Según el Diccionario
de la RAE de la Lengua Española:
Decente. (Del
lat. decens, -entis). 1. adj. Honesto, justo, debido. 2. adj. Correspondiente,
conforme al estado o calidad de la persona. 3. adj. Adornado, aunque sin lujo,
con limpieza y aseo. Tiene una casa decente. 4. adj. Digno, que obra
dignamente. 5. adj. Bien portado. 6. adj. De buena calidad o en cantidad
suficiente.
Decentemente. 1.
adv. m. Con honestidad, modestia y moderación. 2. adv. m. Con la compostura y
dignidad correspondientes a la calidad o estado de la persona o cosa. 3. adv.
m. Cristóbal come, o gasta, decentemente.
Creo que los únicos venezolanos que no quieren ser
personas decentes son los chavistas, que han acumulado para sí todos los
atributos de la indecencia y se sienten tan orgullosos de ello, que se la pasan
jactándose públicamente de sus excesos y comportamientos extraviados,
haciéndose pasar como héroes, como incomprendidos, en una palabra, como
revolucionarios del siglo XXI.
Y digo esto porque la generalidad de las personas
tiene unos valores, unas metas e ideales, que aspiran para sí, y con los que
miden a los demás y a la sociedad, esos valores se aprenden en la familia, en
la escuela, pero principalmente durante nuestras experiencias en la vida.
Esos valores van cambiando poco a poco, algunos
permanecen con nosotros desde la infancia, otros van modificándose a medida que
situaciones y momentos nos obligan a actuar, muchas veces movidos por
sentimientos, otros por razones, gustos o disgustos, muchos de estos valores lo
hemos aprendido en la iglesia, o son parte de unos códigos o cartillas que
valoran ciertas respuestas a situaciones, simples o complejas, en las que
tenemos que decidir sobre cómo vamos a conducirnos o la manera en que
resolvemos los problemas.
Estos valores tienen que ver con nuestras respuestas
a situaciones estéticas, científicas, económicas, instrumentales y por
supuesto, las morales, las que corresponden a la ética.
Las personas son decentes porque se manejan dentro
de unas normas que no están escritas, pero que corresponden y son necesarias al
momento de interactuar con otras personas, son expectativas con las que nos
manejamos para resolver nuestras necesidades en sociedad y de alguna manera
esperamos que los otros se comporten dentro de estos valores, esto hace posible
vivir en sociedad.
Estas normas mínimas y comunes tienen que ver un
sentido de justicia, lo que es bueno para mí debe ser bueno para el otro, de
respeto, mis acciones no deben hacerle mal a mis semejantes ni las de ellos a
mí, de confianza, en que todos actuamos de buena fe y con la verdad por
delante, y un sentido de responsabilidad, mi palabra vale y debo asumir los
compromisos que hago, y lo mismo espero de los otros.
Algunas de estos valores se desprenden de las
emociones, pero debemos de tener cuidado en no actuar puramente en el plano de
las emociones, si queremos ser consistentes debemos igualmente ser realistas,
de la misma manera, no debemos ser dogmáticos, para tener éxito en nuestras
relaciones debemos ver las situaciones desde diferentes puntos de vista, sin
tratar de decidir quién tiene o no la razón, sino cuales son los valores que
están en juego, eso nos da perspectiva.
Ser decente no es tarea fácil, pero cuando se es,
produce una gran satisfacción y sobre todo otorga tranquilidad, esto es así por
una característica de las personas decentes, son equilibradas, pero no hay nada
mas trabajoso que estar en equilibrio constantemente y más todavía cuando las
situaciones que enfrentamos a diario conllevan contradicciones, elementos en
pugna, intereses enfrentados, inseguridades y sobre todo, incertidumbre.
Lo más probable es que en nuestra cotidianidad nos
enfrentemos a situaciones novedosas, a veces extremas y peligrosas, con salidas
aparentemente fáciles y costos muy altos para cualquier decisión que hagamos,
es decir, la vida nos pone a prueba, siempre podemos equivocarnos y tomar las
peores decisiones, lo importante en estos casos es estar muy atentos a los
resultados y en lo posible, tratar de reparar los daños causados si hicimos
mal, rectificar y disculparnos, en estos momentos de crisis es cuando
aprendemos, son los momentos más valiosos de la experiencia, podemos perder el
balance y seguir cometiendo errores, sentirnos insatisfechos y hasta cambiar el
rumbo de nuestras vidas hacia el mal camino, es decir, hacia los excesos, la
injusticia, el crimen, el error y tener que vivir con la culpa y el
señalamiento de los demás, o podemos levantarnos, reconocer nuestro error,
tratar de enmendarlo, habiendo aprendido una lección de vida, eso es lo que
haría una persona decente.
Tenemos un refrán popular que dice que una vez roto
el cántaro y el agua se derrama es muy difícil volverla a recoger, a nadie le
gusta equivocarse pero es una gran virtud reconocer cuando uno se ha
equivocado, en los errores se encuentra el verdadero aprendizaje y aunque las
personas decentes son prudentes, actúan con cuidado para no equivocarse, no por
ello se inmovilizan y no actúan ante las urgencias de la vida.
¿Qué es lo que quiere una persona decente? En
términos generales la persona decente quiere felicidad y sentirse bien, aliviar
el dolor y experimentar placer, vivir en un ambiente y dentro de una sociedad
que promueva buenos servicios y calidad de vida, donde los costos sociales sean
mínimos, la persona decente le otorgará valor y dignidad a cada persona,
respetará los derechos humanos de sus congéneres, tratará a los demás como un
igual, nunca como alguien menos que uno, actuará como una buena persona debe
actuar, con responsabilidad, can caridad, honestamente y con lealtad, tratando
de vivir con lo mejor de nosotros mismos, tratando de ser útil.
En nuestro mundo real las personas decentes
encuentran un sinfín de pruebas y dificultades empezando por que las personas
piensan diferente, vienen de distintas culturas, basan sus acciones en diversas
teorías éticas y no pocas veces nuestros valores coliden y hay enfrentamientos.
Las más de las veces estas contradicciones vienen de
los hechos no de los valores, los hechos son importantes, debemos tenerlos muy
claros, debemos tener mucho cuidado de no confundir hechos con opiniones,
debemos aprender a distinguir que es lo importante en cualquier situación.
El otro gran problema es que la gente decente puede
confundirse con el uso del lenguaje, hay palabras que hieren, que vienen
cargadas de odio y oscurecen el entendimiento, al igual que hay discursos
imprecisos, con conceptos ambivalentes que pueden confundir, hay que tratar
siempre en estar muy claros con los términos de una oferta o negociación, aún
cuando expresamos nuestros sentimientos hacia los demás.
Cuando una persona se ve confrontada con dilemas
morales debe recurrir a ciertas herramientas como serían preguntar otras
opiniones, desarmar y volver armar el problema en sus partes, tratar de pensar
soluciones desde fuera del problema, pensar preventivamente, una persona
decente no debería dejarse vencer por la indecisión o dejar que otros decidan
por nosotros, que por lo general es la peor decisión.
Una persona decente no le tiene miedo a la discusión
productiva y racional, a la negociación en términos claros y con discusiones
abiertas, quien actúa con claridad de valores no le tiene miedo a las
complejidades, a colaborar en las soluciones, a llegar a términos con
responsabilidades compartidas.
La persona decente siempre está en disposición a
actuar, en hacer el bien, esa es su naturaleza, en ayudar a los demás, la
decencia no es algo que se olvida o se pierde, se tiene o no se tiene, se
resiste a ser confundido y se puede estar en medio de una orgía de piratas, la
persona decente siempre sabrá que está bien y que está mal, y actuará de
acuerdo a su pensamiento o sentimiento.
Pero volvamos un instante a los chavistas antes de
despedir este breve ensayo, yo soy de la firme creencia que son muy pocos los
chavistas que son patológicamente indecentes, que los hay, es decir, mercancía
dañada desde el momento de su alumbramiento, que ya vienen con grandes defectos
o insuficiencias de carácter, pero la mayor parte de ellos fueron en algún
momento de su vida gente decente, y por alguna circunstancia u error de su
parte, perdieron el camino y se vieron en la necesidad de continuar en el error
a sabiendas que estaban haciendo mal.
Como una jauría de lobos, los indecentes andan en
manadas para brindarse mutuo soporte en el dolor y la culpa que sienten por sus
acciones, si tienen mucho tiempo comportándose como patanes, se hacen
insensibles, aunque siempre saben que son “diferentes” a los demás, y tratan
por todos los medios en corromper a la gente decente para que sean como ellos,
viles y embrutecidos por el vicio, es por ello, que los chavistas viven en la
mentira, en el lenguaje orwelliano que utilizan lleno de contradicciones, dicen
que aman cuando hacen daño, expresan que todo está bien cuando el mundo se les
está derrumbando.
Sus crímenes son tan odiosos y gigantes, que ninguno
vive en paz, por ello es que adoran a la muerte y a la tristeza, creen vivir
bien, bailan, cantan, hacen creer que la vida es una fiesta… pero el olor que
despiden les dice que ya están condenados, nadie quiere ser como los chavistas,
ni siquiera sus propios hijos, una parte de esas personas fueron confundidas
por ideas equivocadas que creyeron a pie juntilla, por ideologías pensadas por
otras personas, en otras épocas, para solucionar unos problemas que ya no son
los mismos, y que debido al fanatismo, a la creencia de que se tratan de ideas
infalibles, no aceptan ni pueden convivir con otras ideas diferentes, a eso me
refería por dogmatismo, personas que se creen dueños de la verdad y tratan de
imponerlas sobre otros sin importarles los resultados o el sufrimiento que
generan.
Pero hay culturas para la convivencia, para la paz
social, para el consenso, para el trabajo honesto y productivo, hay sistemas
como la democracia donde todo los conflictos se resuelven por el dialogo
civilizado y no por la fuerza, donde la opinión de la mayoría cuenta, y las
personas decentes la respetan y acatan en aras de la convivencia.
Para una persona decente lo fundamental es que todo
el mundo pueda expresar sus ideas en libertad, y que esas ideas una vez
debatidas abiertamente, sometidas al examen público, si el interés es que esa
idea se convierta en una norma de conducta para todos, finalmente sea votada en
unas elecciones libres, universales y secretas y si triunfa por el apoyo
mayoritario, se respete.
En Venezuela, nuestra forma de vida era una
democracia antes que vinieran los indecentes revolucionarios a destruir nuestra
convivencia y a imponer su ideología, se aprovecharon de que éramos una
sociedad abierta y tolerante, de que nuestra comunidad pasaba por una crisis,
que había una gran confusión, y nuestros líderes políticos olvidaron el interés
público para complacer sus intereses personales, y ante el silencio de la gente
decente, los indecentes lograron ganar unas elecciones prometiendo solucionar
nuestros problemas.
De esta manera nuestro país se inició en una ruta de
desaciertos y equívocos que nos condujeron a la tiranía de los más ineptos y
falsos venezolanos, fanáticos de una ideología, y trataron por todos los medios
de corromper al país, degradando nuestro estilo de vida, lo importante de esta
experiencia, que tanto sufrimiento nos ha costado, es que las decisiones
políticas tienen un altísimo costo, que no deben ser tomadas a la ligera, que
si el político que pone su nombre para ocupar un cargo de representación en el
estado, no es un hombre o mujer probadamente decente, lo más probable es que
nos haga daño e intente burlarse de nosotros.
Los desencuentros, las contradicciones, las
diferencias de opinión que se ven en el debate público son señales de que la
democracia está trabajando, de que la gente decente está expresando sus
opiniones y que solo en consenso podremos lograr un acuerdo, por fortuna Venezuela
fue, es y será, un país de gente decente.
- saulgodoy@gmail.com
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