El
chavismo pareciera haber sacado del alma del país toda la basura existencial
acumulada por generaciones, lo feo, lo grotesco, lo ordinario, lo hediondo en
contraste con ese afán de nuestros más cultivados espíritus por encontrar el
orden equilibrado, los principios absolutos de lo justo y lo bello, Venezuela
como todos los países del mundo se esfuerzan por encontrar ese término medio
entre civilización y barbarie.
Un
país que hasta hace muy poco se enorgullecía en mostrarle al mundo en vitrina a
las mujeres más bellas del planeta, que se complacía en ofrecer uno de los
repertorios musicales más complejos y hermosos de la cultura universal, que se
jactaba de venderse como espectáculo natural en sus cientos de escenarios, que
quitaban el aliento por sus espectaculares atardeceres, playas paradisíacas,
selvas multicolores, montañas majestuosas…
De
ese sueño publicitario y pretencioso con el que nos vendíamos como pueblo
privilegiado, pasamos en muy poco tiempo a convertirnos en un país de parias y
garimpeiros, de desnutridos, enfermos, desdentados, de emigrantes huyendo de
bandas armadas de asesinos encapuchados que, en motos infernales, anda
decapitando gente a su paso, de políticos salvajemente enriquecidos por la
corrupción y el narcotráfico, mostrando al mundo lo que el mal gusto y el
exceso pueden comprar cuando no hay límites en medio de escándalos y juicios en
su contra.
Me
van a perdonar mis lectores pero en mi opinión vivimos en una explosión
estética de contrarios irreconciliables que es absolutamente impactante y
necesario para nuestra salud espiritual y psíquica, de alguna manera nos
extraviamos en una senda absolutamente superficial, éramos un pueblo manejado
por un consumismo infantil, carentes de toda profundidad y por ende unos seres
humanos insuficientes, sin alma.
Los
venezolanos vivimos por mucho tiempo con una moralidad prestada, inculcada por
la televisión, nuestro espejo eran las telenovelas, la vida era muy fácil y no
lo sabíamos, todo nos lo era dado y jamás se nos ocurrió pensar de donde
provenían los recursos para hacer los hospitales que nos atendían, las
carreteras por las que transitábamos, de donde y como venía el agua que llegaba
por las llaves o la comida que consumíamos en restaurantes.
El
otro día me subí a un moto taxi y el conductor, cuando le pregunté por la
crisis que estábamos viviendo me dijo- Grave, muy grave, fíjese, tengo un
muchachito de cinco años y ese chamo no sabe lo que es un MacDonald’s…
Hubo
un momento en nuestras vidas que los dólares parecían crecer en los árboles,
todo el mundo viajaba, tenía carro, buenas pintas, salía de parranda por lo
menos una vez a la semana, nuestro país era una meca dorada, muchos
latinoamericanos quería vivir en Venezuela, había trabajo, se hacían buenos
negocios.
Éramos
envidiados, el venezolano era dispendioso, alegre y banal, como también lo era
emprendedor, siempre buscando la manera de hacer más dinero con el menor
esfuerzo posible porque el fin primordial de nuestras vidas, era pasarlo bien,
rodeados de cosas buenas y bonitas.
Y por
ser tan básicos y confiados no vimos venir el tsunami, las profundas
desigualdades sociales que existían en el país, la decadencia de nuestro
sistema político, la bajísima calidad educativa que estábamos recibiendo, el
delegar nuestros deberes cívicos y compromiso con la libertad a los menos
capaces y la “Vida Loca” que llevábamos, en medio de un continente plagado de
revolucionarios comunistas buscando “justicia social”, nos encontraron con los
pantalones abajo…
Pero
eso ya lo sabemos, él porque nos sucedió lo acaecido es un cuento que todos
conocemos, nos creíamos los amos del universo, los más “vivos”, la tapa del
frasco y ¡pum!, nos despertamos un día, con una formidable resaca, en la cama,
al lado de una horrorosa indigente que nos decía que nuestra casa ya no era
nuestra, sino de la revolución.
Y de
allá para acá todo fue cuesta abajo, de mal en peor, se dio inicio al banquete
de los pordioseros, y ese mundo de ricos y famosos, de fotos de la realeza
sacados de una revista Hola, se nos convirtió en pesadilla.
Tenemos
18 años viviendo y padeciendo el show del horror socialista, cortesía de los
enemigos de la libertad y la democracia, con un presidente extranjero,
indocumentado y bruto, que obedece las órdenes de los hermanos Castro desde
Cuba, en manos de unas FFAA envenenadas por el narcotráfico, el contrabando y
la extorsión y con un gobierno ejercido por la gente más incapaz e insensible
del universo, y hay algunos que dudamos que sean gente del todo.
No es
posible ni justo que un país sea dirigido por un Presidente cuya familia esté
directamente involucrado en el sucio y criminal negocio del narcotráfico, que
sus más cercanos familiares hayan usados los privilegios del cargo para montar
y realizar estas operaciones, que fueron descubiertas por organismos policiales
internacionales.
Que a
los aprehendidos en esta conspiración, se les haya seguido juicio en tribunales
extranjeros donde declararon sobre la participación de órganos de seguridad del
estado, de sus instalaciones y jurisdicciones, para traficar con la droga, y
que las ganancias de la operación estuvieran destinadas a financiar la campaña
política de la esposa del presidente, y que los órganos de justicia e
contraloría del país no hayan iniciado una investigación, tal situación lo que
demuestra es un grado de corrupción e inoperancia que clama a gritos un estado
fallido.
Pero
como no hay mal que dure mil años y ya que han saqueado al país hasta dejarlo
en el esterero y el régimen se está canibalizando a sí mismo, es muy probable
que su derrumbe sea pronto, al mismo tiempo hemos tenido la no muy buena
suerte, de contar con unos partidos políticos de oposición a los que les ha
tomado demasiado tiempo ajustarse al nuevo juego que plantearon los chavistas, los
nuevos Juegos del Hambre, pero no en televisión, sino en nuestros hogares.
Tengo
la firme convicción que este desastre anunciado ha cambiado la manera de ser de
los venezolanos, y creo que lo ha hecho a bien, lo primero, nos ha enseñado a
sobrevivir en medio de las circunstancias más inhumanas posibles, hoy por hoy,
Venezuela es un inmenso campo de concentración y de exterminio, un estado
policial brutal, donde se pierden diariamente vidas de gente inocente por
hambre, enfermedades tratables y muertes violentas en manos de criminales.
Una
buena parte de nuestra población ha salido huyendo hacia otros países donde les
ha tocado vivir la dura experiencia del inmigrante indeseado, han sido mal
tratados, rechazados y han pasado trabajo hereje, son pocas y honrosas las
excepciones.
Hemos
sobrevivido la indiferencia mundial a nuestra situación, peor aún, hemos
asistido con horror a los aplausos de países amigos y vecinos al gobierno
chavista, muchos han apoyado la matanza y la ruina de mi país, pocos han alzado
su voz de protesta y condena, son pocos los que han tratado de hacer algo por
evitarlo.
Estoy
absolutamente seguro que de éste trance, mi país va a salir con una experiencia
de vida portentosa y útil, todas nuestras desgracias sólo tienen significado si
aprendimos la lección que nos deja ésta ordalía, creo que seremos de nuevo un
país importante y próspero, nos tomará algún tiempo, pero lo lograremos.
Ya
sabemos quiénes son nuestros amigos y enemigos, y el tipo de comunidad al que
pertenecemos, de parte de nosotros está hacer algo para cambiarla, creo que ya
estamos claros en que es lo que tiene valor en la vida, que hay que defender y
que rechazar, igualmente estoy seguro que ya sabemos que hay que hacer para que
más nunca se vuelva a repetir esta miserable experiencia.
Creo que efectivamente el núcleo de nuestra
existencia cambió irremediablemente y creo que tiene que ver con una
experiencia estética más que moral, tal y como lo expresaba Rosencranz
influenciado por Hegel: “El mal y lo feo,
finalmente, desaparecen en la totalidad del gran ordenamiento divino del mundo.
Permanece fiel, en lo fundamental, a la identidad de dos de los tres valores
supremos de la tradición filosófica: Que en su fundamento más profundo lo bello
se identifique con el bien no es solo una idiosincrasia del Platón retorico, es
también la pura verdad. Por tanto, es igualmente verdadero que lo feo es en sí
y para si idéntico al mal: el mal es la fealdad radical, absoluta, ética, religiosa.”
Por designio de la naturaleza nuestros peores
enemigos empiezan a morir, la mala vida que existe en el chavismo, su horrorosa
orfandad de principios y valores su enorme hipocresía y la sangre de miles de
inocentes que han tenido que ser sacrificados, para que ellos pudieran adorar a
sus dioses malignos y al horror, se los está llevando a la tumba.
Muere Fidel Castro, se desvanece el Moloch
Latinoamericano, su revolución hecha de torturados y cadáveres, de consignas
bonitas y nueva trova cubana lo acompañan en su descenso a los infiernos donde
se encontrará con Chávez, su hijo dilecto, el traidor de mi patria a quien
mataron a fuerza de quimioterapias y barbitúricos en una Habana hedionda a
concha de coco y aceite de palma.
Quedamos los sobrevivientes a tanta maldad y
santería, mirando con asco a los hombres y mujeres llenos de oro y de billetes
que guardan en entierros porque no los pueden gastar, a todos esos “revolucionarios”
ahítos de miseria ajena que miran asustados su futuro entre rejas, enfermos y
tristes de haber desgraciado a sus familias y sus nombres.
Los venezolanos somos como ángeles caídos en tiempos
de redención, en la derrota y las humillaciones nos hemos hecho fuertes, hemos
conocido el averno, nos hemos revolcado en la inmundicia, hemos sido testigos
de los crímenes más abyectos y hemos sobrevivido, y en esta segunda venida, no
hay margen para el error, tenemos ahora las ideas claras y nuestra voluntad
templada en la forja del sacrificio, nuestro único lema es: Excélsior, el
socialismo, nunca más. -
saulgodoy@gmail.com
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