viernes, 17 de junio de 2016

Los juegos ideológicos


A un caro amigo (él sabe quién es)

Los que estudiamos las ideologías debemos estar alerta a los rápidos cambios que se están efectuando en el seno de las mismas, al contrario de los modelos antiguos, las ideologías son sistemas de creencias que como dice el profesor Michael Freeden “son constelaciones efímeras cuyas cambiantes morfologías exigen revisiones periódicas”, hay que estar muy pendientes de la continua fragmentación de las actuales ideologías, y si la ideología que estudiamos existe en realidad en ese momento, tal como la hemos planteado.
Venimos de un largo camino cuando en el siglo XIX Marx concentró su atención en este fenómeno político y lo conceptuó (aunque la idea rondaba durante la Revolución Francesa), le dio una estructura y describió su funcionamiento, esta primera aproximación marxista sedimentó las nociones primigenias de la ideología que permanecieron por mucho tiempo intactas, atar la ideología a los sistemas de producción y a la acción del estado en perpetuar ese modelo productivo como comportamiento social, fue una idea brillante y cautivadora, pero que en la práctica resultaba imposible de sostener como única interpretación.
De hecho, los traumáticos cambios que se dieron en la ideología marxista en la entre guerra, la aparición de nuevas corrientes y propuestas, las complejas discusiones que se dieron en la Segunda Internacional sobre la naturaleza del socialismo, la misma Revolución Rusa y su manera de llevar a la acción la ideología marxista, los difíciles escenarios que se presentaron en el movimiento obrero alemán, la influencia del movimiento laborista inglés, los diversos experimentos que se dieron durante la Guerra Civil española, eran claros indicativos que el asunto de la ideología no era un animal fácil de domesticar y mucho menos de darle dirección.
Uno de los problemas fundamentales de la ideología es que son muchos los canales que la surten, no es solo la acción del estado, de los partidos políticos, de las doctrinas, sino también descargan sus aguas la religión, la industria del entretenimiento y de las comunicaciones, la tecnología, la moda y los estilos de vida, por supuesto,  la economía y las formas de producción, pero también contribuyen aspectos tan etéreos como los de un estado de ánimo general, de una visión del mundo colectiva, de eso que algunos antropólogos llaman el ethos de una determinada población, de la puja de ideologías alternativas provenientes de minorías e intereses sectorizados por hacerse un lugar bajo el sol, de la misma determinación geográfica de las naciones (el famoso nomos de Carl Schmitt), y la lista se extiende.
El mismo Freeden propone (ideological boundaries and ideological systems, Journal of Political Ideologies, 2003) que se haga una nueva calificación de las ideologías en base a algunas características distintivas del comportamiento humano como serían orgullo, miedo, complacencia, sociabilidad, vulnerabilidad, insubordinación, auto desprecio. 
Toda esta discusión no escapa a un hecho incontrovertido, la ideología vista como espejo de la realidad, como explicación del mundo real en el que vivimos y que nos afecta, porque la ideología funciona en el plano simbólico del ser humano, son ideas, explicaciones, argumentos, descripciones que necesitan de la palabra y del discurso para hacerlas creíbles.
El filósofo eslovaco Slavoj Žižek utilizando las herramientas del psicoanálisis y las interpretaciones lacanianas a las que nos tiene acostumbrados, en su compilación de artículos Ideología, un mapa de la cuestión (1994),  nos resume de manera genial el procedimiento ideológico en estos ejemplos de la vida cotidiana: “…entre los procedimientos generalmente reconocidos como “ideológicos”, se cuenta, sin duda, el hecho de transformar en eterna una condición históricamente limitada, la identificación de alguna Necesidad superior en un suceso contingente (desde la fundamentación del dominio masculino en la “naturaleza de las cosas” hasta la interpretación del sida como un castigo para la vida pecaminosa del hombre moderno; o, en un nivel mas intimo, cuando encontramos nuestro “verdadero amor", parece que esto fuera lo que habíamos estado esperando durante toda la vida, como si, de algún modo misterioso, toda nuestra vida anterior hubiera conducido a este encuentro...): la contingencia sin sentido de lo real, entonces, se “internaliza", se simboliza, se le provee un Significado.”
De allí se desprende la capacidad de engaño y manipulación que una ideología pudiera tener para falsificar la realidad, y la verdad sea dicha, a veces, ni siquiera depende la intención de los operadores ideológicos, sino de una errada lectura de la realidad a todo nivel y que pasa automáticamente al proceso de ideologización por mero automatismo.
Toda esta larga introducción viene dada para explicar someramente como la ideología chavista-madurista y aún la ideología de la oposición democrática están fuera de la realidad, la del gobierno por un desesperado intento de imponer la copia de un gobierno castrocomunista en Venezuela, un modelo que viene con una oposición pacifista y legalista a la que le caen a palos y como Cristo ponen la otra mejilla, se trata de una oposición pobre en recursos intelectuales y aferrada a principios desfasados, totalmente fuera de la realidad, que insiste en el caduco esquema de estado-nación liberal que ya es hoy inaplicable para un país tan diverso y problemático como Venezuela.
La última sentencia del Tribunal Supremo de Justicia prácticamente maniatando y amordazando a la Asamblea Nacional, imponiéndose como poder de facto a espaldas de la Constitución Nacional, tirando por la ventana toda racionalidad jurídica para apropiarse de sus funciones parlamentarias fundamentales, que incluyen la representación de la voluntad popular ante los otros poderes y el mundo, prohibiéndoles sus actuaciones normativas y tratando de mantenerlos en un limbo legal de silencio y sumisión, es un claro ejemplo de cuando la ideología trata de cambiar la realidad con una extravagante visión de una gente borracha de poder.
Ambas visiones pecan de primitivas e irrealizables, la del gobierno, inventándose un mundo que no existe, y la de la oposición reconociendo en tales pretensiones una falsa institucionalidad, ambas le dieron la espalda a las tradiciones republicanas  que han funcionado y siguen funcionando en nuestro país, tradiciones que viven en el ámbito municipal, las empresas familiares, los emprendimientos individuales, los mercados, las corporaciones regionales, las universidades, las escuelas locales, las medicaturas rurales, entre muchas otras, y de nuevas instituciones que han surgido como ONG’s y que funcionan en terrenos de los derechos humanos, alimentación, participación ciudadana, defensa de la libertad de expresión, etc.
El venezolano no es buen material para el colectivismo, su naturaleza es altamente individual y uno de sus rasgos es la generosidad, que el comunismo confundió con un equivocado gusto por lo comunal (que no es lo mismo que comunitario), el venezolano se une en sociedades cuando se plantea un negocio o una tarea específica de la que obtendrá beneficios, la verdadera “justicia social” en la que cree, es la que le proporciona un entorno seguro, aseado y tranquilo para sus actividades, solo en esos términos le ve sentido a una acción social, no se da mala vida con cuestiones morales o metafísicas.
El principal error de la ideología chavista-madurista fue su pretensión de cambiar el modelo productivo y de consumo del país, eliminando de manera violenta el del mercado, e imponiendo el comunal que jamás funcionó ni funcionará, tal proceder lo que hizo fue arruinar al país, y para no admitir culpas ni yerros, simplemente inventan trasladar la culpa al pueblo, al imperio, a una guerra económica.
Esa corrupción exacerbada que vemos en el gobierno es la expresión más tosca e inacabada de ese espíritu de acumulación que todos tenemos, aplicando la regla de la máxima ganancia con el menor esfuerzo, que en términos del chavismo, se traduce como la explotación del otro, una vuelta a la esclavitud; la ideología chavista ha sido un laboratorio crudo, basto e inhumano de toda la experimentación simbólica posible (incluyendo las diversas desfiguraciones fisiológicas de la imagen del Libertador Simón Bolívar), en términos de explotación y opresión, con un solo fin, el expolio y la extracción de riquezas materiales.
En cuanto a la idea del Estado como institución, a muy pocos venezolanos les “caído la locha”, se han percatado, de que no podemos continuar manteniendo una forma organizativa de nuestra sociedad en términos del estado-nacional, un modelo que no nos va, al contrario nos hace tremendo daño pues alentamos las soluciones personalistas, centralistas y autoritarias que ya deberíamos dejar en el pasado, tanto el chavismo como la oposición han sostenido una enervante posición de negación y aceptación sobre el tema de la globalización, que es un proceso social y político que está diluyendo inexorablemente las fronteras de lo local y lo lejano, pero un primitivo nacionalismo nos impide avanzar en los cambios que necesita el país.
Yo estoy absolutamente seguro que el modelo federativo de regiones autonómicas y con un gobierno parlamentarista sería el modelo a seguir, está probado históricamente, con experiencias en otros países que haría de cada región de nuestro país un verdadero emporio socio-económico y con fuerza política suficiente para que más nunca nos vuelva a pasar la trágica experiencia de tener un gobierno chavista-madurista.
Pero esta atomización del poder político atenta en contra del modelo partidista nacional, centralizado, autoritario, disciplinado y de pensamiento único que distinguen a nuestros partidos políticos actuales, donde son las personalidades y no las ideas las que mueven las organizaciones, donde predomina la voluntad de unos pocos por sobre la opinión de los muchos, donde la obediencia es recompensada por encima de la eficiencia.
Tenemos que darle al país, a los venezolanos todos la oportunidad de que desplieguen sus potencialidades, de que resuelvan sus problemas locales, regionales y como nación integrada a un orden internacional, las soluciones vendrán de individuos, de grupos organizados activos en las regiones, de las diferentes etnias que nos caracterizan conformadas como comunidades corporativas, de nuestros gremios profesionales y técnicos, de nuestros círculos académicos, artísticos y de oficios, de las diversas subculturas y minorías que luchan por su propia voz e identidad, de eso que llaman la sociedad civil dispuesta al trabajo y la innovación.
Ya no se trata de esperar que un líder nos resuelva la vida, que un partido político nos diga lo que tenemos que hacer, o que instituciones tradicionales como el clero y los militares nos manejen, ya pasaron los tiempos a la espera de esos hombres providenciales que como profetas venían a indicarnos el camino.
Estoy convencido que la próxima gran revolución de nuestro país será ideológica, de nuevas propuestas de pensamiento y lecturas de la realidad, que serán los catalizadores para cambiar nuestras circunstancias para mejor, para ello debemos salir del estamento político que hoy nos gobierna y pretende gobernarnos, me da lástima con esas nuevas generaciones de políticos, que aunque jóvenes, piensan como viejos, están absolutamente ideologizados con presupuestos inservibles del siglo XIX, por un pensamiento socialista chatarra de las búsquedas del siglo XX, merecemos como país algo mejor, y ese creer que merecemos algo mejor, es ideología, de la buena.  -  saulgodoy@gmail.com





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