A
medida que pasan los días me estoy dando cuenta que Juan Guaidó es un
socialista a carta cabal, no le gusta el totalitarismo ni el militarismo, pero
le atrae el estado paternalista y benefactor, su propensión a la figura del
indulto como forma de reducir el costo de su avance hacia el poder, según las
teorías clásicas de los politólogos, lo ubican en ese extraño mundo de la
justicia social, donde la medida es la igualdad y las banderas son las de la
tolerancia sin restricciones.
Su
entorno más cercano, que constituye su comando de campaña, está conformado por
lo más granado de los partidos de la oposición tradicional que siempre le han
tenido un afecto a la ideología chavista, de hecho, ven a Maduro como a un
pariente equivocado y díscolo, pero perteneciente a la misma tribu, la de los
redentores sociales; su llamado a los chavistas inconformes (que los hay) para
que se integren al movimiento que él encabeza desde la AN, es un claro indicio
de sus inclinaciones populistas, no está pensando en los suyos, en la masa
inmensa de gente que lo ha acompañado desde que fue presentado en sociedad, tampoco
le preocupa la posible contaminación y confusión que pudiera resultar andar
mezclando agua con aceite.
Pero también se puede entender si sabemos que
muchos de estos dirigentes políticos están tocados por escándalos de corrupción
y lavado de dinero ilícito que no les conviene que sean hechos públicos, por lo
que protegiendo al chavismo se protegen ellos.
Tengo
la impresión que los asesores de Guaidó, lo constituyen una serie de
profesionales que es lo más granado del socialismo académico venezolano y que
tienen toda la intención de tomar las instituciones del estado no por la fuerza
ni por el hostigamiento, sino por el abandono paulatino del régimen de Maduro
de sus funciones porque simplemente ya no puede hacerse cargo de ellas, lo que
implica una especie de co-gobierno con el núcleo del chavismo, una transición
muy suave, larga, peligrosa y que va a estar llena de contradicciones
insalvables.
Se
siente con fuerza la presencia del Frente Amplio, ese conglomerado de
organizaciones de izquierda que se han aglutinado en torno a la UCV, los
sindicatos y a la iglesia y que ya tienen listo un programa de intervención de
las políticas del estado para encausar la transición hacia el desmontaje del
militarismo y la incursión de de la clase trabajadora en posiciones de
gobierno.
Guaidó
hasta el momento no ha dicho absolutamente nada sobre sus planes o visión de
país para la transición y la reconstrucción de nuestra economía, muy
inteligentemente lo que ha hecho es denunciar la crisis, a Maduro y prometer un
cambio con su acción política, su descriptiva de la realidad no sale de las
calamidades de la hiperinflación, la ineficiencia del gobierno en atender sus
responsabilidades y su promesa explicita e implícita de que gobernará para
todos.
Los
discursos de Guaidó que he escuchado durante los cabildos populares no son muy
diferentes que lo que pudiera pronunciar un Julio Borges o un Ramos Allup, se
ve a todas luces por donde vienen los tiros, están utilizando el hartazgo de la
gente con Maduro y su nefasto régimen para ponernos un caballo de Troya, me
imagino que sus estrategas habrán pensado que todos los venezolanos, me
incluyo, tienen como principal objetivo salir primero de Maduro y luego lidiar
con todo lo demás.
Pues
creo, y los hechos me lo han estado confirmando, que nos ofrecieron un rostro
nuevo (no un discurso) con Guaidó, una nueva configuración en la coalición de
partidos (ahora le toca a Voluntad Popular liderar a la manada), una nueva
forma de lucha política (convirtiendo a la AN en un experimento genético entre
poder ejecutivo y judicial), y un nuevo pacto con el chavismo, no rompiendo con
ellos sino absorbiéndolos (el problema es que no se sabe quien absorbe a quien).
Luego
de analizar esta nueva situación y este fino manejo de los hilos políticos
(esto debe estar negociado con antelación, no me imagino que los cubanos hayan
aceptado perder a su principal colonia sin hacer nada al respecto) me doy
cuenta que el problema de Venezuela no es Maduro, probablemente Maduro se vaya
del país a su exilio dorado, como parte de la negociación del paquete, pero va
a quedar en Venezuela la semilla de un socialismo castrochavista transmutado,
que va a pretender copiar la fórmula del milagro alemán o del nuevo experimento
Chino, esa especie híbrida de capitalismo y totalitarismo digital tan exitoso
en esas comarcas.
Tengo
la impresión de que por esta vía no nos vamos a liberar del yugo socialista ya
que en estos precisos momentos son ellos los que están liderando nuestro
descontento hacia unas fórmulas que incluyen al chavismo, que es una enfermedad
mental que puede entrar en remisión por un tiempo, pero que volverá aparecer
tan pronto nuestros socialistas endógenos le den la oportunidad.
Lo
que han hecho en estas breves semanas ha sido escurrir el bulto en cuanto a
ajustarse a la constitución e inventar una serie de fórmulas de gobierno
colectivo y propuestas populistas que en nada nos van a servir para erradicar
el principal mal, la ideología, aquella que cree en un estado fuerte y
dominante, dueño de las riquezas del país, donde la propiedad privada estará
condicionada a las necesidades del estado, donde el gobierno meterá sus narices
en cuanto asunto no le incumba, va a querer controlar a sus ciudadanos con
bio-políticas, la libertad individual estará vigilada, las clases menos
desfavorecidas serán conservadas en sus precarias necesidades para producir
votos por medio de programas sociales, los partidos políticos seguirán funcionando
como clubes clientelares.
La
desesperación de los venezolanos por salir de esta situación de vida tan grave
nos impide ver el movimiento de las manos que ocultan la bolita debajo del
vaso, luego que se vaya Maduro vamos a escoger uno de los vasos solo para
descubrir que la bolita nos está allí, de esta situación ya se han percatado
varios gobiernos extranjeros y están condicionando sus ayudas y apoyos, se
trata de una situación muy parecida a la que ocurrió en Brasil con el
surgimiento del partido de los obreros de Lula Da Silva, la indefinición, la
poca transparencia y la espera a la que nos ha sometido Guaidó indican que algo
turbio se está cocinando en la trastienda.
Uno
de los grandes problemas en sociedades con nuestras misma situación, es la del sesgo
cognitivo, que no es otra cosa que prejuicios instintivos que actúan sobre todo
en el mundo político, la gente sólo busca información que le dé razón a las
creencias que ya comparten, la tendencia es justificarse en la opinión que
sustentan, todo lo demás no sirve, pertenece al extremismo o a los radicales,
sobre todo si se trata de ambientes tan polarizados como el nuestro, prefieren
creerle a Guaidó que a mí, por ejemplo, porque él se ha transformado en una
idea de cambio, no los vendieron como un político joven, preparado, valiente,
familiar, pero hasta allí, todo lo demás se lo agregamos nosotros en nuestra
desesperación.
Juan
Guaidó nos anuncia con mucho carácter que no se someterá a las presiones que lo
obligan a actuaciones claras y contundentes, que seguirá en su ruta de cocinar
con calma y cordura los pasos que necesita para controlar el gobierno, algo que
no puede hacer sin la cooperación de los chavistas, especialmente de los
militares a quienes tiene que comprar, y creo que no les ha llegado al precio
correcto, con Cuba deben estar en negociaciones para atender el problema de sus
guerrillas del ELN que tenemos ocupando buena parte de nuestro territorio, eso
es algo que preocupa a Colombia y a los EEUU.
Vamos
a esperar a ver qué ocurre el 23 E, si no hay pronunciamientos claros y tomas
de posición por parte de la AN en todos estos asuntos, creo que esta fuerza
repentina de la gente, pudiera volver a enfriarse y la frustración será tremenda,
pocas veces en mi vida he querido estar equivocado, y esta es una de
ellas. - saulgodoy@gmail.com
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