viernes, 30 de agosto de 2019

La libertad de expresión y la política




La política y la libertad de expresión sostienen una relación amor-odio casi que desde el principio de la historia, ambas se repelen y necesitan, los políticos necesita que sus seguidores sepan lo que se hace y los beneficios que gozarán los ciudadanos con sus medidas, igualmente necesitan conocer lo que piensan, cual es la imagen que la gente tiene de sus líderes, de las necesidades del pueblo, de su estado de ánimo.
De ésta manera, libertad de expresión y política conforman un sistema que se retroalimenta, hay un flujo de información que hace posible la sobrevivencia de ambos, por ello, cuando hay restricciones o “tapones” en esta circulación el sistema se atasca y empiezan los problemas. Cuando no hay libertad de expresión la política deja de ser política para convertirse en otra cosa, imposición, tiranía, usurpación que es lo que sucede con los regímenes autoritarios y totalitarios, sin libertad de expresión no hay debate, ni negociaciones, ni consenso, el pueblo no sabe lo que sucede excepto por lo que les dice la autoridad, y el poder no tiene idea si lo que hace es bueno o malo, funciona o no, tanto el pueblo como el gobierno maniobran ciegos, sordos y mudos.
El principal bastión de la libertad de expresión siempre fue el de opinar a viva voz en el foro para ser escuchado por sus conciudadanos y por los factores de poder, con el desarrollo de los medios masivos de comunicación, la prensa, los medios radio eléctricos, internet, ese derecho se hizo más poderoso y alcanzando un mayor público incluso, fuera de las fronteras del país.
A un tirano le importa poco si sus medidas políticas son o no populares, o si goza de afecto por parte del pueblo, su instrumento es la fuerza y su método es la imposición, pero para un demócrata es importante conocer lo que sus electores piensan de él (o ella), si las políticas que ha desarrollado son correctas, si se obtienen los resultados esperados, si han logrado colmar las necesidades públicas, porque al final del día, lo que cuenta para un político es la aprobación de sus electores, su carrera depende de ello.
Pero hay un lado oscuro en esta relación, cuando los políticos no son honestos, cuando mienten, cuando necesitan falsear la realidad, utilizan esa libertad de expresión para desinformar y es cuando los medios de comunicación, el periodismo libre e independiente, los que investigan y los que opinan, se hacen tan necesarios.
Durante los años 70 del pasado siglo, dice la leyenda urbana, las empresas televisivas se dieron cuenta de que los noticieros podían ser una buena fuente de ingresos económicos, no tomó mucho tiempo para descubrir que también podían cosechar una interesante parcela de poder sobre la política, esta idea prendió en la prensa y la radio de modo que nació una cosecha de personajes mediáticos, los opinadores, analistas, encuestadores, entrevistadores y anclas que se convirtieron en personalidades importantes durante las campañas políticas, o en los momentos en que los asuntos públicos se convertían en noticia estelar.
Los dueños de los medios muy pronto se identificaban con “sus candidatos” o con sus temas políticos y les brindaban su apoyo, o los atacaban, de modo que había medios de comunicaciones que mantenían simpatías con ciertos asuntos y personajes del mundo político, siempre obligados por la libertad de expresión en ser plurales y otorgar espacios sin discriminar.
Y a medida que los medios masivos de comunicaciones empezaron a tener efectos notorios y hasta definitorios en el éxito o rechazo de ciertos asuntos políticos, las inversiones en medios de comunicación que se había mantenido “neutrales” empezaron a tener un trasfondo político importante, poco a poco se fueron convirtiendo efectivamente en el llamado “cuarto poder”.
Todo este asunto evolucionó de manera acelerada a medida que finalizaba el milenio, en los principales países del mundo ya habían medios de comunicación de izquierda y medios de derecha y todo lo que hubiera entre estos polos, el efecto de dividir la pantalla del televisor para tener las dos versiones del tema se hizo un recurso generalizado, los diarios se caracterizaban por tener tendencias, por favorecer a ciertas políticas y políticos sobre los otros, el público igualmente tenía sus canales y diarios que respaldaban sus candidatos y programas políticos.
El problema surgía de manera grave, cuando eran los mismos gobiernos quienes utilizando el poder político, constituían grandes grupos de opinión y concretaban fuertes inversiones en medios de comunicación para favorecer sus posiciones, y en caso de una derrota electoral, para volver al poder, pero de igual manera utilizaban las regulaciones e instituciones del estado para eliminar la competencia, multando, cerrando medios que no les eran favorables, y concediendo licencias y permisos de operar en las frecuencias hertzianas.
En nuestro país, Venezuela, el asunto de la libertad de expresión y la política se hizo aún más crítico debido a que el gobierno socialista bolivariano trabajaba sobre dos ejes que cerraban definitivamente el juego democrático, la primera era la imposición de un pensamiento único, y la segunda era la hegemonía comunicacional, con esto, todos los medios y la información fueron conculcados, aun cuando algunos permanecieran en manos del sector privado.
Pero otro cambio surgió en los medios de comunicación masivos y fue su fragmentación en tantas parcelas de intereses como gustos había entre el público, aparecieron medios especializados en entretenimiento, en deportes, en política, en viajes y aventuras, en oficios y hobbies, había medios religiosos, para diversas etnias y lenguajes, para distintos géneros y estilos de vida, pero el cambio que escindió definitivamente la libertad de expresión fue el desarrollo de los diferentes cables con sus programaciones a la carta y las redes sociales.
Con la aparición de las páginas web y los blogs, con sitios como Facebook, Instangram, con la posibilidad de participar en cualquier cantidad de foros, con la aparición de Twitter y la enorme cantidad de mensajería de textos a disposición del público, las pretensiones de adueñarse de la opinión pública se hicieron cada vez más difíciles.
De hecho, el ejercicio del periodismo sufrió una enorme metamorfosis, con la disponibilidad de equipos telefónicos cada vez más inteligentes, con mayores capacidades, las personas empezaron a reportar sucesos en tiempo real en los lugares más apartados del mundo, testigos de excepción de eventos en pleno desarrollo que los grandes medios ponían “al aire” en sus transmisiones en exclusiva.
Y aunque el periodismo de investigación y el de opinión seguían siendo la joya de la corona de los medios de comunicación masivos, entre otras cosas, porque se necesitaba de profesionales y de grandes inversiones para llevarlos a cabo con calidad y profundidad, estaba surgiendo una nueva forma de comunicación que obviaba los grandes grupos económicos y el poder de los estados.
Pero estas tecnologías traerían su lado oscuro y en esa lucha por la opinión pública, por influenciarla, manipularla o censurarla se crearon igualmente tecnologías y mediadores como los hackers, los robots, los programas de censura para filtrar contenidos, las herramientas cada vez más perfectas e indetectables para manipular imágenes, textos y voz, de modo de hacer de una noticia falsa una información con apariencia de verdad, habían nacido los falsos positivos, los fake news, la postverdad, las campañas de odio y descrédito, los laboratorios de guerra psicológica, de modo que muy pronto había una realidad y una verdad virtuales compitiendo con la realidad y la verdad auténtica.
En nuestro país y debido a la naturaleza del chavismo, luego de veinte años de gobierno militarista y comunista, la que una vez era la libertad de expresión estaba peligrosamente deformada y lo que se llamaba política no era sino una maltrecha caricatura, pero milagrosamente el periodismo combativo venezolano, una parte de la intelectualidad que no cedió terreno ante el ogro filantrópico, y una ciudadanía indoblegable y en modo de resistencia, conservaban vivas las brasas de la libertad y la democracia.
Empresas de comunicaciones como RCTV, en sus filiales de televisión y radio, diarios como El Impulso de Barquisimeto, grupos de periodismo de investigación como ProDavinci y Panampost entre otros, un puñado de blogs y los incansables guerreros del teclado fuera y adentro del país, entre ellos algunas de nuestras más agudas plumas y comentaristas, han mantenido la línea de batalla en contra del sectarismo y el socialismo hambreador, tratando de oponerse al engaño y el colaboracionismo de sectores políticos, lamentablemente dañados por la corrupción y el oportunismo, pero con un inmenso poder mediático.
Mientras las armas y la violencia estén en manos del chavismo, la lucha de los venezolanos tiene que ser por las ideas, nuestros aliados se están moviendo con cada vez mayor premura y decisión hacia una intervención armada humanitaria, los frenos y las excusas para evitarla, lo que ha logrado es que la izquierda subversiva más radical se envalentone ante la falta de respuesta eficaz a su pretensión de dominio y control de América toda, no sólo Latinoamérica sino Norteamérica, y en esto no debe haber dudas, la izquierda en Norteamérica apenas está calentando motores para su asalto al poder.
El pueblo de Venezuela está sufriendo las terribles consecuencias del socialismo militarista, pero el empeño de los cubanos y la dictadura de Nicolás Maduro por continuar con el engaño y la manipulación de la realidad hacen necesario que nuestra lucha por la verdad prevalezca y es en el campo de la libertad de expresión donde no debemos ceder ni un milímetro, debemos llamar las cosas por su nombre, clarificar las confusiones y derrotar a la mentira cuando aparezca, así venga disfrazada de joven, bien parecido, perfumado y con ínfulas de demócrata.
No importan las descalificaciones, ni las campañas por enlodar nuestras reputaciones, no hagamos caso a los insultos y las amenazas, la verdad nos hará libres.  -  saulgodoy@gmail.com


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