La gastronomía tiene un componente simbólico importante,
y como fenómeno cultural, está sometido a las mismas variantes y perturbaciones
que resultan de un análisis estructuralista, o post estructuralistas, con lo
que quiero significar que la gastronomía tiene un discurso, una narrativa que
compone su núcleo como aparato cultural.
Este discurso tiene un componente material importante y
es, el uso y las transformaciones químico-físicas de los alimentos en el
proceso de elaboración de los diferentes platos, igualmente tiene un agregado
fisiológico que proviene de los alimentos vistos como sustancias nutrientes y
la manera como el cuerpo humano los metaboliza y los convierte en energía. 
También
tiene un componente industrial y económico, que tiene que ver con la
producción, la conservación, almacenaje, transporte y comercialización de los
alimentos, donde igualmente intervienen condiciones físico-químicas para
preservar los productos y su calidad por el mayor tiempo posible. 
Incluso,
hay una política alimentaria, local, regional y mundial cuya finalidad es
combatir el hambre, que ya pasa a terrenos de la seguridad de las naciones, y
se vale de estrategias, planificación y producción a diferentes escalas, pero
de las áreas más importantes para la gastronomía, es en la restauración, donde
se encuentra el arte y el oficio más admirado y reconocido, que es justamente, la
parte más cercana al espectáculo y a las comunicaciones. 
Pero
para la gastronomía estas son parcelas que son tomadas en cuenta
tangencialmente ya que, para preparar una buena comida, lo más importante es el
gusto, con lo que la gastronomía se sitúa, junto a otras muchas expresiones
humanas, en el pantanoso terreno de lo sensible, o puesto en el lenguaje
mauthneriano, en percibir las sombras del mundo por medio de los orificios de
nuestro cuerpo (léase ojos, nariz, boca, oídos) y, para poder compartir la
experiencia, se debe utilizar un lenguaje especializado, de iniciados.
Con
mi análisis no pretendo disminuir la importancia de la gastronomía; al
contrario, creo que es importante en la cultura de los pueblos y del individuo
el sublimar algo tan sencillo y mecánico como lo es la ingesta de alimentos y
convertirlo en un arte, es un paso importante que nos diferencia de otros
animales; agregaría, es importante para resaltar los valores propios de las
culturas locales y para generar una serie de relaciones socio-económicas que
afectan no sólo la autoestima comunitaria, sino que dispara una red de
productividad que influye en la agricultura, en la industria, en el comercio,
en el turismo, la publicidad y la moda, y eso, no es poca cosa.
Venezuela
ha entrado tardíamente en el juego de la gastronomía mundial, aunque hemos
tenido excelente cocina desde hace mucho tiempo; ha sido en los últimos veinte
años que personas e instituciones han tomado en serio el insertar nuestra
cocina, de manera sistemática y profesional, en al ámbito de la cultura global,
y para ello hemos tenido que empezar por el principio, o sea, en hacer una
recopilación y publicitar nuestra cocina tradicional, en hacer esa labor de
arqueología culinaria que trata de llegar a nuestras raíces, que busca
comprender qué es eso, que nos hace diferentes en el entorno de las cocinas regionales.
Cuáles
son los productos, técnicas y sabores que nos dan una especificidad, en
comparación con las otras maneras de manejar los alimentos y presentarlos en la
mesa. 
Simultáneamente
a ese esfuerzo tenemos que enfrentar de manera ordenada el “fijar” en el tiempo
los intentos de exploración de la nueva cocina venezolana, esas tendencias que,
en manos de nuestros jóvenes y veteranos Chefs, crean y recrean platos
contentivos de las últimas técnicas, nuevos productos y tendencias que, como un
torrente caudaloso, no para, y bien sea en tradición, fusión, inspiración o
alteración, producen a diario nuevas expresiones culinarias con el sello “Hecho
en Venezuela”.
Una
labor compleja y en múltiples planos que exige un sistema no sólo productivo,
sino de expresión cultural, que radica fundamentalmente en la capacidad de
comunicación y promoción de estos hallazgos inevitablemente basados en la
constatación real, de que dichos platos existen y se pueden degustar, con lo
que quiero decir, que la base de pirámide gastronómica es y seguirá siendo
producto de pucheros y fogones en constante actividad por parte de cocineros de
oficio.
Ya
que la cocina tradicional venezolana ha sido la punta de lanza de este
interesante movimiento hacia la conformación de una cultura gastronómica, no me
cansaré de insistir en la importancia de comprender que las cocinas
tradicionales, autóctonas, tienen una perspectiva histórica insalvable. En
tiempos pretéritos, por ejemplo, ya se preservaba el hogar (donde estaba el
fuego, el horno) como lugar especial para el entorno familiar y comunitario, la
arqueología descubre una y otra vez que eran lugares donde se comía y no otra
cosa, en los hogares no se encuentran rastros de sangre, ni excrementos, ni de
armas, ni dinero, sólo alimentos y utensilios de cocina, con lo que eran
lugares agradables para estar y reunirse. 
Con
los mantuanos caraqueños y su cocina, que es la base fundamental de nuestra
tradición gastronómica, tanto los productos de la época (estoy seguro que una
papa sabía diferente en aquellos tiempos debido a la ausencia de abonos
químicos, fertilizantes, plaguicidas, manipulación genética y calidad de las
semillas, composición orgánica de los suelos, etc.), como los medios
disponibles para conservar los alimentos en buen estado (se carecía de medios
de refrigeración adecuados), las técnicas y medios de preparación de los
alimentos estaban supeditados a los desarrollos tecnológicos de la época, con
lo que los tiempos de cocción y los sabores, las condiciones sanitarias, los
condimentos disponibles, variaban enormemente.
En
la época colonial, las incidencias de intoxicados y platos que perdían su
condición de “frescos” eran elevadas, por lo que la recreación de platos
tradicionales implica una hermenéutica, ciertas desviaciones e interpretaciones
de las recetas originales.
Este
comentario me hace retomar la idea con que abrí este breve ensayo, el gusto es
el pilar fundamental de la gastronomía, y no hay nada más subjetivo que la
estética y el sabor personal; el simple hecho de que nuestra lengua, órgano
principal de nuestro aparato gustativo, sea diferente en cada persona, con
variaciones importantes en el número, conformación y sensibilidad de las
papilas gustativas, esas receptoras primarias del sabor de los alimentos, es ya
un obstáculo insalvable para decir con propiedad “esto está muy salado, o muy
ácido”.
Eso
hace de la gastronomía un arte imperfecto (nada que decir si agregamos la
calidad de la composición de la saliva, las diferencias en el acto de masticar
y deglutir, las distintas intervenciones del olfato, antes, durante y después
de la degustación, y otras variables importantes). 
Pero
si además agregamos la fragilidad del lenguaje para describir las sensaciones
que nos embargan, por ejemplo, al probar un sancocho, en el momento en que
tenemos que recurrir a símiles para poder comunicar nuestras experiencias, y
que muchas veces pueden ser polémicas nuestras comparaciones cuando no  equívocas de lo que queremos expresar; si
añadimos las variables culturales del origen o aspecto de los alimentos, donde
una serpiente o un perro son considerados “delicatesen” en ciertas culturas y
en otras son aborrecibles, entonces entramos en arenas movedizas donde la regla
es la relatividad.
La
gran lección de los más importantes movimientos gastronómicos del orbe, es que
la gastronomía de los países, además de contar con platos que sean atractivos
al gusto y las tendencias de moda, se basa en un gran aparataje comunicacional
y de promoción que sea capaz de “hacer la diferencia” y distinga y comercialice
una cocina entre las otras.
Eso
toma una enorme inversión en publicaciones, exposición en programas
audiovisuales, cadenas de restaurantes, internacionalización de sus principales
productos (lo que está haciendo la Polar con la harina PAN), promoción de sus
chefs, de sus recetas, premios en competencias internacionales, estrellas en
las guías gourmets y una larga suma de condiciones, sin las cuales no hay
relevancia de una cocina entre tanta competencia.
Y
aquí estoy hablando de una compleja maquinaria que no sólo trae a colación la
publicidad, el mundo editorial, el cine, el turismo, la música, la pintura, y
no menos importante, los idiomas en que se traduzcan estas presentaciones, los
festivales y muestras que se hagan en otros países, las celebridades que se
anoten en estas promociones.
Por todo lo anteriormente expresado, saludo con agrado
los esfuerzos que se hacen en congresos, simposios, encuentros, festivales,
conferencias y exposiciones gastronómicas en mi país, con la advertencia de que
se trata apenas del comienzo de un largo camino. Me place decir, que muy a
pesar de la crisis inflacionaria y del desabastecimiento, vamos bien, la
necesidad nos ha enseñado a ser creativos, y que en esa gran diáspora de
venezolanos por el mundo, muchos de nuestros nóveles chefs están no sólo
aprendiendo de verdad de la alta cocina internacional, sino que están llevando
al mundo un variado muestrario de lo que podemos ofrecer.   -  
saulgodoy@gmail.com

 
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