lunes, 4 de abril de 2016

El espionaje se pone pantalones largos



El espionaje dio un salto cualitativo cuando nacieron las cortes europeas, las reales y eclesiásticas. El entorno del rey y la reina eran especiales para la intriga y los secretos, al igual que las primeras cortes del papado, tan ocupadas en sostener y adquirir poder político sobre los asuntos mundanos. Los espías proliferaron y, con ellos, los acuchillamientos a la luz de la luna, los envenenamientos, desapariciones, secuestros y empezaron a sumarse las acusaciones de traición, que recaían inesperadamente sobre confidentes y hasta familiares reales.
La vida en la corte era bastante excitante y peligrosa, los favores y la venganza estaban ambas a un paso, un día se era héroe y favorito del rey, el otro tenías que huir intempestivamente en el medio de la noche, para no perder la cabeza.
Sir Thomas Walsingham el gran maestro del espionaje
Hay quienes opinan que la historia moderna del espionaje se inició con Sir Thomas Walsingham (1532-1590), abogado y diplomático al servicio de la Reina Elizabeth I, un hombre de gran cultura, un protestante militante que inclinó la balanza en contra de los católicos, sobre todo en contra de España quien tenían en este arriesgado personaje un formidable enemigo, fue uno de los causantes de las pérdidas de sus posesiones en los países bajos, de importantes derrotas para la Armada Española, de innumerables asaltos a las rutas comerciales y colonias españolas en América. Walsingham contaba con una importante red de espías católicos que hicieron posible el arresto y la ejecución de Mary Stuart, Reina de Escocia, logró desactivar varios atentados en contra de su reina de quien llegó ser Secretario Principal y consejero, evitó en las cortes matrimonios con la nobleza española, financió operaciones y facciones de hugonotes en Francia y Suiza. Pasó a la historia como un despiadado interrogador siempre usando la tortura, mandó a eliminar a un gran número de personalidades “inconvenientes” para los intereses de Inglaterra en toda Europa, disponía de su propia sección de criptógrafos expertos, para descifrar y cifrar documentos secretos y calígrafos para falsificar cartas y firmas.
Entre los aspectos interesantes de su vida se encuentra que fue el gran promotor de Sir Francis Drake, fue uno de los financistas del viaje alrededor del mundo de este osado pirata y agente provocador. Walsingham fue uno de los primeros en usar intelectuales en misiones de espionaje como fue el caso del famoso escritor de teatro Christopher Marlowe (también algunos investigadores le acusan de su muerte) y del enigmático Giordano Bruno.
Walsingham hizo una contribución importante al mundo del espionaje, elevando su categoría de artes negras, a políticas de seguridad de Estado.
El mismo Francisco de Miranda, uno de nuestros máximos próceres, llegó a formar parte de una de aquellas cortes europeas, quizás la más grande y poderosa de su época, con Carlos III ciñendo la tiara en Madrid. En el otoño de 1778 la reina madre de Portugal debe regresar a Lisboa luego de su estancia como invitada de honor de los reyes de España, el joven capitán Francisco de Miranda le corresponde el honor de escoltarla de vuelta. Las envidias y el resentimiento de algunos comandantes al ver a un “indiano” llevarse tal honor no se hicieron esperar; para colmo de males la Inquisición arrestaba e incomunicaba a los nobles que habían ayudado en la corte de Madrid al joven americano. Un rencoroso oficial de apellido Roca arresta a Miranda, dando inicio así al cúmulo de intrigas que obligarían finalmente a Miranda a desertar del ejército español y convertirse en uno de los espías itinerantes más importantes del siglo XVIII.
En una reveladora carta a Cagigal, su superior y amigo que lo protegió de tantas intrigas en América, le escribe: “Sin embargo para que V. proceda con todo conocimiento que es indispensable en los asuntos, a fin de que salgan conformes con la idea del interesado, le diré que la mía, en dirigirme a los Estados Unidos de América, no sólo fue por sustraerme a la tropelía que conmigo se intentó, sino para dar al mismo tiempo principio a mis viajes en países extranjeros, que sabe V. fue siempre mi intención concluida la guerra. Con este propio designio he cultivado de antemano con esmero los principales idiomas de la Europa que fueron la profesión que desde mis tiernos años me colocó la suerte y mi nacimiento. Todos estos principios (que aún no son otra cosa), toda esta simiente que con no pequeño afán y gastos se ha sembrado en mi entendimiento por espacio de treinta años que tengo de edad, quedaría desde luego sin fruto ni provecho por falta de cultura a tiempo. La experiencia y conocimiento que el hombre adquiere visitando y examinando personalmente con inteligencia prolixa en el gran libro del Universo: las sociedades más sabias y virtuosas que le componen, sus leyes, Gobierno, Agricultura, Política, Comercio, Arte Militar, Navegación, Ciencias, Artes, etc., es lo que únicamente puede sazonar el fruto y completar en algún modo la obra magna de formar un hombre sólido y de provecho.”   Son palabras que corresponderían a un hombre que sabe que su vida depende de la información.
Francisco de Miranda, el agente operativo mas buscado
Otro americano, Benjamín Franklin, Embajador de los Estados Unidos de Norteamérica en París, organiza desde la embajada una extensa red de espionaje y acciones encubiertas que facilitarán el financiamiento francés a favor de la revolución americana y el descalabro de los planes ingleses por mantener el control de sus colonias. Nathan Miller en su ilustrativo libro Spying for America nos dice: “Benjamin Franklin irradiaba un aura de buena voluntad; científico, estadista y sabio, parecía mirar al mundo con una asombrada benevolencia. Pero detrás de esa fachada existía un maestro de la intriga. Era un consumado manipulador de hombres e ideas; por dos décadas, Franklin sirvió en Londres en un cargo semidiplomático como agente colonial de Pennsylvania y otras colonias.. Cuando el Congreso Continental inició una campaña secreta para ganar adeptos extranjeros a la causa de la independencia, naturalmente escogió al más experto de sus diplomáticos. Franklin empezó a figurar como actor principal en este esfuerzo clandestino- una lucha fuera de los campos de batalla, pero exitosamente llevada a cabo en las cortes y las oscuras escaleras traseras de las capitales europeas.”  
Franklin fue uno de los hombres más espiados de Europa, se ha comprobado que su valet personal era un espía inglés; pero gracias a su sagacidad y astucia lo mantuvo y lo convirtió en agente de desinformación. Franklin fue un “master spy” y Francisco de Miranda uno de los agentes operativos más exitosos de la historia.
Ben Franklin, inteligencia pura
Durante la Revolución Francesa, en la que participaron Miranda como actor y Franklin como testigo, surgió una de las personalidades más oscuras y peligrosas que una sociedad en conflicto pueda generar. No fue Robespierre, a pesar de ser causante de tanta muerte y desolación, fue Fouché, el hombre que finalmente cazó a Robespierre, con una de las intrigas mejor orquestadas desde las sombras. Fouché, según nos lo describe Stefan Zweig, fue un hombre peligroso, cambiante como un camaleón que sorpresivamente estaba siempre con los ganadores y los más poderosos y que, por sobre todo, sabía usar las armas del secreto, el espionaje y la intriga.
José Fouché es elegido como Diputado a la Convención en 1792, contaba con treinta y dos años y el retrato que nos pinta Zweig no puede ser más elocuente: “… esta sangre fría, imperturbable, constituye la verdadera fuerza de Fouché. Los nervios no le dominan, los sentidos no le seducen, toda su pasión se carga y descarga tras el muro impenetrable de su frente. Deja jugar sus fuerzas y acecha despierto las faltas de los demás. Espera pacientemente a que se agote la pasión de los otros o a que aparezca en ellos un momento de flaqueza para dar entonces el golpe inexorable. Terrible es esta superioridad de su enervada paciencia: quien así puede esperar y ocultarse, bien puede engañar hasta al más sagaz. Obedece tranquilamente sin pestañear. Sonriente y frío soporta las más recias ofensas, las más viles humillaciones; ninguna amenaza, ningún gesto de rabia conmoverá a este monstruo de la frialdad...”  Un perfil psicológico buscado con avidez por los cuerpos de inteligencia del mundo.
Pero no fue sólo su personalidad, fue principalmente como encaró los hechos que marcaron a tres generaciones de franceses y le dieron un lugar en la historia.
Durante lo más sangriento de la revolución se ocupó de los trabajos “sucios” que más nadie quería hacer. En un momento hubo de darle una lección a la ciudad de Lyon, que se opuso al Directorio y criticaba duramente su desempeño, nadie quería el trabajo pues sabían lo que costaría en sangre.
Finalmente se lo asignaron a Couthon, amigo de Robespierre, quien hizo lo posible por no destruir la ciudad ni producir la carnicería que se había decretado. Realizó unas ejecuciones simbólicas, destruyó algunas casas, esperando con ello calmar los ánimos. Acusado de alcahuete es removido del cargo y nombran a Fouché quien va a Lyon y hace arrestar a sesenta jóvenes señalados por sus espías como instigadores de la rebelión contra París; los amarra en grupo, abre fosas a sus espaldas y los pone frente a la boca de los cañones. Las explosiones lanzan miembros y cuerpos mutilados por doquier ante el horror de los testigos, incendia parte de la ciudad y cumple con rigor sus ordenes... a partir de ese suceso se le conocería como el Mitrailleur de Lyon. Fouché fue un maestro en el uso del terror y un gran organizador de las fuerzas que le darían finalmente el control de Francia.
Fouché, el gran maestro del espionaje revolucionario
Fouché cae en desgracia luego de la muerte de Robespierre y es desterrado a una isla donde sufrirá de pobreza, olvido y duras faenas de sol a sol. Luego de tres años lo encontramos criando cerdos, pero el destino le depara una segunda oportunidad y Barras, siendo uno de los Cinco del Consejo que domina la política francesa, le da pequeños contratos como espía, para que reporte personalmente a él, en los oscuros cuartos de la parte de atrás del ministerio. Por medio de este contacto Fouché labraría su camino hasta llegar a Ministro de la Policía. 
Zweig nos dirá: “La información lo es todo, en la guerra como en la paz, en la política como en la economía. El poder no se funda, en la Francia de 1799, en el terror, sino en la información... para saber cuánto dinero acepta cada uno, por quien es sobornado, por cuanto se le compra. Así se le puede tener a raya, en una situación de dependencia respecto del superior; la información sobre las conspiraciones, en parte para batirlas y en parte para acelerarlas, permite llevar la maniobra política siempre del lado favorable. El saber por adelantado las noticias del teatro de la guerra y de las negociaciones de la paz permiten operar en la Bolsa con financieros complacientes y, finalmente hacerse un capital. Así, esta máquina de noticias en manos de Fouché produce constantemente dinero... sólo comunica lo que quiere comunicar, con egoísmo, sin miramientos... Deja salir de su laboratorio exclusivamente lo que le es útil... los dardos y venenos eficaces los guarda cuidadosamente en su arsenal particular para su venganza personal, para sus asesinatos políticos. Siempre sabe Fouché más de lo que creen en el Directorio que sabe, y por eso es peligroso e imprescindible a la vez para todos... A veces acelera las conspiraciones, a veces las refrena, a veces las provoca artificialmente, a veces las descubre ruidosamente (y avisa al mismo tiempo a los interesados para que se pongan a tiempo a salvo); siempre hace doble, triple, cuádruple juego, y el engañar y burlarse en todas direcciones se convierte poco a poco en su pasión...”
Con Fouché el espionaje llega a su mayoría de edad, lamentablemente encarnando todo aquello malo que puede ocurrir cuando un servicio de inteligencia se deja por su cuenta y sin control. Y serán los ingleses quienes de manera paciente y metódica empiezan a a crear los grandes archivos sobre personas, corporaciones y países, y que será la clave de sus éxitos militares, diplomáticos y financieros, son ellos los que desarrollarán el espionaje y la inteligencia en un oficio de alta especialización y solo para caballeros, pero esa es otra historia. -  saulgodoy@gmail.com


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