jueves, 4 de febrero de 2016

La justicia vendida


Hay algo verdaderamente sucio y enfermo en el manejo que se le pretende dar a una institución como el Tribunal Supremo de Justicia, para llegar a reducirla a un alfil sacrificable en el absurdo juego de ajedrez en que en han convertido la revolución socialista bolivariana.
Maduro está escondiéndose detrás de las faldas de la magistrada Gutiérrez, sirviéndole de escudo ante el inminente derrumbe de su régimen, y la juez se ha prestado, y he llegado a creer, que así lo entiende ésta jurista, que su tribunal, que la máxima instancia de la justicia en Venezuela, pueda servir de último reducto a uno de los bandoleros y criminales más connotados de nuestra historia roja.
A Maduro no solo lo rozan las imputaciones de corrupción, de perjuro, de indocumentado, de narcotraficante, de terrorista, de mafioso, de mentiroso, de conspirador, de traidor a la patria, de genocida, de agente de un gobierno extranjero, de abusador y matón, y cuando digo lo rozan, es porque todos los indicios, en varios casos deimportancia pública lo tienen como sospechoso, y apuntan de manera bastante directa de su participación y autoría en la mayor parte de estos crímenes.
El que sea presidente de la república es un hecho meramente accidental, se confabularon circunstancias que así lo hicieron, la mayor parte de ellas planificadas, falsificadas y trampeadas, ni ganó limpiamente el cargo ni se ha mantenido en él por una labor meritoria y proba, pero lo peor, es que se vale de la prerrogativas de su investidura y su poder en el PSUV, para manipular a su antojo al resto del gobierno, su gobierno, el gobierno revolucionario, que no es lo mismo que el gobierno de Venezuela.
El 6D el pueblo de Venezuela se expresó con contundencia y la mayoría deliberante le retiró su favor, el mandatario perdió el apoyo popular, su gobierno representa a una minoría, violenta, resentida, vengativa pero sin piso político, a lo sumo tendrá el apoyo incierto de algunos altos militares, buscados la gran mayoría, por crímenes internacionales, de unas montoneras que cobran por asustar y matar y de unos funcionarios, todos pertenecientes al partido de gobierno, asustados de sus largos rabos de paja.
Este pobre hombre, pobre de intelecto y de recursos morales, ya no puede seguir manteniendo la costosa fachada mediática que pretende mostrarlo como el presidente de los venezolanos, el mismo insiste en que su gobierno es socialista, que gobierna para los pobres, que él es el pueblo.
Pero la realidad es terca, día a día, minuto a minuto las calles de nuestro país lo que traen son lamentos de familias en luto, olores de miseria y decadencia, largas colas de gente necesitando alimentos y medicinas, maldiciones de desempleados, de gente que no les alcanza el dinero para comprar lo más básico, de niños que ya no van a la escuela porque no tienen con qué desayunar y menos, para pagar el autobús.
La quiebra del país no puede ser más profunda, no son las fábricas cerradas, los predios agrícolas abandonados, los pueblos sin agua y sin luz, las fronteras abandonadas, los supermercados y bodegas vacíos, las carreteras llenas de huecos y los pueblos llenos de basura, no, lo peor sucede dentro del pecho de cada venezolano que vive con horror la desasistencia de un estado fallido en proporcionarle lo más elemental para poder vivir, no hay seguridad, no hay salud, no hay trabajo, no hay comida, no hay justicia.
Y aquí volvemos a los ámbitos donde la magistrada Gladys Gutiérrez está cambiando la naturaleza y los principios de la institución, que le fue encomendada para que funcionara de acuerdo a la Constitución y las leyes de la República, porque el TSJ es la instancia donde el pueblo de Venezuela debería encontrar lo único que no necesita dólares ni petróleo para que funcione, pues se trata de la casa de la justicia, donde deberían privilegiarse lo que es justo, equitativo y ético.
Pero en vez de justicia, lo que se maneja es política y de la barata, de la que convierte la sede del más alto tribunal en otra “concha” para que el malhechor se esconda del pueblo a quien ha engañado y manipulado de la manera más vil y cobarde, porque Maduro, el PSUV y los chavistas engañaron al pueblo, ofreciéndole el cielo en la tierra mientras despalillaban las arcas públicas y dejaban al país no solo desabastecido y con deudas, sino enfermo, mortalmente enfermo.
La historia fuera sencilla si Maduro fuera sólo a esconderse en el TSJ para rehuir de sus responsabilidades, pero no, lo que quiere es continuar en el poder, profundizando su revolución y para ello quiere desconocer las leyes y la voluntad popular, la Nueva Asamblea Nacional ahora en manos de las fuerzas de la oposición, está tratando de revertir la dirección y la intensidad de la crisis nacional en que nos ha sumido la revolución socialista bolivariana, y Maduro, como buen guapetón de barrio que es, por ignorante y mala persona, lo que quiere es seguir maltratando al país, volverlo más ruinosos de lo que se encuentra, hundirlo más y más en la crisis, y lo hace no porque está ciego ideológicamente y no puede comprender lo que está sucediendo, sino que quiere un enfrentamiento con el poder legislativo porque es un cobarde y porque nunca fue un demócrata.
En una actitud digna de un “pran”, atrapado en un callejón sin salida, prepara sus armas para vender cara su vida.
Maduro ve en el TSJ un arma, un objeto contundente con el que puede romper cabezas y hacer daño. Lo considera de su propiedad, pertenece a la revolución no al país, porque si fuera el tribunal de todos los venezolanos, los magistrados de ese tribunal hace rato hubieran delimitado muy bien su papel en este final de ciclo de la revolución, y aunque sea por una sola vez, el pueblo de Venezuela hubiera salido con un pronunciamiento a su favor.
Y así como si fuera un arma, como si el TSJ fuera un revolver, el Teniente Diosdado Cabello, en las horas últimas de su mandato en la pasada Asamblea Nacional, cargó el arma con magistrados que no iban a dar justicia, sino muerte, muerte a la democracia, a la voluntad popular, a la soberanía de un país en manos de unos criminales.
El Tribunal Supremo de Justicia no le pertenece al país, le pertenece a un cartel del crimen cuyas siglas son el PSUV, una fachada de partido supuestamente democrático que se ha encargado de privatizar a todas las instituciones para que fueran manejadas por unos capos de la mafia, por unos multimillonarios del socialismo que decidieron, luego de 17 años de pillaje, no irse por la buenas.
El juego se ha convertido en un perder-perder, en éste enfrentamiento nadie gana, si logran su propósito, el país no saldrá de la caída en barrena en el que viene, no habrá país para nadie, ni para la magistrada Gutiérrez y su familia, ni para la hija de Diosdado, ni para los Flores, ni para los Chávez y mucho menos para los hijos y nietos de todos esos militares que están viendo este deprimente espectáculo, como si la cosa no fuera con ellos.
La oposición sabe que el juego que tiene adelante es uno de desgaste, pero no hay tiempo para el desgaste, no hay tiempo para seguir en este juego constitucional, las reglas en Venezuela desde hace ya un tiempo no existen, por lo que propongo, convocar inmediatamente al soberano y llevarlo a la calle para que ajuste cuentas directamente con los culpables de sus calamidades, del hambre y la mortandad que sufren, porque la crisis apenas comienza y ya no estamos para seguir en esta pelea por la botella vacía.  -  saulgodoy@gmail.com









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