martes, 19 de febrero de 2019

Comunicaciones intensas




“Los seres humanos viven sintonizados en un círculo de proximidad, el de la fascinación del ser humano por el ser humano”.
Peter Sloterdijk

En el siglo XVI, algunos espíritus ilustrados creía que el universo y las cosas que eran contendidas en él, incluyendo a los seres humanos, mantenían una constante comunicación, discreta pero constante entre ellas, lo que producía efectos y vinculaciones en permanente interacción, lo que creaba múltiples influjos, los europeos llamaban a esta condición magología, y el hecho de que esta comunicación se mantenía en bajos niveles perceptivos, con lo que muy pocas personas se percataban de ellas, de hecho, pasaban inadvertidas para la mayoría y sólo era captada por personas que tenían ciertas sensibilidades y conocimientos, entre ellas, magos, curanderos, médiums, hipnotistas, agentes que podían conectarse a ese flujo comunicativo y en algunas circunstancias, usarlas para alterar o modificar algunas condiciones.
De acuerdo al filósofo alemán Peter Sloterdijk, el doctor Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, estaba al tanto de esta realidad alterna, la investigaba y le daba alguna utilidad en sus tratamientos, pero nunca la publicitó para proteger la seriedad de la ciencia que estaba fundando, tratándose de una especulación para su tiempo, cuya única expresión clínica era el mesmerismo que algunos colegas utilizaban en sus prácticas con resultados notables, prefirió no involucrarla en sus publicaciones y lecciones académicas.
Me acabo de leer un delicioso ensayo del profesor Dr. Adolfo Vásquez Rocca con un título desconcertante para los no iniciados, Sloterdijk, Heidegger y Jean -Luc Nancy: Esferas, arqueología de lo íntimo, morfología del espacio compartido e historia de la fascinación de la proximidad. (Revista Nómadas, 2011).
Vásquez Rocca toma tres de mis filósofos favoritos y los conjuga de manera magistral en una interpretación muy personal de la obra de Sloterdijk, Esferas (2003), un estudio que viene en tres (3) tomos y que recomiendo sin ninguna duda a quienes les gusta ahondar en las aguas profundas de la metafísica del ser. Sloterdijk parte de la filosofía elaborada por Heidegger en su obra Ser y Tiempo (1967) y la continúa sumergiéndose en la psicología profunda con el expreso propósito de contradecir a la tesis del sabio Leibniz de que el ser humano le corresponde una actuación como si fuera una mónada, independiente, autónoma, encerradas en sí mismas, sin posibilidad de comunicación, cuando en realidad hay un constante contagio afectivo entre los seres que existen.
De las tesis de Sloterdijk que más me llamaron la atención fue su idea de que el hombre, tal y como lo conocemos hoy en día, es una creación y nace en la época de los grandes imperios, antes, en los tiempos de las hordas, de las tribus y de los colectivos el hombre no existía, resume magistralmente Vásquez Rocca:

Sloterdijk intenta así situarnos en aquel tiempo original cuando el hombre salió de entre la niebla, antes de las primeras civilizaciones. Para Sloterdijk la obsesión por las culturas superiores es la mentira esencial y el error capital no sólo de la historia y de las humanidades, sino también de la ciencia política y de la psicología. Ella destruye, al menos como consecuencia última, la unidad de la evolución humana y la conciencia de la cadena de innumerables generaciones que han elaborado nuestros “potenciales” genéticos y culturales. El hombre no es –como pretende el interés ideológico de las altas culturas–  un burgués animal de Estado, que necesita, para la plenitud de su esencia, capitales, bibliotecas, catedrales y embajadas, sino más bien un ser que se constituye a partir de su participación en un núcleo íntimo, en un ámbito de mutualidad.

Y es en este punto cuando interviene el tercer filósofo, Jean -Luc Nancy, de quien ya hemos mencionado en varios artículos, en su obra Ser Singular Plural, (2006), según Jean-Luc la existencia es coexistencia, ser en el mundo es necesariamente una comunidad, de personas, de objetos, de animales, de naturaleza, de universo… cuando una persona habla de uno, en sentido singular, como la personificación de una personalidad consciente e individual, lo que en realidad está diciendo con ese “uno” es “nosotros”, el mundo entero, el cúmulo de interrelaciones que sucede a cada instante y que componen nuestro yo, no son sólo mis interpretaciones de los estímulos recogidos por mis sentidos sino son la imagen, energía, información, que el mundo nos devuelve de nosotros mismos cargados de ellos, hasta las cosas inermes y menos significativas en nuestro universo simbólico, nos aporta algo en la construcción de nuestro ser en el mundo.
La única manera de encontrarnos a nosotros mismos es en la soledad, es en ese momento cuando estamos fuera del mundo y la experiencia que resulta es la consciencia de sí, recogida en sí, de resto, estamos en el mundo donde el momento más íntimo con nosotros mismos es cuando estamos con alguien más en la intimidad, que es justamente de donde nace el amor, y es cuando más sentido tiene el mandato en la epístola de Santiago, cuando dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
De allí el basamento de las comunicaciones humanas, no somos simplemente unos receptores y unos emisores de mensajes, no somos sólo el mensaje, o lo que podamos interpretar del mensaje, nos aclara Vásquez Rocca que nuestras comunicaciones no son sólo las formales sino que hay otras formas:

Que haya a menudo pacientes que parezcan leer los pensamientos de sus terapeutas, y que haya, al contrario, terapeutas que en sus propias sensaciones y asociaciones entresaquen, por decirlo así, material propio del que está enfrente para aducirlo o restituirlo en la conversación con el paciente: eso pertenece desde la época fundacional de la psicología más reciente a las observaciones de base de la nueva praxis de proximidad. Como a William James y Pierre Janet, también a Sigmund Freud le impresionó la rebelde realidad de los efectos telepáticos; no dudaba de que en ellos se reactivan funciones paleo-pscicológicas.

El que nos hayamos rodeados de diversos medios de comunicación, aparatos, tecnologías, que tratan de sustituir las comunicaciones humanas, de llenarnos de información comercial, de ideologías, publicidad y arquetipos interesados, un cúmulo de información abrumadora que muchas veces no tienen ningún sentido, no exime que sigan existiendo y actuando sobre nosotros otro tipo de comunicaciones que a pesar del ruido, siguen conformando nuestro ser en el mundo.
El que podamos estar “pegados” a Netflix o a nuestros celulares chateando la mayor parte de nuestra vigilia hacen de nosotros unos seres diferentes, como bien lo expresa el profesor Vásquez Rocca: “Mientras los llamados medios roban masivamente a los seres humanos sus propiedades mediales, estos desarrollan los signos característicos del “último hombre” en el peor sentido de la expresión. Vivimos dentro de nosotros mismos la larga agonía del ángel. Los últimos hombres son ángeles vacíos, antimensajeros, hombres incapaces de articular palabra”
Estos son apenas algunos argumentos sacados con pinzas de este importante ensayo que recomiendo para su lectura al igual que los autores y los libros sobre los que se apoya, no son fáciles, pero nos brindan una visión novedosa de nuestra naturaleza y circunstancias.   -   saulgodoy@gmail.com




No hay comentarios:

Publicar un comentario