miércoles, 17 de agosto de 2016

Reflexiones sobre el ocultismo


La tesis que sostiene F. Sánchez Dragó en su extraordinario libro, Gárgoris y Habidis, (1985) que la organización de asesinos profesionales fundada por Hasán-ibn Sabbah, el legendario Viejo de la Montaña, allá por los finales del siglo XI y dirigida por el místico desde su fortaleza de Alamud, era  parte de una organización y de un plan mayor para dominar el mundo de occitana, y que le rendía a los Templarios y aún a los Cátaros, algunos servicios para eliminar contrincantes, no es del todo descabellada.
 El asesinato por acuchillamiento del güelfo Conrado de Monferrat puso en entredicho el esfuerzo del Papa por la conquista del Levante, de igual manera reporta Sánchez Dragó de una cartelización de los intereses de Saladino y Ricardo Corazón de León, con la complicidad del rey Raimundo V, protector tolosano de los Cátaros, para repartirse los lugares santos, utilizaron de estos servicios para hacer llegar su mensaje tan lejos como a la corte de Luis IX de Francia, quien tuvo que recibir a tres asesinos de aquel sindicato que cobraban tributos y que pasaron por París luego de visitar al emperador de Alemania, al rey de Hungría y al Sultán de Babilonia, a todos los “bajaron de la mula” con altas contribuciones para seguir con el privilegio de continuar respirando.
Los asesinos del Hashish eran unos consumados artistas del sigilo y el escapismo que podían aparecer en los lugares más vigilados y dejar bajo la almohada de la víctima, mientras éste dormía, una hogaza de pan caliente sin que este se percatara de la maniobra, como mensaje de lo que podría ocurrirle si no accedía a sus peticiones bien por dinero o por decisiones políticas, los que se resistían, invariablemente perdían la cabeza despertando sólo, cuando ya era muy tarde.
Se trataba de un grupo muy a lo Ninja, dispuestos a morir por la causa y de una eficacia probada en los palacios más inexpugnables, lo particular de estos asesinos es que sus víctimas, todas, eran jefes de gobierno, gente de sangre azul.  
El investigador y orientalista Bernard Lewis en su obra, El Descubrimiento de Europa por parte de los Musulmanes, (1982), cuando se pregunta que otros lenguajes aprendieron los musulmanes, cita al cronista germano de las cruzadas Arnold de Lübeck, citando a su vez a un enviado germano a los dominios de Siria y Palestina en 1175 e informando acerca de los misteriosos Assassins, quienes eran entrenados desde muy jóvenes en las artes negras de los asesinatos y entre otras cosas decía: “Eran educados en varias lenguas, como el latín, el griego, el romano, el sarraceno y otras muchas”.
Efectivamente, esta cofradía se diluía fácilmente en las cortes, bien como empleados, invitados u oficiales cercanos al poder, se mimetizaban con su entorno para no levantar sospechas, eran “sembrados” con suficiente tiempo para habituarlos a las rutinas, pasajes, movimientos y eventos y cuando llegara el momento, poder actuar sin levantar sospechas ni ser capturados.
Cuando el Viejo de la Montaña decidió darle curso a su maquinaria de muerte y extorción a distancia, no estaba al tanto que había dado inicio al fenómeno del terrorismo, por lo menos en una de sus fases que era la de los asesinatos selectivos de funcionarios de gobierno, y la historia negra empieza con el Visir del Sultán Turco, Nizan Al-Mulk, que según la historia narrada por Von Hammer había sido amigo de  Ibn Sabbah y parte de la leyenda que rodea la vida del poeta Omar Khayyam.
En 1094, Hassan mandó a asesinar al visir Al-Afdal en El Cairo, muerte esta que fue bienvenida por el Califa quien estaba harto de su dominante subalterno, y le ofrece a Hassan un pacto de convivencia que en principio acepta pero muy pronto la desconfianza y las intrigas descomponen.
Las operaciones de asesinato o sicariato se expandieron a Siria donde mataron al emir de Homs, Janah Al-Daulah, mientras rezaba en la mezquita, eso fue en 1103, en 1106 en la ciudad de Afamiya se produjo el primer encuentro entre cruzados y los asesinos ismaelitas, estos últimos había asesinado al regente y se habían apoderado de la ciudad, pero Tancredo, uno de los generales francos retomó el sitio, hizo presos a los asesinos y sorpresivamente, permitió que Hassan pagara el rescate por sus hombres y los liberó.
En mayo de 1194 muere de avanzada edad Hassan y su legado pasa a uno de sus generales designado por él, ya para esa época se presume la existencia de un pacto entre el rey Ricardo Corazón de León y Hassan quien fue el primer beneficiado de la muerte que referimos de Conrado de Monferrat, ya que apresuradamente, éste casa a la viuda de Monferrat con uno de sus protegidos y se convierte en rey de Jerusalén, fue a partir de este momento que el nombre de los asesinos se hace de uso común entre los documentos de la Tercera Cruzada.
Colin Wilson, en su apretada historia de Los Asesinos, (1976), nos narra el siguiente episodio ocurrido en plena corte de Saladino, Sultán de Egipto, éste había enviado a Hassan un mensaje amenazándolo con tomar Alamud a la fuerza si seguían sus asesinatos, el Viejo de la Montaña envió a su vez un mensajero con una respuesta que debía entregarse en privado, Saladino ordenó registrar minuciosamente al mensajero y antes de retirar a la asamblea ordenó que dos de sus guardias personales se quedaran con él protegiéndolo.
“Entonces el mensajero se volvió hacia los guardias y les preguntó- ¿Si os ordenara en nombre de mi señor que matarais al Sultán, lo haríais?- Los soldados afirmaron con la cabeza al tiempo que desenvainaron las espadas.  Después de exponer el punto crucial de la entrevista, el mensajero saludó respetuosamente al Sultán y abandonó salón el llevándose consigo a los dos servidores que habían demostrado su lealtad al Viejo de la Montaña.”
Saladino jamás volvió a importunar a Hassan con sus exigencias y lo dejó operar en paz.
El efecto de la actividad de Hassan sobre las cortes de su época era la desconfianza más absoluta sobre los círculos allegados al poder, se perdió la confianza en la convivencia.
Y fue justamente en ese caldo de cultivo donde nacieron las sectas secretas que impactarían a Europa para el resto de su historia y que todavía sobreviven en las más altas esferas del poder.
Sánchez Dragó expone su tesis que la leyenda de los caballeros de la mesa redonda, la historia de Lancelot, del Santo Grial, la aparición de los caballeros templarios, los Cátaros y hasta los mismos masones y rosacruces tienen su génesis en este revolcón de culturas que significó las Guerras Santas, santas para ambos contendores, moros y cristianos, enfrentados en arrebatos momentáneos de cólera pero unidos en la búsqueda espiritual de la verdad divina.
Gnósticos y sufíes, brujos y alquimistas, magos y asesinos se confundían en corrientes subterráneas que muchas veces se tocaban y confluían, nos dice Sanchez Dragó: “Ningún historiador decente se atreve ya a maltratar la hipótesis, en realidad muy antigua, de que los templarios y los hashishin abrevaban en un hontanar común… Todavía menos cabe discutir la evidencia de que las ordenes de caballería se calcaron sobre la falsilla de los ribat musulmanes (de dónde rábida) o monasterios fortificados en los que una gavilla de hombres de honor se las arreglaba para practicar simultáneamente la mística y el ejercicio de las armas.”
Y el gran cultor del conocimiento ocultista Julius Evola remata diciendo: “Los cruzados terminaron por enfrentarse a su propio facsímil, es decir, a presuntos enemigos que en realidad encarnaban la misma ética, las mismas costumbres caballerescas y los mismos ideales. Ambos ejércitos, además, estaban recorridos y animados por idénticas arterias iniciáticas. Vivo espejo del Temple eran en ese sentido los ismaelitas, que también se consideraban defensores de los Santos Lugares (en el doble significado exotérico y esotérico de la expresión) y se organizaban en dos jerarquías paralelas, secreta la una y oficial la otra.”    -    saulgodoy@gmail.com






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