Haciendo
un ejercicio de prospección, me imagino esos primeros cien días de un nuevo
gobierno después del chavismo madurista con los políticos que tenemos ahora, y no
auguro nada bueno, creo que sería un pasaje de dificultades que pudiera dar al
traste con muchas esperanzas, al menos que contemos con otra dirigencia,
totalmente distinta, que sea ilustrada, sabia y con coraje, que pueda afrontar
el horror, en los términos que Joseph Conrad nos lo pintó en su cuento El Corazón de las Tinieblas, donde el
Coronel Kurtz, el absolutamente corrompido y desquiciado personaje, gobierna
sobre su pequeño reino a fuerza de extravagantes pulsiones y desafueros.
Kurtz
había perdido la razón tras una brillante carrera militar, pero
intempestivamente se interna en lo profundo de la selva en el Congo y funda una
comunidad de renegados, vagabundos, criminales, aventureros y desertores, sobre
quienes ejerce una benevolente dictadura, benevolente para los suyos, atroz
para los extranjeros; el ejemplo viene como anillo al dedo porque, en el caso
del chavismo, Chávez y Maduro mantienen a su tribu de adeptos viviendo como
reyes a costa del sufrimiento de los “otros”, en un mundo fantasioso y de
horror.
El
chavismo deja al país en extrema postración, va a necesitar mucho más que un
líder carismático y un partido que le diga “Sí” a los pedimentos de su líder,
para poder mantener el barco a flote, en el estado de necesidad que se
encuentra nuestra patria pedirle a la población que haga mayores sacrificios va
a ser una misión algo más que imposible.
No
puedo sino asombrarme de que algunos políticos y organizaciones partidistas ven
la salida del chavismo como una oportunidad política, para su relance como
figuras públicas luego de los desaciertos en sus gestiones como oposición,
prometiendo sin vergüenza alguna la salvación del país con base en fórmulas pre
pago, a memes aprendidos de las corrientes populistas que han inundado al país,
y a lugares comunes de una política muy a lo adeco-copeyano, que ha sido tan
difícil de despegarnos de la suela de los zapatos.
Le
escribía en estos días a un amigo en el extranjero y le decía: “ese país que tú y yo conocimos y
disfrutamos, ya no existe, lo que viene es algo completamente distinto, espero
que para mejor”.
Y la
única forma de lograrlo es con nuevos políticos, olvidarnos de lo que hasta el
momento hemos conocido como “políticos”, esos que se venden como buenos
gerentes y conserjes, como mesías del siglo XXI, como gente del barrio y
luchadores sociales, como lumbreras con cinco títulos universitarios bajo el
brazo, o militares con don de mando… si en Venezuela no se llama y se convence
a la gente de que nos tenemos que unir y comprometernos en una cruzada para el
rescate del país, en una verdadera reconstrucción que significa trabajo y más
trabajo, grandes sacrificios, en el tenor de lo que le dijo Churchill a la
Inglaterra destruida por la guerra, “sólo
les ofrezco, sangre, sudor, esfuerzo y lágrimas”, si no aceptamos la
realidad que nos toca en este momento y lugar, no iremos a ningún lado sino a
la extinción del país.
Soy
de los que creen en la etimología que los chinos le dan a la palabra “crisis” y
que tiene dos significados opuestos, uno es el que significa problemas y
dificultades, el otro apunta hacia nuevas oportunidades; en nuestro caso, ambas
se conjugan y se abren como una caja de Pandora, nadie sabe lo que va a salir
de allí.
Hay
varios factores y escenarios que hay que tomar en cuenta antes de embarcarnos
en esta aventura necesaria, azarosa y movida que se nos viene encima, y lo
estoy visualizando como país, como sociedad comprometida con su propia
sobrevivencia, como hombres y mujeres que creen en sus propias capacidades y que
tienen un destino común, porque el camino que vamos a tomar después del
chavismo está lleno de trampas y desvíos.
Empecemos
con el liderazgo, el concepto antiguo de conductores de hombres ha cambiado
radicalmente, las sociedades modernas están contestes en que las personas
todas, en algún momento, ejercen el rol de liderazgo y en otras ocasiones el
rol de seguidores; esto lo he tratado en anteriores artículos. En realidad, el
que asume un rol de dirección lo hace, principalmente, porque está capacitado para
ello, tiene la idea, el plan y sabe como ejecutarlo mejor que nadie, por lo que
los demás confiamos en su buen juicio; pero tiene que demostrarlo, no se trata
solamente de una pose o un discurso vacío, el liderazgo de hoy en día parte de
los hechos, del trabajo realizado.
En
este sentido, el liderazgo que ofrecen los partidos políticos de la oposición
deja mucho que desear, además de que se trata de plataformas obsoletas que
funcionan bajo la fórmula clientelar y sólo para eventos electorales, lo que atrae
a mucho “bicho de uña” sin credenciales y con un hambre irresistible para que “los
pongan donde hay”; sus programas y discursos corresponden a esa Venezuela que
ya no existe, nada tienen que ofrecer al nuevo escenario que debemos enfrentar,
ya los hemos visto actuando en las dificultades y no nos gusta lo que hemos
visto y lo que hemos padecido por ello.
En
Venezuela se ha producido un fenómeno, que llama la atención a los observadores
políticos, y es que la sociedad está por encima de sus dirigentes, tanto en preparación
como en imaginación; la sociedad ha podido articularse, aun bajo las peores
circunstancias, en organizaciones eficientes y proactivas, sin esperar por un
conductor mesiánico en diferentes áreas, sean estas sociales, empresariales,
científicas, educativas, de abastecimiento, de salud, gremiales, de representación
de minorías, etc.
El
venezolano se las ha tenido que ingeniar para sobrevivir en medio del caos y la
improvisación; incluso los que se han ido del país están desarrollando estrategias
de sobrevivencia y aunque, como es de esperar, habrá mucho fracaso y derrotas,
creo que una buena parte de esos venezolanos en la diáspora terminarán
triunfando en los países que los acogieron. El venezolano es creativo,
adaptable, un sobreviviente nato.
En el
país hay toda una marea de fondo en emprendimientos, proyectos, ideas y sueños
que sólo esperan la luz verde para arrancar, lo que significa que la nueva
dirigencia debe trabajar con ellos para ofrecerles la vía rápida a sus metas;
igualmente, hay una serie de empresas que han sobrevivido heroicamente a los
enemigos del progreso y del libre mercado, que también están listas para iniciar
una carrera hacia la recuperación del tiempo perdido. Los nuevos liderazgos
deben apartar el peso del estado de estas vías rápidas de desarrollo,
desregular las diversas actividades, con sólo darles la libertad confiscada a
los empresarios, trabajadores y consumidores, vamos a ver un repunte importante
de la actividad comercial e industrial.
Pero,
igual, hay que arreglar los grandes desequilibrios macroeconómicos en los
aspectos monetarios, financieros, de la deuda, del gasto social y
gubernamental, de las privatizaciones, que ya no esperan, de la consecución de
fondos e inversiones para la emergencia y el desarrollo, de la puesta al día de
los servicios públicos, de llevar al estado a un tamaño y con un gasto público
razonable, al servicio de la sociedad.
Hay
toda una delicada gestión de administración en la escasez que hay que hacer de
manera impecable, con una contraloría responsable y al servicio del país, con
una integración de planes regionales, con un verdadero programa de integración
federal de regiones autonómicas, con un plan país para convertirnos en estado
mercado, de integrarnos a la globalización sin complejos, dispuestos a competir
y ser eficientes.
Un
gobierno de emergencia debe ocuparse de la crisis con lo que tiene a mano, las
reformas al estado surgirán luego, una vez resueltas las “urgencias”, lo que sí
debe hacer en los primeros cien días es reducir el tamaño del leviatán, poner
el estado a dieta, hacerlo ligero, con respuestas rápidas y dirigidas a los
nudos de los problemas, solamente con ir reduciendo las regulaciones que el
chavismo le ha impuesto a las fuerzas productivas, la tarea es heroica.
Volver
a reconquistar nuestro lugar entre las naciones civilizadas va a tomar mucho
carácter, auctoritas y agallas, en el
sentido de que estas desgracias que nos han conducido a la miseria, fueron
diseñadas por grupos de interés para gozar del desorden y la rapiña que muchos
quieren disfrutar luego del chavismo, empezando por los mismos chavistas que
queden activos, por esos partidos políticos de la oposición primitiva, que no quiere
perder sus privilegios, por los enemigos de Venezuela, que siempre van a
existir y que seguirán apostando a nuestro fracaso, y siguiendo el plan cubano
de soliviantar al pueblo con sus críticas, con sus reclamos injustos en medio
de la crisis y sus acciones de calle.
Creo
que ante este panorama ya no podemos pensar en un Rosales, en un Falcón, un
Capriles, un Julio Borges y, menos aún, en un Ramos Allup; todos están
obsoletos, caducos, ya no dan más, han sido superados por su propia
incapacidad; lo malo es que son gente que no se va a ir, van a seguir allí,
creyendo que, con un socialismo con “rostro humano” y democrático, Venezuela
puede salir para adelante… y el problema que estos señores le ponen al país es
que, mientras sigan ocupando esos puestos de comando, a los que no quieren
renunciar, están obstaculizando a los relevos, a los nuevos políticos, que
pudieran ofrecer otras vías y no más de lo mismo.
La
etapa que nos toca enfrentar esta llena de trampas y dificultades; si no
estamos atentos se pudiera retrasar o impedir que nuestro país salga del hueco
en que nos ha metido el socialismo del siglo XXI, tal como sucedió en Polonia. Después de la caída del muro de Berlín, y con
la aparición de Lech Walesa como nuevo líder de una Polonia libre, la nueva
alternativa tomó el poder y cuando tuvo que aplicar las recetas para hacer de
Polonia un estado moderno y capitalista, la gente se asustó con los cambios que
implicaban la nueva economía… al cabo de pocos años, los ex comunistas
regresaron al poder triunfalmente y
barrieron con el partido de Walesa, Solidaridad.
Como
nos lo explica el
filósofo y analista Slavoj Žižek sobre
lo sucedido en Polonia, en su obra Living in the End Times (2010):
La explicación habitual de esta
posterior inversión recurre a las «inmaduras» expectativas utópicas de la mayoría
de la población, cuyos deseos se consideraban contradictorios o, más bien,
inconsecuentes. La gente quería nadar y no mojarse la ropa, quería la libertad
democrática-capitalista unida a la abundancia material, pero sin pagar el
precio completo de vivir en una «sociedad de riesgo», sin perder la seguridad y
estabilidad que en su momento habían garantizado (más o menos) los regímenes
comunistas. Como debidamente señalaron los sarcásticos comentaristas
occidentales, la noble lucha por la libertad y la justicia resultó ser poco más
que un ansia de pornografía y bananas. La llegada de la inevitable sensación de
decepción dio origen a tres reacciones (algunas veces opuestas, otras
superpuestas). La primera fue la nostalgia por los «buenos tiempos» de la era
comunista, la segunda la aparición del populismo nacionalista de derechas, y la
tercera una renovada y «tardía» paranoia anticomunista.
Todos esos memes que utiliza el régimen de que, sólo
en socialismo es posible la felicidad del pueblo, de que con el chavismo manda
el pueblo y que todo lo hacen por amor, van a estar horadando las mentes
simples de los ignorantes, y de los que olvidan fácilmente las desgracias de la
dictadura de Maduro. Ante los retos y exigencias de la nueva situación del país
ante su futuro, si le damos la ocasión a los políticos complacientes, a los alcahuetes
del socialismo, que proclaman que todos somos necesarios y que tenemos cabida
en la mesa de la democracia incluso a nuestros enemigos, estamos fritos; el
chavismo podría volver y enquistarse para nunca salir más de nuestra patria.
No me cabe la menor duda de que en la primera etapa,
el nuevo gobierno tendrá que, obligatoriamente, ser autoritario y democrático,
una combinación muy difícil de administrar; el chavismo deja demasiadas minas
antipersonales enterradas (figurativamente hablando), bombas sólo caza bobos y,
si vamos a seguir con la juerguita de estarle permitiendo a los enemigos de la
sociedad abierta jugar sin reglas en nuestro propio patio, nos lo van a
quitar. - saulgodoy@gmail.com
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