miércoles, 12 de junio de 2019

Porque los revolucionarios asesinan gente



De entrada aclaro, no son sólo los revolucionarios quienes asesinan personas, hay muchos grupos, instituciones, individuos, que lo hacen y por diversas razones, pero siempre me ha llamado la atención la excusa de los revolucionarios para hacerlo, los motivos que lo impulsan, las justificaciones que aducen al momento de ejecutar a sus víctimas.
En Venezuela, mi país, donde tenemos a un gobierno que se autodenomina “revolucionario”, la pena de muerte, aunque no está consagrada en la constitución ni en ninguna ley de la República, es una práctica que el gobierno chavista ha ejercitado con impunidad y alevosía, ha revestido este delito de asesinato con una excusa de carácter legal e ideológico, al punto, de que cuenta con sus propios escuadrones de la muerte, funcionarios uniformados, en vehículos oficiales, en condición de anonimato y hacen su trabajo de manera abierta y rutinaria.
El asesinato de personas se ha convertido en una tarea usual por parte de órganos policiales y represivos del estado, la dictadura de Maduro se ha caracterizado como un régimen sangriento y violento y ha hecho de la pena de muerte, una actividad de gobierno como cualquier otra, pero debemos aclarar, lo común en estos casos es que no existan procesos judiciales, ni sentencias de un órgano jurisdiccional, ni la aplicación de la ley, excepto por unos escuetos reportes que indican resistencia armada al arresto o intento de fuga, si acaso firmado por algún fiscal de turno, también es común que se manipule la escena del crimen para dejar indicios de resistencia, armas, material sedicioso, drogas y otros elementos que imputen peligrosidad a la víctima.
Las personas que caen muertas en estos operativos, en su gran mayoría cuentan con antecedentes penales, con un prontuario policial por diversos delitos y reconocidas como delincuentes peligrosos, pero también caen en estos “operativos de profilaxis social” personas inocentes, testigos inoportunos presentes en el lugar y momento equivocados, víctimas colaterales producto de los enfrentamientos, personas consideradas “incómodas” por el régimen, militantes de la oposición política, testigos o participantes en algún procedimiento encubierto y que necesitan “limpiar”, o víctimas de alguna venganza personal de funcionarios actuantes.
Estos números rojos envuelven a una serie de personas que se confunden con una idea equivocada y peor ejecutada de justicia, la matanza al por mayor envuelve a una serie de casos que no pasan de ser ejecuciones sumariales en el sitio y que no tienen mayor repercusión, aunque en regímenes totalitarios como el de Maduro estos actos de justicia revolucionaria son claves en el mantenimiento del supuesto orden y paz social, que en realidad es un aviso, una amenaza muy directa en contra de elementos contra-revolucionarios y enemigos del régimen, de lo que el gobierno está en capacidad y dispuesto a hacer por conservar el poder.
Los revolucionarios socialistas bolivarianos son una mutación de los revolucionarios cubanos, unos predadores de seres humanos que se han hecho con el poder político de un país, y mantienen a sus sociedades bajo un control militar-policial, con la amenaza de muerte sobre sus cabezas en caso de que quisieran revelarse en contra de su hegemonía.
La gran cantidad de presos políticos que tienen, las torturas que se les inflige, las muertes accidentales, por enfermedades, por excesos de violencia o por descuidos es considerable, cuando alguien es detenido por razones políticas inmediatamente pierde su derecho a la vida y queda de parte de funcionarios policiales decidir sobre el grado de padecimiento que ha de sufrir privado de su libertad, sin testigos, sin defensa, sin derechos.
En todas las revoluciones se repiten estos casos de excepción, de suspensión del estado de derecho para ciertos individuos que entran en un régimen especial de nuda vida, como nos lo descubrió el filósofo italiano Giorgio Agamben, al descifrar los campos de exterminio nazis durante la Segunda Guerra Mundial, y las secuelas que han perdurado a estos crímenes de guerra; todas las revoluciones han cojeado de esa pata y todas insisten en justificar estos delitos como producto de condiciones especiales que les otorga el derecho y las leyes.
Lo cual es sumamente curioso, ya que las revoluciones tienden a terminar con el orden establecido, en el caso de las revoluciones comunistas o socialistas, con el orden burgués, que implica desmontar esa superestructura de normas y procedimientos que conforman el mundo del derecho, y que sea justamente el derecho burgués, la lógica jurídica racional del ordenamiento legal, la que ha sostenido la supuesta explotación de una élite oligarca en contra de un pueblo oprimido, la que utilicen los revolucionarios para justificar sus crímenes de lesa humanidad.
Los revolucionarios adoptan cualquier estrategia que les permita continuar con su revolución, no importa si esta es legal o no, actuando bajo el principio del poder absoluto que da el monopolio de la violencia institucional, y bajo el argumento de defender a la comunidad o la tranquilidad social, crean estas condiciones de violencia selectiva con el propósito de crear temor y miedo en la población, sirviéndose de estas ejecuciones como una forma de control social, algo similar a las antiguas picas donde exhibían las cabezas decapitadas de los enemigos de las ciudades en los muros de entrada, para que forasteros y comuneros tuvieran presentes el ejemplo de lo que sucede si no cumplieren con los preceptos de los amos del orden.
Los revolucionarios que llegan a los puestos de liderazgos, todos, sin ninguna excepción cumplen con el requisito obligado de tener en su haber actuaciones que han costado vidas, son asesinos consumados y dispuestos al sacrificio final, de hecho, en el caso de los chavistas llevan las acusaciones y procesos judiciales internacionales como violadores de derechos humanos en su contra, como si fueran collares de orejas del enemigo caído alrededor del cuello, mientras más demandas por responsabilidad en masacres, atentados, muertes y desapariciones, mayor el orgullo y la autoritas que reflejan sus oscuros expedientes.
Todas las revoluciones se caracterizan por estados de excepción y poderes de emergencia, el clima natural de las revoluciones es la violencia que se requiere para desbancar el viejo orden y crear el nuevo, lo que significa situaciones de fuerza, confiscaciones, detenciones, allanamientos, arrestos, procesos populares de justicia… tanto Arendt como Foucault se enfrentaron a una novedosa forma de “justicia” producto de los regímenes totalitarios de aparecieron en el siglo XX y que se afincaban en los aspectos biopolíticos  de la dominación total, de la existencia de zonas sin ley en las que era imposible separar los hechos de lo que era correcto, lugares donde la vida humana que quedara atrapada podía ser asesinada, o dejada abandonada para que muera, o mantenida a penas en el límite de la sobrevivencia, allí nacieron los campos de concentración, las prisiones para los presos políticos, “las tumbas” y helicoides.
La revolución cubana cobró su cuota de víctimas en el momento de su irrupción, y sigue exigiéndola para mantenerse luego de sesenta largos años en el poder, sin que exista la posibilidad de que alguien o algo les reclame un cambio, esa revolución fue su principal producto de exportación hacia el resto de Latinoamérica y África.
El chavismo les compró la franquicia, y en estos últimos veinte años la revolución bolivariana ha sacrificado cuatro millones de vidas de venezolanos en los altares de la utopía socialista, cinco millones de desplazados y mantienen a 17 millones de rehenes en condiciones de hambruna e insalubridad, y todavía contamos con políticos de una supuesta oposición que piensan, que esta situación puede sostenerse indefinidamente, para conveniencia de sus intereses y prejuicios morales.
En su ensayo La ley y la sacralidad de la vida del pensador Miguel Vatter nos recuerda:

De acuerdo a la versión de Arendt, la condición decisiva para la política totalitaria fue la aparición del animal laborans, un ser humano que trabaja en orden para vivir y vive en orden para trabajar. Y como eltrabajo es, para Arendt y Marx, la condición por medio de la cual el ser humano se relaciona con su vida biológica, la reducción de todas las formas políticas y culturales de la vida humana (bios) al mantenimiento de la vida natural del trabajo (zoe) no podía tener otro resultado que la zoologización de la política que caracteriza a los regímenes totalitarios; la creación de una “raza superior” de hombres por un lado, y la producción de una forma de vida “sin valor” que pueda ser completamente controlada, manipulada y eventualmente exterminada.

Es tan revelador que el dictador Maduro se autodenomine el “presidente obrero” y que la revolución viva en función del pueblo trabajador, y que simultáneamente haya creado a una élite de conductores y líderes que no trabajan sino que viven la “vida loca”, una clase aparte que nada les falta, que todo lo tienen en medio de un país en miseria, donde la mayoría del pueblo está siendo explotado de la manera más opresiva, trabajando para sostener a la casta revolucionaria en Venezuela y Cuba, a cambio de su salud y su vida.
En términos de la modernidad soberanía ya no significa que el estado tenga la decisión de vida o muerte sobre un individuo, sino asegurar por medio de la vigilancia masiva y un régimen policial, la seguridad de una gran masa de ciudadanos, y en regímenes totalitarios, la potestad de exterminio sobre esa masa de población.
Esa necesidad de emitir carnets a diferentes grupos, de listados y registros, de censos y catastros, de banco de datos, de la obligación de suministrar información individual es simplemente la necesidad que tiene el estado de tener a su población bajo control, de allí que las nuevas tecnologías de manejo de grandes volúmenes de data, de vigilancia por cámaras, por drones, con programas de reconocimiento de rostros, con permisos y pases especiales entre zonas de seguridad, con chips especiales con información magnética… la tecnología 5G en internet está en plena capacidad de prestar servicios de vigilancia masiva a las autoridades estatales, eso es lo que empresas chinas han desarrollado y puesto en práctica en su paísy áreas de influencia, y es lo que está contratando la dictadura de Maduro, para tenernos a todos en estado permanente de sospecha.
Los chavistas asesinan gente porque es parte de su oficio, esa cantidad de muertos los mantienen en el poder, gozando de privilegios que nadie más tiene, incluyendo una gran impunidad, son los dueños del país y con esto incluyo a la población, tienen soberanía absoluta sobre nuestras vidas y pueden, si se lo permitimos, que empiecen programas de exterminios masivos, todo está planificado para que eso suceda de esa manera, ya una de sus lideresas declaró a la prensa, ellos no están aquí para gobernar, sino para garantizar que la revolución permanezca… por siempre.
Pero algunos de nuestros representantes políticos en la llamada oposición democrática, están creyendo otra cosa, no le están dando crédito a estos revolucionarios asesinos, creen que se trata de gente que puede razonar y tener algo de espíritu republicano, el mínimo necesario para negociar con ellos, e incluso cohabitar y gobernar conjuntamente, pregunto ¿Le confiaría usted su futuro a un político tan confundido?    -   saulgodoy@gmail.com


   

No hay comentarios:

Publicar un comentario