domingo, 3 de septiembre de 2017

Sobre los maestros espirituales


Hay un libro que capturó mi atención que se llama Living with the Himalayan Masters (Viviendo con los maestros del Himalaya, 1978) de Sri Swami Rama, editado por su dilecto alumno el Dr. Pandit Rajmani Tigunait, del Himalyan Institute de la India, y se trata de una de esas raras biografías sobre las vivencias místicas, escritas por uno de los verdaderos maestros de la vida espiritual de esa apartada región del mundo.
Lo que me había encontrado hasta el momento eran recuentos de extranjeros, principalmente de personas de occidente, que viajaron a esos parajes y se hicieron seguidores de alguno de estos maestros, pero de un indio, que viviera en aquellas montañas, que hiciera de sus cuevas y templos su hogar, que conociera de primera mano a los más importantes maestros de su época, que narrara con “pelos y señales” la vida, la costumbres y principalmente las enseñanzas de estos extrañísimos personajes, “santos” capaces de sostener una manera de vida absolutamente diferente a nuestros cánones de normalidad, con experiencias que simplemente escapan a nuestros sentido de la realidad, era una tentación difícil de despreciar para alguien que anda en la búsqueda de la razón última del universo.
Soy un gnóstico, algo muy diferente a un ateo, estoy en una búsqueda espiritual porque siento y presiento que como bien lo dijo Louis Pauwels: “Hay muchos mundos, y todos están en éste”.
Aldous Huxley ha sido para mí un modelo en esa búsqueda por la filosofía perenne desde la racionalidad occidental, una búsqueda que consiste en tratar de entender la teología, la historia de las religiones, las experiencias místicas, los libros sagrados, el funcionamiento de nuestro cerebro, la evolución del hombre, disciplinas que requieren de la ciencia, de la lógica, del lenguaje, pero hasta un punto… como bien decía el gran físico nuclear Robert Oppenheimer, para llegar a un entendimiento cabal del universo se debería: “… imponer un entendimiento más sutil de la naturaleza del conocimiento humano, de las relaciones del hombre con el universo.”
Y el libro de Swami Rama (1925-1996) es una oportunidad única y muy rara de tener una ventana hacia una forma de vida diferente, que funciona en unos planos que no son accesibles sino a unos pocos que con mucho entrenamiento, disciplina y desprendimiento, logran entrar en dimensiones que existen en nuestras vidas, a nuestro alrededor, pero que no tenemos los medios para llegar a ellas, y hay dos manera de ver este asunto, aquellos que dicen, si no tenemos como llegar a estos estados de conciencia es como si no existieran, y los que pensamos, no porque yo no pueda acceder a ellos debo negar su existencia.  Conocer por referencia, es una forma de conocimiento.
No soy un yogui, tampoco un budista practicante, ni puedo recitar de memoria ni discutir a fondo pasajes del Bhagavad Gita, del Ramayana o del Mahabharata, pero eso no me hace incapaz de entender que hay culturas mucho más antiguas de la que provengo, donde el simple acto de respirar, por ejemplo, se convierte en una llave que abre puertas a una conciencia superior, donde se pueden resolver problemas de salud, de iluminación y de existencia, que están mucho más allá de mi comprensión, nada que decir de mi experiencia.
Como explicar, por ejemplo que el niño Swami Rama haya tenido que viajar cientos de kilómetros, subir escarpadas montañas de 6.000 y  8.000 metros de altura para ver a su maestro, y según nos cuenta:
Mi maestro vive en una cueva, sale al exterior solo una vez en la mañana, al amanecer y otra al atardecer, solo por una hora cada vez ante retornar a su sitio… a veces no sale por varios días seguidos. Siempre hay tres o cinco estudiantes avanzados con él todo el tiempo… por lo general sólo bebe leche de cabra y de vez en cuando, de vaca… ocasionalmente le sirvo su bebida mitad leche mitad agua, a veces la toma otras no, es su única comida… Mi maestro se mantiene en sahaja-samadhi (un constante estado de meditación profunda) y habla muy poco.  Una vez estuvimos viviendo junto a él por nueve meses y apenas hablamos.  La mayor parte del tiempo estábamos con los ojos cerrados en meditación.  Yo hacía mi trabajo y él, el suyo. No había ocasión para la conversación. Y el entendimiento estaba allí, de modo que la conversación oral no era necesaria, la conversación es solo necesaria para relacionarse, pero el lenguaje es un medio muy pobre para la comunicación.  Siempre hay comunicación a un nivel a un nivel más profundo, de modo que no era necesario hablar… contestaba a mis tontas preguntas sólo con una sonrisa.

La primera parte del libro nos habla de la niñez y adolescencia de Rama, deja sentado en éstas páginas la importancia de estas etapas tempranas de la vida para colocarle la impronta espiritual al ser humano, en su conjunto, es un recuento casi de un naturalista de estas montañas en las que nos describe con lujo de detalles el espectáculo de ese imponente escenario del llamado “techo del mundo”.
Nombres como Sikkin, Darjeelin, Kashmir, Punjab, Nepal que en algún momento los hemos leído en libros o visto en películas (afortunados aquellos que han estado en estos parajes), se nos hacen realidad en una compleja cultura donde intervienen influencias indias, chinas, del Tibet, Pakistan, en convivencia con seis lenguas y varios dialectos.
Confluyen en los Himalaya buscadores de la iluminación espiritual, exploradores y aventureros, ejércitos invasores, desplazados, pueblos que atienden ganado y comen carne, con agricultores que son vegetarianos, se encuentran comunidades budistas, taoístas, confucionistas, misioneros de diversas ordenes occidentales, hay comunistas, capitalistas, funcionarios de varios gobiernos; sobre estrechos y peligrosos caminos circula la gente entre espectaculares valles y caídas de agua, que los enormes glaciares y nieves perpetuas alimentan en su paso hacia el Ganges y otros importantes ríos.
Para mi sorpresa hay un capítulo dedicado a despejar dudas sobre dos grandes mitos occidentales, el de Shangri-la, la ciudad perdida, y el Yeti (pie grande) que aún siguen atrayendo visitantes, Rama vivió por 45 años en los Himalaya de principios del siglo XX, unos Himalaya muy distintos a los que hoy existen, de modo que este libro es, entre otras cosas, un viaje en el tiempo.
Pero lo fundamental de este interesante testimonio son los encuentros con los maestros espirituales más importantes de su época, aquellos sabios y santones que influyeron en su vida e hicieron de él uno de los maestros más notables de la India, entre los que se encuentran personalidades como Gandhi y Tagore con quienes compartió practicas espirituales, así como otros tantos maestros cuyos testimonios y vidas son recogidos por Rama.
Entre ellos me llamó la atención su encuentro con Mataji, de las poquísimas mujeres yogui que recoge la literatura espiritual y que era conocida como la Madre Maestra, una anciana de casi cien años que había logrado el dominio de las enseñanzas del Upanishad Mandukya, tenido por muchos expertos como el más difícil y complicado de los Upanishad y que se refiere a los cuatro estados de la mente, el de vigilia, el de ensoñación, el del sueño y el turiya, o el estado del más allá.
Mataji nunca dormía el sueño de los cerdos, que era como llamaba el estado en que la mayoría de nosotros dormimos, había llegado a dominar el sueño de los yoguis, el sueño sin sueño.
Así como la Madre Maestra hay una serie de personajes que parecen sacados de la literatura fantástica y con poderes que están más allá de nuestra comprensión, algunos realizando verdaderos milagros.
Rama fue un estudioso de la psicología y la anotomía humana, cuando sintió estar preparado para brindar sus enseñanzas al mundo occidental, se prestó para que se condujeran experimentos con sus habilidades de control de sistemas y órganos autonómicos de su cuerpo, haciéndose registros en centros de investigación de Inglaterra Moscú y los EEUU de su entrenamiento como yogui, que dejó asombrados a la comunidad científica.
Se graduó de filósofo y médico homeópata en la India, viajó extensivamente por el mundo llevando su mensaje de armonía y paz, fundó el Himalayan Insitute, una de las instituciones mundiales que promueve es estilo de vida holístico y una de las escuelas de yoga más reputadas del orbe.
El libro es ameno, se lee de una sentada y nos abre una ventana a creencias y estilos de vida que no son usuales, y que a veces dan vértigo   -    saulgodoy@gmail.com





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