jueves, 13 de junio de 2019

El Dios Escorpión



Uno de los libros que más me impresionaron en mi juventud fue El Señor de las Moscas (1954) de William Golding (1911-1983), es el relato de un grupo de jóvenes, casi niños, que se estrellan en un avión en el medio del océano y llegan a una isla donde tienen que sobrevivir, es una historia distópica donde el tema principal es el descenso a la barbarie y la violencia, y fue escrita por un Golding todavía afectado por sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial.
Desde entonces no había tenido contacto con Golding, hasta que decidí leer esa colección de novelas cortas reunidas bajo el título de una de ellas El Dios Escorpión, editadas en 1956, dos razones me impulsaron, la primera, descubrí que tenía tres ejemplares de la obra, sin saber el origen de las otras dos, pero como mi biblioteca se ha engullido a algunas otras, no es extraño que aparezcan copias de libros, me sucede a menudo con la obra de Jorge Luis Borges.
La segunda, quería saber si el libro tenía que ver con la película protagonizada por “La Roca” el actor Dwaine Johson, que también transcurría en el antiguo Egipto (según mis sobrinitos y que me parezco mucho a Dwaine, aunque son más cosas del afecto que de la realidad física).
Fue uno de esos libros afortunados que me encantaron desde el principio, son tres noveletas o cuentos largos, El Dios Escorpión que transcurre en el Egipto de los faraones; Clonc-Clonc una historia de de la edad de piedra; y El Enviado Especial una narración de la Roma decadente, un emperador anciano aflojado por los placeres, y un brillante y joven inventor griego.
La verdad es que fue todo un viaje en la máquina del tiempo, las historias muy bien planteadas, elegantemente escritas y con una construcción de atmósferas fantásticamente logradas, Golding manejó las épocas con gran detalle, las leí en castellano, en una excelente traducción de Ernestina de Champourcin hecha para Alianza Editorial en España, si la consiguen no dejen de leerla.
Como ustedes saben el escritor británico William Golding ganó el Premio Nobel de Literatura en 1983, su padre era un director de una escuela y su madre una activista feminista que luchó por los derechos de voto para las mujeres, según sus recuentos de sus años mozos era un chico problemático, le gustaba hacerle bullying a sus compañeros de escuela, siguió los pasos de su padre como educador, estudió literatura, trabajó en teatro e intentó escribir con poco éxito, fue maestro en una escuela de muchachos problemáticos de donde extrajo material para su futura obra El Señor de las Moscas.
Se alistó en la marina y sirvió en combate, fue testigo del hundimiento del Bismarck, el buque insignia de la marina alemana, fue parte de la guerra antisubmarina, tuvo ocasión de conocer New York como parte de un grupo de avanzada de investigaciones navales, y terminó como comandante de un barco lanzador de cohetes, fueron seis años en los que acumuló experiencia e historias que usaría para sus grandes novelas, y como a muchos que vieron el horror de la guerra, quedó marcado de por vida por esa experiencia.
Su novela El Señor de las Moscas fue rechazada veinte veces antes de conseguir un editor y cuando salió publicada fue un éxito en ventas que lo consagraron como escritor, su novela Rites of Passages (1980) está considerada una obra maestra, la tengo en cola para leerla y les comentaré.
Pero volvamos a su pequeña colección de novelas cortas o cuentos largos, como quieran ustedes verlos, me sucedió algo muy curioso con Clonc-Clonc, su narración sobre los albores de la humanidad, la historia de este particular cazador perteneciente a una tribu que vivía entre la sabana y la selva tropical, debió ser África pues había elefantes, que por cierto., aprendí una nueva palabra, barritar que es el ruido que hacen los elefantes, así como las vacas mugen, los leones rugen y los lobos aúllan, los elefantes barritan.
Las escenas de la vida en la tribu son descritas con detalle, la rutina del hombre y la mujer primitivos están llenas de un colorido y un realismo espectacular, me asombró la idea que en estas tribus cuando se reunían para descansar o dormir, lo hacían en grupos, amontonados, unos sobre otros, muy apretados, buscando ese calor humano y la sensualidad de sus cuerpos en las noches frías o lluviosas, y en esa pila de cuerpos desnudos, mientras unos dormían, otros hacían el amor sin importar con quien y muchas veces sin saber con quién, hombres y mujeres gozando de sus sexualidad sin hacer distinciones, ese calor de la tribu era precisamente lo que más extrañaban cuando estaban lejos, en cacerías o en guerra, ese contacto del grupo anónimo en medio de las noches invernales.
Una vida terrible, muy hobbesiana, donde los peligros abundaban y de hecho, era corta, brutal y se pasaba el trabajo hereje.
El Dios Escorpión es una muy bien cuidada puesta en escena de la vida de los faraones, de la corte, de sus ritos, y de los papeles que jugaban estos semidioses responsables por lo que sucedía en el mundo, desde el paso de las estrellas hasta de las inundaciones del río Nilo, la verdad que no la tenían tan fácil, a pesar de ese poder absoluto que sostenían sobre los pueblos, lidiar con las fuerzas cósmicas y dioses tan poco dóciles como Anubis o el mismo Sol Rá, podía convertirse en un problema de marca mayor.
Es la historia de uno de los favoritos de la corte, y porque, debido a una sequía demasiado prolongada es elegido para la vida eterna, como sacrificio para los dioses, es decir lo iban a matar en el templo, y a momificar para que sirviera por toda la eternidad al dios, lo cual era considerado un gran honor, pero este joven prefirió declinar la oportunidad y huir, cosa que perturbó la vida en palacio, que por cierto, la historia nada tiene que ver con la película del Rey Escorpión interpretada por La Roca en una de sus primeras apariciones como protagonista en Hollywood.
La última historia fue la que más me gustó, la de este griego, Fanocles, inventor y medio loco, que con su bella hermana se presenta en la corte del Emperador, un hombre ya viejo y cansado, harto de la buena vida y las intrigas de palacio, buscando apoyo para sus ingenios, entre ellos, un motor a vapor, una versión de la imprenta, unos explosivos y una olla a presión, esta última fue la que llamó la atención al Emperador dada su afición de gourmand a la buena mesa.
Pero permitamos que sea la crítica literaria Sohana Manzoor  del Departamento de Literatura Inglesa y Humanidades de la Universidad de BRAC de Bangladesh, quien nos dé su opinión sobre esta interesante historia:

El mitológico Prometeo quien les dio el fuego a los humanos, introdujo un cambio revolucionario en la vida del hombre prehistórico, Pero como un realista, Golding sabe que quien recibe el obsequio debe estar listo y dispuesto a aceptarlo… Fanocles es muy parecido al Frankenstein de Mary Shelley… Frankenstein pensó que traer de vuelta a los muertos podía cambiar la historia del hombre en el mundo. Pero lo que creó fue a un monstruo. De manera parecida, Fanocles quiere jugar el papel de Prometeo otorgándole estos notables regalos al hombre común que se retrae de aceptarlos. Al soldado Romano, a quien quiere presentarle la pólvora, prefiere el combate mano a mano. Hasta los mismos galeotes esclavizados a sus remos no quieren saber nada del motor a vapor, pues temen que con el nuevo mecanismo ellos dejen de tener significado para sus amos. Por lo menos ahora tienen una vida, por más miserable que sea. Si el motor los suplanta, entonces serían eliminados. De modo que aquellos maravillosos regalos de Fanocles el Prometeo son desechados con el argumento de que son destructivos y peligrosos.
  
Algo muy parecido está ocurriendo con los robots en la actualidad, la situación no ha cambiado mucho desde aquellos tiempos, utiliza el nuevo poder en sus manos no para su beneficio sino para destruir su mundo. La lectura de este libro fue muy gratificante y lo recomiendo a mis estimados lectores.  -   saulgodoy@gmail.com




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