jueves, 4 de febrero de 2016

Imperio


El libro de Niall Ferguson, Empire, El levantamiento y la desintegración del orden mundial británico y las lecciones para un poder global, (Basic Books, New York, 2002), lo recomendaría a todos los amigos chavistas que tienen al imperio como criatura del mal, por dos razones fundamentales, la primera, lo que ellos tienen por imperio no es más que una grotesca caricatura, alimentada por la ignorancia y la desinformación comunista, la segunda: no hay manera de entender la globalización sin pasearnos primero por esta aventura colonial que capturó para los intereses británicos, una tercera parte del mundo.
El historiador Niall Ferguson
A Ferguson aparte de haber probado ser un acucioso historiador, tiene la habilidad de poner en papel el relato interesante y ameno de grandes períodos históricos, algo que no es fácil de lograr debido a las complejidades y los resúmenes obligados para no perder el objetivo de sus investigaciones.
Cuatro siglos de historia son resumidos en Empire paseándonos por importantes sucesos políticos, religiosos, tecnológicos, artísticos y, por supuesto, militares en un intento por explicar uno de los aspectos más importantes de la historia de occidente, el impulso indetenible del pueblo inglés por la conquista y el dominio, debo insistir, se trata de la historia colonial más grande del mundo contado desde el punto de vista de sus promotores.
Leer Imperio es enterarnos de la historia del capitalismo y de ese avasallante deseo que bien lo resumió el escritor Joseph Conrad en uno de sus relatos, La avanzada de civilización, porque no hubo motivación más genuina en este proyecto colonial que “civilizar”, aunque la verdad sea dicha, del propósito a la realidad hubo un gran trecho lleno de injusticias, crímenes, sangre, guerras y saqueos.
La fuerza espiritual que motivaron estas aventuras tiene en la colonización de norte América uno de sus mejores ejemplos, sectas religiosas fundamentalistas buscando su libre desarrollo en territorios ignotos, o como en el caso de África, grupos misioneros organizados en campaña por la catequización del continente negro (trataron de hacer lo mismo con China).

Nos pinta con descarnada objetividad y detalle los intereses comerciales que movieron esta empresa y explica como difería de la colonización española, en el que el capital privado y los empresarios
jugaron un papel mínimo, muy por el contrario, el Imperio Inglés se construyó en una de las asociaciones más exitosas entre el Estado y la empresa privada.
Durante su lectura nos enteramos de cómo nació el negocio de los esclavos para que sirvieran como fuerza laboral en las plantaciones caribeñas de caña de azúcar, y en los extensos algodonales del sur del Mississippi, pero también como fueron los mismos ingleses, años después, los promotores de las luchas antiesclavistas en el mundo, que pusieron a la Royal Navy a perseguir buques negreros en todos los océanos para detener esta inhumana práctica (a Brasil prácticamente lo obligaron a detener el tráfico de esclavos a punta de cañón).
Pero intentando adecentar su ímpetu colonial erradicando la esclavitud, se metieron de nuevo en aguas turbias al promocionar y defender el negocio de los narcóticos con la guerra del opio en China.
Ferguson hace un buen trabajo al explicarnos la colonización de la India, uno de los intentos monumentales de civilizar a todo un continente por medio de componendas políticas, astutas negociaciones mercantiles  e implacable uso del poderío militar, solo al final del libro puede el lector comprender como pudo el Imperio Británico, en un momento dado, hacerse cargo de un país con más de 400 millones de personas, con solo 1000 funcionarios civiles y 22.000 tropas y
oficiales ingleses… hasta que vinieron los aires de independencia.
Cecil Rhodes una de esas figuras icónicas del Imperialismo Inglés escribía a finales del siglo XIX: “Somos la primera raza del mundo, y mientras más del mundo habitemos, mejor será para la humanidad”.
Rhodes hiso su fortuna en Suráfrica en el negocio de los diamantes con la compañía De Beers, allí conoció al banquero Rothschild, quien le financió la aventura de conquistar el territorio más rico en oro de África, con su pequeño ejército de mercenarios (fue uno de los primeros en utilizar la ametralladora Maxin), masacró la resistencia aborigen y fundó el país de Rhodesia.
El libro nos da cuenta de las posesiones británicas durante su período colonial en el mundo, que se adentra en el siglo XX, incluyendo entre otras a Canadá, Australia, Fiji, Nueva Zelanda, Indochina, Suráfrica, Guyana, sus aventuras territoriales en el medio oriente, países que le deben mucha de su historia al Imperio Británico, empezando por el predominio de la lengua y la cultura inglesa. 
Y aunque el llamado Commonwealth, vestigio de ese imperio, no pase hoy de ser una subdivisión de las Naciones Unidas o del Comité Internacional Olímpico (agrupa en su seno a 54 miembros), nos recuerda que en algún momento, el mundo era su ostra.  -    saulgodoy@gmail.com


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