martes, 5 de noviembre de 2019

Ser venezolano II


Mi padre es de los Andes, mi madre era caraqueña, él era cartógrafo, ahora está retirado, ella era maestra, se nos fue tras una larga enfermedad, entre ambos me dieron una educación esmerada y puedo decir con orgullo, como muchos de mi generación, que tuve una infancia y una adolescencia feliz, fui formado en un hogar sólido, con amor, con principios.
La sociedad en que nací y me desenvolví, era una de oportunidades para quienes trabajaban; mi padre salió de los páramos andinos a construir futuro en la Caracas de su época, pujante, en plena modernización, se encontró con gente de todos lados de nuestro país luchando por hacerse un lugar propio bajo el sol, y lo lograron, con creces, no solo pudieron hacer sus carreras, mantener a sus familias, comprar sus casas y automóviles, vivir bien, sino que construyeron empresas, se asociaron con extranjeros, hicieron su círculo de amistades, conocieron a los políticos de su época, gente seria y comprometida, todos, en su medida, contribuyeron al crecimiento de Venezuela.
Todavía recuerdo cuando el doctor Arístides Calvani, quien al poco tiempo sería uno de los más notables cancilleres de mi país, fue a mi casa, a sostener una conversación con miembros del Movimiento Familiar Cristiano en la urbanización Prados del Este, mi padre había alojado como invitado, a un obispo que vino de El Salvador en uno de esos intercambios internacionales que en esa ONG eran comunes.
Recuerdo igualmente que un diciembre fuimos un grupo grande de amigos y vecinos a montar patines, de esos de hierro, de cuatro ruedas de goma dura, marca “Winchester”, a las Mercedes, en la autopista que estaban terminando hacia La Trinidad, una de las más modernas de la capital, aún no la inauguraban y no había tránsito automotor, nos lanzábamos por la rampa frente a San Román a una descabellada velocidad que no pasaba de los quince kilómetros por hora.
Me eduqué en el mejor colegio, conocí y compartí tiempo de calidad con lo más brillante y granado de mi generación, un grupo de jóvenes a quienes el futuro se presentaba sin límites, muchos de nosotros estábamos siendo preparados para tomar las riendas de empresas familiares. Debido al trabajo de mi padre, tuve la oportunidad de viajar a lo largo y ancho del país, pude ver a Venezuela desde el aire, viajé por sus carreteras, remonté sus ríos, desembarqué en sus islas, pude ver el enorme vaso que había preparado la poderosa CVG para inundarlo, en lo que hoy es la represa del Guri, en el medio de la selva.
¿Había pobreza en el país? Sin duda, pero era otro tipo de pobreza, pues en el hogar más humilde la gente comía sus tres comidas diarias, había trabajo y las personas podían sostenerse con lo que ganaban, funcionaban los servicios públicos, la educación del estado era gratuita y de calidad, había seguridad social, los hospitales públicos atendían a la población y lo más importante, la gente podía planificar su futuro con alguna certeza.
La Venezuela que conocí era la de un país próspero, con futuro, con un pasado glorioso pleno de logros y gestas heroicas, era una democracia muy activa, admirada y bien organizada, con un estado de derecho que funcionaba a pesar de algunas dificultades, había guerrillas en el país y estas eran contenidas por unas FFAA leales y muy bien entrenadas, había desigualdad pero éramos una sociedad inclusiva, el conocimiento y el trabajo bien hecho eran reconocidos.
La primera etapa de mi vida estuvo colmada de privilegios, no me quejo, conocí la felicidad plena, tengo recuerdos que valen más que el oro, esa Venezuela en que viví ya no existe, fue destruida.

Esos recuerdos eran de la década de los sesenta, y estoy seguro de que muchos de mis compatriotas tienen recuerdos agradables de aquel país donde vivíamos, y que nada tiene que ver con la Venezuela de hoy en día, el país cambió, a partir de aquellos años sentí que los venezolanos entramos en una espiral descendente de decadencia, económica, social y moral.
Ahora que miro hacia atrás, entreveo que el país no estuvo a la altura de los cambios, nuestra modernidad nos arropó y no tuvimos ni la dirección ni la voluntad de adaptación, no fue algo personal, de los ciudadanos, no, los venezolanos estábamos encantados con los años de bonanza que nos protegieron, y con los que pudimos viajar, globalizarnos, conocer el mundo y consumir como si no hubiera mañana, ¿recuerdan los está barato dame dos? Los simpáticos mayameros. Muchos de nosotros pudimos estudiar en el exterior, consolidar algunas cabezas de playa en la economía nacional… pero el país como un todo se fue quedando atrás, las instituciones no evolucionaron, se quedaron estancadas, la política se volvió menos parroquial y más internacional, mucho más pragmática y mercantilista, la industria petrolera, lo que más y mejor había funcionado, se convirtió en un botín, en un mundo aparte de privilegios que era administrado con criterios hereditarios por una sociedad de expertos petroleros cuasi secreta.
El país empezó a deformarse, había instituciones sumamente retrasadas y primitivas como las mismas FFAA, que disponían de jets de última generación pero su personal se manejaba con ideologías del siglo XIX,  nuestro aparato educativo se infló como un enorme monstruo burocrático, el país efectivamente produjo una enorme cantidad de técnicos en ingeniería, derecho, medicina, economía, comunicadores sociales, pero el nivel de consciencia y ciudadanía, de humanismo y valores éticos, se redujo a un mínimo, a nadie le interesaba cultivar a un nacional, es decir, a un venezolano integral, sólo importaba el votante.
Todo esto era el clima perfecto para crear desigualdades, grandes carencias de bienes y servicios en ciertos sectores, las diferencias de clase se hicieron más marcadas, los índices de inseguridad empezaron a dispararse, el crimen aumentaba indetenible y esto estaba afectando la base familiar, que influida por el abandono del padre de sus responsabilidades para con sus hijos, la infancia abandonada y no plenamente atendida, empezaron a cosechar nuevas generaciones de resentidos y gente muy descontenta.
Pero el consumismo continuaba intacto y en ascenso, los medios de comunicación masiva predicaban el estilo de vida de gente con dinero sin importar su procedencia, el narcotráfico y el socialismo fueron moldeando una subcultura de ostentación y parranda, sin pasearse por la ética del trabajo, por el trabajo digno y la independencia económica, la política, la trampa, los ilícitos y un estado paternalista aunque no siempre justo, fueron dibujando los rasgos horribles del nuevo venezolano.
Las distorsiones propias de nuestra economía petrolera fueron marcando las últimas décadas del siglo XX, era una montaña rusa de alzas y bajones de precios de nuestro principal producto, y de algunos ajustes que fueron arrinconando las posibilidades de vida de los venezolanos, siempre eran medidas que afectaban el bolsillo del venezolano, jamás el tamaño del estado, que seguía creciendo y acaparando más actividades, los mismos partidos políticos se convirtieron en defensores a ultranza del estado benefactor, justamente por lo réditos electorales que obtenían en las elecciones.
Y lo peor, allí en la oscuridad, trabajando calladamente, en logias secretas y grupos de conspiradores, la acción disolvente y revolucionaria del castrismo hacía lo suyo, alimentando la lucha de clases, la necesidad artificiosa de una justicia social, el odio por el éxito personal y el emprendimiento privado… Venezuela era demasiado ostentosa y rutilante como para dejarla disfrutar de sus riquezas en medio de un continente empobrecido.
Poco a poco se fue dando esa fatal escisión entre el estado y el país, eran dos mundos diferentes, muchas veces opuestos, y en el medio, los venezolanos de a pie, cada vez más confundidos e impotentes, pero lo más importante, cada vez más alienados.
Hay dos elementos fundamentales para entender al nuevo venezolano, nuevo, porque no tiene nada que ver con el venezolano que los que pertenecemos a nuestra generación, conocimos, o fuimos, el primer elemento fue el entramado socialista en que fuimos atrapados por los partidos políticos, y segundo la perdida acelerada de nuestra identidad, propiciada por una campaña dirigida por Cuba en contra de nuestro país, hay un plan deliberado que ya tiene varias décadas funcionando, para borrarnos nuestro vínculo con el país, Venezuela está desdibujándose del imaginario venezolano y nos estamos quedando desmemoriados, en una especie de alzhéimer colectivo.

Memoria, así se llamaba la madre de las musas, incluyendo a Clío la musa de la historia, y es básicamente la relación con nuestro pasado, nuestro nexo con el tiempo, John Locke llegó a afirmar que es la base de nuestro ser, sin memoria no hay personalidad, sin memoria no hay historia.
Cuando los antiguos griegos hablaban de su patria, de su países, hablaban principalmente de aquellas tierras donde estaban los templos de sus dioses y las tumbas de sus ancestros, esto para fijar los valores y principios que los constituía, su cultura, sus tradiciones, su devenir.
Para el socialismo nada de esto importa, de hecho el chavismo conjuntamente con el castrocomunismo cubano, desde que llegaron al poder, nos han estado bombardeando nuestras bases nacionales, desde los símbolos patrios, pasando por la iconografía de nuestros héroes de la independencia, nuestras tradiciones, nuestra historia… todo ha sido horriblemente deformado por una alternativa prediseñada en La Habana, un molde neocolinialista dependiente de un estado militarista y totalitarista extranjero.
Para el socialismo todo lo dado está podrido, hay que destruirlo para recomenzar de nuevo y hacer una nueva sociedad, crear un nuevo hombre, diferente, mucho más solidario, igualitario, colectivista, nacionalista, comunista… era la predica de una utopía inalcanzable debido principalmente porque en vez de un hombre creaba un mosntruo.
Han utilizado nuestro aparato educativo y comunicacional para influir en nuestra psique y deformar nuestra idea de país, ahora es la idea de un tequeño, la imagen de una playa o del Salto Ángel, de una canción que nos hace llorar, el triunfo de un artista en las marquesinas del mundo, o las glorias de nuestros peloteros en las Grandes Ligas, pero ya no sabemos cuántas estrellas tiene nuestra bandera ni si el escudo es correcto, los nombres de nuestros hitos históricos cambian constantemente, nuestra historia está intervenida por los intereses cubanos que hacen de Simón Bolívar a un socialista revolucionario.
Nada de lo que nos recuerda al país es estable o importante, todas son imágenes efímeras, sentimientos confusos, no hay responsabilidad ni deberes hacia esas imágenes, porque han sido manipuladas, groseramente deformadas, abusadas y utilizadas como propaganda, no hay contenido sino un papelillo de colores sin sentido, no hay un sentimiento nacional porque no existe el vínculo, lo han destruido, y con ello, nuestra estabilidad de mente y alma.
Nuestros templos han sido violados, incendiados, saqueados, las tumbas de nuestros ancestros, igual, destruidas y profanadas, los cementerios son robados hasta de sus lapidas, se abren las tumbas y se sacan los huesos de nuestros familiares y héroes para hacer misas negras, ya no hay respeto ni por los muertos, hay quienes deben enterrar a sus deudos amarrados en sábanas porque no hay para pagar una urna, nos inducen a irrespetar la dignidad humana, el respeto por los restos mortales, se destruye la memoria de los nuestros.
El gobierno de Nicolás Maduro está haciendo lo imposible porque el país sólo recuerde al Comandante Eterno, a uno de los hombres más corruptos y miserables que haya parido este país, que ellos, los revolucionarios socialistas, han sido los únicos, los primeros Adanes y Evas de esta nueva Venezuela , que  con ellos empieza la Nueva Era, y ya hay generaciones, milenaristas del siglo XXI, que no han conocido sino a este pobre gobierno de ladrones y payasos.
Perder la memoria es convertirnos en fantasmas, en refugiados y emigrantes apátridas, sin tener una conflicto bélico, los cubanos están logrando que les dejemos el país para ellos, Venezuela está desapareciendo, como si fuera un sueño que muy pronto nadie recordará.
Hace cinco años escribí un artículo, Ser Venezolano, sobre nuestra nacionalidad en el mismo expresé lo siguiente:

Nos la pasamos mirándonos el ombligo y creyendo que todo gira a nuestro alrededor; queremos ser un país potencia sin poner el empeño en ello, queremos ser buenos y solidarios quizás sea la razón por la que suframos de ese atavismo llamado socialismo, deseamos que nos quieran… y por no saber decir no, amanecemos todos los días con resaca y sintiéndonos culpables porque de seguro hicimos algo terrible la noche anterior, de lo cual ya no tenemos memoria; pero he allí nuestro tesoro, al segundo nos olvidamos y estamos de nuevo en nuestro papel preferido, mirar los toros desde la barrera, sin comprometernos, sin mucho sacrificio, con el menor trabajo posible. Bajo estas circunstancias es imposible planificar, el futuro se nos presenta apenas como una evocación de algo que nos gustaría vivir, pero igual que hacemos con los controles de nuestros televisores, nos gusta el zapping, cambiar de canales constantemente sin fijar la atención en ninguno.
Cuando alguien empieza hablarme de historia de mi país, para explicarme de dónde vengo, lo que hago es reírme; después de lo que permitimos, que el castrochavismo hiciera con el bolivarianismo un mal chiste, ya nada me conmueve… si algo les agradezco a estos toscos chavistas, es haberme hecho ver que la historia es ideología, nada más… Nuestra nacionalidad es toda una puesta en escena, son desfiles militares o de mises, es la pompa de un acto oficial, los discursos de patriotas valientes sobreponiéndose a los ejércitos imperiales, la aventura de cruzar ríos y montañas para darle la libertad a los oprimidos… se trata de manifestaciones tan increíbles y fantásticas que no hay manera en que pueda relacionarme con ellas, pareciera que mi pasado pertenece a un suplemento, a un comic de los superhéroes de Marvel.

De lo anterior, lo que más me impresiona, es que todo lo que se pueda decir de aquellos venezolanos y aquella gesta de libertadores, aunque parezca fantástico, fruto de algún delirio, o de alguna “pea” descomunal, lo que no deja de sacudirme cada vez que lo pienso, es que fue verdad, todos esos héroes fueron venezolanos y el mundo entero lo sabe.
La memoria amigos, ese es nuestro único vínculo con el país, los que tenemos memoria debemos reproducirla, contarla, esparcirla, compartirla, no hay manera que nuestras vidas queden sujetas a simples estampas y que la usen para destruirnos, la memoria no es un asunto meramente individual, hay una memoria colectiva que ha recibido muchos nombres, memoria racial, memoria pública, memoria tribal, que son básicamente, formas de organización del tiempo dentro de una comunidad, los tiempos para laborar, para descansar, para festejar, para pelear… 
Estos diferentes tiempos están llenos de eventos que les pertenecen, de experiencias individuales y colectivas que son recordadas, la memoria no es pasiva, como algunos pretenden, sino algo fluido que necesariamente requiere de la participación de las personas, tener memorias trata de reconstruirlas, de ligar lugares con eventos, personas con fechas, de narraciones del pasado para explicar el presente, es la base de la experiencia que se transmite como aprendizaje.
Nuestra memoria histórica no solo se sostiene en recordar tradiciones y leyendas, trata más bien de hacer sentido y mostrar una continuidad entre nuestro pasado y el presente, de allí lo importante de nuestros recuerdos de familia, de vecindarios, de nuestros compañeros de escuela, de amigos y enemigos, de nuestros trabajos, viajes y tragedias compartidas.
Cada uno de nosotros porta en su alma una historia que es parte de esa memoria grupal, del país, nuestros éxitos y fracasos corresponden a esa narrativa que de alguna manera están ligadas a esos eventos que nos vienen por herencia, esas mitologías que se han convertido en símbolos de nuestra historia como país, que nos retrata como grupo humano, distinto y original a cualquier otro.
No permitamos que unos comunistas sin pasado ni honor nos roben nuestra historia, que nos falsifiquen nuestro país y nos dejen sin pasado, cada uno de nosotros hemos tenido familia, unos padres y abuelos, unos ancestros que veneramos, porque vivieron sus vidas para que nosotros tuviéramos como empezar las nuestras, y sus historias son de trabajo, de luchas, de pequeños y grandes triunfos, de derrotas y nuevos comienzos.
Los comunistas, desde el estado, tratan de desfigurar al país, de someternos quitándonos nuestro pasado, manipulando los registros, negándonos documentos de identidad, cambiando los nombres de nuestro entorno, modificándole los rostros y la vida de nuestros padres fundadores, convirtiéndonos en refugiados indocumentados, en nómadas sin patria, pero llevamos una historia con nosotros que es inviolable, que no se puede falsificar y en la que todos tenemos participación.
Ser venezolano no es cuestión de una foto, o una bandera, o unos colores y una melodía que nos hacen llorar, es mucho más profundo, es una raíz que necesita de esta tierra de gracia, son esos recuerdos que nos hacen un pueblo como ningún otro en este continente.   -    saulgodoy@gmail.com





























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