jueves, 19 de enero de 2017

Racionero y el Arte


Uno de los libros fundamentales para comprender el arte y que toda biblioteca especializada debería tener es Arte y Ciencia (1986) del autor catalán Lluis Racionero, una verdadera joya de erudición en la que nos retrata el fenómeno creativo, en sus dos expresiones fundamentales, arte y ciencia, en contra del telón de la historia.
Racionero empieza por descartar toda idea de progreso, dice: “En la evolución de la creatividad no existen progresos sino cambios de propósitos; el hombre tantea a ciegas para asegurar su improbable supervivencia.  Sólo en el camino hacia la libertad es indiscutible el progreso de la creatividad.  En la creatividad el hombre realiza sus aptitudes potenciales y se expresa en libertad; paralelamente, la libertad es el marco necesario para el despliegue- sin trabas ni censuras- de la creatividad.”
Y se hace la pregunta del millón de dólares: “¿Qué otra finalidad podrían tener la política, la economía, la cultura, si no la de proporcionar el marco adecuado para que la creatividad, realizadora del hombre, germine?”
La creatividad es construir nuevas relaciones con elementos preexistentes, no significa crear de la nada, no somos dioses, conectamos los puntos que ya están dados y que tenemos delante de nosotros.
El escritor y filósofo español Lluis Racionero
Sigue explicando Racionero: “Si una conexión tal se expresa mediante una forma, y dicha forma causa emoción en el espectador, diremos que se trata de arte; si la conexión se formaliza a través de un lenguaje simbólico y genera conocimiento, diremos que se trata de ciencia.  Arte y ciencia son dos modalidades dialécticas del proceso creativo.”
Y durante todo su libro Racionero nos muestra como el arte y la ciencia interactúan de manera estrecha, explicando con sendos ejemplos de literatura, pintura, escultura, cine como la realidad que nos descubre la ciencia influyen de manera determinante en los estilos, temas, movimientos y experimentos en las artes y como estos, a su vez, influyen a los científicos en sus búsquedas por resolver los misterios del universo, proporcionándoles posibilidades impensadas, puertas secretas, relaciones imposibles y derroteros inexplorados.
Nos explica como en los grandes momentos de la civilización humana, las artes y las ciencias estaban estrechamente relacionadas, al punto que convergían en una misma persona, escuela u orden, el artista y el científico.
¿Cuántas conexiones no se hicieron entre elementos de la tabla periódica durante la ensoñación de un químico escuchando a Mozart? ¿Cómo explicar la furia de mil soles explotando sin tener que recurrir a un poema hindú, tal como lo hizo el físico nuclear Oppenheimer? ¿Qué mejor forma de explicar la teoría del caos que con una pintura de Jackson Pollock, o entender el flujo de conciencia que leyendo a Joyce?
Cuando Racionero nos explica el arte del siglo XX nos pasea por los avances en el psicoanálisis, principalmente en el descubrimiento del inconsciente, igualmente nos remite a la teoría de la relatividad de Einstein, a la física cuántica, de esas nociones se desprendieron una serie de manifestaciones artísticas como el surrealismo y el cubismo, la música atonal, arte y ciencia bailaban un tango apretado, era un juego de espejos.
Pero de pronto se encuentra en ascuas con los movimientos vanguardistas que miran hacia el nuevo milenio, para el escritor como para mucha gente es un arte incomprensible, Racionero lo explica diciendo que nos encontramos en una atapa intermedia, de cambios, que el arte se encuentra sumido en medio de experimentos, de propuestas y tentativas que todavía no cuajan.
Para que un vigoroso movimiento artístico sea reconocido debe ser popular, tiene que emocionar al público porque si no hace, simplemente quedará como una rareza, algo incompleto, como lo es precisamente la música atonal o el nouveau roman, que no pasaron de ser “curiosidades” para diletantes o especialistas, jamás llegaron a calar en el gusto del gran público y ser parte de la cultura popular.
El panorama actual del arte se complica debido, entre otros cosas, porque los cánones estéticos ya no existen, no hay reglas de oro, todo el mundo trabaja como le da la gana bajo esa única norma que obliga “porque necesito expresarme”, de allí que exista tanto arte de pacotilla, sin sentido, sin estímulo y hasta vulgar.
¿Cómo juzgar al arte contemporáneo? ¿Cómo valorarlo? Porque de hecho hay un mercado del arte funcionando, donde se cotizan obras por cantidades astronómicas, donde hay artista que son superestrellas y reciben el trato de celebridades, Racionero nos descubre los mecanismo que en su opinión están moviendo el mercado del arte mundial, un complejo entramado de grupos financieros, galeristas, críticos de arte, medios de comunicación y publicistas que controlan los valores del arte actual.
Lo que le queda a la gente realmente interesada en descubrir el verdadero arte dentro de este alud de propuestas, estilos y movimientos artísticos es recurrir a las herramientas críticas existentes, que para suerte o penuria de muchos observadores interesados, se trata de una inmensa panoplia de escuelas que han desarrollado sus instrumentos a un alto grado de sofisticación.
Y es aquí donde la ciencia y el arte se vuelven a dar la mano, pues según Racionero : “Las numerosas maneras de establecer criterios para criticar obras de arte están sistematizadas en algunos tratados para las artes plásticas y la teoría estética en general, E.F Carrit de Oxford o Bosanquet han resumido los diversos enfoques: teorías moralistas-hedonistas de Platón, Tolstoy y Ruskin, teorías realistas de Aristóteles y la Ilustración, teorías intelectuales de Kant, Coleridge y Hegel, teorías emocionalistas de Schopenhauer y Nietzsche, teoría expresionista de Croce, teoría de la empatía de Lipps, gestalismo de Khöler…”  En teoría crítica para la literatura hay otro montón, al igual que en cine, fotografía, y en artes menores como podría ser el arte gourmet (de la buena mesa) hay otro lote de corrientes críticas.
Racionero pone la lupa sobre dos corrientes críticas muy populares en la actualidad y que son usadas con mucho rigor por algunos “expertos” que son, la teoría semiótica de Humberto Eco, y la teoría matemática de la comunicación de Shanon y Weaber, ambas en extremo complicadas, analíticas y que según Racionero se pierden en el laberinto de sus formulaciones sin ayudarnos a entender lo que verdaderamente mueve al arte.
Para quienes desean obtener un panorama del arte hoy, éste libro de Lluis Racionero es de gran ayuda, lo recomiendo.   -   saulgodoy@gmail.com





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