Hay
un libro que capturó mi atención que se llama Living with the Himalayan Masters (Viviendo con los maestros del
Himalaya, 1978) de Sri Swami Rama, editado por su dilecto alumno el Dr. Pandit
Rajmani Tigunait, del Himalyan Institute
de la India, y se trata de una de esas raras biografías sobre las vivencias
místicas, escritas por uno de los verdaderos maestros de la vida espiritual de
esa apartada región del mundo.
Lo
que me había encontrado hasta el momento eran recuentos de extranjeros,
principalmente de personas de occidente, que viajaron a esos parajes y se
hicieron seguidores de alguno de estos maestros, pero de un indio, que viviera
en aquellas montañas, que hiciera de sus cuevas y templos su hogar, que
conociera de primera mano a los más importantes maestros de su época, que
narrara con “pelos y señales” la vida, la costumbres y principalmente las
enseñanzas de estos extrañísimos personajes, “santos” capaces de sostener una
manera de vida absolutamente diferente a nuestros cánones de normalidad, con
experiencias que simplemente escapan a nuestros sentido de la realidad, era una
tentación difícil de despreciar para alguien que anda en la búsqueda de la
razón última del universo.
Soy
un gnóstico, algo muy diferente a un ateo, estoy en una búsqueda espiritual
porque siento y presiento que como bien lo dijo Louis Pauwels: “Hay muchos mundos, y todos están en éste”.
Aldous
Huxley ha sido para mí un modelo en esa búsqueda por la filosofía perenne desde
la racionalidad occidental, una búsqueda que consiste en tratar de entender la
teología, la historia de las religiones, las experiencias místicas, los libros
sagrados, el funcionamiento de nuestro cerebro, la evolución del hombre,
disciplinas que requieren de la ciencia, de la lógica, del lenguaje, pero hasta
un punto… como bien decía el gran físico nuclear Robert Oppenheimer, para
llegar a un entendimiento cabal del universo se debería: “… imponer un entendimiento más sutil de la naturaleza del conocimiento
humano, de las relaciones del hombre con el universo.”
Y el
libro de Swami Rama (1925-1996) es una oportunidad única y muy rara de tener
una ventana hacia una forma de vida diferente, que funciona en unos planos que
no son accesibles sino a unos pocos que con mucho entrenamiento, disciplina y
desprendimiento, logran entrar en dimensiones que existen en nuestras vidas, a
nuestro alrededor, pero que no tenemos los medios para llegar a ellas, y hay
dos manera de ver este asunto, aquellos que dicen, si no tenemos como llegar a
estos estados de conciencia es como si no existieran, y los que pensamos, no porque
yo no pueda acceder a ellos debo negar su existencia. Conocer por referencia, es una forma de
conocimiento.
No
soy un yogui, tampoco un budista practicante, ni puedo recitar de memoria ni
discutir a fondo pasajes del Bhagavad
Gita, del Ramayana o del Mahabharata, pero eso no me hace incapaz
de entender que hay culturas mucho más antiguas de la que provengo, donde el
simple acto de respirar, por ejemplo, se convierte en una llave que abre
puertas a una conciencia superior, donde se pueden resolver problemas de salud,
de iluminación y de existencia, que están mucho más allá de mi comprensión,
nada que decir de mi experiencia.
Como
explicar, por ejemplo que el niño Swami Rama haya tenido que viajar cientos de
kilómetros, subir escarpadas montañas de 6.000 y 8.000 metros de altura para ver a su maestro,
y según nos cuenta:
Mi maestro vive en una cueva, sale al
exterior solo una vez en la mañana, al amanecer y otra al atardecer, solo por
una hora cada vez ante retornar a su sitio… a veces no sale por varios días
seguidos. Siempre hay tres o cinco estudiantes avanzados con él todo el tiempo…
por lo general sólo bebe leche de cabra y de vez en cuando, de vaca… ocasionalmente
le sirvo su bebida mitad leche mitad agua, a veces la toma otras no, es su
única comida… Mi maestro se mantiene en sahaja-samadhi
(un constante estado de meditación profunda) y habla muy poco. Una vez estuvimos viviendo junto a él por
nueve meses y apenas hablamos. La mayor
parte del tiempo estábamos con los ojos cerrados en meditación. Yo hacía mi trabajo y él, el suyo. No había
ocasión para la conversación. Y el entendimiento estaba allí, de modo que la
conversación oral no era necesaria, la conversación es solo necesaria para
relacionarse, pero el lenguaje es un medio muy pobre para la comunicación. Siempre hay comunicación a un nivel a un
nivel más profundo, de modo que no era necesario hablar… contestaba a mis
tontas preguntas sólo con una sonrisa.
La primera parte del libro nos habla de la niñez y
adolescencia de Rama, deja sentado en éstas páginas la importancia de estas
etapas tempranas de la vida para colocarle la impronta espiritual al ser
humano, en su conjunto, es un recuento casi de un naturalista de estas montañas
en las que nos describe con lujo de detalles el espectáculo de ese imponente
escenario del llamado “techo del mundo”.
Nombres como Sikkin, Darjeelin, Kashmir, Punjab,
Nepal que en algún momento los hemos leído en libros o visto en películas
(afortunados aquellos que han estado en estos parajes), se nos hacen realidad
en una compleja cultura donde intervienen influencias indias, chinas, del Tibet,
Pakistan, en convivencia con seis lenguas y varios dialectos.
Confluyen en los Himalaya buscadores de la
iluminación espiritual, exploradores y aventureros, ejércitos invasores,
desplazados, pueblos que atienden ganado y comen carne, con agricultores que
son vegetarianos, se encuentran comunidades budistas, taoístas, confucionistas,
misioneros de diversas ordenes occidentales, hay comunistas, capitalistas, funcionarios
de varios gobiernos; sobre estrechos y peligrosos caminos circula la gente
entre espectaculares valles y caídas de agua, que los enormes glaciares y
nieves perpetuas alimentan en su paso hacia el Ganges y otros importantes ríos.
Para mi sorpresa hay un capítulo dedicado a despejar
dudas sobre dos grandes mitos occidentales, el de Shangri-la, la ciudad
perdida, y el Yeti (pie grande) que aún siguen atrayendo visitantes, Rama vivió
por 45 años en los Himalaya de principios del siglo XX, unos Himalaya muy
distintos a los que hoy existen, de modo que este libro es, entre otras cosas,
un viaje en el tiempo.
Pero lo fundamental de este interesante testimonio
son los encuentros con los maestros espirituales más importantes de su época,
aquellos sabios y santones que influyeron en su vida e hicieron de él uno de
los maestros más notables de la India, entre los que se encuentran
personalidades como Gandhi y Tagore con quienes compartió practicas
espirituales, así como otros tantos maestros cuyos testimonios y vidas son
recogidos por Rama.
Entre ellos me llamó la atención su encuentro con
Mataji, de las poquísimas mujeres yogui que recoge la literatura espiritual y
que era conocida como la Madre Maestra, una anciana de casi cien años que había
logrado el dominio de las enseñanzas del Upanishad
Mandukya, tenido por muchos expertos como el más difícil y complicado de
los Upanishad y que se refiere a los cuatro estados de la mente, el de vigilia,
el de ensoñación, el del sueño y el turiya,
o el estado del más allá.
Mataji nunca dormía el sueño de los cerdos, que era
como llamaba el estado en que la mayoría de nosotros dormimos, había llegado a
dominar el sueño de los yoguis, el sueño sin sueño.
Así como la Madre Maestra hay una serie de
personajes que parecen sacados de la literatura fantástica y con poderes que
están más allá de nuestra comprensión, algunos realizando verdaderos milagros.
Rama fue un estudioso de la psicología y la anotomía
humana, cuando sintió estar preparado para brindar sus enseñanzas al mundo
occidental, se prestó para que se condujeran experimentos con sus habilidades
de control de sistemas y órganos autonómicos de su cuerpo, haciéndose registros
en centros de investigación de Inglaterra Moscú y los EEUU de su entrenamiento
como yogui, que dejó asombrados a la comunidad científica.
Se graduó de filósofo y médico homeópata en la
India, viajó extensivamente por el mundo llevando su mensaje de armonía y paz,
fundó el Himalayan Insitute, una de
las instituciones mundiales que promueve es estilo de vida holístico y una de
las escuelas de yoga más reputadas del orbe.
El libro es ameno, se lee de una sentada y nos abre
una ventana a creencias y estilos de vida que no son usuales, y que a veces dan
vértigo - saulgodoy@gmail.com
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