La política y la libertad de expresión sostienen una
relación amor-odio casi que desde el principio de la historia, ambas se repelen
y necesitan, los políticos necesita que sus seguidores sepan lo que se hace y
los beneficios que gozarán los ciudadanos con sus medidas, igualmente necesitan
conocer lo que piensan, cual es la imagen que la gente tiene de sus líderes, de
las necesidades del pueblo, de su estado de ánimo.
De ésta manera, libertad de expresión y política
conforman un sistema que se retroalimenta, hay un flujo de información que hace
posible la sobrevivencia de ambos, por ello, cuando hay restricciones o
“tapones” en esta circulación el sistema se atasca y empiezan los problemas. Cuando
no hay libertad de expresión la política deja de ser política para convertirse
en otra cosa, imposición, tiranía, usurpación que es lo que sucede con los
regímenes autoritarios y totalitarios, sin libertad de expresión no hay debate,
ni negociaciones, ni consenso, el pueblo no sabe lo que sucede excepto por lo
que les dice la autoridad, y el poder no tiene idea si lo que hace es bueno o
malo, funciona o no, tanto el pueblo como el gobierno maniobran ciegos, sordos
y mudos.
El principal bastión de la libertad de expresión siempre
fue el de opinar a viva voz en el foro para ser escuchado por sus conciudadanos
y por los factores de poder, con el desarrollo de los medios masivos de
comunicación, la prensa, los medios radio eléctricos, internet, ese derecho se
hizo más poderoso y alcanzando un mayor público incluso, fuera de las fronteras
del país.
A un tirano le importa poco si sus medidas políticas son
o no populares, o si goza de afecto por parte del pueblo, su instrumento es la
fuerza y su método es la imposición, pero para un demócrata es importante
conocer lo que sus electores piensan de él (o ella), si las políticas que ha
desarrollado son correctas, si se obtienen los resultados esperados, si han
logrado colmar las necesidades públicas, porque al final del día, lo que cuenta
para un político es la aprobación de sus electores, su carrera depende de ello.
Pero hay un lado oscuro en esta relación, cuando los
políticos no son honestos, cuando mienten, cuando necesitan falsear la
realidad, utilizan esa libertad de expresión para desinformar y es cuando los
medios de comunicación, el periodismo libre e independiente, los que investigan
y los que opinan, se hacen tan necesarios.
Durante los años 70 del pasado siglo, dice la leyenda
urbana, las empresas televisivas se dieron cuenta de que los noticieros podían
ser una buena fuente de ingresos económicos, no tomó mucho tiempo para
descubrir que también podían cosechar una interesante parcela de poder sobre la
política, esta idea prendió en la prensa y la radio de modo que nació una
cosecha de personajes mediáticos, los opinadores, analistas, encuestadores,
entrevistadores y anclas que se convirtieron en personalidades importantes
durante las campañas políticas, o en los momentos en que los asuntos públicos
se convertían en noticia estelar.
Los dueños de los medios muy pronto se identificaban con
“sus candidatos” o con sus temas políticos y les brindaban su apoyo, o los
atacaban, de modo que había medios de comunicaciones que mantenían simpatías
con ciertos asuntos y personajes del mundo político, siempre obligados por la
libertad de expresión en ser plurales y otorgar espacios sin discriminar.
Y a medida que los medios masivos de comunicaciones
empezaron a tener efectos notorios y hasta definitorios en el éxito o rechazo
de ciertos asuntos políticos, las inversiones en medios de comunicación que se
había mantenido “neutrales” empezaron a tener un trasfondo político importante,
poco a poco se fueron convirtiendo efectivamente en el llamado “cuarto poder”.
Todo este asunto evolucionó de manera acelerada a medida
que finalizaba el milenio, en los principales países del mundo ya habían medios
de comunicación de izquierda y medios de derecha y todo lo que hubiera entre
estos polos, el efecto de dividir la pantalla del televisor para tener las dos
versiones del tema se hizo un recurso generalizado, los diarios se
caracterizaban por tener tendencias, por favorecer a ciertas políticas y
políticos sobre los otros, el público igualmente tenía sus canales y diarios
que respaldaban sus candidatos y programas políticos.
El problema surgía de manera grave, cuando eran los
mismos gobiernos quienes utilizando el poder político, constituían grandes
grupos de opinión y concretaban fuertes inversiones en medios de comunicación
para favorecer sus posiciones, y en caso de una derrota electoral, para volver
al poder, pero de igual manera utilizaban las regulaciones e instituciones del
estado para eliminar la competencia, multando, cerrando medios que no les eran
favorables, y concediendo licencias y permisos de operar en las frecuencias
hertzianas.
En nuestro país, Venezuela, el asunto de la libertad de
expresión y la política se hizo aún más crítico debido a que el gobierno
socialista bolivariano trabajaba sobre dos ejes que cerraban definitivamente el
juego democrático, la primera era la imposición de un pensamiento único, y la
segunda era la hegemonía comunicacional, con esto, todos los medios y la
información fueron conculcados, aun cuando algunos permanecieran en manos del
sector privado.
Pero otro cambio surgió en los medios de comunicación
masivos y fue su fragmentación en tantas parcelas de intereses como gustos
había entre el público, aparecieron medios especializados en entretenimiento,
en deportes, en política, en viajes y aventuras, en oficios y hobbies, había
medios religiosos, para diversas etnias y lenguajes, para distintos géneros y
estilos de vida, pero el cambio que escindió definitivamente la libertad de
expresión fue el desarrollo de los diferentes cables con sus programaciones a
la carta y las redes sociales.
Con la aparición de las páginas web y los blogs, con
sitios como Facebook, Instangram, con la posibilidad de participar en cualquier
cantidad de foros, con la aparición de Twitter y la enorme cantidad de
mensajería de textos a disposición del público, las pretensiones de adueñarse
de la opinión pública se hicieron cada vez más difíciles.
De hecho, el ejercicio del periodismo sufrió una enorme
metamorfosis, con la disponibilidad de equipos telefónicos cada vez más
inteligentes, con mayores capacidades, las personas empezaron a reportar
sucesos en tiempo real en los lugares más apartados del mundo, testigos de
excepción de eventos en pleno desarrollo que los grandes medios ponían “al
aire” en sus transmisiones en exclusiva.
Y aunque el periodismo de investigación y el de opinión
seguían siendo la joya de la corona de los medios de comunicación masivos,
entre otras cosas, porque se necesitaba de profesionales y de grandes
inversiones para llevarlos a cabo con calidad y profundidad, estaba surgiendo
una nueva forma de comunicación que obviaba los grandes grupos económicos y el
poder de los estados.
Pero estas tecnologías traerían su lado oscuro y en esa
lucha por la opinión pública, por influenciarla, manipularla o censurarla se
crearon igualmente tecnologías y mediadores como los hackers, los robots, los
programas de censura para filtrar contenidos, las herramientas cada vez más
perfectas e indetectables para manipular imágenes, textos y voz, de modo de
hacer de una noticia falsa una información con apariencia de verdad, habían
nacido los falsos positivos, los fake
news, la postverdad, las campañas de odio y descrédito, los laboratorios de
guerra psicológica, de modo que muy pronto había una realidad y una verdad
virtuales compitiendo con la realidad y la verdad auténtica.
En nuestro país y debido a la naturaleza del chavismo,
luego de veinte años de gobierno militarista y comunista, la que una vez era la
libertad de expresión estaba peligrosamente deformada y lo que se llamaba
política no era sino una maltrecha caricatura, pero milagrosamente el
periodismo combativo venezolano, una parte de la intelectualidad que no cedió
terreno ante el ogro filantrópico, y una ciudadanía indoblegable y en modo de resistencia,
conservaban vivas las brasas de la libertad y la democracia.
Empresas de comunicaciones como RCTV, en sus filiales de
televisión y radio, diarios como El Impulso de Barquisimeto, grupos de
periodismo de investigación como ProDavinci y Panampost entre otros, un puñado
de blogs y los incansables guerreros del teclado fuera y adentro del país,
entre ellos algunas de nuestras más agudas plumas y comentaristas, han
mantenido la línea de batalla en contra del sectarismo y el socialismo
hambreador, tratando de oponerse al engaño y el colaboracionismo de sectores
políticos, lamentablemente dañados por la corrupción y el oportunismo, pero con
un inmenso poder mediático.
Mientras las armas y la violencia estén en manos del
chavismo, la lucha de los venezolanos tiene que ser por las ideas, nuestros
aliados se están moviendo con cada vez mayor premura y decisión hacia una
intervención armada humanitaria, los frenos y las excusas para evitarla, lo que
ha logrado es que la izquierda subversiva más radical se envalentone ante la
falta de respuesta eficaz a su pretensión de dominio y control de América toda,
no sólo Latinoamérica sino Norteamérica, y en esto no debe haber dudas, la
izquierda en Norteamérica apenas está calentando motores para su asalto al
poder.
El pueblo de Venezuela está sufriendo las terribles
consecuencias del socialismo militarista, pero el empeño de los cubanos y la
dictadura de Nicolás Maduro por continuar con el engaño y la manipulación de la
realidad hacen necesario que nuestra lucha por la verdad prevalezca y es en el
campo de la libertad de expresión donde no debemos ceder ni un milímetro,
debemos llamar las cosas por su nombre, clarificar las confusiones y derrotar a
la mentira cuando aparezca, así venga disfrazada de joven, bien parecido,
perfumado y con ínfulas de demócrata.
No importan las descalificaciones, ni las campañas por
enlodar nuestras reputaciones, no hagamos caso a los insultos y las amenazas,
la verdad nos hará libres. - saulgodoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario