las películas fueron controlados de manera absoluta.
Ningún medio de comunicación o expresión artística se salvó del estricto control del partido, no había manera de decir no a las exigencias del Ministerio, los disidentes, así como los judíos fueron incomunicados, despedidos de sus trabajos, imposibilitados de ganarse un sustento y algunos encerrados en campos de concentración y asesinados.
Los libros se quemaban, las obras de arte se recogieron de los museos, las obras de teatro eran censuradas, los conciertos vigilados para que no fueran de autores ni intérpretes de razas inferiores, las películas eran financiadas solo si complacían a Herr Doctor,  la radio se usó para desinformar.
La arquitectura sirvió a un amo cruel e inhumano, la escala de las obras del Reich eran descomunales, el diseño encontró por primera vez una intención política, todos los símbolos, los trajes, la decoración, la tecnología fueron utilizadas en una propuesta de dominio mundial, dominio por las fuerzas oscuras.
El oprobiosos ministro de propaganda del Reich Dr. Goebbles
El Estado financió una cultura de epopeya, de gran misión, de héroes y destinos basados en una política de opresión: la cultura del fascismo.
La educación académica sufrió un fuerte impacto, un país que venía de tener las mejores escuelas de occidente, de la noche a la mañana las universidades estaban intervenidas, se reestructuró el sistema de enseñanza escolar para la indoctrinación, el profesor Bernhard Rust, un viejo amigo de Hitler, rector de escuela de provincia y desempleado por mucho tiempo, fue nombrado Ministro de Ciencia, Educación y Cultura Popular y sus palabras en 1933 fueron las de“liquidar a las escuelas como instituciones de acrobacias intelectuales”
Hitler no quería alumnos, deseaba reclutas para su ejército y trabajadores para las fábricas, la educación cambió a un régimen marcial de entrenamiento político y de servicio social.  Los maestros que no se ceñían a los nuevos programas eran expulsados, el énfasis de la enseñanza era en las doctrinas raciales de Hitler. 
Empezó a enseñarse la Física Alemana, la Química Alemana, las Matemáticas Alemanas... las ciencias exactas tuvieron un grave retroceso.  Muchas mentes brillantes tuvieron que escapar, pero solo fue una minoría, aquellos enclaves intelectuales que eran las universidades, que se suponían ofrecerían resistencia al embate de la barbarie se vendieron a la idea del gran imperio nazi, el nacionalismo atacó los claustros educativos y venció a las mentes como una peste mortal.
Los jueces de la muerte jurando su lealtad al Fuhrer
Dominados los movimientos religiosos, acallada la crítica, el partido supervisando los nombramientos de profesores y controlando las organizaciones de estudiantes, escrutando cada “item” publicado en el país, enviando a los niños a estudiar en escuelas de las Juventudes Hitlerianas.
Nos informa Shirer:“Los padres encontrados culpables de mantener a sus hijos fuera de las organizaciones juveniles nazi eran sujetos de severas sanciones incluyendo prisión “. 
El país estaba unido, el pensamiento era para Alemania y por Alemania.
Los museos, galerías y exposiciones de artes plásticas fueron intervenidos de inmediato, se favoreció al arte “Kitsch”, el arte barato y en serie, había una posición oficial que apartaba todo arte que iba en contra del ideal nacional.
Las pinturas de temas rurales, de gente trabajando, los temas de mitología  e historia gloriosa alemana se exaltaron.
El control de la prensa y la manipulación de la información fueron tan efectivos que Europa completa estuvo en jaque ante la avalancha de informaciones falsas, de buenas intenciones y deseos de paz y convivencia que los medios informativos publicaban. La verdad sea dicha, los nazis le daban al mundo la información que querían leer, ver y escuchar, mientras sus divisiones blindadas se preparaban para el asalto final.
El periodismo nazi se caracterizó por crear la noticia, preparaban el escenario, creaban la crisis y la reportaban a su favor, haciéndose ver como víctimas unas veces y como justicieros en otras.
Los "escuálidos"del régimen Nazi
El asesinato, el sabotaje, incendios y ataques en contra de sus nacionales era meticulosamente preparado para confeccionar la excusa para la represalia.
En laboratorios de guerra sucia fueron maestros.
En cuanto a la literatura, Lionel Richard, el agudo crítico francés, en su obra Nazismo y Cultura nos explica: “No había nada original en las concepciones expuestas por Die Neue Literatur, nada que pudiera presentar algún carácter novedoso: es esencialmente el “retorno al pasado” el que forma la base de esa “revolución” literaria. ¿Cual pasado? El que va a lo más profundo de la lengua alemana. Desde hacía decenas de años, Adolf Bartels vociferaba contra la corrupción de la lengua alemana por palabras extranjeras. A partir de 1933, pudo predicar abiertamente con el apoyo de sus adeptos, en favor de una lengua purificada: había que limpiarla del “intelectualismo degradante” (en la base del cual se encontraba el elemento judío y marxista) y volver a la ¨lengua primitiva de los campesinos”.
Hitler al lado de la directora de cine Leni Riefenstahl
Bajo estas condiciones fueron muchos los artistas e intelectuales alemanes que prefirieron el exilio, pero otros se quedaron, unos se fueron a los bosques y guardaron silencio, otros trabajaron con el régimen deslumbrados por las glorias de su raza y sus dirigentes.
George Steiner, en 1967, cuando las heridas de la guerra ya eran cicatrices, dijo de la experiencia nazi: “Nosotros que lo heredamos, no podemos considerar de manera inocente la literatura, el lenguaje, la educación pues no ignoramos que una persona puede leer a Goethe, o a Rilke de noche, tocar Bach o a Schubert, y al día siguiente continuar sin equivocarse su horrible trabajo en un campo de concentración”.  -  saulgodoy@gmail.com








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