lunes, 27 de junio de 2016

El cochino oficio de censor


Una de las manifestaciones más primitivas del poder es la censura, silenciar al oponente por cualquier medio necesario, incluyendo su eliminación física, aunque es principalmente con el terror y la violencia como se las agencia un tirano para acallar las voces críticas a su gestión.
A los chavistas, a quienes les encanta escucharse, les parece odioso y criminal que alguien que no sea chavista exprese su opinión, y la razón fundamental es, que ellos se creen los dueños de la verdad, no puede existir una idea contraria a su punto de vista, y si existe, está equivocada, por lo que cualquier intento por hacerla conocer, publicitar o querer enunciarla, mucho menos discutirla, es un acto ilícito e inmoral que debe ser castigado, y el vocero silenciado.
Pero esto no es suficiente, el chavista cree que si ocupa un cargo público, si ejerce una investidura asociada a un cargo burocrático, igual que el papado, le viene atribuida la condición de infalibilidad, es decir, por obra y gracia del Espíritu Santo no pueden equivocarse, por lo que, todo lo que sale de esa boquita es puro dogma, doctrina, revelación del altísimo, sabiduría sapiencial, y quien tuviere el atrevimiento de contradecirlo, lo mínimo que se merece es la hoguera.
¿De dónde viene esta actitud?
Solo en el fundamentalismo ideológico se fraguan tales disposiciones, en la creencia, equivocada e infantil, que de alguna manera por pertenecer a un grupo selecto, diferente, escogido y superior al resto de los hombres, esa ideología los baña de una luz de entendimiento que es sagrada, que está más allá de la duda, la crítica y la revisión.
Estos grupos se distinguen por llevar uniformes, por hacer una vida aparte del resto de la sociedad corrompida y confundida, por creer en los más altos valores humanos como los de la justicia social, la patria, Dios y con misiones absolutas y heroicas como salvar la raza humana y liberar a los pueblos de una supuesta esclavitud.
Como grupo aparte y con un fuerte sentido de cuerpo, estos hombres y mujeres tienen sus propios ritos de iniciación, sus juramentos bajo árboles sagrados o en catacumbas oscuras, cuevas y templos que tienen conexión con la historia de la tierra, con sus héroes y antiguos dioses, son los ejércitos de una raza diferente cuyo propósito es salvar al mundo de la perdición, y entre todos los votos que hacen, comprometen sus vidas, y hasta la muerte, por la victoria de sus mandatos.
Todo revolucionario tiene una raíz fundamentalista, bien sean sus metas religiosas, políticas o sociales, que si a ver vamos, se confunden en una supuesta autoridad y superioridad por sobre cualquier otra causa o creencia, ellos, que han elegido sacrificarse por sus convicciones no pueden estar equivocados, el mundo todo debe reconocerlos como autoridad, como salvadores, como portadores de la única verdad posible.
Por ello es que les sea tan repugnante la libertad de expresión, el derecho a expresar lo que piensa la gente, la opinión pública, estos individuos lo que espera es puro halago y alabanzas, y quienes no lo hacen son unos malagradecidos.
Este tipo de perfil psicológico es común en personas deficientes en sociabilidad y relaciones, con complejo de inferioridad que es sublimado en una cruzada y que complace una etapa anal no superada, donde el culto al yo y al autoerotismo individual se enmascara en una supuesta entrega por los demás.
Son personas egoístas, intemperantes, resentidas por algún trauma o carencia, son de una muy corta inteligencia cognitiva, sus razonamientos son limitados y circulares, una vez internalizados unos principios doctrinarios generales, su argumentación toda gira en torno a ellos con insistencia fanática, esa expresión social de sus deseos hacia el interés y bienestar de los otros, ocultan en el fondo un culto hacia sus personas, imaginadas como guerreros y custodios de la única verdad que les conviene, la de sus inmensos egos.
Con una persona así cualquier tipo de discusión racional, de diálogo, de negociación es prácticamente imposible, se encierra en sus supuestos valores nucleares, construye un muro alrededor de ellos y prefiere sacrificar su vida y la de los demás, antes de ceder sobre lo que considera sus convicciones, que resultan ser deseos caprichosos y fantasías infantiles tenidas como argumentos incontrovertidos.
El problema principal de enfrentar de manera pacífica, racional, en base a ideas y argumentos a estos fundamentalistas, es que anteponen el elemento sentimental y pasional, se confunden con los valores que defienden, toman de manera personalísima cualquier digresión o divergencia con sus principios, el solo pretender que ellos están equivocados es una afrenta a “su realidad”, aceptar que la verdad no los asiste es simplemente negar su existencia, es por ello que los intereses de la revolución los conviertan en algo tan importante, ellos son la revolución.
En este punto entra en juego el elemento totalitarista, la ideología se hace abarcadora del universo, la revolución o el yihad se convierten en causa sui, es lo que mueve su mundo, por ello es que la constitución es revolucionaria, la patria es revolucionaria, los padres de la patria eran revolucionarios, el futuro es revolucionario, la misma política se hace revolucionaria.
Y si se han objetivado esos atributos en una figura, en un profeta o líder, el asunto se complica ya que lo sacralizan de tal manera, que es imposible referirse a él o a ellos, si no se pertenece al culto, es inaceptable que un burgués anti-revolucionario, escuálido, pelucón, traidor, vende patria, mercenario del Imperio, explotador pueda referirse al líder supremo con respeto y adoración.
Nicolás Maduro por ejemplo encarna de tal manera su papel de sumo pontífice de la religión chavista que cualquier comentario o burla a su persona o al líder galáctico, a pesar de que se trata de una figura pública, cuyas actividades afectan o han afectado a un grupo grande de personas y que muchos no estarán de acuerdo con sus medidas, discursos y abstenciones, lo más natural en una democracia es que quienes disientan se expresen en total libertad, sin esperar de vuelta medidas represivas y de censura.
Pero no, las investiduras que le proporcionan los cargos a estos sujetos, los convierten en ángeles vengadores, la utiliza de una manera criminal, para insultar, ofender, amenazar, burlarse de quienes no comulgan con sus ideas, de perseguir a quienes no les agradecen su sacrificio y esfuerzo por hacernos un país potencia, pretende, ignorando nuestras leyes y cultura republicana, censurar y silenciar a sus opositores, en una palabra hay un flagrante abuso de poder.
Los tiranos gustan de someter a sus enemigos al escarnio, la burla y ofensa, pero basta que alguien le diga al Rey que va desnudo para que se sientan como vírgenes violadas, sobre todo cuando no respetan a los otros poderes públicos, cuando le ordenan a la Guardia Nacional a que viole la inmunidad parlamentaria del presidente de la Asamblea Nacional, dándole el trato indigno de un contrabandista en la aduana del aeropuerto.
Todos los fundamentalistas tienen una piel muy delicada para la crítica y la opinión en contra, reaccionan con violencia y no entienden que justamente, la opinión pública libre debe ser no solo promovida sino protegida, ya que con ella vienen los ajustes, correcciones, perfeccionamientos, avances y progresos de las políticas administrativas y la gobernabilidad, incluso cuando se trata de burlas y bromas sobre figuras de autoridad, tratar de imponer un respeto que no se tiene es querer hacer del día, noche, confundir la susceptibilidad con un delito de opinión es admitir una inseguridad y un miedo que solo apunta a una debilidad, no sólo de carácter, sino de estabilidad política, no es de ciudadanos serios y demócratas tal actitud, parecieran más bien un grupo de locas histéricas a punto de un ataque de nervios.
Pero repito, tal y como lo dije en un artículo anterior, es absolutamente inaceptable un gobierno que divida a un país entre dioses y bichos, y que por creerse dioses empiecen a matar bichos, tal como le ocurrió a Hitler y a Stalin en sus tiempos y países.    –     saulgodoy@gmail.com







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