viernes, 2 de diciembre de 2016

El vuelo 752





Tuve que viajar a la ciudad de Maracaibo para atender a un cliente, no me montaba en un avión desde hacía más de cinco años, prefiero viajar por tierra aunque sé que las estadísticas de estar involucrado en un accidente estén en mi contra, pero hay algo en la ilusión de estar en control del vehículo  que lo traslada a uno que me hace sentir seguro, en el aire, amarrado al asiento lejos de la cabina de mando, dentro de un tubo de metal con alas que viaja a 900 Kms por hora y a 30.000 pies de altura, no sé, la sensación de impotencia es abrumadora.
Mi cliente consiguió mi pasaje ida y vuelta por la línea Aserca, la salida era para el día que justamente se convocaba la marcha hacia Miraflores por parte de la MUD, la misma que fue suspendida horas antes con la excusa de que había que darle una oportunidad a la mesa de diálogo donde intervendría los enviados del Vaticano.
Los rumores crearon un clima de inseguridad en Caracas y como medida de seguridad preferí cancelar el viaje y esperar un mejor momento, como ya tenía los pasajes a mi nombre tuve que hacer la notificación a la aerolínea que no volaría ese día para evitar alguna penalidad, me fue imposible contactarme con su Call Center de la línea aérea, de modo que opté por enviarles un correo electrónico a la misma dirección desde donde había recibido la clave de mi reservación.
A la semana siguiente, cuando quiero restablecer mis reservaciones, me entero que el pasaje había subido de precio y que tenía un recargo del 20% por no haber notificado mi cancelación de último momento, es decir, mi correo electrónico no sirvió de nada; ni modo, pago la diferencia y me dan la información con mi nueva reservación, saldría el jueves 24 de noviembre, regreso el sábado 26.
Como todo en Venezuela, pensaba en el deterioro de las instalaciones, en el decaimiento de la calidad de los servicios, me fui dos horas antes tal y como me lo indicaron, para mi sorpresa me encuentro con un aeropuerto en plena operatividad, limpio, lleno de gente, hago mi cola, me tratan muy bien, me asignan mi puerta de salida; me entero que el locutor Cesar Miguel Rondón viajará en nuestro vuelo para una producción que tiene en el Zulia, aunque no le conozco personalmente le escucho y leo sus artículos, presencié su encuentro con el cantante Gualberto Ibarreto de quien es amigo y estaba de tránsito en el mismo.
Uno de mis temores era la desagradable intervención de cuerpos de seguridad del estado en contra de periodistas de la oposición, había escuchado que a veces los retienen y les hacen pasar un mal rato, no es que me crea un objetivo importante del gobierno  pero no era extraño si uno salía premiado en esa especie de bingo y alguien decidía amargarme el día, pero nada, no hubo sorpresas, el vuelo fue muy tranquilo, a tiempo, sin eventualidades, excepto…
Me dieron una ventanilla y como a los diez minuto de estar en el aire veo un cuerpo brillante que se acerca de frente y por debajo de nuestra aeronave y nos pasa a gran velocidad, creí que se trataba de un misil, pero cuando me volteo veo que se trata de otra aeronave con la cola anaranjada, esto sucedió en segundos y creo que fui el único en percatarme del incidente, tuve la impresión que aquello no era normal, estuvo demasiado cerca, si el cielo estaba separado en varios corredores aéreos, aquel avión nos pasó a una distancia mínima, fuera de eso, todo sucedió con normalidad, llegamos ajustados al horario y hacía buen tiempo en Maracaibo, incluso el día estaba fresco.
Fueron magníficas horas las que pasé en Maracaibo, vi gente querida, trabajé con mi cliente sin ningún contratiempo, probé de la excelente cocina zuliana, escuché parte del programa de Cesar Miguel Rondón desde el hotel Intercontinental con músicos y gente destacada de la región, me impresionó lo grande que estaba la ciudad, y que a pesar de la crisis, sigue teniendo ese dinamismo de centro de negocios internacional que siempre la ha caracterizado, todo lo que tenía planificado se cumplió sin problemas.
Amaneció el sábado 26 de noviembre, mi vuelo era el 752 con destino a Maiquetía, se supone saldría a las 9:30 de la mañana, llegué muy temprano y esperé a que abrieran el despacho, todo fue normal hasta que nos mandaron a la puerta de embarque número 3, allí junto a otras decenas de personas esperamos por la llamada para abordar el avión, pero pasó la hora y un grupo grande de gente se nos unió, eran los pasajeros del vuelo 750 que supuestamente debieron haber salido a las 6:30 de la mañana hacia Maiquetía, pero el avión se les había descompuesto.
Al hablar con uno de los pasajeros de ese vuelo, me entero, que ya iban a despegar cuando sintieron unas vibraciones anormales en la nave y el capitán los regresó para hacer una revisión, estuvieron esperando hasta que los volvieron a montar, pero esta vez el remolcador, la pequeña grúa que los hala hasta la pista no estaba bien conectada y dañó la compuerta del tren delantero del avión, los volvieron a bajar y ahora estaban allí, reunidos con los pasajeros del vuelo 752 con la esperanza de abordar nuestro avión hacia su destino.
El primer error, no hubo presencia de personal autorizado y con capacidad de manejar aquella situación, nuestro vuelo el 752 fue retrasado para tratar de resolver aquella contingencia, creo que nunca debieron mezclar los pasajeros de los dos vuelos bajo la asunción que todos íbamos a abordar la aeronave, esto se convirtió en una polémica entre los pasajeros quienes empezaron a pelear entre ellos sobre el derecho que tenían de abordar aquella única aeronave.
El grupo era bastante heterogéneo, habían muchas madres con sus hijos pequeños, algunas personas de la tercera edad en sillas de ruedas, me entero que habían varios niños muy enfermos que iban por tratamiento a Caracas, mucha gente apurada con conexiones esa mañana a vuelos internacionales y nacionales, personas con citas de trabajo o médicas que cumplir ese día… en fin, cada uno tenía sus razones para abordar ese único avión y como no había una voz autorizada, ni se nos explicó un plan, a medida que corría el tiempo los ánimos se fueron exaltando y las personas del vuelo 750 y los del 752 empezaron a pelear entre ellos.
Como a la hora del retraso, apareció un funcionario de la aerolínea anunciando que el avión iba a ser abordado por sólo por aquellas personas que tuvieran que hacer conexiones en Maiquetía para otros vuelos y para casos urgentes, los demás tendrían que esperar hasta las dos de la tarde, cuando abordarían otro vuelo que venía de Maiquetía.
Por supuesto, el 90% de los presentes tenían que hacer conexiones y tenían urgencias justificables, y se armó un pandemoniun de gritos y empujones, todos querían pasar y abordar la aeronave, habían oradores espontáneos que se montaron sobre las sillas a reclamar el derecho de los pasajeros del 752 sobre “nuestro avión”, y otros que apelaban a que llegaron de primero, que estaban allí desde las 4 de la mañana y se iban a toda costa, que no iban a esperar más.
Algunos pasajeros salieron a la rampa a tomar posesión del avión que esperaba, pero fueron devueltos por los Guardias Nacionales, a fuerza de gritos y carreras los funcionarios de la línea aérea lograron confeccionar una lista de los afortunados que se iban, lo que trajo más airadas protestas y empujones frente a la agolpada puerta de embarque, pero al final el avión se llenó y partió, dejándonos atrás a los pasajeros que no teníamos que hacer conexiones, ni teníamos urgencias demostrables, éramos como ochenta personas.
Ya era cerca del mediodía y se nos anunció que pasáramos por las oficinas de la línea para recoger nuestro vale por el almuerzo, pero la gente lo que quería era irse, algunos pasajeros con conexiones y con citas médicas se había quedado y estaban muy frustradas, algunos simplemente se fueron a otras líneas a comprar nuevos pasajes pero era un día difícil, todos los vuelos estaban copados, de hecho no habría cupos hasta el próximo martes.
Durante el almuerzo empezó a llover sobre Maracaibo, los empleados de la línea Aserca tenían toda la confianza de que el avión que venía a recogernos de Maiquetía llegaría a las dos de la tarde, de hecho, fuimos anunciados por el sistema de comunicación del aeropuerto y nos pidieron esperar en la salida de embarque número dos, nuestros equipajes se irían con nosotros pues lo habían bajado del avión que nos dejó en la mañana.
Pero se había desatado una tormenta sobre Maracaibo y sucedió lo increíble, el avión que venía de Maiquetía sobrevoló tres veces el aeropuerto y no pudo ver la pista, por lo que se devolvió.
La gente estaba que echaba espuma por la boca, madres cansadas con sus hijos llorando, escuché un comentario de una señora que parecía, saber de asuntos de aviación, preguntándose cómo era posible que en pleno siglo XXI, en uno de los aeropuertos más importantes del país, los pilotos tuvieran que volar “en visual” sin la ayuda de la tecnología que hacía posible un aterrizaje por instrumentos, que ese avión en cualquier otra parte del mundo civilizado hubiera aterrizado sin problemas.
Pues bien, los pasajeros de los vuelos 750 y 752, luego de una larga espera y sintiéndonos abandonados por la empresa decidimos llegarnos hasta el área de despacho y bajamos hasta las oficinas de Aserca y tomamos el mostrador, reclamando que saliera el gerente para que nos solucionara el problema, pues la verdad sea dicha, no estábamos siendo atendidos como es nuestro derecho, había personas que querían sus equipajes y su dinero para irse de regreso a sus casas u hoteles, para solucionar ellos mismos el problema, pero no había manera, estábamos atrapados en la terminal, peor que Tom Hawks en su película en el aeropuerto JFK en New York.
Unas señoras irrumpieron en las oficinas del gerente que no salía a dar la cara y explicarnos la situación, y fueron desalojadas por la GN, intervino un oficial del Instituto Nacional de Aeropuertos llamando a la calma, nos dimos cuenta que el incidente con nuestros vuelos había retrasado las operaciones de Aserca en todos sus despachos y aquella protesta de gente que estaba allí desde la madrugada, pusieron a los pasajeros que llegaban a tomar sus vuelos, nerviosos.
Algunos pasajeros se fueron, sobre todo los que vivían en Cabimas y otros lugares fuera de Maracaibo, molestos dejaron sus equipajes y sus boletos para reclamarlos ese otro día.
Por fin nos dieron la solución, el avión que se había descompuesto en la mañana, había recibido las piezas desde Maiquetía en otros vuelos, los mecánicos estaban trabajando aceleradamente en repararlo y estaría a punto para llevarnos de vuelta a nuestro destino a las seis de la tarde.
Lo primero que pensé era que querían salir de nosotros a como diera lugar, que habían remendado el avión apurados para sacarnos de La Chinita, el amotinamiento de nuestro grupo los tenía con los nervios de punta, pero luego me dije que eso no era posible, nadie es tan sinvergüenza e irresponsable para montar a un grupo de personas en avión que no llenara los requisitos mínimos de seguridad, nuestras líneas aéreas no actúan de esa forma (al menos que el dueño de la aerolínea sea un chavista).
Otro lote de pasajeros había abandonado el aeropuerto, temerosos ante la perspectiva de abordar un avión que estuvo en reparación y del cual ya los habían desalojado dos veces, no querían tentar a la suerte, pero los que queríamos llegar ese día a Caracas, nos quedamos.
A las siete de la noche, los que habíamos esperado por casi doce horas, por fin embarcamos en el avión, una señora se levantó antes de despegar y elevó una oración al santísimo pidiendo protección para la aeronave y bendiciones para la tripulación, le pidió a Dios que el trabajo de los mecánicos estuviera bien hecho y cuando iba a proseguir pidiendo bendiciones escuchamos… -sin bendiciones para quienes nos maltrataron… excepto para la gerencia de la línea aérea- gritó alguien, y la gente estuvo de acuerdo, bendiciones para todos, menos para la gerencia de Aserca.
En medio de un fuerte palo de agua, el avión levantó vuelo con este servidor aterrorizado en su asiento, siendo estremecido por cada rayo y trueno que nos acompañaron hasta llegar a Maiquetía, fueron 45 minutos aferrado a los posa brazos del asiento como si mis manos estuviera pegadas con pega loca, el avión se estremeció de tal manera que suspendieron el servicio de bebidas, cuando tocamos tierra, el aplauso y las aleluyas no se hicieron esperar, parecía una fiesta patronal.
Durante esos 45 minutos en el aire, zarandeados por la fuerza de los vientos, sin poder ver nada por mi ventanilla excepto la luz intermitente de las alas del avión devuelta por una espesa capa de nubes blancas, mi humanidad se redujo al siguiente segundo, a la siguiente respiración en la loca confianza de que unos mecánicos que nunca había visto ni conocido, hubieran hecho bien su trabajo, en que el capitán y su segundo oficial estuvieran capacitados para lidiar por el vuelo con instrumentos.
Estuve al descampado confrontando un infinito de probabilidades, entre ellas, la muerte, y cuando llegué a Maiquetía la realidad se desplomó ante uno de los tantos hechos posibles que pudieron haber sucedido (abusando de la metáfora de la física cuántica sobre el colapso de la función de onda una vez que el fenómeno es observado), habíamos salido con bien de la aventura, llegamos vivos a nuestro destino, todas las demás posibilidades desaparecieron, aunque todas fueron factibles, incluso, dirían algunos, ocurrieron en universos paralelos.
Lamentablemente a las pocas horas me enteré del terrible accidente del avión donde viajaba el equipo de futbol brasileño en Medellín, Colombia, me estremecí con el recordatorio de que los accidentes suceden cuando nadie los espera, que la vida es un suspiro, que cada segundo cuenta.
Esa es mi historia, refleja en mucho a un país que anda al garete, sin estado, sin responsables, con la gente agenciándoselas para sobrevivir, lamentablemente quienes pagan las consecuencias son los más vulnerables, fue un micro episodio de lo que a diario se vive en esta sufrida tierra de gracia, de gente común en circunstancias extraordinarias.  –      saulgodoy@gmail.com







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