Es
más que evidente que la jugada política del chavismo, de atacar la libertad de
expresión utilizando leyes contra el odio, aprobadas por medio de ese
esperpento jurídico que quieren imponer a sangre y fuego en Venezuela, la
Asamblea Constituyente Cubana, es no sólo un acto de hipocresía mayúsculo, sino
una contradicción, en términos que ponen al descubierto la naturaleza enferma y
torcida del régimen y sus actores políticos.
La
ciudadana Delcy Rodríguez se ha transformado en la perseguidora de oficio de un
gobierno claramente fascista, contra la oposición política y miembros de la
sociedad civil, principalmente comunicadores sociales, intelectuales,
académicos… todo aquel que, con argumentos y razones, exponga al chavismo como
lo que es, un pequeño soviet de
comunistas resentidos y vengativos, está en peligro de ser acusado como
instigador del odio por cualquier razón de las que alega el articulado de una
ley abominable para la democracia.
El comportamiento
de esta señora es propia de una agresora proactiva, su comportamiento raya en
lo psicopatía, cree que obtiene beneficios comportándose de manera agresiva y
violenta, que eso le da poder y control
sobre los otros, y lo hace de una manera calculada y fría, los hermanos
Rodríguez se han destacado entre el chavismo como personas egocéntricas que
tienen muy poca empatía por su prójimo lo que los hace en política, actores sin
emociones humanas y con un marcado comportamiento antisocial.
Para
nadie es un secreto que el principal promotor del odio en nuestro país ha sido
el mismo régimen chavista; un odio de clases sobre el que los chavistas han
obtenido réditos políticos, que han fomentado para crear divisiones, para
fomentar el conflicto, para denigrar de unos sectores, para destruir
personalidades, parea justificar expropiaciones… eso es es leche derramada en
el camino que no pueden recoger; allí están, como evidencia, horas y horas de
infames programas de televisión Aló
Presidente, miles de páginas de discursos con explícitos llamados a la
violencia social, ríos de tinta de declaraciones a la prensa, artículos y
noticias, por si fuera poco existen las denuncias y expedientes que en estos
momentos están bajo estudio de tribunales internacionales por violaciones
graves de Derechos Humanos, incluyendo cargos por genocidio, asesinatos,
torturas, desapariciones, encarcelamientos políticos donde lo que destaca, es
la inmensa sed de revanchismo y destrucción que el chavismo ha promovido contra
el pueblo de Venezuela.
El
chavismo no solo se ha jactado de que su grupo es el de los patriotas, el de
los verdaderos cristianos, que son los únicos venezolanos hijos de Bolívar, los
herederos de los héroes de la independencia, los auténticos revolucionarios, el
pueblo originario… y en la acera del frente nos han acusado a quienes no
creemos en tales aseveraciones de que somos los apátridas, los pityankis, el
enemigo a vencer, los imperialistas, los vende patria, los burgueses, a quienes
hay que freírle las cabezas en aceite, no darles ni agua, contra quienes hay
que utilizar armas letales si protestan, somos los escuálidos que no merecemos
sino gas del bueno, cuando en las calles son asesinados nuestros jóvenes por
protestar, Maduro lo que hace es bailar sobre una tarima como gesto de
desprecio, transmitido en cadena nacional, si eso no es el ejercicio más
descarnado del odio, promocionado por todos los medios posibles y por el que se
han caracterizado hasta el día de hoy, entonces no sé que es odiar.
Chávez
fue un promotor insigne y a tiempo completo de una cantidad de pasiones
desordenadas, principalmente del odio que marcaban sus discursos, confundía el
amor y la ira, la venganza con la felicidad, las emociones subían en él, cómo
burbujas de agua carbonada, a montones, de manera caótica, por un lado maldecía
nuestra herencia hispánica y los terribles sucesos negativos de la conquista,
pero alababa la fiereza de los Caribe y su resistencia violenta al invasor,
jamás se refirió a la sanguinaria dominación imperial de los Aztecas e Incas sobre otros pueblos indígenas, justo
antes de la llegada de Colón a América, despreciaba en grado sumo el
mercantilismo y el capitalismo, culpándolos de todas las desgracias del mundo,
pero era incapaz de mencionar las hambrunas desatadas en la Rusia de Stalin o
la China de Mao.
Se la
pasaba insultando a personalidades y ciudadanos que lo contradecían o pensaban
diferente, famoso fue su desplante en contra del Presidente de los EEUU, el Sr.
G.W. Bush en el seno de la ONU cuando en un discurso se refirió a él como un
demonio, o sus referencias al ex Presidente Colombiano Alvaro Uribe, a al ex
Director de la OEA, Insulsa, cuando sus opiniones se desmarcaban de su voluntad
revolucionaria, Maduro no se queda atrás en su repertorio de insultos y
amenazas en contra de sus contrarios.
Folclórico
eran las ausencias al terror revolucionario cubano en sus memoriosos ditirambos
sobre los gloriosos tiempos de Fidel, sin las menciones a las masacres
protagonizadas por el Ché en la lúgubre Cabaña, ni de los fusilamientos, ni de
las cárceles donde murieron tantos seres humanos sin jamás pasar por un
tribunal, su visión sesgada de la historia reciente venezolana lo hacían
crítico de los crímenes de la democracia, pero hacía mutis a los desafueros de
la guerrilla, de sus asesinatos, secuestros y atentados.
Es
claro que a socialistas bolivarianos del siglo XXI no les importa este
comportamiento afásico, que estas contradicciones de pensamiento y actitud les
tienen sin cuidado, porque su verdadera intención no es la justicia, ni
siquiera es la rectificación, sino la profundización de su odio contra la
Venezuela libre, decente y democrática, porque les conviene, y están utilizando
estas supuestas leyes contra el odio para continuar con su claro propósito de demoler
el estado de derecho, la civilización y la cordura en nuestro país.
La
verdadera motivación detrás de estas leyes en contra del odio es silenciar la
protesta, censurar el pensamiento crítico, ocultar crímenes de lesa humanidad y
eliminar a la oposición política, anuncian cierre de medios de comunicación,
detenciones de personas supuestamente incursas en estos delitos, multas, con
toda la intención de sumir en el silencio la protesta política, detener las
manifestaciones de rechazo en contra de funcionarios identificados con hechos
de corrupción, con crímenes violentos e injusticias en contra de los
ciudadanos.
La
ley le deja una amplísima potestad de interpretación a los funcionarios
encargados de aplicarla, cualquier pensamiento o idea puede ser tomada como
incitación al odio, sobre todo en lo que se refiere a la política y la
ideología, donde necesariamente se dan como naturales los rechazos, críticas y
posiciones antagónicas, en las leyes que he estudiado sobre normas que regulan
el discurso del odio, los legisladores se han tomado el cuidado justamente de
dejar fuera a la política y la ideología precisamente por su carácter polémico
y de apasionadas discusiones, en la que insultos, amenazas y acusaciones
resultan normales.
De
hecho, el derecho a la libre expresión, que es una de las piedras fundamentales
de la democracia es defendido a capa y espada por la mayoría de los órganos
legislativos y judiciales del mundo libre, fundamentalmente porque el libre
flujo de las ideas es la única manera de garantizar llegar a la verdad, aunque
parezca lo contrario dado el innumerable número de provisiones legales para
proteger a funcionarios del gobierno, cabezas de estado y altos dignatarios de
los eventuales insultos que pudieran recibir por su desempeño o posición ante
diversas políticas, se prefiere con mucho las aproximaciones no punitivas y a
lo sumo tratar el asunto como un caso civil, nunca penal.
En
Venezuela se da el caso muy particular que el gobierno socialista bolivariano tiene
una propensión hacia el castigo y la aplicación de penas criminales en muchas
materias, esto viene dado por su naturaleza autoritaria y su talante
totalitario, de hecho, al tratarse de una narco-dictadura, como está siendo
reconocido en el ámbito internacional, es natural que sus operadores se sientan
inseguros y víctimas de retaliaciones, por lo que prefieren que sus personas no
vean involucradas en acusaciones y críticas que pudieran empeorar su situación
e imagen pública, algunos de ellos buscados por organismos policiales
internacionales.
Pero
lo que más llama la atención es que un gobierno que practica de manera masiva
las detenciones de políticos de la oposición y los tortura, tenga la
desfachatez de mencionar en la ley contra el odio, que las penas que impone de
manera arbitraria y en procesos que parecen más bien ejecuciones sumariales,
tengan la intención de fomentar la tolerancia y el respeto por los derechos
humanos, incluyendo el cierre de medios de comunicación que no es otra cosa que
la continuación de su campaña por la censura, esta vez con la excusa de evitar
el odio.
La
realización en el país de un pensamiento único, de la hegemonía del socialismo
sobre las demás formas de ideología, la existencia de un único partido, de un
solo líder, de una sola voz necesariamente traen detrás la exclusión social, el
apartheid, la persecución política, la eliminación del enemigo diferente, no se
puede alcanzar la armonía social cuando un grupo minoritario se hace con el
poder para obligar a los demás a asumir una posición de servidumbre y
dependencia, es el caldo de cultivo perfecto para el odio entre el opresor y el
oprimido.
Este
aparente paradigma de tratar de acallar críticas, protestas, señalamientos
contra las acciones del régimen, por medio de unos instrumentos para corregir
defectos de la libertad de expresión, como sería la de ciertos excesos de
opinión contra los funcionarios y la organización política que los acoge, no es
una novedad en el comportamiento político de los socialistas en general; históricamente,
este grupo político ha demostrado que puede vivir en las contradicciones
propias de una dialéctica fragmentada y sin sentido, son agentes del pragmatismo
más primitivo y egoísta; el socialismo utiliza la mentira, los argumentos
sofistas, la retórica barata, la fantasía, argumentos insostenibles en la
realidad… lo que es bueno para su causa, no importa si es coherente, si
funciona y logra dominar y silenciar a la gente, es útil.
Nos
recuerda Slavoj Žižek que, después de
reunirse con Nixon y Kissinger, Mao dijo: «Me
gusta tratar con derechistas. Dicen lo que realmente piensan, no como esos
izquierdistas que dicen una cosa y quieren decir otra».
Lo
peor de este escenario de leyes contra el odio que restringen el derecho a la
libre expresión, es que lo que hacen, es fomentar más el odio, los chavistas,
como buenos revolucionarios, en su afán por destruir el orden burgués
establecido, incluida su ideología, desprecian de tal grado el sentido jurídico
y el estado de derecho que lo utilizan para destruir el tejido social del país.
No hace falta más que mirar la desfachatez de copiarse una Asamblea
Constituyente comunal, al mejor estilo cubano, como órgano supremo de un
supuesto principio legal, que legisla sin participación del pueblo soberano, contra
nuestra Constitución Nacional, únicamente que para atacar a sus enemigos
políticos… y hacer leyes para adelantar su proyecto de odio, incluyendo leyes
contra lo que ellos dictan que es odio y que todo los venezolanos sabemos, no
aplicarán para los chavistas.
La
ley contra el odio peca en sobre simplificar la naturaleza del odio, lleva al
error de catalogar todo comportamiento agresivo como odio, hay agresiones que
son signadas por la ansiedad, la desesperanza o la impulsividad que no
necesariamente es odio ni apunta a él, pero en la ley no se establecen
diferenciaciones y castiga a todas estas manifestaciones del comportamiento
humano con una crueldad que raya en el odio mismo.
Las
sociedades que se han comprometido a defender la libertad de expresión como
piedra fundamental de la democracia, están dispuestas a soportar las
expresiones destempladas, a veces obscenas, rudas y hasta falsas de algunos de
sus miembros, aún aquellos comentarios que aparentan racismo y que pensamos
podría ser dañino para la armonía social, pareciera que se valora más la
libertad de expresión que la igualdad cuando suceden estos momentos de aparente
abuso de esa libertad, sobre todo en el caldeado mundo de la política, todo
depende del grado de compromiso que exista en esa sociedad.
Pero
el compromiso a la libertad de expresión no significa que alguien pueda decir
lo que le venga en gana, eso no es así, de hecho, muchas expresiones están
reguladas, algunas tienen repercusiones judiciales, pero la tendencia universal
es hacer que estas regulaciones sean cada vez más difíciles y complicadas, es
por ello que, cuando un régimen como el chavismo se auto-promueve como garante
de la pureza del lenguaje y la expresión equilibrada, como tribunal inquisidor
del comportamiento humano y penalice, de la manera que lo hace las supuestas
expresiones de odio, sabiendo de sus antecedentes como violador flagrante de
los derechos humanos, la duda surge irremediablemente sobre sus verdaderas
intenciones.
El
chavismo cree en el voluntarismo como fuerza creadora, son solipsistas de
corazón, están convencidos que la felicidad de todo un pueblo se puede
decretar, así como la prosperidad económica, las navidades, el amor, y ahora
les dio por decretar la prohibición de uno de los sentimientos humanos más poderosos
y libres, el odio.
Nicolás
Maduro ha demostrado estar desubicado en muchas materias durante su paso como
usurpador de la jefatura del estado venezolano, pero ha sido en materia
económica donde su precariedad ha quedado manifiesta, no entiende que los
billetes de la masa monetaria tienen vida propia una vez que no cuentan con un
respaldo de valor, no se pueden sacar de circulación por decreto, ni se puede
decretar una reestructuración de la deuda, ni se puede detener la inflación
decretando aumentos salariales, ni se puede decretar la confianza en un sistema
que no produce, menos aún decretar precios de los bienes y servicios sin tomar
en consideración sus costos de producción, después de 18 años de penurias
todavía no se ha dado cuenta que lo que él quisiera y desea, no se resuelve con
simplemente escribirlo en un papel y declarar ¡Aprobado!
Bajo
este esquema intuitivo, de “puntadas”, de cómo va viniendo vamos viendo es que
el país se ha hundido en la miseria, no es el interés común ni las necesidades
de la gente lo que impera al momento de gobernar, sino exclusivamente el
interés personal del claque alrededor de la Presidencia, de la mafia que
controla el presupuesto nacional, de los que juegan con el valor del dólar
oficial y el paralelo, de los que tienen metidas sus manos en el negocio
petrolero, en la compra de alimentos y medicinas al exterior, de los que
manejan el contrabando de combustible…
Razones
para odiar a los chavistas las hay de sobra, son inhumanos, salvajes y están
enfermos de poder, le han hecho mal a millones de venezolanos, no tienen medida
para sus ambiciones y continúan destruyendo a las familias, permiten que
numerosos niños mueran de desnutrición, que los enfermos graves enfrenten el
fin de sus vidas en medio del desahucio más espantoso, que los viejitos se
vayan apagando poco a poco y sin esperanzas, espantan a los jóvenes y
talentosos para que huyan del país, acaban con etnias de nuestros aborígenes
dejando que sucumban con enfermedades tratables pero sumamente contagiosas y mortales
sin tratamiento, es decir, les importa un carajo el pueblo, y eso, es lo que no
quieren que se diga de ellos.
Eso
de estar acusando a los demás de fomentar el odio, sin mirarse la paja en el
propio ojo, desestimando las campañas de en contra de la reputación de
políticos de la oposición, de sectores completos, como sería el empresariado
venezolano, a quienes culpan de ser fichas del imperio en la guerra económica,
de la destrucción de la vida de ciudadanos venezolanos acusados, detenidos y
condenados por supuestamente sabotear los servicios públicos, para ocultar con
ello las severas deficiencias e incapacidad del estado socialista en brindar
correctamente esos servicios, de fomentar el odio social contra periodistas,
como acaba de suceder con un reportero de la publicación Dollar Today, el cual fue secuestrado, vejado, golpeado,
precisamente por la campaña de odio que sostiene, contra de ese medio, el
colombiano indocumentado que esta usurpando la Presidencia de la República,
Nicolás Maduro.
Es
obvio, para todo el que tenga ojos y entendimiento, que lo que el régimen
persigue es el control absoluto sobre la libertad del pensamiento y de
expresión en nuestro país, y que utiliza esos subterfugios de leyes contra el
odio como herramientas de persecución política y censura, para sumir al país en
el silencio oprobioso, ante los desafueros de un estado socialista fracasado e
impopular.
La
realidad es terca y contundente, el país está al garete, el chavismo no
gobierna, simplemente reprime, miente y saquea lo que puede como puede, en
medio de una puesta en escena de que son gobierno; pero nadie se traga el
cuento, ni aquí ni afuera, los representantes del chavismo reciben el trato que
se han ganado como corruptos, violentos y falsos, ningún gobierno del mundo les
cree lo que dicen, y lo que hacen es tan meridianamente claro que ya las
palabras y los actos de mimetismo les quedan grandes.
Han
perdido todo contacto con la verdad y tratan de construir una versión alterna
que les sirva a sus propósitos; hacer parecer lo que no es, y decir que son lo
que nunca serán… y quien les grite que están desnudos, porque no es lo que
quieren escuchar, será acusado de odiarlos, de querer exponerlos al escarnio
público, de que no los respeta.
El
respeto no se gana a golpes ni asesinando personas, poner a la Guardia Nacional
a perseguir gente que habla mal del gobierno es tan fútil como declarar que el chavismo
cree en la democracia; las llagas y las bubas de la peste no se pueden ocultar,
su mal olor no se disfraza con los perfumes, sus deformidades no se ocultan
bajo las ropas de marca, ni las joyas… cuando se es un pestilente, la única
manera de lograr una cura es aceptar que se trata de un enfermo, que necesita
ser tratado, quizás entonces haya una posibilidad de limpiar las marcas de la
dolencia, desinfectar sus fístulas, cauterizar las heridas abiertas, limpiar el
cuerpo de sus secreciones… y eliminar los hedores.
Pero
ya es muy tarde para eso, la enfermedad les ha llegado a la cabeza y han
perdido la razón; pretenden vivir en otro lugar, con otra gente, con otras
costumbres y, como buenos socialistas, creen ser dueños de la verdad, la
imponen a la fuerza y, jamás ni nunca, pensarán que han cometido error alguno,
todo lo contrario, están absolutamente convencidos de que el país les debe
agradecimiento y respeto por mostrarle el verdadero camino… así tengan a los
venezolanos comiendo de la basura mientras claman en los foros internacionales que
en el país no hay crisis, que todo está normal, porque el chavismo ha decretado
que somos un país potencia donde lo que existe, según ellos, es un exceso de
libertades. – saulgodoy@gmail.com
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