martes, 8 de marzo de 2016

El espionaje durante la Conquista de América


La conquista de América afianzó en España su propia y turbulenta historia de espionaje, aquella gesta implicaba un descomunal esfuerzo por obtener y resguardar información de tierras y civilizaciones ignotas, pesaba mucho lo lejos que estaban las colonias de su Rey, los viajes por mar tardaban meses y cuando las órdenes y las noticias llegaban de un lado al otro, lo más probable es que las situaciones hubieran cambiado, algunas veces de manera drástica.
Esto explica el poder que tenía representantes del Rey, virreyes, gobernadores, jueces, Capitanes Generales, representantes del fisco en las tierras Americanas, los trámites, operaciones y campañas no podían esperar por las órdenes.
La conquista de América fue una empresa militar-religiosa, y aunque con los cronistas de indias hubo ejemplos notables de buena literatura, la mayoría de la correspondencia eran informes de inteligencia sobre lo que las expediciones encontraban a su paso y los sucesos que afectaban el éxito de las empresas.
Las primeras crónicas eran algo fantásticas e influenciadas por las novelas de caballería, tan populares en España; pero con los años se fueron haciendo más frías y al grano, la inteligencia se fue profesionalizando a medida que se mejoraban los mapas y se trazaban las rutas, las notas cambiaban de carácter al mismo tiempo que las poblaciones se fueron asentando y los gobiernos funcionaban.
Una buena parte de esta inteligencia eran inventarios, como diría E. Anderson Imbert en su Historia de la Literatura Hispanoamericana, pero llegaron hombres excepcionales como Hernán Cortés quien, según Imbert, “Fue el primer soldado que descubrió la grandeza de una civilización indígena. Era soldado y su fin, la conquista; pero mientras iba dominando por la persuasión, la intriga, la habilidad política, la mentira y la brutalidad, supo apreciar el valor de la organización social de los aztecas.”
Bernal Díaz del Castillo escribió: “Bien tengo entendido que los curiosos lectores se hartarán de ver cada día tantos combates, y no se puede menos hacer, porque noventa y tres días que estuvimos sobre esta tan fuerte y gran ciudad, cada día y de noche teníamos guerras y combates; por esta causa les hemos de recitar muchas veces cómo y cuándo y de qué manera pasaban...”   
Crónicas sobre el enemigo, su resistencia, sus fuerzas armadas, sus costumbres, sus tácticas, su manera de vida, sus creencias, sus sistemas de ciudades, sus maneras de guerrear, crónicas de hazañas que desde el mismo Cristóbal Colón eran escritas para el Rey y los españoles que quedaron atrás y esperaban ansiosos las noticias del nuevo mundo, que justificaran el enorme gasto que aquel esfuerzo implicaba.
Y se usó el espionaje; los españoles ganaban información de los indios enemigos utilizando la intriga, las envidias y desamores entre los indígenas, sus divergencias y conflictos internos, las promesas de poder y dominio sobre sus enemigos, las amenazas, la desinformación...
Porque la verdad era que cuando los conquistadores llegaron al nuevo continente, en muchos de los reinos e imperios que se encontraron, había fuertes enfrentamientos internos, luchas por el poder, guerras entre facciones y familias, hasta rebeliones contra el orden establecido y conflictos religiosos entre castas de sacerdotes locales.
Fray Jerónimo de Mendieta, en representación del clero, escribía a sus superiores de los indios americanos: “No se contentaba el demonio, enemigo antiguo, con el servicio que éstos le hacían en la adoración de cuasi todas las criaturas visibles, haciéndole de ella ídolos, así de bulto como pintados, sino que de más de esto los tenían ciegos en mil maneras de hechicerías, execramentos y supersticiones” 
Para justificar la empresa de dominio y explotación que habría de iniciarse en contra de las culturas indígenas. Ida Rodríguez Pranpollini en su obra Los Amadises de América  nos explica la visión de los misioneros: “...el verdadero agravio, consistía en toda una religión y cultos fundados en el demonio, poseedor indiscutido de las almas indígenas”.  
El mismo Juan de Castellanos en sus bellas Elegías de Varones Ilustres de India, retrató la aventura en esta campaña por un nuevo mundo, donde no solamente era factores de la Iglesia y de Dios, sino que en cumplimiento del deber, podía acceder a riquezas jamás soñadas; en un pugnante y elegante verso retrata la ilusión y el peligro de aquella apuesta:
                              “Veréis muchos varones ir en una
                                prosperidad que no temió caída,
                                y en éstos esta misma ser ninguna,
                                de su primero ser desvanecida,
                                usando de sus mañas la fortuna
                                en los inciertos cambios desta vida;
                                otros venir a tanta desventura
                                que el suelo les negaba sepultura.”
Cuando hay tantas riquezas y honores de por medio, una empresa de este tipo se hace peligrosa no tanto por los peligros que deben enfrentar en la lucha por la conquista, sino también, por las intrigas, traiciones, crímenes que todo aquel oro y riquezas producían en sus almas.
La tropa se rebelaba contra el jefe, se acusaban los amigos entre sí, la desconfianza hacía que se urdieran planes y se levantaran reportes incriminatorios, acusaciones y la inteligencia empezó a ser usada entre ellos, para desbancar al oficial superior, por codicia y por venganza, las cartas iban y venían informando mentiras y tejiendo trampas.
Era el ambiente perfecto para el espionaje y el contraespionaje, no sólo entre españoles sino también entre aquellos nuevos personajes que van surgiendo y reclamando sus derechos.
Guillermo Diaz-Plaja en su libro Hispanoamerica en su Literatura nos recuenta: “A los pocos años del Descubrimiento, la conquista se convierte en instalación. Las expediciones militares van jalonando los inmensos territorios de concentraciones humanas, que constituyen un nuevo tipo de español: el español indianizado, el indiano.”
Debemos mencionar también a las viejas y nuevas potencias europeas, que no se iban a quedar tranquilas ante tales descubrimientos de riquezas; los otros reinos también querían su parte del botín y no le hicieron la vida fácil a España.
Holanda, Inglaterra y Francia no sólo establecieron bases de operaciones en el nuevo mundo para monitorear los movimientos del imperio español, asaltar sus cargas y envíos a Europa, sino que le disputaron territorio, y los conflictos entre reyes europeos fueron trasladados a sangrientas guerras en América.
Los intereses comerciales, militares y políticos chocaron de frente con la intención por parte de España, de declarar coto cerrado sus posesiones, a medida que consolidaban sus colonias en América, tuvieron que redoblar esfuerzos en custodiar y defender esos embarques, la inteligencia y por ende, el espionaje, se hicieron vitales para asegurar rutas comerciales y convoyes militares.
Una buena parte del dinero que se obtenía en la conquista era para financiar las guerras europeas y para sostener grandes contingentes de tropas en el Nuevo Mundo.
Los puertos de América empezaron a ser asaltados por piratas, que por su cuenta o al servicio de otras potencias, incursionaban con agresividad en las principales ciudades arrasando con todo a su paso, muchas veces tomando prisioneros y pidiendo rescate.

Las otras potencias extranjeras alimentaron cualquier descontento entre las poblaciones autóctonas y colonias para crear problemas y desestabilizar la zona. Fue así como se catalizaron los movimientos independentistas de los cuales hablaremos en una próxima entrega.  – saulgodoy@gmail.com

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