jueves, 12 de enero de 2017

Un problema de calidad


A la pregunta ¿Tiene el chavismo clase? En el sentido de que si tiene buen gusto, si posee, principalmente su clase dirigente algún patrón de refinamiento, de tendencia o inclinación hacia las cosas de calidad, sean estas arte, espectáculos, ropa, accesorios, estilos de vida, educación… la respuesta salta a la vista, no, no tienen ningún criterio sobre lo que significa buen gusto por lo tanto no tienen clase, no sabrían distinguir entre algo valioso en términos de su manufactura o excelencia, de algo burdo y tosco, excepto por el precio que pagan.
Y es que mucha gente, predominantemente inculta y poco refinada, cree que usando prendas de vestir con el nombre del diseñador exhibido en su exterior, inmediatamente se les transfiere el buen gusto y la asociación que se hace de calidad y lujo.
En el sistema de comercio mundial se ha dado por costumbre que los grandes diseñadores de moda, sacan unas líneas de ajuares o prendas con sus iniciales u logos que los identifican, de una calidad más o menos aceptable (todo depende del precio de las piezas) pero dentro de ese circuito de manufactura masificada, donde varía es la calidad de los materiales sobre un concepto o diseño destinado para el alto consumo, es decir, para aquel segmento del mercado que no puede acceder a sus productos más refinados y deben contentarse con unos de calidad estándar, pero que aún así, los “diferencia” del común gracias a sus iniciales, que indican que por ello han pagado un poco más y que pudieran tener buen gusto.
Bienvenido al mundo de las ilusiones y de la clase instantánea, el mundo de las marcas, el viejo sueño de los simios que creían que vistiéndose de seda podían dejar de serlo y convertirse en “señores”, ese es parte del mundo de la moda, uno de sus más lucrativos sectores que van desde mansiones, pasando por autos y yates y terminando en los trapos que visten.
Esto no quiere decir que tales piezas sean malas o no tengan buen diseño, al contrario, es un mundo muy competido, donde abundan las iniciales, donde prosperan industrias piratas que se encargan de falsificarlas para venderlas a un menor precio (en el negocio de las carteras, relojes y las piezas de equipaje son industria piratas multimillonarias) por lo que sí, efectivamente va involucrado cierta medida de calidad obligada para distinguirse de lo “otro”, de la “basura” que se puede adquirir “dos por el precio de uno”.
¿Qué hubiera sido del chavismo sin estas líneas prêt-à - porter? Impensable unos líderes sin sus guayaberas hechas del mejor lino por sastres de Panamá o República Dominicana teñidas en esos colores escarlatas, o sus poderosos BMW o las camionetas todo terreno como las que usan los gringos en sus películas de Hollywood, porque en mi humilde opinión, no hay consumidor más conspicuo y voraz por las marcas y los símbolos de estatus, que nuestros socialistas bolivarianos endógenos, sí, los mismos que predican que ser rico es malo, pero no les tiembla el pulso en adquirir costosos relojes en Suiza, finísimas plumas fuentes en Francia o hermosísimas pistolas 9mm enchapadas en oro y con apliques de marfil para llevarlas al cinto, por si acaso.
Pero este consumismo sin sentido no es exclusivo de las masas, nos dice la historiadora Bárbara Tuchman en su ensayo El Declive de la Calidad (1980): “Esto no está confinado al gusto de las masas. Alcanza incluso dentro de los rangos de los ricos, donde el poder de compra ha tomado ventaja por sobre el juicio cultivado.  Personas con esta desventaja tienden a comprar bolsos y pañuelos y otros varios accesorios- incluyendo sábanas- adornados con las iniciales del diseñador o fabricante en la ilusión que, sin tomar riesgos sobre decisiones individuales, ellos creen adquirir calidad con sólo ese estampado.  De hecho, estas personas están proclamando que no poseen el gusto necesario propio.  Si fuéramos adoptar el criterio que el buen gusto viene con la clase, deberíamos concluir que quien usa algo con iniciales de otro, carece del gusto por la calidad”.
El chavista es un animal extraño, no sólo contradictorio porque es insuficiente de intelecto, lo que a su vez afecta de manera importante su capacidad moral y ética, su estrabismo al percibir que es bueno y que es malo, y que necesariamente constriñe su gusto por lo bello, lo armonioso, los justo y lo balanceado, es toda una cadena de carencias que de seguro se inició en sus infancias, donde no había ni afecto familiar ni una buena alimentación, lo que determinó su deficiente desarrollo psico-motor y lo convirtió en el socialista resentido y chabacano, tal como se exhibe hoy en día.
Hay verdaderas lagunas mentales en nuestros socialistas, aún en aquellos que pudieran haberse distinguido por sus logros intelectuales y sus probos desempeños como administradores, hay algo en esa ideología que afecta de manera directa, e invariablemente para distorsionarlo, al buen gusto.
Y quiero hacer una precisión, no es que yo desde mi posición crítica me esté erigiendo como el paradigma del buen gusto, muy por el contrario, me declaro muchas veces incapaz de reconocerlo por lo que siempre tiendo al canon, a la tradición, a lo simple y probado como aceptable.
Pero el chavista siempre quiere destacar, debe destacar, es imposible no hacerlo así no se tenga con qué, todos aquellos chavistas que hoy visten trajes de Saville Road, o tienen el closet lleno de piezas de Hugo Boss probablemente sean analfabetas funcionales, o todavía revuelvan el hielo de sus tragos con el dedo, eso no importa, como no importa conservar una buena postura o no emitir ventosidades en público y reírse desvergonzadamente si son atrapados en el acto, menos aún hablar de Chávez como único tema de conversación de sobremesa que tengan.
Lo que verdaderamente importa al chavista es el dinero, su capacidad de compra, de derroche, no de estilo, sino de vulgaridad, de exceso, de mal gusto; la verdadera virtud de un socialista termina siendo sus cuentas secretas en bancos situados en paraísos fiscales, sus cofres, literalmente, cajas llenas de dólares o euros escondidas en el jardín de sus estrambóticas mansiones sometidas a constantes remodelaciones.
El mundo de necesidades de donde vienen trata de ser compensado con las mejores propiedades en el extranjero, justo en los lugares que de jóvenes prometieron destruir por representar el oprobio del capitalismo, que en sus discursos de conveniencia para las masas empobrecidas, condenaban como lugares decadentes y de perdición.
Hoy buscan para sus hijos las mejores escuelas privadas del mundo, se entretienen criando caballos pura sangre, adquiriendo acciones de corporaciones ultracapitalistas, algunos hasta comprando títulos nobiliarios y enormes viñedos europeos con palacios incluidos, hay ex encapuchados, que de estudiantes, gustaba de quemar con bombas molotov los carros de los demás, ahora coleccionan jets corporativos.
Los hay que eran humildes maestros hoy son encumbrados políticos que predican la igualdad social que no ven la hora de abordar sus lujosos yates, el problema de la carencia de buen gusto no solo pasa por su apariencia personal, sino que se ve reflejado de la peor manera en sus obras, son incapaces de hacer algo bien, de llevarlo a términos con responsabilidad, de cumplir con su palabra y de algo tan sencillo como obedecerla ley.
Lo que quiero decir es que la avaricia y la ignorancia son como la uña y la mugre, van juntos, y cuando tienen los medios y quieren hacerse pasar por gente civilizada, más o menos culta, terminan haciendo el ridículo, despilfarrando el erario público en sus fantasías socialistas, haciendo quedar al país en ridículo.

Yo me imagino que hay mucho de angustia existencial en el asunto, el miedo que tienen de perder en cualquier momento sus fortunas mal habidas, el ser destronados del poder político que alimentan los fastos en los que se revuelcan como cerdos en el chiquero, pero en sus vidas cotidianas siguen con las mismas alucinaciones que los han mantenido, sobre todo el de la creencia que ellos se merecen lo que tienen porque lo han conseguido con mucho sacrificio, pues entienden que mentir, hacer trampas, torturar, asesinar, robar, extorsionar, traficar con drogas es un trabajo, con la misma dignidad que la de cualquier profesional, cuidado si no más.
Para los socialistas, el simple hecho de decirse interesados en el bienestar del colectivo ya basta para dignificar lo que toquen, es como estar ungidos no solo con la razón, la verdad y la justicia sino con la prodigalidad en la repartición de lo que no es suyo, porque cuando alguien les toca su patrimonio personal, entonces la guerra es a muerte, porque la ofensa es en contra del pueblo, de la soberanía, de los principios más altos de la moral humana, del Imperio atacando al débil.
De toda esta carencia estructural y de pensamiento deviene uno de los problemas fundamentales del chavismo, su incapacidad de hacer las cosas bien, cualquiera sea el propósito que anime al chavismo sea este lícito o ilícito, de construcción o destrucción, discursivo o material, todo termina en contradicciones, en escándalos, en acusaciones y en tiempo y dinero malgastado.
Por ello es que las casas que construyen se derrumban al poco tiempo, las industrias que ocupan las quiebran, el tráfico de drogas que hacen dejan una estela de evidencias, las masacres que perpetran las realizan en medio de testigos y con unas pésimas tumbas colectivas que no alcanzan para todas sus víctimas, aún en política, que debería ser su mayor aval por la dedicación que le imprimen, se vuelve incomprensible en cuanto a las metas que quieren lograr, hablan de un Plan de la Patria que lo único que ha producido es miseria, hambre y violencia, por ello la ilusión que generan, la necesidad de andar “encadenados” todo el día en televisión diciendo mentiras, pero sólo son buenos para hacer el mal, son tan ineptos, que terminan haciéndose daño ellos mismos.
De allí su afán por desmontar todo lo que esta ordenado, de ensuciar lo que está limpio y acabar con lo que nadie ha tocado, el universo que se imaginan es tan feo y hediondo, la vida que llevan es tan infernal que no creen en nadie y terminan matándose entre sí, cultivando la traición y la corrupción, rindiéndole culto a muerte y a los muertos, traicionando hasta a su propia familia.
Ser chavista es incursionar en la locura, es automutilarse, deshumanizarse hasta llegar a la animalidad más básica, con esa gente es con quienes algunos de nuestros más excelsos políticos quisieron negociar, y por lo visto, todavía hay algunos, que creen poder llegar a acuerdos respetables con ellos.  -   saulgodoy@gmail.com



















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