martes, 17 de enero de 2017

La conciencia según Dennett





Y su propuesta la comparto plenamente, empezando porque es uno de los hombres más informados que existen en la actualidad sobre ese complejo campo de la neurobiología, sobre todo, la que tiene que ver con el funcionamiento del cerebro.
Ya he escrito unos cuantos artículos acerca del profesor Daniel  C. Dennett, un prolífico autor y conferencista norteamericano de fama mundial, que tiene una terrible noticia para aquellos que creen en la divinidad del ser humano, en la naturaleza especial, digo espiritual, en esa partición no biológica de nuestro ser que algunos llaman alma, personalidad, yo, conciencia.
Considerada una de las ideas más peligrosas del mundo, el profesor Dennett ha sido anatemizado por muchas de las religiones del mundo como el propagandista de una herejía, de la herejía.
Para ponerlo en términos muy crudos, Dennett cree haber descubierto (al igual que muchos científicos) que el cerebro humano trabaja como una computadora húmeda (orgánica) que funciona como terminal de un complejo sistema nervioso que capta estímulos, los procesa, los filtra, los cataloga, les da propiedades, significación, jerarquía y los presenta en una especie de sala situacional, donde actúan diferentes sistemas especializados, que no son otra cosa que millones de neuronas haciendo sinapsis entre ellas, cada una trayendo a la mesa su versión de los hechos, y allí, con toda esa información a la vista y gracias a varios trucos que el cerebro ha aprendido para favorecer nuestra existencia en un mundo hostil, nos hace creer que somos una persona, que tenemos un yo dentro de nuestro cuerpo controlando una parte de nuestras vidas, sobre todo la que tiene que ver con el mundo externo.
El profesor e investigador Daniel C. Dennett
El truco es tan bueno que nos hace creer que tenemos un discurso interno, pensamientos, sentimientos atribuibles a esa persona que tiene nuestro nombre, ocupación, dirección, cuentas bancarias y número de teléfono; estar consciente, es ser un agente para la acción con un punto de vista en primera persona, no solo reconocemos cosas y respondemos a ellas, sino que nos damos cuenta que notamos cosas, incluso a nosotros mismos dándonos cuenta.
Lo más loco de la situación que Dennett nos dice, es que los investigadores han encontrado en 
sus laboratorios, que todas las partes involucradas en esta ilusión de crearnos a nosotros mismos, ninguna tiene consciencia propia, ni siquiera esos sistemas especializados que se encuentran en la sala situacional (que es el cerebro todo, no un punto en específico), son como máquinas que operan en paralelo, inconscientemente, simultáneamente, trabajando las 24 horas, todos los días hasta el momento que dejemos de funcionar, y cuando eso suceda, el truco se acaba, la ilusión de nosotros, de mi persona, simplemente desaparecerá.
Una idea terrible, y espectacular al mismo tiempo, es la biología trabajando al máximo de sus posibilidades creando personas, seres que creen tener conciencia de sí y del universo, que se cuestionan sobre el pasado, el presente y el futuro, que prevén su final, que crean arte y quieren conquistar otros mundos, que aman, que tienen hijos, que se matan y destruyen, que quieren vivir eternamente… que crearon a Dios.
Esa persona que vive en ese cuerpo, o sea tú y yo, nos hemos construido por medio de la palabra, constantemente nos estamos presentando ante otros y a nosotros mismos, utilizando una red de discursos, de representaciones, de caracterizaciones, de roles, de recuerdos y experiencias que construimos con el lenguaje, Dennett cree que uno de los elementos más potentes de nuestro medio ambiente son las palabras con las que creamos nuestro mundo simbólico, y muchas veces son las palabras las que toman el control de nuestras vidas.
Fue Descarte el que nos hizo creer que dentro de nuestro cerebro había un teatro, y que allí sucedían las cosas que nos sucedían, y había un homúnculo, un hombrecito que veía todo lo que pasaba y que tomaba decisiones, era nuestro yo imaginado por un filósofo del siglo XVII, esa idea de que éramos “nosotros”, espíritus divinos separados de la materia en la que estábamos encerrados, los verdaderos señores de nuestro destino y acciones, incorruptibles, eternos, entes luminosos hechos para un mundo perfecto cuando abandonáramos nuestros cuerpos, una idea reconfortante y falsa.
Gottfried Wilhelm Leibniz en su tratado Monadología (1840) escribió: “Supongamos que hay una máquina, cuya estructura produce pensamientos, sentimientos y percepciones; imagina esta máquina esta máquina grande pero preservando sus proporciones, de modo que pudiéramos entrar en ella como si lo hiciéramos en un molino. Suponiendo que podemos visitar su interior; que podríamos encontrar allí?  Nada sino partes que se empujan y  se mueven, pero no encontraríamos nada que pudiera explicar la percepción.” 
Leibniz planteó correctamente la imagen, pero las creencias de su tiempo lo hicieron derivar hacia el alma, al fantasma dentro de la máquina, esa entidad espiritual que la metafísica de su tiempo creó para explicar la razón última del ser humano, pero había planteado el problema correctamente, sólo que abandonó la explicación más obvia, era la actividad de esas partes brutas las que originaban, a manera de un subproducto, la percepción.
Porque si le creemos a Dennett y a los resultados que los científicos han obtenido en sus centros de investigación luego de años de trabajo, no existe el libre albedrío en los términos que hasta ahora hemos conocido, la libertad es otro truco que nos juega el cerebro, porque si somos creación de nuestros nervios, glándulas, humores, órganos y secreciones, si todo está condicionado por la tiranía del estímulo-repuesta y nuestra constitución biológica, ¿Somos realmente libres?
Tomemos en cuenta, que ningún cuerpo es igual al otro, de modo que esa tendencia a la infidelidad, a la acumulación de riqueza, a contemplar el suicidio o a la bondad entre las personas, así como otros muchos comportamientos de las personas, pudieran ser productos de cómo funciona ese complejo sistema biológico, y la calidad de los trucos que hace.
Todas nuestras normas éticas-legales, nuestro mundo moral, nuestras creencias religiosas todo ese constructo cultural de ideas y creaciones estéticas, nuestras formas políticas  e instituciones no son sino parte de esa enorme colmena, que como las termitas en África, hemos construido para guarecernos de los elementos y de los peligros.
Pero muy por el contrario, al entender esta tesis (sí, afortunadamente, para algunos, todavía es una tesis, no ha sido probada del todo, pero lo que se ha descubierto apunta a que es así) en vez de echarnos a llorar porque el mundo no es lo que creíamos, lo que nos habían vendido los curanderos y brujos, esa fantasía dorada de que vivíamos en la tierra de “nunca jamás”, lo que debería despertar es nuestra curiosidad por redefinir quienes somos en realidad, como personas y como especie, si esto fuera de esta manera, si nuestra consciencia es el resultado de una arquitectura inteligente de nuestra biología ¿Cuál es nuestro lugar en el mundo? ¿Qué es el mundo?
No sé a ustedes, pero a mí me parece apasionante que por primera vez en nuestra historia se nos dé la oportunidad de revisarnos en totalidad, de quitarnos de encima ese pesado fardo de mentiras y buenas intenciones y enfrentemos nuestro sino, sabemos que hace algunos miles de años atrás no había seres conscientes en nuestro planeta, que la aparición de la consciencia fue un fenómeno de reciente aparición ¿Cómo fue eso posible?
Si lo que dice Dennett es verdad, se trataría del descubrimiento más importante de la historia de la humanidad, ni siquiera el descubrimiento de América, o el del subconsciente tendrían comparación, y aunque se entiende, le movería el piso a mucha gente, tampoco eso significa una invitación al nihilismo o a la desesperanza, muy por el contrario, sería la oportunidad de desarrollar nuevos sistemas filosóficos, en especial una ontología distinta, la antropología daría un vuelco y nada digamos la sociología, sólo para empezar.
Para algunos críticos esta sería una versión de Darwin recargado, que no estaría muy lejos de la verdad, la evolución ha especializado el cerebro humano hasta el punto de producir conciencia desde una plataforma puramente biológica, como un epifenómeno de alta complejidad.
La conciencia, según Dennett no es algo tangible, ni concreto, es difícil de abarcar y no sabemos cómo se origina, lo que sí sabemos es que en medio de ese enorme caudal de información que produce nuestro sistema nervioso, está allí, en constante proceso  de los impulsos que recibe, sólo atendiendo aquella información que la necesidad reclama para conservarnos con vida.
Lo que aflora como conciencia, es como un gran mosaico de lo que percibimos como realidad, cada pieza es inmediatamente sustituida por otra y otra, y otra, algunas duras partes de un segundo, otras son más estables creándose una corriente de conciencia, un flujo que nos da la impresión de continuidad y unidad.
Los libros de Dennett hay que leerlos con mucha atención, afortunadamente es un educador de primera, con un gran dominio del lenguaje, capaz de explicarnos al detalle situaciones complicadas que conciernen  nuestra más íntima naturaleza.  -   saulgodoy@gmail.com










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