jueves, 21 de febrero de 2019

El difícil arte de una transición



Lo que estamos viviendo los venezolanos es inédito en nuestra historia, tratar de llevar al país, entero, sin que se desborone, con unas instituciones desvencijadas, algunas inoperantes, otras actuando en contra de la misma transición, con un estado de derecho haciendo aguas por todos lados, sin seguridad jurídica, sin posibilidad de garantizar los derechos ciudadanos, principalmente porque tenemos un sistema de justicia en ruinas, en manos de personas que contribuyeron a su inoperancia, bien sea por temor o por comodidad, o por convicción, por haberlo privatizado a favor de un partido político y a una ideología que dependían de una nación extranjera, y no precisamente para hacer el bien y contribuir al desarrollo de Venezuela.
El asunto es que no podemos hacer un borrón y cuenta nueva, olvidarnos del pasado y construir desde lo novedoso, hacer un acto creativo y fundar un estado prístino y virginal que nos permita vaciar a Venezuela en sus estructuras y comenzar desde cero, eso es imposible por muchas razones, empezando porque nos estamos liberando de las garras del totalitarismo gracias  a las bases constitucionales de un estado democrático y republicano que estaba inscrito en la letra de nuestro principal pacto social, no importa que en la práctica lo que se daba era una violación constante de la constitución, sus intentos por modificarlas y el claro objetivo de anular los principios de libertad, participación y responsabilidad que se exigía en su letra, esa estructura de estado heredada en la Constitución de 1999, es la que nos está llevando en esta tarea de reconquista de nuestros derechos ciudadanos.
Quiero dejar constancia de que soy de quienes creen que esa constitución fue hecha a la medida de Chávez, es una constitución socialista, pero la dejaron con los principios básicos del republicanismo democrático que son justamente de los que nos estamos agarrando para resistir y liberarnos, pero que indudablemente, en algún momento en el futuro cercano debemos sustituir por una constitución liberal clásica con miras a la construcción de un estado mercado que es lo que mas nos conviene.
Tampoco podemos ni debemos darnos en estos momentos de metamorfosis una nueva estructura política, pues implicaría un acto de creación jurídica-administrativa de la cual no tenemos ni el tiempo, ni los recursos y mucho menos la paciencia de ver en la práctica que funciona y que no; eso de meternos a demiurgos y concebir el estado perfecto como lo intentó Pol Pot en Camboya, es un proceso más para dementes y dictadores de querer llevar a su pueblo a un Año Cero, para comenzar todo de nuevo, incluso con una nueva sociedad.
Además, nos está arrastrando una corriente muy fuerte contra la cual sería un error nadar resistiéndola, para los que no se hayan dado cuenta, Venezuela es un sujeto experimental de lo que significa la nueva globalización, la internalización de los conflictos, la mundialización de la economía y de los intereses estratégicos de los nuevos polos del poder, la sujeción a un nuevo orden internacional donde la política local dejó de ser independiente y soberana para convertirse en una especie del gato de Schrōdinger, son conceptos vivos o muertos, dependiendo del punto de vista que se les observe.
Pero es principalmente debido a este nuevo despertar del poder norteamericano en manos del presidente Donald Trump, que se encontró con una región y un entorno vital bastante deteriorado, lleno de gobiernos revolucionarios, todos enemigos de la democracia y la libertad, atentando en contra de los intereses y seguridad de los EEUU; lo que inclinó la balanza por una revisión profunda de las prioridades en el continente americano, es que los gobiernos socialistas no pueden coexistir con el capitalismo libertario que pretende el presidente Trump, son excluyentes, uno es la negación del otro, de modo que como en todo los conflictos perder-ganar, triunfa el más fuerte tanto en convicción como en poder real que respalde esa convicción, los EEUU van a imponerse con todo lo que haga falta.
De modo que tenemos a Venezuela en una encrucijada, políticamente inmadura, elaborando sobre conceptos que ya no tienen validez alguna (autodeterminación de los pueblos, justicia social, prevalencia de los partidos sobre los ciudadanos, estados fuertes y centralistas, y un largo etc.) y la necesidad de ajustarse a una situación de transición entre dictadura y democracia, para seguir de inmediato con un complejo proceso de reconstrucción del país, de modo, que encaje lo más pronto posible dentro del nuevo orden mundial, que exige tareas y responsabilidades con bloques de países aliados, mercados e intereses de los cuales antes no nos ocupábamos.
El trabajo que tenemos por delante no es fácil, pero lo hacemos más difícil todavía si permitimos que aquellos que crearon nuestra debacle y nuestra caída en el comunismo militarista del chavismo, permanezcan sin castigo y con todos sus derechos políticos íntegros, como si no hubieran roto un plato, bajo la absurda pretensión de unos principios democráticos y de convivencia social sólo para oligofrénicos, para unos absurdos samaritanos que lo que hacen es predicar: ¡Queremos más, sigan, no han terminado, todavía quedamos demócratas capaces de perdonarlos y jugar a la política con ustedes!
Una de dos, o son unos come heces (desechos orgánicos humanos luego de la digestión de alimentos), o siguen creyendo que comportarse como cualquier adeco del siglo pasado, que no le importaba si el voto que conseguía era de calidad, tiene su rédito político, por lo que el voto de los chavistas les importa para sus oscuros propósitos; si comen heces son unos locos de carreta y hay que ignorarlos, si son adecos revividos hay que derrotarlos porque son unos populistas, y hay que llevarlos a su desaparición política.
Afortunadamente este proceso de recuperación del país será profusamente observado y monitoreado, hay gobiernos e instituciones internacionales que no van a permitir desviaciones, no sólo sobre la buena administración de los recursos, sino sobre la viabilidad de los proyectos que se presenten con el ánimo de avanzar sobre la ruta de la reconstrucción, que debe ser lo más rápido posible, para poder estabilizar al país y que regresen los millones de emigrantes que están de alguna manera afectando la región, conseguir la seguridad alimentaria del país para erradicar la hambruna, para su estabilización macroeconómica, en especial derrotando la absurda inflación creada, y la urgente necesidad de empezar a honrar las millonarias deudas dejadas por el chavismo y que ya están en mora.
La fórmula más expedita para recuperarnos económicamente es con la reactivación de nuestra industria petrolera, en eso nadie tiene dudas, la gran pregunta es cómo lo vamos a lograr de la manera más ordenada,  rápida, segura y eficiente, en este punto se abren varias interrogantes que van a estar matizadas por el componente político.
Todavía hay dirigentes en el país que piensan que el Estado puede y debe seguir siendo dueño de la riqueza petrolera, es la posición más tradicional, más popular y la más desastrosa, a través de nuestros años como país productor de petróleo, éste negocio nunca ha sido disociado del Estado como dueño o principal accionista del negocio, y ha sido la misma historia la que nos ha demostrado que mientras esta situación continúe, nunca, y lo pueden escribir en piedra, nunca Venezuela será un país democrático.
Y la razón es sencilla, si tenemos un estado independiente económicamente de sus ciudadanos, si le permitimos que se convierta en el árbitro de la repartición, si dejamos una vez más que pueda hacer lo que le da la gana como administradores de nuestra riqueza energética, vamos a tener un riesgo inmenso de volver en cualquier momento a una tiranía odiosa, con un estado que nos hace “favores” no cumpliendo con su deber de prestarnos un servicio, en algún momento, y puede ser que no sean los dirigentes que hoy propugnan que el petróleo sea administrado por el estado, que se creen incólumes y puros moralmente, pero sí posteriormente con algún sucesor de menos escrúpulos el que nos eche la partida para atrás.
Están los políticos estatistas eufóricos porque van a tener la oportunidad de nuevo de disponer de nuestra riqueza petrolera, y para ello han elaborado unos torcidos planes de fondos, inversiones, participaciones, para ellos seguir manejando el gran negocio, dicen que no son socialistas pero están actuando como tales, nada va a cambiar si permitimos que el estado vuelva a ser el dueño del petróleo porque simplemente nos van a volver a engañar.
El estado debe concentrarse en gobernar, no en ser empresario, ese debate es impostergable porque el tema es muy peligroso, no bastan las experiencias de los países nórdicos, ni de las bondades de una nueva justicia social (de nuevo) más equitativa y democrática, ni como son repartidas las regalías petroleras en Dubai, Kuwait o Arabia Saudita, ni como Holanda pudo recuperarse de su gripe, lo que se juega en el fondo es que mientras el estado venezolano pueda disponer de esa enorme riqueza, serán los más vivos y ladrones los que tratarán de llegar a la presidencia prometiéndonos el cielo en la tierra, y nosotros, los ciudadanos venezolanos siempre estaremos tutelados por esos empresarios-políticos y jamás seremos libres.
Ya se están desplegando los tarantines, las bandas de músicas, las marchas de los payasos y los elefantes por las calles de nuestra esperanza, tratando de vendernos la idea, adornada con argumentos corporativos y beneficios para todos, de que el petróleo debe continuar en manos del estado, de allí el interés de hacer lo posible por rescatar a PDVSA, la empresa ya está quebrada y salvajemente endeudada, me da la impresión que su rescate es una quimera, pero lo que en realidad está en juego es el modelo estatista del negocio petrolero, hay venezolanos, particularmente algunos políticos, que no se ven gobernando el país si no cuentan con esos recursos inagotables del oro negro, así cualquiera gobierna, el problema es que termina esclavizando al país, convirtiéndonos a todos en unos buenos para nada, dependientes del papá estado y pidiéndole permiso hasta para ir al baño.    -    saulgodoy@gmail.com






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