Vamos a revisar la posición de dos de los filósofos más importantes e
influyentes en el mundo occidental, sobre el tema de la libertad, algo que el
gobierno chavista nos ha estado robando a los venezolanos desde que se hizo con
el poder… y, por los vientos que soplan, pretende confiscárnosla, absoluta y
definitivamente.
Uno de los escritores que más atención le prestó a la libertad fue
Benedito de Espinoza (Baruch de Spinoza,1632-1677), un filósofo judío, de
parentela luso-hispánica, cuya familia se radicó en Ámsterdam; su claro
pensamiento examinó el problema en dos capítulos de su obra Ética: el primero, De la Servidumbre del Hombre o De las Fuerzas de las Afecciones,
deja expuesto cómo, si el hombre no domina sus pasiones, nunca podrá ser libre;
dijo al respecto: “Llamo servidumbre a la
impotencia del hombre para gobernar y reducir sus afecciones; en efecto, el hombre
sometido a las afecciones no depende de sí mismo, sino de la fortuna, cuyo poder
sobre él es tan grande que lo obliga a menudo a que, viendo lo mejor, haga lo
peor.”
Las pasiones hacen que el hombre entre en conflicto con los otros hombres
y con la misma naturaleza; sólo superando estas afecciones puede el hombre ser
útil y virtuoso. Dice Spinoza: “Solamente,
en la medida en que los hombres vivan bajo el gobierno de la razón, concuerdan
necesariamente con la naturaleza.”
El hombre primitivo vive bajo su condición salvaje, no nace aprendido,
tiene que buscar su propio camino liberador y son las pasiones las que lo
esclavizan, la ira, el miedo, la lujuria, la venganza, la vanidad… sólo desarrollando
la razón puede el hombre conocer de sus propias pasiones y dominarlas.
Las pasiones lo obligan a vivir en el error, en la violencia y en las
apetencias egoístas; mientras más complace sus pasiones, más se reduce en la
infelicidad, más tristeza lo circunda, y pueden hasta inmovilizarlo. El reino
de las pasiones es la antesala a la muerte y la discapacitación; en ellas, el
hombre pierde no solo tiempo y energía, pierde salud y hasta la vida misma.
De allí la falsa ilusión; en el capítulo sobre La Libertad del Hombre, Espinoza 
nos señala: “…los hombres creen,
en su mayor parte, que son libres en la medida en que les es permitido obedecer
al apetito sensual, y que renuncian a sus derechos, según se ven obligados a
vivir con arreglo a las prescripciones de la ley divina.”
Y es justamente cuando el hombre se obliga a vivir con otros que las
pasiones surgen como algo que estorba y perturba la vida en sociedad, de nuevo
nos apunta el filósofo: “El hombre
dirigido por la razón es más libre en la ciudad, donde vive conforme al decreto
común, que en la soledad, donde no obedece más que a sí mismo… El hombre
dirigido por la razón desea, pues, para vivir libremente, observar el derecho
común de la ciudad.”
En su Tratado Teológico-Político,
Espinoza aborda El Fundamento del
Estado, del Derecho Natural y Civil del Individuo y del Derecho del Soberano,
cuando nos explica lo que es el derecho natural; nos sitúa en una verdad
insoslayable: cada individuo tiene el derecho absoluto a conservarse, esto es,
de vivir y obrar según es determinado por su naturaleza; si el hombre es una
persona razonable y virtuosa, actuará de acuerdo a lo que le dicte su razón; si
se trata de un loco paranoico y violento, actuará de acuerdo a su enfermedad y
disposición.
Los insensatos actuarán de acuerdo a sus apetitos y los sensatos
tratarán de darle orden a sus vidas, es así como se nos muestra lo útil y
beneficioso de vivir según las leyes y las prescripciones de la razón; todos
queremos vivir con seguridad y en abrigo de la maldad; toma demasiada energía
vivir en medio de la discordia y las trampas, de la envidia, la cólera y demás
furores semejantes.
Las comunidades ofrecen el mutuo auxilio y el orden en el trabajo; los
integrantes de una ciudad han renunciado a seguir la violencia de sus apetitos
individuales y someterse a la voluntad y el poder de todos los hombres
reunidos.
La decisión es obvia: el hombre, en su estado natural, debe hacer una
escogencia, sacrificar su libertad absoluta de hacer lo que le venga en gana en
la jungla, por una vida ordenada y segura en la ciudad, que le permitirá ser
productivo y útil a los demás. Entre dos bienes escogemos el que nos parece
mayor; y entre dos males, el que nos parece más llevadero.
Espinoza nos habla de un primer pacto social, que tiene su centro en la
utilidad; para que una comunidad funcione, le conviene que sus miembros se
sometan a la ley, para que un hombre se someta a la ley tiene que encontrar en
la comunidad un interés que compense el comprometer su libertad natural.
Observemos el caso de Venezuela bajo estas premisas: la mayor parte de
nosotros prefiere vivir en comunidad, en ciudades, que solos y apartados en una
selva; en la selva andamos desnudos y no nos importa, tomando de la naturaleza
lo que necesitamos para sobrevivir, sin pedirle permiso a nadie.
Pero, en el seno de una sociedad, las cosas cambian diametralmente,
debemos ajustarnos a las costumbres y obedecer las leyes de la comunidad, esto
para que prevalezca el orden y la paz; en el momento en que alguien rompa con la
convivencia, hay problemas; cuando alguien resulta perjudicado y la paz se
rompe, aparece el conflicto y, por lo general, los problemas se producen por
las pasiones incontenidas.
Las sociedades hacen todo lo posible para que gente proba, honesta y con
sentido de justicia maneje los destinos de la comunidad; por ello eligen
gobiernos con personas de buena conducta, instruidas y que permitan que los
otros trabajen y se desarrollen para buscar la prosperidad y la seguridad de la
ciudad.
Pero, de cuando en vez, se equivocan, o son engañadas o se dejan llevar
por las pasiones y sentimientos desordenados, y eligen a personas ineptas y
peligrosas; por ello la política hay que llevarla con la razón, para que la
libertad, lo más preciado que tienen los hombres y mujeres en la sociedad, no
disminuya ni se pierda.
Para Espinoza, la función fundamental del estado es la promoción y la
protección de la libertad, ya que en libertad el hombre se encuentra en un
estado de tranquilidad, sobriedad y conocimiento, que, ajeno a las
circunstancias exteriores que pudieran rodearlo en determinado momento, es la
condición necesaria para corregir errores y evitar los sufrimientos que traen
consigo las pasiones incontroladas.
Cita a Tácito, cuando nos recuerda que el mejor estado de un ser humano
se encuentra cuando “cada hombre piense
como quiera y diga lo que piensa”.
La libertad pudiera resumirse como la capacidad de actuar por nuestra
propia voluntad o poder, por lo que él llamaba conatus, por nuestra propia iniciativa, y todo lo que hay de bueno
en el mundo lo que hace es alimentar a ese conatus,
nos hace más libres; todo lo malo, entre ello las pasiones desordenadas, los
vicios, la ignorancia, nos va debilitando y haciéndonos personas tristes,
llegando incluso a contemplar la muerte como solución a nuestros problemas.
La razón nos ayuda a conocer el mundo, a valorar las cosas por lo que
son, poniéndole riendas a nuestra imaginación, que es una de las causantes de
muchas de nuestras desgracias y tristezas; pero se trata meramente de una
actividad intelectual, el conocimiento y la felicidad, que son la base de
nuestra libertad, no se consigue solamente en los libros y la academia, hay que
salir al mundo y entablar relaciones, hacer amistades, tratar a los otros con bondad
y respeto, y participando en la vida del estado, de la ciudad, de la comunidad.
Y cuando nos encontremos en una situación extrema, como la de un
gobierno en manos de personas confundidas, tristes, viciosas y presas de sus
más bajas pasiones, cuando vivimos bajo un régimen de controles, autoritario y
abusivo, nunca hay que abandonar el esfuerzo por cambiarlo, por transformar el
mundo y sus condiciones adversas, por defender nuestra libertad individual y la
libertad de aquellos que nos rodean.
Por último, Espinoza hace de la autonomía del individuo un requisito
importante para su libertad; si no hay autonomía, si en su lugar lo que existe
es dependencia, sujeción, parasitismo y la espera de algún favor o limosna, esa
persona jamás podrá ser libre.
Otro de los filósofos que sentó sólidas bases para el estudio de la
libertad fue Emanuel Kant (1724-1804), profesor de Lógica y matemáticas de la
Universidad de Könisberg que, como bien resumió la profesora Teresa Morchio de
Passalacqua, en una breve biografía sobre el pensador prusiano, innovó en
cuanto a la idea de una libertad responsable:
“…el enfoque que da a la moral, que, según su Crítica de la Razón Práctica,
debe ser autónoma, o sea no puede ser dictada por ningún legislador, sea divino
o humano, pues ella es innata en el hombre. El filósofo así la formula- Actúa
en forma tal que tu conducta pueda valer, al mismo tiempo, como principio
universal de la conducta humana-. Base de esta conducta es el innato sentido
del deber, que el autor denomina Imperativo Categórico, el cual es
incondicionado, no subordinado a ninguna hipótesis y se puede formular de esta
forma:- Actúa correctamente porque es tu deber, no para recibir premio o
castigo-, lo cual nos hace llegar a la conclusión de que la moralidad es una
disciplina interior del individuo”.
Kant, ocupa un
lugar preponderante en la historia de la Filosofía Moderna y sin él no se
podría comprender su desarrollo; su pensamiento no sólo fue decisivo en los
ámbitos de la Epistemología, de la Moral y de la Estética, sino que también lo
fue en los campos la Antropología, la Sociología y la Metafísica.
Kant, por una parte, pone en relieve que la filosofía natural (física), que es una manera de considerar el mundo por parte del yo (en esto consiste la “revolución copernicana”) y, por otra, representa la toma de conciencia de los valores fundamentales del pensamiento moderno (individuo y libertad).
Kant, por una parte, pone en relieve que la filosofía natural (física), que es una manera de considerar el mundo por parte del yo (en esto consiste la “revolución copernicana”) y, por otra, representa la toma de conciencia de los valores fundamentales del pensamiento moderno (individuo y libertad).
En su escrito ¿Qué es la
ilustración?, Kant nos dice: 
La mayoría de los hombres, a pesar de que la
naturaleza los ha librado desde tiempo atrás de conducción ajena, permanecen
con gusto bajo ella a lo largo de la vida, debido a la pereza y la cobardía.
Por eso les es muy fácil a los otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser
menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mi conciencia moral, un médico
que juzga acerca de mi dieta, y así sucesivamente, no necesitaré del propio
esfuerzo...siempre se encontrarán algunos hombres que piensen por sí mismos,
hasta entre tutores instituidos por la confusa masa. Ellos, después de haber
rechazado el yugo de la minoría de edad, ensancharán el espíritu de una
estimación racional del propio valor y de la vocación que todo hombre tiene: la
de pensar por sí mismo.
Kant previó que sólo por medio de las leyes y normas podía garantizarse
la libertad en sociedad; para que un hombre sea responsable de sus acciones
tiene obligatoriamente que ser libre en su voluntad, nadie debe decidir por él,
o coaccionarlo, u obligarlo, excepto la ley moral, esta ley moral difiere de la
ley de los hombres en que puede ser discernida por la razón, con la que podemos
descubrir principios universales 
válidos; es así como determinamos, entre diferentes factores e
inclinaciones, cuáles son los correctos, aquellos que satisfacen nuestra razón.
Como criaturas animales, Kant veía nuestra doble naturaleza, una
gobernada por nuestros deseos, y la otra por la racionalidad, y sólo podíamos
ser libres acatando esos principios universales que nos muestra la ley moral,
actuando bajo estos principios es cómo podemos alcanzar nuestra plena
felicidad; y decía algo importante: sólo se puede ser feliz si primero se es
virtuoso.
Se trata de una doctrina rigurosa y austera, pero, al mismo tiempo, nos
libera de aquella idea de que el hombre sólo puede gobernar su comportamiento
por medio del castigo o del premio (tal como el chavismo cree que puede
gobernar en Venezuela). Para Kant, la libertad de escogencia es fundamental
para todo ser humano, en ese acto se pone a prueba tanto nuestra moral, como
las leyes, en nuestra conducta política (pública) o en nuestra esfera privada.
Ambos filósofos contradicen, de manera racional, clara y
sistemáticamente, todas las pretensiones del gobierno de Nicolás Maduro y su
cartel del crimen; de manera muy clara definen la libertad y la felicidad, la
conducta virtuosa y moral que debemos asumir para garantizar el orden en la
sociedad y en nuestras vidas.
Ningún narcotraficante, estafador, asesino o terrorista jamás podrá
pretender hacer de una sociedad un cuerpo ordenado de individuos trabajando para
su propio progreso y superación; todo lo contrario, sus mentes e ideas son tan
confusas, tan llenas de odios y resentimientos, que todo lo que tocan lo
destruyen, lo quiebran y lo empobrecen; son personas entregadas a sus vicios,
esclavos de sus pasiones, de la lujuria, de la ambición desbocada por la
riqueza y los privilegios; ninguno de ellos tiene el menor sentido de lo que es
ser honesto o trabajar sin hacerle daño a los demás.
El chavismo es la fórmula para la tristeza, la enfermedad y la muerte; lo
único que quiere es esclavizar a la gente, para que no piensen, para que
dependan de él hasta para ir al baño… porque lo que ellos llaman libertad y
felicidad, lo que predican cuando pronuncian la palabra democracia, patria o
amor, es todo lo contrario a su verdadero significado.
El problema fundamental es que hay unos venezolanos que no quieren ser
libres, que le tienen terror a la libertad, que no quieren ser autónomos sino
que alguien los mantenga, les satisfaga no sólo sus necesidades sino sus pensamientos,
por ello se dejan llenar la cabeza de ideas equivocadas y absurdas sin siquiera
revisarlas o cuestionarlas, se entregan de esta manera a las más absurdas
concepciones de la realidad y a unos supuestos valores que solo conducen al mal
vivir.
Ningún violento, ningún ignorante, ningún corrupto puede convertirse el
líder de nadie, y menos de una nación como Venezuela, cuna de hombres y mujeres
trabajadores en su mayoría, honestas, creyentes en Dios y en la propiedad
privada. Lo que tenemos que hacer en los próximos días es continuar con nuestra
presión colectiva, con nuestras protestas en las calles, negándoles nuestra
colaboración al chavismo para sus objetivos de esclavizarnos, alertando a
nuestros pueblos hermanos sobre la ralea y catadura de estos psicópatas y
drogadictos, que persiguen enfermarnos y que muramos, como perros, en la calle,
atropellados o de hambre.
Contemos con Espinoza y Kant en nuestra cruzada en contra del chavismo,
ellos intuyeron que esto podía pasar, y dieron luces en cómo evitarlo o, en el
peor de los casos, cómo repararlo.    
-    saulgodoy@gmail.com

 
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