miércoles, 17 de enero de 2018

¿Perdemos lo sagrado?


Gracias a Dios, todavía hay lugares sagrados en India- montañas y cuevas sagrados, ríos sagrados y árboles y plantas y animales, lugares sagrados donde la gente va en peregrinación. Todavía hay templos donde los antiguos y sagrados ritos continúan, y hombres sagrados a quienes la gente busca para encontrar a Dios. Siempre hay un sentido del misterio transcendente, de una ultimada realidad detrás de las apariencias.
Bede Griffiths, Return to the Centre (1976)

Nosotros definimos, con mucho cuidado y exactitud, que los venerable y sagrados íconos sean puestos de la misma manera como la figura de la cruz, preciosa y dadora de vida… mientras más sean observadas por medio de estas representaciones, de la misma manera los creyentes estarán dispuestos a recordar los originales.
Definición del Segundo Concilio de Nicea (787)

Vuelve tu cabeza en la dirección de la Mezquita Sagrada, donde quiera te encuentres, vuelve tu rostro en esa dirección.
Corán, 2, 139


Algunas personas creen que el mundo actual ha dado un vuelco definitivo hacia lo material, lo concreto, lo meramente consumible por los sentidos, que esa dimensión de lo invisible, metafísico y religioso se está perdiendo, y por lo tanto la existencia pierde uno de sus atributos fundamentales, esa experiencia psíquica del hombre que atañe a sus emociones, afectos y representaciones más primitivas, relativos a mitos y ritos que producían estados interiores de exaltación, cuando no pavor, éxtasis o felicidad, que de alguna manera le daban sentido a la vida y al mundo, lo centraban, lo unificaban.
Todos esos estados alternos de conciencia pueden hoy encontrarse en drogas de diseño que afectan sitios específicos del cerebro y aplacan o estimulan cualquier cantidad de sensaciones o estados de ánimo, lo profano arropa lo sagrado y éste ha dejado de brillar.
La vida hoy parece valer mucho menos que antes, igual que la familia y el hogar, las religiones tradicionales han perdido su arrastre, las creencias del New Age, los cultos sincréticos, los nuevos gurús de la satisfacción inmediata, las filosofías postmodernas que desconfían hasta del mismo lenguaje se han ocupado de desplazar lo verdaderamente santo y puro, para muchos transhumanistas, la ciencia y la tecnología se han encargado de hacer limpieza de una serie de creencias y prácticas que el hombre primitivo necesitaba como complemento a su accidentada y vulnerable existencia, y la han sustituido por mejoras artificiales que potencian al máximo las capacidades humanas convirtiéndonos en verdaderos cyborgs.
Siempre acechado por ese universo voraz, insensible  e infinito, tuvo el hombre en el pasado reciente, que recurrir a esos entes, objetos, lugares y tiempos sagrados que de alguna manera estuvieran a su favor, proveyéndolo de fuerza, auxilio y refugio, todos esos ritos, sacrificios, pruebas, oraciones, templos, ciclos y fiestas, ahora se reducen a unas pastillas y capsulas que se llevan en las carteras, y si la disfuncionalidad persiste, están los analistas y los institutos psiquiátricos a la orden, el ser humano es reparable, sus piezas pueden ser intercambiadas por otras de mayor durabilidad y eficiencia, sus problemas pueden solucionarse al momento, ya no hay malfuncionamiento que una resonancia magnética o un escaneo de nuestros cuerpos puedan encontrar y la tecnología reparar... excepto la muerte, pero ya hay gente trabajando en ello (la opinión general es que la muerte es una enfermedad curable).
Según Emile Durkheim el gran sociólogo francés, lo sagrado en las sociedades humanas era una presencia continua y cambiante, es un fenómeno constitutivo de la religión, cosa que desestimó el otro gran sociólogo posterior a Durkheim, Max Weber, quien reportó que el hombre moderno había “desencantado” su mundo, lo había desmitificado y expurgado todo tipo de magia.
Para algunos Durkheim no se había equivocado, lo sagrado persiste en la sociedad moderna, no en el grado y la intensidad que se veía, digamos en la Edad Media, pero hay sectores de la sociedad actual donde la religión vive, de diversas maneras, de acuerdo a nuestro mundo multicultural, lo sagrado ha mutado y se ha adaptado a los nuevos tiempos pero persiste, quizás ya no con la misma fuerza, pero vemos sus manifestaciones, está allí con nosotros.
Durkheim creía que la religión estaría presente por siempre dentro de la comunidad humana, esto debido a la persistencia de la misma en el pasado, decía, que donde se constituía un grupo humano en sociedad, había presente un componente religioso, y lo sagrado no solo le daba coherencia al grupo, sino que le servía de control, de allí que estudió la alienación de los objetos y símbolos sagrados como problema, línea que siguió en su etapa temprana el mismo Marx.
El sociólogo galo estableció un canon para distinguir lo sagrado en una sociedad, debía ser primeramente universalmente reconocido como tal, es decir, no bastaba que algo fuera sagrado para un pequeño grupo o secta, tenía que ser reconocido por la mayoría, protegido por la autoridad del estado o nación, aunque no dirigido, y sujeto a tabúes y medidas represivas.
El siguiente gran paso que se dio para la comprensión de lo sagrado fue con el teólogo y filósofo Rudolf Otto en su estudio, La Idea de lo Sagrado (1917) publicados luego de la Primera Guerra Mundial, en la misma define lo sagrado como una categoría de la experiencia, no tiene nada que ver con Dios, aunque forme parte de la relación en los cultos, de modo que vemos que existe lo sagrado en religiones que no tienen Dios como en el budismo, como en ciertas religiones como las de los Potowatomi, una tribu de Norteamericana que cree en el Gran Espíritu, o “Manitú” de la que es parte la naturaleza en sus diversas formas, árboles, arroyos, animales, praderas…
Lo sagrado se experimenta cuando se entra en los templos, hay una atmósfera especial, un comportamiento de respeto y contención que se siente de inmediato, la gente habla en voz baja, los sacerdotes manipulan los objetos de culto con cuidado y reverencia, igual sucede en un cementerio o a cualquier lugar consagrado, hay de inmediato un cambio de actitud, se siente una diferencia de ambiente y del comportamiento de las personas que concurren, si hay ritos hay quienes aprovechan para hacer conexiones profundas en sus plegarias, es algo muy diferente al comportamiento y las maneras de ser en otros ambientes profanos.
Hay personas que hablan de una presencia o una fuerza en estos lugares sagrados que solo captan allí, sin requerir de procesos intelectuales complicados ni de largas introducciones, hay lugares sagrados que simplemente impresionan los sentidos aún siendo de otros cultos y creencias, hay experiencias espirituales poderosas que se perciben ante paisajes, son conocidas los testimonios de los astronautas cuando por primera vez ven al planeta Tierra flotando en la negrura del espacio, o como dejó escrito Séneca, ante el abrumador sentimiento de insignificancia y soledad que sintió ante la majestad de ciertos bosques y cavernas que visitó durante sus viajes administrativos por el Imperio Romano.
Otto llamó a esa experiencia lo numinoso, de la palabra noumen que significa el poder de lo divino, para referirse a esa experiencia de la realidad escondida, inexpresiva, algo intensamente privado y que es un misterio total, que no se siente sino en ciertos momentos y lugares como expresión de lo sagrado, Otto destacó en sus investigaciones la presencia del miedo en estas experiencias, pero no es un terror a Dios como sería la sensación que despertaría la aparición de una bestia salvaje en el bosque, es más bien el miedo que despierta estar en la presencia de un poder inconmensurable que nos reduce a una simple partícula, a una brizna de paja en el viento, como diría Rómulo Gallegos, pero que también nos llena de regocijo y éxtasis, al hacernos parte interconectada del universo.
La comprensión de lo sagrado dio un avance tremendo con la contribución de Mircea Eliade desarrollando el concepto de hierofanía, cuando algo sagrado se nos hace manifiesto en medio de un mundo profano, hay diversas hierofanías, y le puede ser atribuida a una piedra o a un árbol, pero también a manifestaciones mucho más sublimes, como sería la encarnación de Dios en Jesucristo, nos dice Mircea en su obra Lo Sagrado y lo Profano (1959) - “No hay una solución en la continuidad. En cada caso somos confrontados con el mismo acto misterioso, la manifestación de algo completamente diferente en el orden de las cosas, de una realidad que no se corresponde a nuestro mundo, en objetos que son parte integral de nuestro mundo natural y profano.”
Nos sigue diciendo este maestro rumano – “Una piedra sagrada sigue siendo una piedra; aparentemente (o, más precisamente, desde el punto de vista profano), nada la diferencia de otras piedras. Pero para quienes la piedra se revela como sagrada, su realidad inmediata se transforma en una realidad supernatural. En otras palabras, para aquellos que tienen la experiencia religiosa toda la naturaleza tiene la capacidad de relevarnos su sacralidad cósmica. El cosmos enteramente puede convertirse en una hierofanía.”
Para Eliade estaba muy claro que nuestro mundo se transforma en cosmos en la misma medida que se nos revela como un mundo sagrado, y justamente es en este punto, que nos topamos con un problema de orden psiquiátrico, de la medicina moderna, estas manifestaciones “primitivas” del ser humano de descubrir un mundo encantado, lleno de númenes y presencias sobrenaturales, son determinantes para un diagnóstico de locura, el cual debe ser tratado de inmediato con estas pastillas y cápsulas que “adormecen” de inmediato esta capacidad, tranquilizan al paciente y lo dejan disfrutando solo del mundo profano.
Al respecto nos comenta el investigador francés Jean-Jacques Wunenburger, en su obra Lo Sagrado (2001) lo siguiente:                        
El personaje sagrado se define esencialmente por su alteridad, que se encuentra a menudo asimilada a la alteración de su comportamiento. Por eso las confusiones patológicas han dado nacimiento a tantas “hieromanias” (Erwin Rodhe), los trazos de locura -lo paranormal- se ven convertidos en aptitudes supranormales, en fuerza sagrada. Esta sobrevaluación religiosa de la locura, que contrasta con la voluntad científica moderna de curar la enfermedad normalizándola, explica la frecuencia de lo que nuestra psiquiatría desacralizada llama “manifestaciones clínicas”, en ciertos mediadores de lo sagrado (histeria chamanística, esquizofrenia de ciertos profetas apocalípticos, paranoia de ciertos activistas mesiánicos).

El postmodernismo pretende hacer desparecer lo sagrado en la ecuación humana y para hacerlo debe desacralizar primero a la misma vida humana, convirtiéndola en un bien suntuario, en una estadística, en una simple modalidad ontológica sujeta al intercambio de mercado y a los intereses de los grandes bloques económicos del mundo, siendo el peor de todos el socialismo, enemigo de las religiones y astuto traficante de pedazos de carne humana a los que pretende subyugar con su discurso materialista y de clases sociales.
Los países que hemos caído en manos de gobiernos socialistas, debemos estar muy atentos al interés que mueve a estos políticos en hacer de nuestras vidas y nuestro mundo un solo campo de juego, dominado por el interés de arrebatarnos lo sagrado, que han convertido al estado en un objeto de culto, a su ideología en un credo y a sus líderes en los nuevos sacerdotes, el chavismo concentra en su esencia todo lo corruptible y profano y trata sin ningún pudor de hacer imposible la vida con dignidad y libertad en nuestros propios hogares, no lo permitamos.   -    saulgodoy@gmail.com



  

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