Me habrán leído más de una vez defendiendo la pertenencia de la cultura Latinoamericana a Occidente, explicando que nuestras raíces (empezando por el idioma) se lo debemos a esa convención altamente cambiante e inestable que se deriva de la partición del mundo entre Oriente y Occidente.
Como bien lo señala Arturo Ardao en su ensayo Dialéctica de la Occidentalidad la
cuestión es mucho más compleja:, “En
cuanto se trata no de puntos cardinales, sino de divisiones hemisféricas,
mientras sur y norte connotan divisiones naturales, este y oeste sólo
convencionales.”
Es decir, ¿Qué hace que China este al este y los
EEUU al oeste? No es una distribución geográfica, ni siquiera una medida
cartográfica, es simplemente que a alguien se le ocurrió y desde entonces ha
sido así, ¿Hacia el este con referencia a qué? Nadie lo sabe, quizás sea, como
bien dice Peter Sloterdijk una cuestión de la rotación de la tierra y que el
sol salga por el este, bueno es recordar que para la Europa de Cristóbal Colón,
América quedaba en el oriente.
Pero ese sólo es el
principio del problema, hay quienes consideran que el cristianismo es el gran
aporte cultural del occidente al mundo y que el comunismo es lo propio de
oriente, pero la realidad es que es todo lo contrario, el cristianismo es una
religión oriental y el comunismo una creación occidental.
Marx nació en Alemania y
Jesús en Palestina.
Grecia, la cuna del
pensamiento occidental pertenece más al Asia de los turcos que la dominaron por
tres siglos, antes que se constituyera en un estado moderno, hoy sin mayores
pretensiones que pertenecer a la Comunidad Europea con la que tiene una
astronómica deuda externa, y por la que estuvo a punto de ser eyectada por mala
paga.
La filosofía occidental hija
dilecta del pensamiento helénico, nace de la confluencia del cristianismo con
el helenismo, en una primera instancia gracias a San Pablo quien en el siglo I
llevó su mensaje cristiano en un mundo donde el paganismo se apagaba, y fíjense
en la paradoja, el triunfo del cristianismo en occidente se debió a que
declinaban las formas de organización de aquel occidente, y nadie más oriental
que San Pablo, que deambuló predicando la nueva religión por las colonias de
Macedonia, Tesalónica y Filipos.
Igualmente cuando el
cristianismo se heleniza, cuando el pensamiento cristiano intenta su
racionalización, lo hace el africano San Agustín, en Hipona, la actual Argelia,
este hombre es quien siembra las bases de la filosofía del Medioevo europeo,
más oriental imposible.
Luego vinieron dos
norafricanos más para darle el empujón definitivo que fueron el judío Filón y
el gentil Plotinio, se produce con ellos el encuentro del mensaje de Jesús con
las ideas de Sócrates, allí está la semilla del pensamiento occidental, todo
hecho en el oriente.
Ese eje imaginario que se
ubicó en Roma, y donde se desarrolló la cultura mediterránea con sus
ingredientes árabes, y que en el caso de España contó con la inspiración para
la reconquista con el espíritu del Apóstol Santiago, tan árabe como Mahoma.
Aquel eje de occidente
luego da un brusco salto hacia el atlántico para incluir a Francia, Inglaterra
y Alemania, esta vez sí hay un proceso de conversión propia, la filosofía
medioeval se torna moderna gracias a la reforma y la contrareforma, según Ardao: “Naturaleza, razón y libertad, en las
respectivas esferas del ser, el conocimiento y la acción, serán sus ideas
capitales.”
A raíz de la gran empresa
moderna que fue la conquista de América y al desarrollo de sus pueblos, en
especial de Norteamérica, el eje occidental, al cabo de un tiempo está listo
para dar un nuevo salto ya no europeo continental, sino a través del océano.
Se reúne en un solo núcleo
la cultura occidental con Europa y Norteamérica, que contrastan con el eje del
Este que tienen en Rusia y China sus centros de poder, pero no nos debe de
extrañar que estos ejes estén prontos a dar un nuevo salto.
El asunto medular es que
los conceptos de occidente y oriente continúan siendo referenciales y están
siendo sometidos a prueba por la llamada globalización y la rápida evolución de
una sociedad de la información, donde la movilidad acelerada de grandes
contingentes de personas afectan conceptos claves de identidad, entre ellos
pertenecer a occidente y en su defecto, a oriente.
Con respecto a la globalización
que es igualmente un termino multívoco, vamos a atenernos al concepto empleado
por el profesor Manfred B. Steger, quien en su ensayo Ideologías de la
globalización (Illinois State University, 2005) dice: “El termino globalización debe confinarse a un juego de complejos, y
muchas veces contradictorios procesos sociales que están cambiando nuestra
actual condición de naciones-estados independientes. Muchos académicos de la
globalización han definido sus conceptos claves en una serie de procesos
multidimensionales que crean, multiplican, amplían e intensifican una
interdependencia e intercambios mundiales y al mismo tiempo crean una
consciencia de conexiones profundas entre lo local y lo distante. En su centro
la globalización comprime el espacio y el tiempo como nunca antes debido a
cambios políticos, económicos y culturales igualmente debido a poderosas
innovaciones tecnológicas.”
Más adelante agrega: “Con el colapso del comunismo al estilo
soviético en la Europa del Este, unos centros de poder afiliados en el norte
desarrollado, aceleraron la implantación de su versión de globalización al
público, de un nuevo orden basados en libres mercados en expansión… y con
normas y valores que buscan cultivar el consumismo en millardos de personas en
el mundo.”
Es claro el predominio de
los valores y la cultura occidental en este esfuerzo globalizante que se
imponen en sociedades con distintas tradiciones y creencias, con lo que las
diferencias entre un mundo dividido entre este y oeste se hacen cada vez
menores, aunque su resistencia implique nuevas formas de confrontación y
violencia.
El conflicto de
civilizaciones que preveía Huntington parece ya negado con las transformaciones
de la globalización, lo que no quiere decir que las culturas orientales vayan a
desaparecer, se están transformando, asimilando de occidente estilos de vida y
de pensamiento como el consumismo y la democracia, por ejemplo, con algunas
resistencias como en el caso del islam que doctrinalmente confunde en el estado,
a la política y la religión.
Para gran parte de los
teóricos de la globalización, occidente también se transforma, de hecho asimila
los cambios culturales con mayor rapidez tomando lo que les útil de las tradiciones
orientales y absorbiéndolo en la forma de un multiculturalismo, pero de nuevo,
son las diferencias religiosas las que frenan el proceso de globalización.
En el campo de
postmodernismo hay una crítica mayor hacia occidente, visto desde el movimiento
postcolonialista y de la pluralidad cultural se acusa de un proceso de
desenmascaramiento de la razón, de una pérdida de soberanía y de identidad a
favor del multiculturalismo, según Giani Vattimo los medios masivos de
comunicación social han contribuido a una eclosión de diferencias locales, de
minorías étnicas, sociales, sexuales, religiosas y estéticas que han propiciado
a difuminar aún más el concepto de occidente.
El chavismo ha hecho todo
lo posible por desligarse de occidente con la hartera intención de desconocer los cánones democráticos de gobierno,
ha tratado de imponer una concepción de democracia que no es democracia,
haciendo pasar nuestra cultura como algo distinto a lo occidental para no
cumplir con los compromisos del buen gobierno.
Giorgio Agamben en su
escrito, Nota preliminar sobre el concepto de democracia (2009), nos
recuerda con claridad meridiana: “El
sistema político occidental es producto de la fusión de dos elementos
heterogéneos, que mutuamente se legitiman y se dan consistencia: una
racionalidad político-jurídica y una racionalidad económico-gubernamental, una
forma de constitución y una forma de gobierno.” Pero como bien apunta Agamben, quienes quieren
confundir la esencia de la democracia pretenden que la misma, se base pura y
simplemente en un poder ejecutivo operando en funciones de gobierno, eso es
fraude.
Para los venezolanos, que
hemos vivido esas últimas dos décadas en una burbuja política provocada por un
socialismo primitivo, aunque es manifiesto el retardo cultural provocado,
contamos con la enorme ventaja de nuestra capacidad de adaptación y asimilación
de los cambios civilizatorios, y porque pertenecemos a ese numen fantasmal
llamado occidente, nuestro ADN está conformado para reconstruirnos de la manera
más rápida y eficiente posible, y ese momento no tarda. -
saulgodoy@gmail.com
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