Dedicado a Braulio Jatar y a
todos mis amigos y amigas en dificultades.
Me
han sucedido cosas maravillosas y terribles con mis amigos en estos tiempos de
revolución bolivariana, creo que la amistad, ese concepto a veces ligero y
vanidoso que utilizamos casi sin darnos cuenta, por lo menos en mi caso, ha
sido puesto a prueba de una manera inmisericorde, como en la fragua de vulcano,
hubo pedazos de metal, que al rojo vivo, simplemente se partieron y no
sirvieron sino como escoria, pero otros resistieron sobre el yunque cada golpe
del martillo y en vez de debilitarlo, lo fortalecían, se templaba entre la
llama de la fragua y el balde de agua fría.
Porque
estos tiempos de chavismo inhumano, ha sido un período intenso de pruebas al
alma y el carácter de muchos hombres y mujeres, he visto a grandes amigos
separarse por la ideología, he sentido al poder rasgar no solo la unión de las
familias sino romper amistades.
En el
desastre social a que éste gobierno nos sumió, en esta vorágine de necesidades,
oportunidades, retos y fracasos que como en un huracán el gobierno tiró sobre
nosotros, fue la prueba necesaria y hasta extrema de informarnos sobre nuestros
amigos, y en mi caso de quién era yo realmente amigo.
Les
comento algo que me sucedió hace pocas semanas, hubo un encuentro de promoción
del colegio y tuve oportunidad de compartir con amigos de la infancia y la
juventud que no veía en mucho tiempo, entre ellos a un gran abogado que siempre
admiré por su liderazgo y fortaleza de carácter, supe que había sufrido grandes
pérdidas personales, lo que significó el fin de su matrimonio, situación que lo
sacó fuera de balance y tuvo que tratarse con un analista para volver a
encontrar su equilibrio.
Cuando
me vio simplemente se acercó y me abrazó y me dijo al oído “y cuando me harto del mundo, simplemente leo a los clásicos, me
refugio en la sabiduría de los hombres sabios” estaba citándome en uno de
mis artículos, sólo sonrió y no lo volví a ver, ese contacto, que duró segundos,
fue el encuentro más genial y conmovedor que he tenido con un amigo, sentí que
lo había tocado, sin saberlo, desde lejos, cuando más lo necesitaba, y bastó
ese momento para recordarme que éramos amigos.
También
los he herido dejándoles desplantados, angustiado por la situación del momento,
acosado por mil problemas no he sabido cuando me necesitaban y los he ignorado,
o contestado de mala manera o no les presté la atención que requerían, porque un
amigo sabe eso y más, pero probablemente mi cabeza era una caos sin resolver y
no me percaté que mi actitud indiferente hasta que ya era muy tarde.
Pero
como valoro la amistad, porque sé que en el paso por esta vida son pocos los
verdaderos amigos, cuando caigo en cuenta de mi error no escatimo dignidad ni
vergüenza en rogar su perdón y tratar de recomponer la relación, y cuento con
una ventaja, los verdaderos amigos saben, intuyen, que sus amigos tienen
momentos de debilidad, de confusión y pueden descomponerse sin que ellos puedan evitarlo, y que si
respondo con una dentellada, a veces, lo mejor es dejar que el tiempo vuelva a
poner las aguas en su curso.
Fue
el poeta y pintor Inglés William Blake
quien dijo: “Tu amistad a menudo me ha
herido el corazón/ Se mi enemigo por amor a la amistad.” Tales son los
sentimientos que despiertan las desconsideraciones de los amigos, duelen porque
son sentimientos de amor, de un amor diferente al filial o al amor entre un
hombre y una mujer, un amor del que han hablado poetas y filósofos y tan
fuerte, que hay momentos que la vida misma se sacrifica por el amigo.
Una
vez dije en una cena que los amigos son referencias que uno tiene en el camino
de la vida, son como señales en la ruta que te van indicando no solo el paso
del tiempo sino el tipo de vida que has llevado, la calidad de tu decurso como
ser humano, por ello es que la pérdida de un amigo, por la razón que fuera, es
un desastre, nos van descompletando y nos va haciendo más solos.
Porque
uno de los grandes misterios de la amistad es que se comparten las soledades.
No solo son para celebrar los buenos tiempos, que es importante y nos mueve
hacerlo, sino para comulgar en los silencios, en el dolor, en la tragedia,
cuando sentimos sus cercanías nos reconfortamos aún al borde del abismo, el
solo hecho de pensar en los amigos, de que si supieran de nuestra situación,
estaríamos seguro, estarían a nuestro lado, es ya un consuelo, así de grande y
poderosa es la amistad.
El
filósofo español Julián Marías cuando hablaba de la felicidad, haciéndonos caer
en cuenta lo difícil que es llegar a conocer que es la felicidad, llega a una
conclusión que pudiera complacer a todos los gustos, felicidad es “el goce y la
posesión de la realidad” porque cuando poseemos algo lo hacemos nuestro y una
de las formas más completas de poseer es identificándonos con la cosa poseída,
y en este sentido cuando se tiene un amigo lo hacemos nuestro, parte integral
de nuestro ser, y en reciprocidad, somos parte de él o ella.
Ese
vínculo de complementariedad, de identificación, de mutuo reconocimiento es un
componente fundamental de la felicidad humana, porque parte no solo de la
confianza sino del sentimiento del amor; dice Julián Marías que el hombre vive
en medio del descontento, vivir la vida es una paradoja, una carrera contra el
tiempo ya que nuestra vida es limitada, tenemos los días contados y en ese
corto lapso buscamos ser felices, buscamos amigos con quienes compartir nuestro
mundo (nuestra experiencia de ese mundo).
Es
por ello que creo, que cuando se pierde a un amigo se pierde un pedazo de
nuestro ser, y cuando ganamos a uno, nuestra vida se enriquece, se hace más
plena, esto también explica lo difícil que es hacer amigos que no es lo mismo
que tener conocidos, se puede ser muy popular y no tener amigos, porque hacer
amigos es un proceso que necesita tiempo, cultivar esa relación implica
compartir, dar y entregar confianza, vivir experiencias, abrir el alma al otro,
perdonar, comprender, hacer sacrificios.
Pero la
amistad tiene todavía otra prueba de fuego que soportar y es el transcurso de
la edad de las personas, esas edades tienen, por decirlo de una manera
comprensible, su propio control de calidad, a medida que nos hacemos más sabios
nos hacemos más exigentes, a veces más intransigente con las debilidades
humanas y se puede llegar a un grado de exigencia con los amigos, que ni
siquiera nos aplicamos a nosotros mismos, haciendo que la amistad se quebrante
y debilite, justo cuando más se necesita.
La
vida es preferencia y elección, y cada vez que elegimos negamos posibilidades
que nuestra vida sea de una manera y no de otra, igual sucede con las personas
que nos acompañan, nuestros socios, vecinos, amigos, amores, al escoger a unos
y no a otros hacemos decisiones fatales, que tienen consecuencias, no existen
las amistades impuestas, todas son escogidas para bien o para mal.
No
hay tesoro más grande para una persona que contar con los llamados amigos de la
infancia, son pocos los que tienen la fortuna de tener amigos que han viajado a
través de las edades de una generación, amigos históricos que pueden leernos
como si fuéramos un libro abierto, que han compartido fracasos y éxitos, que
han estado con nosotros en las buenas y las malas, son los verdaderos
compañeros de ruta, y de esos, hay pocos.
Soy
un gran admirador de dos escritores ingleses que fueron muy amigos, J.R.R.
Tolkien y C.S. Lewis ambos, portentosos escritores de narrativa fantástica,
pero se fueron distanciando con el tiempo y la fama, cuando Tolkien se entera
de la muerte de Lewis escribe en una carta: “Hasta
el momento había tenido la sensación normal de un hombre a mi edad, que al
igual que un viejo árbol se le van cayendo las hojas una a una con la
desaparición de los amigos: esta se sintió como si le hubieran dado un hachazo
a las raíces.”
La
amistad es un club muy exclusivo, la gente que se jacta de tener una enorme
cantidad de amigos saben que hay grados en esas relaciones, da el título de
amistad a clientes y conocidos accidentales, a personas con las que hacen
“química” en un momento y lugar dados, pero de allí a incluirlos en sus
vínculos afectivos y de confianza hay un trecho largo.
Es
por ello que en tiempos del cólera, en dificultades, cuando no se toca piso, es
cuando más necesidad hay de los amigos, estos tiempos de revolución socialista
ha sido y es, la tormenta perfecta para la amistad, se refuerzan esas
relaciones, nos reconocemos en medio de la adversidad y nos damos fuerza,
apoyando, acompañando a los amigos en sus angustias, que son las nuestras. –
saulgodoy@gmail.com
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