lunes, 20 de mayo de 2019

El posestructuralismo de la nueva izquierda



Estoy leyendo el interesante libro del profesor británico James Williams, Understanding Postestructuralism (2005), que me parece, es una respuesta a ese otra magnífica obra del norteamericano Stephen R. C. Hicks, Explaining Postmodernism (2004), donde el profesor Hicks argumenta de manera brillante en contra de esta tendencia de la filosofía y del cual ya nos hemos referido en otros escritos.
Williams hace una detallada investigación sobre esta nueva tendencia del pensamiento llamado “continental” en Europa, muy popular en Francia y que representa lo más avanzado del pensamiento de la izquierda mundial, y Williams lo dice sin ningún amago “Posestructuralismo  es Posmarxismo y Posmaoísmo, pero con una enorme deuda con Marx… Posestructuralismo rompe con Marx, pero al mismo tiempo trabaja desde Marx.”
La lectura del libro de Williams es altamente estimulante ya que recoge textos fundamentales de Derrida, Deleuze, Lyotard, Foucault y Kristeva (esta última una de las grandes teóricas del movimiento feminista mundial) y nos los coloca en una perspectiva donde no sólo se complementan, sino que esclarece muchas sombras y claroscuros de este movimiento que pretende hacer no solo una crítica al capitalismo, sino presentarnos una novedosa, y en mi opinión, peligrosa manera de ver el mundo.
Empecemos por decir que el movimiento Posestructuralista es parte de una corriente más amplia y anterior que se llama Posmodernismo, que como su nombre lo indica, pretende finiquitar esa época o período histórico y cultural llamado Modernidad, e inaugurar una nueva, que según Hicks constituye lo que se conoce como la Anti-Ilustración, o como dice el autor marxista Fredric Jameson, se refiere a la lógica del Capitalismo Tardío, una especie de “zeitgeist” o visión del mundo donde el estilo de vida del “super-estado” ha convertido todo en comodities, en objetos de consumo masivo, incluyendo al mismo mercado, es el estado más avanzado del fetechismo marxiano, donde la cultura se ha transformado en discurso; según Jameson es la evolución esperada de aquel viejo concepto desarrollado por Horkheimer y Adorno de “La Industria Cultural”.
Hicks se va por el lado contrario, definiéndolo de la siguiente manera:

El Postmodernismo es anti-realista, sostiene que es imposible decir algo con sentido de la realidad existente… ha sustituido la realidad por un constructo socio-lingüista, enfatizando la subjetividad, lo convencional y la inconmensurabilidad de tal constructo… aduce a la naturaleza humana como colectivista, sosteniendo que las identidades individuales son construidas principalmente por la pertenencia a esos grupos socio-lingüistas, que varía radicalmente en cuanto a sexo, raza, etnicidad y riqueza… enfatiza las relaciones conflictivas entre estos grupos; y dado que la razón no juega un rol importante en estas relaciones, los conflictos se resuelven primordialmente por la fuerza, bien sea disfrazada o directa; el uso de la fuerza lleva a convertir estas relaciones en unas de dominación, sumisión u opresión.

Bien sea como crítica al capitalismo o como movimiento anti-ilustración, el posmodernismo ha prosperado desde los años sesenta del pasado siglo, como idea, fundamentalmente en las universidades europeas y sembrado con éxito en varias centro culturales norteamericanos, y uno de sus desarrollos fundamentales fue el del movimiento Estructuralista,
El Estructuralismo tiene dos fuentes fundamentales, la primera proviene del lingüista Ferdinand de Saussure que por la segunda década del siglo veinte desarrolló la Lingüística Estructural, antes de Saussure el lenguaje era estudiado haciendo historia de cada palabra y su evolución en el tiempo, o sea de manera diacrónica, Saussure cambió todo eso cuando propuso estudiar el lenguaje no como una colección de palabras y sus historias, sino como un sistema, como una estructura de relaciones entre las palabras en un tiempo dado, de forma sincrónica.
El Estructuralismo Lingüístico no busca el origen de las palabras, se interesa más bien en las reglas que rigen el uso del lenguaje y gobierna sus funciones, en su estructura, de allí que diferencie lo que llamó en francés langue, o sea lenguaje, y parole, que sería el habla, para el estructuralista lo importante es el lenguaje, el habla sólo interesa si revela la existencia de un lenguaje.
La obra de Saussure fue traducida a otros idiomas de manera tardía, y sólo fue en los años  cincuenta, cuando sus teorías se popularizaron y coincidieron con las del otro impulsor del estructuralismo que fue al antropólogo, de origen francés, Claude Lévi-Strauss, creador de la Antropología Estructuralista, justamente en esa década, Claude desarrolló su teoría, que habían aspectos de la vida en comunidad que estaban codificados en rituales, que desde un punto de vista superficial se veían diferentes a la de otros grupos humanos, pero estructuralmente era lo mismo sin importar la diferencia cultural.
Nuestro antropólogo pensaba que ritos y procesos como la escogencia de pareja, la llegada a la pubertad, y las relaciones familiares, por ejemplo, tenían un trasfondo común en todas las culturas, desde lo más contemporáneo en una gran ciudad, hasta la tribu más primitiva en la Amazonia contaban con  similitudes estructurales en muchos de estos ritos sociales, que aunque contaban con diferentes “formas” tenían un mismo mito originario.
Esta aproximación “estructuralista” a los problemas de la cultura se hizo casi un método, lo utilizaban en teoría y práctica, pero sobre todo en política, pero llegó un momento en que tal aproximación fue superada por el llamado posestructuralismo, que es lo que vamos a revisar a continuación.
El posestructuralismo trata fundamentalmente sobre los límites del conocimiento humano, los estructuralistas trataron de llegar a un conocimiento seguro por medio del estudio de las estructuras del pensamiento, pero los “posmos” descubrieron que los límites del conocimiento no solo están allá afuera, experimentando alteraciones en los bordes exteriores, sino que de alguna manera afectaban el núcleo central de todo conocimiento.
Estos son palabras mayores, pues si fuere cierto, no hay conocimiento seguro, no hay verdades y el conocimiento científico, uno de los objetivos a derrotar por el posestructuralismo y por el posmodernismo, está sostenido por columnas de arena que en cualquier momento se desmoronan.
Si los límites del conocimiento afectan transversalmente a todos los saberes deja de existir estabilidad en la cultura, los conservadores y los que creemos en el pensamiento de la derecha, del liberalismo clásico, del conocimiento científico, incluso de las creencias religiosas y de los principios y valores morales “clásicos” no seremos capaces de mantener ninguna verdad, estaríamos viviendo en un mundo de relatividades absolutas.
Me parece de lo más interesante que el concepto de límite utilizado por estos autores posestructuralistas, que pudiera ser matemático, entre magnitudes de distintos rangos o de cantidades mesurables con sus topes y mínimos, pero no, escogieron el modelo nuclear o de una célula, que está delimitada por una membrana (que podría equiparase a la piel humana), es lo que hace contacto con el medio exterior y lejos del núcleo, y ese medio exterior, lo “diferente”, lo constituyen elementos disonantes, experimentales, en mutación, sujetos a intercambios con lo desconocido.
Lo que está en los límites son formas que cambian influenciadas por el medio exterior, son expresiones marginales, que no se parecen a las estructuras más estables que se ubican en el centro del conocimiento y que tienen un carácter más bien definido y concreto, en cambio lo que vive y prospera en los márgenes son entidades dispuestas a modificaciones, muchas de ellas de carácter radical y que afectarán en algún momento la composición del saber en su núcleo.
Nos dice James Williams:

El Posestructuralismo hace seguimientos de los efectos de un límite y lo definen como “diferencia”, no se entiende cómo en el sentido estructuralista, de la diferencia entre cosas identificables, pero en el sentido de variaciones abiertas (a estas las llaman a veces procesos de diferenciación, y otras, pura diferenciaciones). Estos efectos son transformaciones, cambios, revaluaciones. El trabajo de los límites es abrir el núcleo y cambiar nuestro sentido en su papel de una verdad o valor estable. ¿Qué pasa cuando la vida busca diferentes patrones? ¿Qué pasaría si nuestras verdades aceptadas cambian? ¿Cómo podemos hacer que las cosas sean diferentes?

Estas disrupciones del significado de las cosas, bien sean del lenguaje o las sensaciones, del arte o del género de las personas, de política o de la moral, pueden tener algún contenido de violencia, porque implica algún tipo de resistencia bien en contra de alguna exigencia canónica o normativa legal, pero no siempre terminan en desconocimientos o negaciones, sino en oportunidades para el cambio.
Por ello es que las personas que gustan de la ideología de izquierda, se sienten a gusto con los grupos marginales, con las minorías, o con los pobres y los más desposeídos, con los “raros”, con los revolucionarios, con todo aquel que se constituya como grupo en los límites de una sociedad o de unas ideas, o estilos de vida, la izquierda no acepta las verdades establecidas, ni formas consagradas, para ellos es vital el cambio y por ello la vida en el límite tiene sentido, no necesitan de la estabilidad ni de seguridades.
Ello explicaría algunas de las diferencias que nos separan a quienes creemos en las tradiciones y el respeto por el orden y la ley, quienes somos respetuosos de la evolución lenta  y pausada de las instituciones y aquellos que creen en la vida en el límite, llena de transformaciones y experimentos, de cambios y resistencia, de novedades sociales y ensayos de ideas, de allí la desconfianza de la izquierda por verdades universales, por significados estables de los conceptos.  -   saulgodoy@gmail.com



  


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