miércoles, 17 de febrero de 2016

¿Robinson o Gramsci?


Antonio Gramsci (1891-1937) era un escritor comunista que tiene una inmensa ascendencia entre los revolucionarios chavistas, durante el tiempo que pasó en la cárcel bajo el mandato de Mussolini en Italia, escribió unos cuadernos donde planificó de manera detallada lo que llamó el dominio hegemónico de un régimen sobre la población.
No es otra cosa que un plan de control mental a gran escala, usando las herramientas de la ideologización por medio de la educación y la propaganda, para cambiar la percepción de la realidad de las masas por medio de la destrucción del “sentido común” y la sustitución de valores en el individuo.
Buena parte de los conceptos emitidos por los funcionarios del gobierno revolucionario bolivariano y por el dictador Maduro tienen su origen directo en las ideas de este atormentado hombre, las ideas sobre educación, cultura, medios de comunicación, ideología y la creación del nuevo hombre tienen en los escritos de Gramsci el recetario de donde emanan tanto sin sentidos y maldad.
En una carta a su cuñada decía en referencia a la educación de su niño mayor: “¿Por qué haberlo forzado de pequeño a que se acostumbre a vestir como los demás? ¿Por qué no haber dejado a su libre personalidad también el modo de vestirse y haberlo forzado a un conformismo mecánico? Habría sido mejor dejar a su alrededor los objetos de uso y esperar luego a que él eligiera espontáneamente: ¿los calzoncillos en la cabeza, los zapatos en las manos, los guantes en los pies, etc.?; o mejor todavía, ponerle cerca vestidos de arrapiezo y de niña y darle libertad de elección. ¿No te parece?
Impresionado por la influencia de la Iglesia Católica sobre la sociedad de su tiempo, Gramsci se dispuso hacer del marxismo algo parecido, para ello debía enraizar las doctrinas marxistas en el alma de los hombres, de allí que el tema de la educación se convirtió en leit motiv de gran parte de su obra.
Su pensamiento influyó de manera importante, a ese otro escritor comunista brasilero, Paolo Freire, que tanto citan nuestros comunistas endógenos, y tenían a ambos como faros que iluminan esta avanzada por el control de la formación de las mentes de las jóvenes generaciones de venezolanos.
Gramsci propone influenciar directamente a las personas en sus ámbitos emocionales y de imaginación, por ello los niños son importantes, como no tienen desarrollado aun el sentido crítico, los manipuladores comunistas pueden dejar “huella” en sus mentes y prepararlos para el socialismo.
Esta influencia debe hacerse despacio pero constantemente, sustituyendo en la mente de los jóvenes todos los valores que le han sido inculcados por sus padres y la sociedad, deben desmontarse pieza por pieza, utilizando para ello la mentira, las medias verdades, los sofismas.
La propaganda del Estado que debe constar de una nueva historia patria, con nuevos héroes y eventos, con figuras que poco a poco vayan sustituyendo el santoral cristiano por uno de mártires revolucionarios, que en nuestro caso serían los pistoleros de Puente Llaguno, el Diputado Serra, los pranes, el bandido de Zamora, el Ché Guevara y tantos otros criminales del Partenón chavista.
Es un deber para Gramsci romper con el conocimiento en su forma racional, que un individuo sea incapaz de reconocer la verdad de la mentira, abolir su sentido crítico, desarraigar cualquier concepción filosófica de la tradición occidental para inculcar en su lugar la visión política del momento, convertir a ese ser en una expresión y vocero de las necesidades del régimen, de las inclinaciones de sus líderes, de las expresiones de su “clase social”, hacerlos, en una palabra, instrumentos ciegos del comunismo.
Dice Gramsci: “Creer que una concepción del mundo pueda ser destruida por críticas de carácter racional es una superstición de intelectuales fosilizados. Cuántas veces no se ha hablado de ‘crisis’ de la filosofía de la praxis? y ¿qué significa esta crisis permanente? ¿No significa, acaso, la vida misma que procede por negaciones de la negación?
Para ello Gramsci pregona una cruzada ética, una confrontación de valores que es llevada a términos de una guerra y en donde al hombre socialista se le da por adelantado una carta absolutoria de cualquier crimen que pudiera cometer en nombre de la revolución.
El profesor y filósofo brasileño Olavo Caravhalo lo expresa de la siguiente manera: “…el publico nacional ignora la inspiración directamente gramsciana del Movimiento por la Ética en la Política y no sospecha en lo más mínimo que su único objetivo es politizar la ética, canalizando las aspiraciones morales más o menos confusas de la población para que sirvan a los objetivos que no tienen nada que ver con lo que un ciudadano común entiende por moral. El Estado Ético no solo es compatible con la completa inmoralidad, sino que en realidad la requiere, pues consolida y legitima dos morales antagónicas e inconciliables, donde la lucha de clases es colocada por encima del bien y del mal y se convierte en un supremo criterio moral. A partir de ese momento, la mentira, el fraude o incluso el homicidio pueden ser encomiables, si son cometidos en defensa de “nuestra” clase mientras que la decencia, la honestidad, la compasión pueden tener algo de criminal, si favorece a la clase adversaria.”
Esta ideología, por medio de los deseos, sueños, anhelos y temores, conquista el corazón de la masa idiotizada y carente  de formación y afecto, les ofrece ser “camarada”, les da un uniforme, un catecismo, la oportunidad de expresar sus confusas ideas en círculos, foros y programas de televisión donde se encuentran con gente igual a ellos, donde se dan no solo la razón y apoyo sino que se les quita cualquier oportunidad de pensamiento libre y crítico.
Por medio de las misiones o programas de gobierno encuentran emolumentos económicos, créditos, posibilidad de acceder a servicios públicos y sin dejar de ser manipulados se encuentran finalmente conectados, agradecidos y comprometidos con un proceso y un líder que al momento de decir que la tierra es cuadrada y el sol un bombillo, todos, al unísono repetirán cualquier mentira como si fuera verdad.
Gramsci no es Simón Rodríguez, pero el proceso los confunde con el propósito expreso de hacernos creer que los niños uniformados, repitiendo como robots loas a Fidel y a Chávez, criaturas capaces de denunciar a sus propios padres como contrarrevolucionarios, vestidos como aborígenes para manifestar odio hacia el hecho del descubrimiento de América por Europa, niñas vestidas como bandoleras cantando el odio de clases zamorano durante la guerra federal, no son precisamente los ciudadanos que pensaba Robinson para nuestras repúblicas aéreas, sino el producto de una mente enferma y criminal como la de Antonio Gramsci que tanta aceptación ha tenido entre nuestros intelectuales “orgánicos”, seres emasculados de toda capacidad de pensar por ellos mismos. -  saulgodoy@gmail.com













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