lunes, 20 de febrero de 2017

Eco y el arte




Me gustaba Umberto Eco (1932-2016) por varias razones, entre ellas, era muy afín a mis gustos, era en primer lugar un sabio, un estudioso de las comunicaciones que llegó a distinguirse como un experto en semiótica; fue sin lugar a dudas un esteta consumado, historiador del arte, crítico y un gran teórico de la belleza (y por ende, de la fealdad), me gustan, sobre todo, sus escritos sobre estética medioeval.
Era además un acucioso observador de la política contemporánea, fue un analista de excepción de complejos eventos en el mundo globalizado que le tocó vivir, y sus artículos de opinión para la prensa escrita abarcaban temas tan disímiles como el impacto de nuevas tecnologías, terrorismo, moda, crítica literaria, deportes, y le dieron la vuelta al mundo; fue buen novelista, me gusta su pluma cuando escribe novela histórica, y nos dejó, entre otras, El Nombre de la Rosa, que para todos los efectos, es una de las novelas históricas más importantes escritas en el siglo XX.
Fue un gran sibarita y un extraordinario gourmand, le encantaba la buena mesa y la conversación de altura, fue un profesor querido y admirado en varios centros de enseñanza del orbe y una estrella del jet set internacional, por lo menos se codeaba con lo más granado de los ricos y famosos de su tiempo, fue un extraordinario trotamundos, hizo un enorme esfuerzo por traer la comprensión cultural entre oriente y occidente, le encantaba, igual que a mí, una teoría conspirativa, fue uno de los poquísimos intelectuales con popularidad y principalmente, un escritor, un verdadero obrero de la palabra que fundó revistas, escribió libros para niños y hasta un manual de cómo elaborar una tesis, cultivó una asombrosa y densa obra que no deja de asombrar.
Umberto Eco visitó Venezuela en 1994, invitado por la Universidad de los Andes, dictó una conferencia en Mérida de la cual Mariano Navas Contreras hizo una pequeña reseña publicada en el diario El Universal en el 2016, con el título, El día que Umberto Eco vino a Mérida,de la misma tomo el siguiente extracto: En una crónica publicada recientemente, Tulio Hernández, que fue anfitrión de Eco en Caracas, cuenta que cuando fue a despedirlo en el aeropuerto de Maiquetía le preguntó qué era lo que más le había impresionado de su visita a Venezuela. Umberto Eco respondió sin titubear: "haber conocido a Juan Félix Sánchez", y le dijo que había pedido que lo llevaran a conocer a nuestro creador popular, que ya estaba muy viejito, allá en el páramo. Eco le contó a Tulio Hernández que apenas si habían hablado. Que pasaron como quince minutos los dos en silencio. Que después el viejo Juan Félix le preguntó si era italiano y que le había mandado saludos al Papa. Eso fue todo, pero Eco volvió a Italia convencido de que había conocido a un genio. Poco después escribiría en la revista L'Espresso- Juan Félix Sánchez no es un artesano, no es un artista, no es un aficionado al bricolaje; es un asceta de la montaña, un visionario-
Esta anécdota es para introducir una de las obras más importantes de Eco sobre estética que se llama La Definición del Arte (1968) y que recomiendo a toda persona que quiera una introducción, sobre algunos aspectos seminales de la historia del arte, el libro es clave por dos razones, primero porque la cultura italiana es fundamental al momento de conocer los orígenes del arte occidental, los italianos tienen un “olfato” natural al momento de distinguir esos detalles que hacen a una obra arte, de otra que no lo es, y en esto tienen una tradición de siglos, la segunda es que Eco rinde homenaje a la Escuela de Turín, uno de los lugares donde se formó e investigó sobre arte por varios años, y una institución con una lúcida labor de formación artística.
El esteta Luigi Pareyson
El primer ensayo del libro Eco se lo dedica a Luigi Pareyson, uno de sus maestros, quien desarrolló en los años cincuenta del pasado siglo, toda una tesis llamada “estética de la formatividad” aplicada más a la poética que a otras artes, pero que corresponde a una teoría estética inscrita en el idealismo, pero que sostiene algunos puntos contrarios al gran teórico italiano Benedetto Croce (1866-1952), que tanta influencia tuvo entre los estetas latinos y aún anglosajones de su época.
Para Pareyson todo lo que hombre crea durante su vida son “formas”, resume Eco en su libro: “…toda la laboriosidad humana, tanto en el campo moral como en el del pensamiento y del arte, da lugar a formas, creaciones orgánicas y terminadas, dotadas de una comprensibilidad y autonomía propias: son formas producidas por el trabajo humano tanto las construcciones teoréticas como las instituciones civiles, las realizaciones cotidianas y los hallazgos de la técnica, así como un cuadro una poesía.”
Esta manera de ver la creación humana iba, aparentemente, en contra de la filosofía de Benedetto Croce, que impuso que el arte era una intuición del sentimiento exclusivamente, ni era conocimiento y mucho menos tenía contenido moral.
Pareyson alegaba que todo lo creado por la persona le pertenecía, salía de su ser, era producto de su iniciativa, al resolver los problemas de inventiva, producción y composición la obra de arte necesariamente estaba impregnada de moral y forma, que eran única de ese artista, hay una misión, un deber, unas normas que se han aplicado y que subsisten en esa forma artística, y por supuesto, interviene el sentimiento, pero este no lo es lo más importante como pretendía Croce, quien afirmaba que: “apenas empieza a manifestarse la reflexión y el juicio, el arte se disipa y muere ...” con lo que quería expresar que el arte no era territorio de la razón.
Para Pareyson, al contrario, la obra de arte contenía una parte fundamental del artista, en la que había que contar con el dominio de la técnica, la planificación y la experimentación, alegaba que: “… la persona que forma se define como parte de la obra formante en calidad de estilo, modo de formar; la obra nos narra, expresa la personalidad de su creador en la trama misma de su consistir, el artista vive en la obra como residuo concreto y personalísimo de acción”.
Para aclarar un poco la discusión entre ambas teorías, para Croce, la intuición, la idea de la pieza artística, sea esta música, poesía o pintura, que aparecía en el interior del artista, eso ya era lo fundamental, extraerla al mundo, hacerla objeto, ejecutarla, era un proceso accesorio aunque inseparable de la intuición, Croce creía que  para imaginarse la obra, el artista estaba obligado a pensar en el color, las formas y los sonidos que la expresan, la imagen nacía como cuerpo expresado, íntegra.
Eco nos apunta hacia un interesante problema que surgió entre Croce y Valérie sobre la creación poética: “Croce hace de la actividad poética algo que va creando sucesivamente su metro y su ritmo, su ley; Valéry afirma que la verdadera poesía sólo sale a la luz en lucha contra el obstáculo constituido por la métrica y el lenguaje tradicionales”.  Y contrapone la visión de Pareyson quien dice que formando la materia, haciendo realidad la idea, es que se inventan leyes y principios nuevos: “…la producción artística consistirá en un intentar, un proceder a través de propuestas y esbozos, pacientes…  interrogaciones de la «materia».  El artista procede a través de intentos, pero sus intentos están guiados por... la intuición de la forma”.
Pareyson asume que la teoría de la idea germinal, del brote intuitivo, es válido pero de ninguna manera anula la racionalización: “… una pincelada, un acorde musical, un verso… son brotes de formación…pero estos brotes resultan fecundos sólo en el caso de que el artista los asuma y haga suyos -y haga de la coherencia postulada por el brote su propia coherencia y de las diversas direcciones a las que éste puede virtualmente aspirar elija la más afín a él, con lo cual resultará la única realizable”.
Como bien apunta Eco, Pareyson abre nuevos caminos sobre el problema de la inspiración del artista, una cosa es la idea germinal y otra tener que luchar con las leyes que condicionan la materia, es finalmente la adecuación de la inspiración, con descubrir nuevas técnicas, formas y usos de los materiales que tienen sus propias leyes y que no pocas veces contradicen la idea en formación.
Algunas personas pudieran pensar que ocuparse de este tipo de ideas sobre arte y estética, ni tienen un sentido práctico, ni solucionan importantes problemas en la vida, creo que son impresiones erradas, creo que este tipo de conocimiento no sólo nos hace más humanos, personas informadas y con criterio, sino que desarrolla el buen gusto, en el sentido que hacen nuestra vida más llevadera y con propósito, acercarnos a la belleza es importante, creer que las cosas bien hechas, preparadas, ensayadas, que los experimentos exitosos valen el esfuerzo y el riesgo.
Cualquier profesional, aun los más tecnificados, si están conscientes de la búsqueda del equilibrio y la belleza en cada tarea que se proponen, tendrán una enorme ventaja sobre los que no, y es que su actividad la realizan con un propósito extra, y quizás el más importante, buscar la autorrealización, la perfección en cada acto de nuestras vidas.
Un político, por ejemplo, que tenga una idea o una meta, con los principios estéticos de Pareyson, o de Croce (que fue uno de los políticos más influyentes de su época), o de tantos otros pensadores, actuaran de manera muy diferente cuando se enfrenten a su materia (que es la gente, el pueblo, sus electores) y quieran darle forma, llevar esa idea germinal a una realidad, lo primero que se dará cuenta es que una cosa es lo que piensa y otra muy distinta lo que resulta cuando tiene que trabajar con la gente, si tiene sus principios estéticos en orden lo menos que va a querer que resulte de sus acciones es una chapuzada, hacer algo mal, descuidadamente y hasta quizás hacerle daño a su pueblo para ver su idea hecha realidad.
Toda esta inoperancia, errores, extravíos, ineficiencia de los chavistas, de individuos como Maduro o Jorge Rodríguez, por ejemplo, que no les importa si su gestión es buena o mala con tal de poner en práctica un plan o una idea que ni siquiera comprenden a cabalidad, ni les interesa los efectos que pudieran tener sus acciones sobre la sociedad, que de hecho, y tal como lo hemos sufrido, sus planes y políticas son dañinas para sus conciudadanos, indica claramente la ausencia de todo principio estético, de la pobreza de sus almas y de las deshumanización de sus intereses.
Los chavistas no pueden hacer nada bien porque sus almas son incompletas, su espíritu es burdo y tosco, su razón está nublada por la ignorancia y prefieren mentir y cometer crímenes que trabajar duramente, con criterio y con vista a resultados equilibrados y justos.
Hay mucho más sobre las tesis estéticas de Pareyson, pero escogí estas pocas referencias con la intención de despertarla curiosidad entre mis lectores, para que se animen, por lo pronto, a buscar el libro de Umberto Eco y aprender de un maestro, algunas ideas útiles.  -   saulgodoy@gmail.com



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