miércoles, 7 de diciembre de 2016

Sobre la amistad en tiempos del cólera



Dedicado a Braulio Jatar y a todos mis amigos y amigas en dificultades.

Me han sucedido cosas maravillosas y terribles con mis amigos en estos tiempos de revolución bolivariana, creo que la amistad, ese concepto a veces ligero y vanidoso que utilizamos casi sin darnos cuenta, por lo menos en mi caso, ha sido puesto a prueba de una manera inmisericorde, como en la fragua de vulcano, hubo pedazos de metal, que al rojo vivo, simplemente se partieron y no sirvieron sino como escoria, pero otros resistieron sobre el yunque cada golpe del martillo y en vez de debilitarlo, lo fortalecían, se templaba entre la llama de la fragua y el balde de agua fría.
Porque estos tiempos de chavismo inhumano, ha sido un período intenso de pruebas al alma y el carácter de muchos hombres y mujeres, he visto a grandes amigos separarse por la ideología, he sentido al poder rasgar no solo la unión de las familias sino romper amistades.
En el desastre social a que éste gobierno nos sumió, en esta vorágine de necesidades, oportunidades, retos y fracasos que como en un huracán el gobierno tiró sobre nosotros, fue la prueba necesaria y hasta extrema de informarnos sobre nuestros amigos, y en mi caso de quién era yo realmente amigo.
Les comento algo que me sucedió hace pocas semanas, hubo un encuentro de promoción del colegio y tuve oportunidad de compartir con amigos de la infancia y la juventud que no veía en mucho tiempo, entre ellos a un gran abogado que siempre admiré por su liderazgo y fortaleza de carácter, supe que había sufrido grandes pérdidas personales, lo que significó el fin de su matrimonio, situación que lo sacó fuera de balance y tuvo que tratarse con un analista para volver a encontrar su equilibrio.
Cuando me vio simplemente se acercó y me abrazó y me dijo al oído “y cuando me harto del mundo, simplemente leo a los clásicos, me refugio en la sabiduría de los hombres sabios” estaba citándome en uno de mis artículos, sólo sonrió y no lo volví a ver, ese contacto, que duró segundos, fue el encuentro más genial y conmovedor que he tenido con un amigo, sentí que lo había tocado, sin saberlo, desde lejos, cuando más lo necesitaba, y bastó ese momento para recordarme que éramos amigos.
También los he herido dejándoles desplantados, angustiado por la situación del momento, acosado por mil problemas no he sabido cuando me necesitaban y los he ignorado, o contestado de mala manera o no les presté la atención que requerían, porque un amigo sabe eso y más, pero probablemente mi cabeza era una caos sin resolver y no me percaté que mi actitud indiferente hasta que ya era muy tarde.
Pero como valoro la amistad, porque sé que en el paso por esta vida son pocos los verdaderos amigos, cuando caigo en cuenta de mi error no escatimo dignidad ni vergüenza en rogar su perdón y tratar de recomponer la relación, y cuento con una ventaja, los verdaderos amigos saben, intuyen, que sus amigos tienen momentos de debilidad, de confusión y pueden descomponerse  sin que ellos puedan evitarlo, y que si respondo con una dentellada, a veces, lo mejor es dejar que el tiempo vuelva a poner las aguas en su curso.
Fue el poeta y  pintor Inglés William Blake quien dijo: “Tu amistad a menudo me ha herido el corazón/ Se mi enemigo por amor a la amistad.” Tales son los sentimientos que despiertan las desconsideraciones de los amigos, duelen porque son sentimientos de amor, de un amor diferente al filial o al amor entre un hombre y una mujer, un amor del que han hablado poetas y filósofos y tan fuerte, que hay momentos que la vida misma se sacrifica por el amigo.
Una vez dije en una cena que los amigos son referencias que uno tiene en el camino de la vida, son como señales en la ruta que te van indicando no solo el paso del tiempo sino el tipo de vida que has llevado, la calidad de tu decurso como ser humano, por ello es que la pérdida de un amigo, por la razón que fuera, es un desastre, nos van descompletando y nos va haciendo más solos.
Porque uno de los grandes misterios de la amistad es que se comparten las soledades. No solo son para celebrar los buenos tiempos, que es importante y nos mueve hacerlo, sino para comulgar en los silencios, en el dolor, en la tragedia, cuando sentimos sus cercanías nos reconfortamos aún al borde del abismo, el solo hecho de pensar en los amigos, de que si supieran de nuestra situación, estaríamos seguro, estarían a nuestro lado, es ya un consuelo, así de grande y poderosa es la amistad.
El filósofo español Julián Marías cuando hablaba de la felicidad, haciéndonos caer en cuenta lo difícil que es llegar a conocer que es la felicidad, llega a una conclusión que pudiera complacer a todos los gustos, felicidad es “el goce y la posesión de la realidad” porque cuando poseemos algo lo hacemos nuestro y una de las formas más completas de poseer es identificándonos con la cosa poseída, y en este sentido cuando se tiene un amigo lo hacemos nuestro, parte integral de nuestro ser, y en reciprocidad, somos parte de él o ella.
Ese vínculo de complementariedad, de identificación, de mutuo reconocimiento es un componente fundamental de la felicidad humana, porque parte no solo de la confianza sino del sentimiento del amor; dice Julián Marías que el hombre vive en medio del descontento, vivir la vida es una paradoja, una carrera contra el tiempo ya que nuestra vida es limitada, tenemos los días contados y en ese corto lapso buscamos ser felices, buscamos amigos con quienes compartir nuestro mundo (nuestra experiencia de ese mundo).
Es por ello que creo, que cuando se pierde a un amigo se pierde un pedazo de nuestro ser, y cuando ganamos a uno, nuestra vida se enriquece, se hace más plena, esto también explica lo difícil que es hacer amigos que no es lo mismo que tener conocidos, se puede ser muy popular y no tener amigos, porque hacer amigos es un proceso que necesita tiempo, cultivar esa relación implica compartir, dar y entregar confianza, vivir experiencias, abrir el alma al otro, perdonar, comprender, hacer sacrificios.
Pero la amistad tiene todavía otra prueba de fuego que soportar y es el transcurso de la edad de las personas, esas edades tienen, por decirlo de una manera comprensible, su propio control de calidad, a medida que nos hacemos más sabios nos hacemos más exigentes, a veces más intransigente con las debilidades humanas y se puede llegar a un grado de exigencia con los amigos, que ni siquiera nos aplicamos a nosotros mismos, haciendo que la amistad se quebrante y debilite, justo cuando más se necesita.
La vida es preferencia y elección, y cada vez que elegimos negamos posibilidades que nuestra vida sea de una manera y no de otra, igual sucede con las personas que nos acompañan, nuestros socios, vecinos, amigos, amores, al escoger a unos y no a otros hacemos decisiones fatales, que tienen consecuencias, no existen las amistades impuestas, todas son escogidas para bien o para mal.
No hay tesoro más grande para una persona que contar con los llamados amigos de la infancia, son pocos los que tienen la fortuna de tener amigos que han viajado a través de las edades de una generación, amigos históricos que pueden leernos como si fuéramos un libro abierto, que han compartido fracasos y éxitos, que han estado con nosotros en las buenas y las malas, son los verdaderos compañeros de ruta, y de esos, hay pocos.
Soy un gran admirador de dos escritores ingleses que fueron muy amigos, J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis ambos, portentosos escritores de narrativa fantástica, pero se fueron distanciando con el tiempo y la fama, cuando Tolkien se entera de la muerte de Lewis escribe en una carta: “Hasta el momento había tenido la sensación normal de un hombre a mi edad, que al igual que un viejo árbol se le van cayendo las hojas una a una con la desaparición de los amigos: esta se sintió como si le hubieran dado un hachazo a las raíces.”
La amistad es un club muy exclusivo, la gente que se jacta de tener una enorme cantidad de amigos saben que hay grados en esas relaciones, da el título de amistad a clientes y conocidos accidentales, a personas con las que hacen “química” en un momento y lugar dados, pero de allí a incluirlos en sus vínculos afectivos y de confianza hay un trecho largo.
Es por ello que en tiempos del cólera, en dificultades, cuando no se toca piso, es cuando más necesidad hay de los amigos, estos tiempos de revolución socialista ha sido y es, la tormenta perfecta para la amistad, se refuerzan esas relaciones, nos reconocemos en medio de la adversidad y nos damos fuerza, apoyando, acompañando a los amigos en sus angustias, que son las nuestras.  –
saulgodoy@gmail.com






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