jueves, 18 de mayo de 2017

La religión y Toynbee


Ya se lo comentaba a un amigo, mientras más consolido el conocimiento que tengo del mundo en este proceso natural de envejecer, que es inevitable (por los momentos) y finalmente morir, más se me hace necesario poner orden en mi vida espiritual y esta necesidad me lleva a comentarles uno de los escritos, que yo considero más importantes de la copiosa y enjundiosa obra de ese enorme historiador británico, que fue Arnold Toynbee (1889-1975).
Toynbee escribió el prólogo para la obra de su amigo el profesor John Cogley, La Religión en una Época Secular (1968) donde resume de manera magistral su pensamiento religioso, para empezar nos dice Arnold:
Todo ser humano descubre que nació en un mundo que es misterioso porque la parte que le es accesible, inteligible y dócil no es un conjunto completo ni evidente, de manera que parece ser un pedazo de un todo más grande parcialmente inaccesible.  El pedazo accesible, tomado independientemente, no tiene sentido.  La clave para la comprensión de esta parte del Mundo del Hombre, que es accesible al Hombre por sus sentidos (incluyendo la introspección) y por el pensamiento científico que trabaja con datos sensoriales, parece estar en aquella otra parte de su Mundo que no le resulta accesible de la misma manera.

Esta breve descriptiva nos presenta como vivimos y entendemos solo una minúscula porción del universo que nos rodea, que hay unas parcelas a las que no tenemos acceso, donde quizás esté explicado el sentido de la vida.
Ese “otro mundo” del que habla Toynbee en su ensayo, sólo puede llegarse por otros medios que nada tienen que ver con el criterio científico ni la percepción de los sentidos ordinarios, una de las vías, es la fe.
Los escépticos constantemente nos recuerdan que las creencias religiosas pudieran resultar un engaño, una fabricación de nuestras necesidades humanas por aplacar el temor hacia una vida, que a veces, nos parece cruel y sin sentido, que las prácticas religiosas son ineficaces ante nuestras inseguridades e insuficiencias.
Pero Toynbee nos recuerda que en la vida primitiva de las comunidades humanas, la religión era inseparable del resto de la vida, conjuntamente con resolver problemas reales las creencias espirituales estaban ligadas en las actuaciones de los hombres, había una interacción, por medios de ritos y creencias con ese otro mundo, de donde provenía un cierto equilibrio, eso cambió, nuestras sociedades evolucionaron haciendo de las religiones entidades autónomas y la libertad lograda por los individuos, independizaron a los hombres de esa prácticas y creencias, lo cual no significa que no sientan la necesidad religiosa.
De hecho, los grandes promotores de la independencia del hombre de las religiones eran hombres que sentían y reconocían esa necesidad, ese complemento que faltaba y trataban de llenarlo con diferentes posturas y creencias, otras, que las religiones a las que atacaban como falsas.
Ese Mundo del Hombre, como lo llamaba Toynbee, sólo era posible experimentarlo sintiendo ese vacío fundamental, esa inquietud ontológica de completarnos espiritualmente, por supuesto, una buena parte de los hombres pasaban por esta vida sin elevarse nunca de su categoría de subhumano, sin sentimientos hacia los otros, sin preocupaciones morales e indiferente a vivir en sociedad.
Cuando el hombre es visto y sentido como una totalidad, el sentimiento religioso se encuentra presente influyendo en asuntos de orden político y social, aún en lo económico, no en vano los grandes avances que las religiones misioneras imprimieron en el orbe, en los puntos más alejados del planeta llevaban no sólo religión sino filosofía, moral, medicina, desarrollo tecnológico, nuevas maneras de comunicación, y llegaron incluso, como fue el caso del cristianismo y el islamismo, a imponer su autoridad en la lógica y las matemáticas de su tiempo.
Toynbee elabora un gran fresco histórico de cómo las tres religiones principales, o superiores, como él las llama, que serían, el hinduismo (precursor del budismo), el judaísmo (precursor del cristianismo y el islamismo) y el zoroastrismo (que devino en el parsi), fueron exitosas al permitir que los individuos pudieran vivir sus vidas religiosas aparte de sus vidas sociales, aunque todas estén vinculadas a una comunidad específica, siguen ligadas a las tribus, de esta manera nos dice Toynbee:
El hinduismo le dio a la humanidad la idea de que en las últimas profundidades del alma humana hay una chispa que es idéntica a la realidad última del universo.  El judaísmo le dio a la humanidad la idea de que la realidad última, en su aspecto personal, es unitaria.  El zoroastrismo le dio a la humanidad la idea de que Dios está en guerra constante por el bien contra el mal y que es deber de sus adoradores ayudarlo en su lucha sirviéndole como su iglesia militante aquí en la tierra.

Pero a pesar de su éxito, estas religiones tienen el inconveniente, que su proceso de adaptación es muy lento, y las sociedades y el individuo tienen que asimilar cambios cada vez mas acelerados, la civilización tiene unos cinco mil años de historia, estas religiones, algunas menos, otras más, tienen aproximadamente 2.500 años de existencia, lo que las hacen las instituciones más antiguas existentes y muchas de sus formas tradicionales, son hoy inaceptables y ajenas para las nuevas generaciones, lo que crea un problema con muchos de sus seguidores y creyentes.
Pero Toynbee ve un problema mucho más complicado en el asunto, es en Occidente donde se siente esa enorme separación con la religión, entre otros factores porque es en occidente donde los individuos deben asimilar un mayor número de cambios y a mayor velocidad, y occidente, convertido en la influencia global más importante, conquistando mercados, imponiendo su cultura y respaldado por una importante fuerza política, económica y militar, también lleva al orbe esa tendencia a alejarse de la religión, que en muchos casos desestabiliza a algunos pueblos y hace que otros se sientan agredidos.
Toynbee ve el problema desde otro ángulo:
El proceso tecnológico ha sido acumulativo y enorme, y parece que este asombroso progreso tecnológico logrado hasta ahora parecerá muy poco junto a lo porvenir.  En comparación, el progreso social y político del hombre, y aún más, su progreso moral ha sido escaso.  Por cierto que es dudoso que haya progresado algo al respecto.  De todas maneras, en las relaciones humanas el progreso, cuando se logra, si es que se logra, ha sido siempre precario.  En nuestro tiempo hemos visto grandes naciones aparentemente civilizadas que repentinamente se volcaron a la maldad sin igual.

Para Toynbee de las principales tareas de la humanidad es readaptar la religión a nuestra nueva forma de vida, sacarla de su retraso, Toynbee sospecha que son las formas tradicionales las que nos alejan de la experiencia religiosa, que debemos buscar nuevas expresiones significativas a nuestras formas de vida.
De las cosas que critica Toynbee es que aún hoy predominan en la enseñanza del cristianismo un lenguaje que corresponde a la antigua filosofía griega, términos de mitología propios del mundo mediterráneo de principios de la era cristiana, la vida de Jesús, por ejemplo, sostiene una narrativa común a la antigua mitología egipcia, por lo menos de la Quinta Dinastía en adelante.
Dice finalmente Toynbee:
Si la religión ha de dar a los seres humanos la ayuda que necesitan de ella para la vida, estos no pueden dejar de lado la tarea de distinguir las expresiones contingentes y efímeras de la religión de su esencia constante y debe estar siempre dispuestos a hacer los cambios revolucionarios en la expresión tradicional con el objeto de percibir la esencia.  Es una operación delicada y peligrosa.  Pero de todas maneras es imposible vivir sin vivir peligrosamente.    -

saulgodoy@gmail.com










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