A la
pregunta ¿Tiene el chavismo clase? En el sentido de que si tiene buen gusto, si
posee, principalmente su clase dirigente algún patrón de refinamiento, de
tendencia o inclinación hacia las cosas de calidad, sean estas arte,
espectáculos, ropa, accesorios, estilos de vida, educación… la respuesta salta
a la vista, no, no tienen ningún criterio sobre lo que significa buen gusto por
lo tanto no tienen clase, no sabrían distinguir entre algo valioso en términos
de su manufactura o excelencia, de algo burdo y tosco, excepto por el precio que
pagan.
Y es
que mucha gente, predominantemente inculta y poco refinada, cree que usando prendas
de vestir con el nombre del diseñador exhibido en su exterior, inmediatamente
se les transfiere el buen gusto y la asociación que se hace de calidad y lujo.
En el
sistema de comercio mundial se ha dado por costumbre que los grandes
diseñadores de moda, sacan unas líneas de ajuares o prendas con sus iniciales u
logos que los identifican, de una calidad más o menos aceptable (todo depende
del precio de las piezas) pero dentro de ese circuito de manufactura
masificada, donde varía es la calidad de los materiales sobre un concepto o
diseño destinado para el alto consumo, es decir, para aquel segmento del
mercado que no puede acceder a sus productos más refinados y deben contentarse
con unos de calidad estándar, pero que aún así, los “diferencia” del común gracias
a sus iniciales, que indican que por ello han pagado un poco más y que pudieran
tener buen gusto.
Bienvenido
al mundo de las ilusiones y de la clase instantánea, el mundo de las marcas, el
viejo sueño de los simios que creían que vistiéndose de seda podían dejar de
serlo y convertirse en “señores”, ese es parte del mundo de la moda, uno de sus
más lucrativos sectores que van desde mansiones, pasando por autos y yates y
terminando en los trapos que visten.
Esto
no quiere decir que tales piezas sean malas o no tengan buen diseño, al
contrario, es un mundo muy competido, donde abundan las iniciales, donde
prosperan industrias piratas que se encargan de falsificarlas para venderlas a
un menor precio (en el negocio de las carteras, relojes y las piezas de
equipaje son industria piratas multimillonarias) por lo que sí, efectivamente
va involucrado cierta medida de calidad obligada para distinguirse de lo
“otro”, de la “basura” que se puede adquirir “dos por el precio de uno”.
¿Qué
hubiera sido del chavismo sin estas líneas prêt-à
- porter? Impensable unos líderes sin sus guayaberas hechas del mejor lino
por sastres de Panamá o República Dominicana teñidas en esos colores escarlatas,
o sus poderosos BMW o las camionetas todo terreno como las que usan los gringos
en sus películas de Hollywood, porque en mi humilde opinión, no hay consumidor
más conspicuo y voraz por las marcas y los símbolos de estatus, que nuestros
socialistas bolivarianos endógenos, sí, los mismos que predican que ser rico es
malo, pero no les tiembla el pulso en adquirir costosos relojes en Suiza,
finísimas plumas fuentes en Francia o hermosísimas pistolas 9mm enchapadas en
oro y con apliques de marfil para llevarlas al cinto, por si acaso.
Pero este consumismo sin sentido no es exclusivo de
las masas, nos dice la historiadora Bárbara Tuchman en su ensayo El Declive de la Calidad (1980): “Esto no está confinado al gusto de las
masas. Alcanza incluso dentro de los rangos de los ricos, donde el poder de
compra ha tomado ventaja por sobre el juicio cultivado. Personas con esta desventaja tienden a
comprar bolsos y pañuelos y otros varios accesorios- incluyendo sábanas-
adornados con las iniciales del diseñador o fabricante en la ilusión que, sin tomar
riesgos sobre decisiones individuales, ellos creen adquirir calidad con sólo
ese estampado. De hecho, estas personas
están proclamando que no poseen el gusto necesario propio. Si fuéramos adoptar el criterio que el buen
gusto viene con la clase, deberíamos concluir que quien usa algo con iniciales
de otro, carece del gusto por la calidad”.
El chavista es un animal extraño, no sólo
contradictorio porque es insuficiente de intelecto, lo que a su vez afecta de
manera importante su capacidad moral y ética, su estrabismo al percibir que es
bueno y que es malo, y que necesariamente constriñe su gusto por lo bello, lo
armonioso, los justo y lo balanceado, es toda una cadena de carencias que de
seguro se inició en sus infancias, donde no había ni afecto familiar ni una
buena alimentación, lo que determinó su deficiente desarrollo psico-motor y lo
convirtió en el socialista resentido y chabacano, tal como se exhibe hoy en
día.
Hay verdaderas lagunas mentales en nuestros
socialistas, aún en aquellos que pudieran haberse distinguido por sus logros
intelectuales y sus probos desempeños como administradores, hay algo en esa
ideología que afecta de manera directa, e invariablemente para distorsionarlo,
al buen gusto.
Y quiero hacer una precisión, no es que yo desde mi
posición crítica me esté erigiendo como el paradigma del buen gusto, muy por el
contrario, me declaro muchas veces incapaz de reconocerlo por lo que siempre
tiendo al canon, a la tradición, a lo simple y probado como aceptable.
Pero el chavista siempre quiere destacar, debe
destacar, es imposible no hacerlo así no se tenga con qué, todos aquellos
chavistas que hoy visten trajes de Saville Road, o tienen el closet lleno de
piezas de Hugo Boss probablemente sean analfabetas funcionales, o todavía
revuelvan el hielo de sus tragos con el dedo, eso no importa, como no importa
conservar una buena postura o no emitir ventosidades en público y reírse desvergonzadamente
si son atrapados en el acto, menos aún hablar de Chávez como único tema de
conversación de sobremesa que tengan.
Lo que verdaderamente importa al chavista es el
dinero, su capacidad de compra, de derroche, no de estilo, sino de vulgaridad,
de exceso, de mal gusto; la verdadera virtud de un socialista termina siendo
sus cuentas secretas en bancos situados en paraísos fiscales, sus cofres,
literalmente, cajas llenas de dólares o euros escondidas en el jardín de sus
estrambóticas mansiones sometidas a constantes remodelaciones.
El mundo de necesidades de donde vienen trata de ser
compensado con las mejores propiedades en el extranjero, justo en los lugares
que de jóvenes prometieron destruir por representar el oprobio del capitalismo,
que en sus discursos de conveniencia para las masas empobrecidas, condenaban
como lugares decadentes y de perdición.
Hoy buscan para sus hijos las mejores escuelas
privadas del mundo, se entretienen criando caballos pura sangre, adquiriendo
acciones de corporaciones ultracapitalistas, algunos hasta comprando títulos
nobiliarios y enormes viñedos europeos con palacios incluidos, hay ex encapuchados,
que de estudiantes, gustaba de quemar con bombas molotov los carros de los
demás, ahora coleccionan jets corporativos.
Los hay que eran humildes maestros hoy son encumbrados
políticos que predican la igualdad social que no ven la hora de abordar sus lujosos
yates, el problema de la carencia de buen gusto no solo pasa por su apariencia
personal, sino que se ve reflejado de la peor manera en sus obras, son
incapaces de hacer algo bien, de llevarlo a términos con responsabilidad, de
cumplir con su palabra y de algo tan sencillo como obedecerla ley.
Lo que quiero decir es que la avaricia y la
ignorancia son como la uña y la mugre, van juntos, y cuando tienen los medios y
quieren hacerse pasar por gente civilizada, más o menos culta, terminan
haciendo el ridículo, despilfarrando el erario público en sus fantasías
socialistas, haciendo quedar al país en ridículo.
Yo me imagino que hay mucho de angustia existencial en el asunto, el miedo que tienen de perder en cualquier momento sus fortunas mal habidas, el ser destronados del poder político que alimentan los fastos en los que se revuelcan como cerdos en el chiquero, pero en sus vidas cotidianas siguen con las mismas alucinaciones que los han mantenido, sobre todo el de la creencia que ellos se merecen lo que tienen porque lo han conseguido con mucho sacrificio, pues entienden que mentir, hacer trampas, torturar, asesinar, robar, extorsionar, traficar con drogas es un trabajo, con la misma dignidad que la de cualquier profesional, cuidado si no más.
Para los socialistas, el simple hecho de decirse
interesados en el bienestar del colectivo ya basta para dignificar lo que
toquen, es como estar ungidos no solo con la razón, la verdad y la justicia
sino con la prodigalidad en la repartición de lo que no es suyo, porque cuando
alguien les toca su patrimonio personal, entonces la guerra es a muerte, porque
la ofensa es en contra del pueblo, de la soberanía, de los principios más altos
de la moral humana, del Imperio atacando al débil.
De toda esta carencia estructural y de pensamiento
deviene uno de los problemas fundamentales del chavismo, su incapacidad de
hacer las cosas bien, cualquiera sea el propósito que anime al chavismo sea
este lícito o ilícito, de construcción o destrucción, discursivo o material,
todo termina en contradicciones, en escándalos, en acusaciones y en tiempo y
dinero malgastado.
Por ello es que las casas que construyen se
derrumban al poco tiempo, las industrias que ocupan las quiebran, el tráfico de
drogas que hacen dejan una estela de evidencias, las masacres que perpetran las
realizan en medio de testigos y con unas pésimas tumbas colectivas que no alcanzan
para todas sus víctimas, aún en política, que debería ser su mayor aval por la
dedicación que le imprimen, se vuelve incomprensible en cuanto a las metas que
quieren lograr, hablan de un Plan de la Patria que lo único que ha producido es
miseria, hambre y violencia, por ello la ilusión que generan, la necesidad de
andar “encadenados” todo el día en televisión diciendo mentiras, pero sólo son
buenos para hacer el mal, son tan ineptos, que terminan haciéndose daño ellos
mismos.
De allí su afán por desmontar todo lo que esta
ordenado, de ensuciar lo que está limpio y acabar con lo que nadie ha tocado,
el universo que se imaginan es tan feo y hediondo, la vida que llevan es tan
infernal que no creen en nadie y terminan matándose entre sí, cultivando la
traición y la corrupción, rindiéndole culto a muerte y a los muertos,
traicionando hasta a su propia familia.
Ser chavista es incursionar en la locura, es
automutilarse, deshumanizarse hasta llegar a la animalidad más básica, con esa
gente es con quienes algunos de nuestros más excelsos políticos quisieron
negociar, y por lo visto, todavía hay algunos, que creen poder llegar a
acuerdos respetables con ellos. - saulgodoy@gmail.com
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