Tuve que viajar a la ciudad de Maracaibo para atender a un cliente, no me montaba en un avión desde hacía más de cinco años, prefiero viajar por tierra aunque sé que las estadísticas de estar involucrado en un accidente estén en mi contra, pero hay algo en la ilusión de estar en control del vehículo que lo traslada a uno que me hace sentir seguro, en el aire, amarrado al asiento lejos de la cabina de mando, dentro de un tubo de metal con alas que viaja a 900 Kms por hora y a 30.000 pies de altura, no sé, la sensación de impotencia es abrumadora.
Mi
cliente consiguió mi pasaje ida y vuelta por la línea Aserca, la salida era para
el día que justamente se convocaba la marcha hacia Miraflores por parte de la
MUD, la misma que fue suspendida horas antes con la excusa de que había que
darle una oportunidad a la mesa de diálogo donde intervendría los enviados del
Vaticano.
Los
rumores crearon un clima de inseguridad en Caracas y como medida de seguridad
preferí cancelar el viaje y esperar un mejor momento, como ya tenía los pasajes
a mi nombre tuve que hacer la notificación a la aerolínea que no volaría ese
día para evitar alguna penalidad, me fue imposible contactarme con su Call Center de la línea aérea, de modo
que opté por enviarles un correo electrónico a la misma dirección desde donde
había recibido la clave de mi reservación.
A la
semana siguiente, cuando quiero restablecer mis reservaciones, me entero que el
pasaje había subido de precio y que tenía un recargo del 20% por no haber
notificado mi cancelación de último momento, es decir, mi correo electrónico no
sirvió de nada; ni modo, pago la diferencia y me dan la información con mi
nueva reservación, saldría el jueves 24 de noviembre, regreso el sábado 26.
Como
todo en Venezuela, pensaba en el deterioro de las instalaciones, en el
decaimiento de la calidad de los servicios, me fui dos horas antes tal y como
me lo indicaron, para mi sorpresa me encuentro con un aeropuerto en plena
operatividad, limpio, lleno de gente, hago mi cola, me tratan muy bien, me
asignan mi puerta de salida; me entero que el locutor Cesar Miguel Rondón
viajará en nuestro vuelo para una producción que tiene en el Zulia, aunque no
le conozco personalmente le escucho y leo sus artículos, presencié su encuentro
con el cantante Gualberto Ibarreto de quien es amigo y estaba de tránsito en el
mismo.
Uno
de mis temores era la desagradable intervención de cuerpos de seguridad del estado
en contra de periodistas de la oposición, había escuchado que a veces los
retienen y les hacen pasar un mal rato, no es que me crea un objetivo
importante del gobierno pero no era
extraño si uno salía premiado en esa especie de bingo y alguien decidía
amargarme el día, pero nada, no hubo sorpresas, el vuelo fue muy tranquilo, a
tiempo, sin eventualidades, excepto…
Me
dieron una ventanilla y como a los diez minuto de estar en el aire veo un
cuerpo brillante que se acerca de frente y por debajo de nuestra aeronave y nos
pasa a gran velocidad, creí que se trataba de un misil, pero cuando me volteo
veo que se trata de otra aeronave con la cola anaranjada, esto sucedió en
segundos y creo que fui el único en percatarme del incidente, tuve la impresión
que aquello no era normal, estuvo demasiado cerca, si el cielo estaba separado
en varios corredores aéreos, aquel avión nos pasó a una distancia mínima, fuera
de eso, todo sucedió con normalidad, llegamos ajustados al horario y hacía buen
tiempo en Maracaibo, incluso el día estaba fresco.
Fueron
magníficas horas las que pasé en Maracaibo, vi gente querida, trabajé con mi
cliente sin ningún contratiempo, probé de la excelente cocina zuliana, escuché
parte del programa de Cesar Miguel Rondón desde el hotel Intercontinental con
músicos y gente destacada de la región, me impresionó lo grande que estaba la
ciudad, y que a pesar de la crisis, sigue teniendo ese dinamismo de centro de
negocios internacional que siempre la ha caracterizado, todo lo que tenía
planificado se cumplió sin problemas.
Amaneció
el sábado 26 de noviembre, mi vuelo era el 752 con destino a Maiquetía, se
supone saldría a las 9:30 de la mañana, llegué muy temprano y esperé a que
abrieran el despacho, todo fue normal hasta que nos mandaron a la puerta de
embarque número 3, allí junto a otras decenas de personas esperamos por la
llamada para abordar el avión, pero pasó la hora y un grupo grande de gente se
nos unió, eran los pasajeros del vuelo 750 que supuestamente debieron haber
salido a las 6:30 de la mañana hacia Maiquetía, pero el avión se les había
descompuesto.
Al
hablar con uno de los pasajeros de ese vuelo, me entero, que ya iban a despegar
cuando sintieron unas vibraciones anormales en la nave y el capitán los regresó
para hacer una revisión, estuvieron esperando hasta que los volvieron a montar,
pero esta vez el remolcador, la pequeña grúa que los hala hasta la pista no
estaba bien conectada y dañó la compuerta del tren delantero del avión, los
volvieron a bajar y ahora estaban allí, reunidos con los pasajeros del vuelo
752 con la esperanza de abordar nuestro avión hacia su destino.
El
primer error, no hubo presencia de personal autorizado y con capacidad de
manejar aquella situación, nuestro vuelo el 752 fue retrasado para tratar de
resolver aquella contingencia, creo que nunca debieron mezclar los pasajeros de
los dos vuelos bajo la asunción que todos íbamos a abordar la aeronave, esto se
convirtió en una polémica entre los pasajeros quienes empezaron a pelear entre
ellos sobre el derecho que tenían de abordar aquella única aeronave.
El
grupo era bastante heterogéneo, habían muchas madres con sus hijos pequeños,
algunas personas de la tercera edad en sillas de ruedas, me entero que habían
varios niños muy enfermos que iban por tratamiento a Caracas, mucha gente
apurada con conexiones esa mañana a vuelos internacionales y nacionales,
personas con citas de trabajo o médicas que cumplir ese día… en fin, cada uno
tenía sus razones para abordar ese único avión y como no había una voz
autorizada, ni se nos explicó un plan, a medida que corría el tiempo los ánimos
se fueron exaltando y las personas del vuelo 750 y los del 752 empezaron a pelear
entre ellos.
Como
a la hora del retraso, apareció un funcionario de la aerolínea anunciando que
el avión iba a ser abordado por sólo por aquellas personas que tuvieran que
hacer conexiones en Maiquetía para otros vuelos y para casos urgentes, los demás
tendrían que esperar hasta las dos de la tarde, cuando abordarían otro vuelo
que venía de Maiquetía.
Por
supuesto, el 90% de los presentes tenían que hacer conexiones y tenían
urgencias justificables, y se armó un pandemoniun de gritos y empujones, todos
querían pasar y abordar la aeronave, habían oradores espontáneos que se
montaron sobre las sillas a reclamar el derecho de los pasajeros del 752 sobre
“nuestro avión”, y otros que apelaban a que llegaron de primero, que estaban
allí desde las 4 de la mañana y se iban a toda costa, que no iban a esperar
más.
Algunos
pasajeros salieron a la rampa a tomar posesión del avión que esperaba, pero
fueron devueltos por los Guardias Nacionales, a fuerza de gritos y carreras los
funcionarios de la línea aérea lograron confeccionar una lista de los
afortunados que se iban, lo que trajo más airadas protestas y empujones frente
a la agolpada puerta de embarque, pero al final el avión se llenó y partió,
dejándonos atrás a los pasajeros que no teníamos que hacer conexiones, ni
teníamos urgencias demostrables, éramos como ochenta personas.
Ya
era cerca del mediodía y se nos anunció que pasáramos por las oficinas de la
línea para recoger nuestro vale por el almuerzo, pero la gente lo que quería
era irse, algunos pasajeros con conexiones y con citas médicas se había quedado
y estaban muy frustradas, algunos simplemente se fueron a otras líneas a
comprar nuevos pasajes pero era un día difícil, todos los vuelos estaban
copados, de hecho no habría cupos hasta el próximo martes.
Durante
el almuerzo empezó a llover sobre Maracaibo, los empleados de la línea Aserca
tenían toda la confianza de que el avión que venía a recogernos de Maiquetía
llegaría a las dos de la tarde, de hecho, fuimos anunciados por el sistema de
comunicación del aeropuerto y nos pidieron esperar en la salida de embarque
número dos, nuestros equipajes se irían con nosotros pues lo habían bajado del
avión que nos dejó en la mañana.
Pero
se había desatado una tormenta sobre Maracaibo y sucedió lo increíble, el avión
que venía de Maiquetía sobrevoló tres veces el aeropuerto y no pudo ver la
pista, por lo que se devolvió.
La
gente estaba que echaba espuma por la boca, madres cansadas con sus hijos llorando,
escuché un comentario de una señora que parecía, saber de asuntos de aviación,
preguntándose cómo era posible que en pleno siglo XXI, en uno de los
aeropuertos más importantes del país, los pilotos tuvieran que volar “en
visual” sin la ayuda de la tecnología que hacía posible un aterrizaje por
instrumentos, que ese avión en cualquier otra parte del mundo civilizado
hubiera aterrizado sin problemas.
Pues
bien, los pasajeros de los vuelos 750 y 752, luego de una larga espera y
sintiéndonos abandonados por la empresa decidimos llegarnos hasta el área de
despacho y bajamos hasta las oficinas de Aserca y tomamos el mostrador,
reclamando que saliera el gerente para que nos solucionara el problema, pues la
verdad sea dicha, no estábamos siendo atendidos como es nuestro derecho, había
personas que querían sus equipajes y su dinero para irse de regreso a sus casas
u hoteles, para solucionar ellos mismos el problema, pero no había manera,
estábamos atrapados en la terminal, peor que Tom Hawks en su película en el
aeropuerto JFK en New York.
Unas
señoras irrumpieron en las oficinas del gerente que no salía a dar la cara y
explicarnos la situación, y fueron desalojadas por la GN, intervino un oficial
del Instituto Nacional de Aeropuertos llamando a la calma, nos dimos cuenta que
el incidente con nuestros vuelos había retrasado las operaciones de Aserca en
todos sus despachos y aquella protesta de gente que estaba allí desde la
madrugada, pusieron a los pasajeros que llegaban a tomar sus vuelos, nerviosos.
Algunos
pasajeros se fueron, sobre todo los que vivían en Cabimas y otros lugares fuera
de Maracaibo, molestos dejaron sus equipajes y sus boletos para reclamarlos ese
otro día.
Por
fin nos dieron la solución, el avión que se había descompuesto en la mañana,
había recibido las piezas desde Maiquetía en otros vuelos, los mecánicos
estaban trabajando aceleradamente en repararlo y estaría a punto para llevarnos
de vuelta a nuestro destino a las seis de la tarde.
Lo
primero que pensé era que querían salir de nosotros a como diera lugar, que
habían remendado el avión apurados para sacarnos de La Chinita, el
amotinamiento de nuestro grupo los tenía con los nervios de punta, pero luego
me dije que eso no era posible, nadie es tan sinvergüenza e irresponsable para
montar a un grupo de personas en avión que no llenara los requisitos mínimos de
seguridad, nuestras líneas aéreas no actúan de esa forma (al menos que el dueño
de la aerolínea sea un chavista).
Otro
lote de pasajeros había abandonado el aeropuerto, temerosos ante la perspectiva
de abordar un avión que estuvo en reparación y del cual ya los habían
desalojado dos veces, no querían tentar a la suerte, pero los que queríamos
llegar ese día a Caracas, nos quedamos.
A las
siete de la noche, los que habíamos esperado por casi doce horas, por fin
embarcamos en el avión, una señora se levantó antes de despegar y elevó una
oración al santísimo pidiendo protección para la aeronave y bendiciones para la
tripulación, le pidió a Dios que el trabajo de los mecánicos estuviera bien hecho
y cuando iba a proseguir pidiendo bendiciones escuchamos… -sin bendiciones para quienes nos maltrataron… excepto para la gerencia de la línea aérea- gritó alguien, y la
gente estuvo de acuerdo, bendiciones para todos, menos para la gerencia de
Aserca.
En
medio de un fuerte palo de agua, el avión levantó vuelo con este servidor
aterrorizado en su asiento, siendo estremecido por cada rayo y trueno que nos
acompañaron hasta llegar a Maiquetía, fueron 45 minutos aferrado a los posa
brazos del asiento como si mis manos estuviera pegadas con pega loca, el avión
se estremeció de tal manera que suspendieron el servicio de bebidas, cuando
tocamos tierra, el aplauso y las aleluyas no se hicieron esperar, parecía una
fiesta patronal.
Durante
esos 45 minutos en el aire, zarandeados por la fuerza de los vientos, sin poder
ver nada por mi ventanilla excepto la luz intermitente de las alas del avión
devuelta por una espesa capa de nubes blancas, mi humanidad se redujo al
siguiente segundo, a la siguiente respiración en la loca confianza de que unos
mecánicos que nunca había visto ni conocido, hubieran hecho bien su trabajo, en
que el capitán y su segundo oficial estuvieran capacitados para lidiar por el
vuelo con instrumentos.
Estuve
al descampado confrontando un infinito de probabilidades, entre ellas, la
muerte, y cuando llegué a Maiquetía la realidad se desplomó ante uno de los
tantos hechos posibles que pudieron haber sucedido (abusando de la metáfora de
la física cuántica sobre el colapso de la función de onda una vez que el
fenómeno es observado), habíamos salido con bien de la aventura, llegamos vivos
a nuestro destino, todas las demás posibilidades desaparecieron, aunque todas
fueron factibles, incluso, dirían algunos, ocurrieron en universos paralelos.
Lamentablemente
a las pocas horas me enteré del terrible accidente del avión donde viajaba el
equipo de futbol brasileño en Medellín, Colombia, me estremecí con el
recordatorio de que los accidentes suceden cuando nadie los espera, que la vida
es un suspiro, que cada segundo cuenta.
Esa
es mi historia, refleja en mucho a un país que anda al garete, sin estado, sin
responsables, con la gente agenciándoselas para sobrevivir, lamentablemente
quienes pagan las consecuencias son los más vulnerables, fue un micro episodio
de lo que a diario se vive en esta sufrida tierra de gracia, de gente común en
circunstancias extraordinarias. – saulgodoy@gmail.com
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